Con mucho vicio dentro de mí (Parte 15).

Parte número quince de esta historia que confío sea del agrado de mis lectores. Espero vuestros comentarios.

Estaba a punto de finalizar el curso escolar, momento en el que más intensa era la relación que estaba manteniendo con Candelas y Verónica, cuándo entró en escena Iris, una cautivadora joven de nacionalidad islandesa que llevaba algo más de medio año formando parte del cuerpo técnico de mi empresa. La chica, de cabello rubio, alta y delgada, era tres años más joven que yo, se encontraba dotada de un escultural físico y solía cambiar de look con relativa frecuencia. Aunque me cautivó desde el día en que me la presentaron al comenzar a trabajar en la empresa y sabía que durante su aún breve andadura laboral se había abierto de piernas con tres compañeros, no había tenido éxito las veces en que había intentado acercarme a ella ya que, aunque se trataba de una muchacha muy abierta y liberal, demostraba tener un carácter altivo, fuerte y dominante y lo que menos me seducía en aquel momento era el verme sometido por una mujer. Pero la tarde de aquel miércoles Iris entró en mi despacho, sin molestarse en llamar a la puerta y me dijo:

- “¿Que tal te va con esas dos cerdas a las que te estás zumbando?. ¿Las echas muchos polvos?” .

Me quedé sorprendido puesto que suponía que mi relación con Candelas y Verónica se mantenía en secreto y estaba seguro de que ni ellas, por la cuenta que las tenía, ni yo habíamos hecho el menor comentario al respecto. Antes de que pudiera reaccionar, Iris se colocó delante de mí luciendo su ajustado y corto vestido y las botas altas de color marrón que la cubrían por encima de las rodillas dejándola al descubierto la parte superior de las piernas y sonriéndome, me pidió que me levantara de mi asiento. En cuanto me incorporé me agarró con fuerza la polla a través del pantalón con una de sus manos y me la mantuvo apretada mientras con la otra me presionaba los huevos y me comentaba que a través de las puertas, aunque estuvieran cerradas con llave, se podían escuchar unas conversaciones muy interesantes sobre todo después de haber visto como esas dos golfas se encerraban conmigo en mi despacho todos los días a primera hora de la mañana por lo que, al igual que ellas y a cambio de su silencio, quería empezar a disfrutar de mi rabo.

A pesar de que me fastidiaba su carácter, en aquellos momentos me tenía y nunca mejor dicho, agarrado y con fuerza por los cojones por lo que no me quedó más remedio que, siguiendo sus indicaciones, quitarme el pantalón y el calzoncillo para enseñarla mis atributos sexuales, que me miró con ojos como platos mientras decía que, hasta ver los míos, no se imaginaba que pudieran existir hombres tan magníficamente dotados y reconocía que se había puesto cachonda y mojado con solo verme la salchicha larga y tiesa y mis gruesos huevos. Me ofreció sus labios para que la besara mientras me seguía acariciando y sobando la tranca que, en escasos segundos, se me puso como un autentico poste.

Iris separó enseguida sus labios de los míos y manteniendo su mirada fija en mi verga, me hizo volver a sentarme en mi silla y poner mis piernas en los apoyabrazos antes de ponerse en cuclillas en medio de ellas para menearme lentamente la chorra con su mano derecha observando como el capullo se me mantenía bien abierto y para pasarme una y otra vez su lengua por la abertura mientras con la izquierda me apretaba y sobaba los huevos. Más tarde y tras comentarme que bien ofrecidos era como mejor estábamos los varones y que mi cipote tenía que dar mucho gusto y una gran cantidad de leche, me efectuó unas breves “chupaditas” a la punta y al capullo hasta que, sin pensárselo, se lo metió en la boca mientras lo iba empapando en su saliva. En cuanto lo tuvo entero dentro de su orificio bucal me lo mamó al mismo tiempo que me succionaba la punta con su garganta y me hurgaba con dos de sus dedos analmente.

Hasta entonces únicamente Micaela, la joven de raza negra con la que había mantenido algunas relaciones esporádicas, había sido capaz de efectuarme felaciones manteniendo mi ciruelo totalmente introducido en su boca pero Iris la superaba puesto que me lo estaba succionando con su garganta y me estaba forzando el ano con sus dedos proporcionándome un gusto atroz y logrando que, con una celeridad impresionante, la diera mi primer “biberón” que ingirió entre evidentes muestras de satisfacción mientras la agarraba con fuerza de la cabeza con el propósito de obligarla a mantenerlo totalmente introducido y con la punta en contacto con su gaznate para echarla mi leche en la garganta y que no tuviera más remedio que tragársela. En cuanto acabó de recibir mi “lastre” se sacó la minga de la boca y me la volvió a “cascar” lentamente con profusión de movimientos de tornillo. Mientras me la miraba luciendo en todo su esplendor, me dijo que la había encantado que la diera un polvazo tan abundante y largo.

Después procedió a quitarse el tanga, de tonalidad rosa, que llevaba puesto y que, en principio, quedó colgando de su tobillo izquierdo para no tardar en depositarse en el suelo y levantándose la falda del ceñido vestido que llevaba puesto hasta la cintura, se acomodó, abierta de piernas, sobre mí para introducirse lentamente y hasta el fondo mi erecto nabo por vía vaginal con intención de efectuarme una cabalgada memorable mientras, a través de nuestra ropa, frotaba sus exuberantes “peras” en mi torso y me decía que, además de hacerla expulsar un montón de “baba” vaginal, la encantaría que la echara mi segunda lechada en su interior. Esta vez mi eyaculación no resultó tan rápida pero si tan abundante y larga como la anterior por lo que tuvo que empezar a desgastarse con la cabalgada antes de disfrutar de un portentoso orgasmo con contracciones pélvicas mientras sentía que la estaba mojando. Acababa de echarla la leche cuándo, como era habitual después de mi segunda descarga, me meé y la solté mi lluvia dorada dentro de la almeja. Aunque no hizo ningún comentario y se limitó a cerrar los ojos mientras notaba caer mi orina en su interior me agradó que, en cuanto terminé de dársela y sin dejar de cabalgarme, ella también se hiciera pis. Su micción salió a chorros pero muy despacio al exterior cuándo mi pene no ejercía demasiada presión sobre su vejiga urinaria lo que favoreció que volviera a “romper” antes de que terminara de orinar manteniendo mi picha dentro de su chocho.

Iris había conseguido sacarme dos soberbios polvazos en poco más de un cuarto de hora pero aquella ardiente y viciosa “yegua” me motivaba tanto que sentí la necesidad de continuar jodiéndola