Con mucho vicio dentro de mí (Parte 18).

Parte número dieciocho de esta historia que confío sea del agrado de mis lectores. Espero vuestros comentarios.

Al día siguiente acababa de mantener mi sesión sexual matinal con Candelas y Verónica cuándo Carla, una de mis superiores, se puso en contacto conmigo a través del teléfono para pedirme que acudiera a su despacho en cuanto me fuera posible ya que tenía que hablar conmigo. Se trataba de una joven de ondulado cabello moreno a la que parte de mis compañeros apodaban la “maciza” pero que no me atraía nada ya que, para mi gusto, no era demasiado agraciada de cara, me parecía de constitución ligeramente fuerte y estaba dotada de un voluminoso culo. Lo que menos me importaba era que fuera descarada aunque había momentos en que su descaro sobrepasaba todo lo imaginable.

Pero, aunque no me agradara, era mi jefe más inmediato por lo que me encaminé de inmediato hacia su despacho y en cuanto crucé el umbral de la puerta la fémina, vistiendo un muy elegante traje de chaqueta, se sentó en la mesa delante de mí, cruzó sus piernas con lo que la falda se la subió y luciendo sus rodillas me explicó que a “alguien” le había molestado que me hubiera pasado la tarde anterior con la puerta de mi despacho cerrada con llave, con el teléfono fijo descolgado y con el móvil apagado y que pretendía que la explicara los motivos que me habían llevado a permanecer incomunicado. Mientras se levantaba un poco más la falda con sus manos la indiqué que me habían encomendado un trabajo bastante complejo y que había actuado así con el propósito de poder centrarme en él sin que nadie me molestara. No me creyó puesto que me dijo que iba a averiguar si era cierto lo que la había contado localizando y preguntando a la persona que me había dado ese trabajo aunque estaba dispuesta a pasar por alto lo sucedido si accedía a satisfacerla sexualmente.

Hasta ese momento no me percaté de que Carla estaba buscando tema conmigo y que estaba segura de que iba a conseguirlo aunque fuera a través del chantaje. La hembra, al abrirse de piernas, se elevó más la falda dejando al descubierto su “muslamen” y la parte inferior de su blanca braga de satén llena de encajes. En cuanto observó que mantenía mi mirada fija en su prenda íntima, cerró las piernas y me indicó que, si me apetecía, podía comenzar a disfrutar de inmediato de todos sus encantos. Al ponerse de pie para acercarse a mí aproveché para abalanzarme sobre la puerta y diciéndola que tenía que pensar un poco su propuesta, salí apresuradamente de su despacho.

Oí sus carcajadas desde el exterior en donde me consideré a salvo aunque me daba cuenta de que Carla tenía todo a su favor para salirle con la suya y que, de nuevo, me encontraba ante un chantaje y un acoso sexual pero con la gran e importante diferencia de que Iris me atraía y me gustaba y ella no. Pensé que si Carla me hubiera hecho su oferta en otro momento no hubiera dudado en aceptar para tener asegurado el echar “lastre” a diario pero en aquellos momentos me consideraba bastante bien servido en las relaciones que estaba manteniendo con Candelas y Verónica y con Iris y si me liaba con Carla tendría que programarlo todo muy bien para poder rendir satisfactoriamente con las cuatro aunque lo que más me preocupaba era que Iris, al enterarse de mis escarceos con Carla, rompiera conmigo.

De repente pensé que aquella encerrona podía haber sido idea de Iris después de que, por dos veces, la hubiera tratado como si fuera un objeto que se usa y más tarde, se desecha y que, seguramente, estaría dolida por haberla dejado la primera vez sola, extenuada, desnuda y rota reponiéndose en el suelo de mi despacho tras haber sacado el máximo partido de ella. Aunque me parecía que no era tan sumamente retorcida y que no tenía tan mala leche, no dejaba de verla como culpable por lo que fui a hablar con ella. Iris, tras asegurarme que no había tenido que ver con lo que me había sucedido con Carla y conseguir que me tranquilizara, me hizo darme cuenta de que ella no había podido decir nada por la sencilla razón de que, de momento, no la interesaba que se supiera que se había liado y de aquella manera, conmigo. Me avisó de que debía de tener sumo cuidado con Carla puesto que, desde que reconoció públicamente que su pareja no la daba toda la mandanga que le demandaba, no era la primera vez que buscaba entre sus empleados a alguno dispuesto a mantenerla de lo más entonada y a darla placer jodiéndola en su despacho y en su domicilio, aprovechando las frecuentes ausencias de su pareja, mientras lo iba sometiendo para que siempre hiciera su santa voluntad.

Iris me explicó que, después de haber tenido un par de enganchadas con ella, decidió obtener información sobre Carla por lo que sabía que tenía en su casa varios perros, sintiendo una especial predilección por los pastores alemanes y los siberianos puesto que son los que están dotados de un miembro viril de mayor tamaño, a los que adiestraba para que tanto su hermana Yolanda como ella pudieran chuparles la pirula hasta que las daban un buen “biberón”, para que las lamieran hasta la saciedad el coño y el ojete y para que, manteniéndose echados sobre ellas, las metieran el pito y se las tiraran a conciencia descargando libremente en su interior. Finalmente, me indicó que iba aprovechar que su “status” en la empresa era superior al de Carla para hablar con ella puesto que si lo que quería era chantajearme y mantenerse calentorra a cuenta mía, no estaba dispuesta a compartirme con ella y sabía como conseguir que se olvidara por completo de mí.

Al acabar nuestra jornada laboral Iris acudió a mi despacho y me dijo que Carla no me volvería a molestar ya que, delante de ella, había solicitado su traslado con carácter inmediato a otra sección que no fuera la administración con lo que me iba a convertir en mi propio jefe dentro de la mía. Acto seguido, me indicó que sería conveniente evitar el mantener más contactos sexuales de larga duración en mi despacho y que estaba dispuesta a planificarlos en su domicilio siempre que la explicara cuándo mantenía mis encuentros con Candelas y Verónica y lo que solía hacer con ellas. La indiqué que me relacionaba con las dos muchachas los días laborables a primera hora de la mañana en mi despacho en donde me solían hacer un par de felaciones a cambio de masturbarlas, comerlas la seta y lamerlas el ojete y que la tarde de los martes, los jueves, los sábados, los domingos y los días festivos me reunía con ellas en mi domicilio para mantener una actividad sexual más completa, con penetración.

Iris, tras escucharme, me propuso efectuarme una felación diaria en su domicilio al finalizar nuestra jornada laboral matinal con la condición de que pudiera chuparme la polla hasta que la diera dos “biberones” y me meara en su boca, de continuar manteniendo nuestras intensas y largas sesiones sexuales cada dos semanas y de que los lunes, los miércoles y los viernes por la noche se la “clavara” exclusivamente por vía vaginal después de efectuarme una cubana, en la que estaba pendiente de que la punta de mi rabo apareciera por la parte superior de su “delantera” para pasarme su lengua por la abertura con lo que favorecía que mi eyaculación fuera más rápida, que efectuáramos un exhaustivo sesenta y nueve tumbado encima de ella para obligarla a permanecer con mi salchicha totalmente introducida en su boca mientras la comía la almeja y la lamía el ojete ó que, poniéndome a cuatro patas, me pudiera chupar la tranca permaneciendo ella boca arriba entre mis abiertas piernas.

Como Iris me molaba mucho acepté sin dudar su propuesta y de esta forma, durante los meses siguientes, compaginé mi actividad sexual con Candelas y Verónica, que habían terminado el curso escolar y aunque fuera por los pelos habían conseguido aprobarlo y obtener una nota bastante meritoria en la selectividad, con mis visitas al mediodía y por la noche al domicilio de mi compañera con la que no tardé en compartir, además de la cama de su habitación y algunos quehaceres domésticos como las compras en el supermercado, hacer la cama ó sacar la ropa de la lavadora, comida y cena con lo que pude descubrir que, además de una ardiente y viciosa “yegua”, era una excelente cocinera.

C o n t i n u a r á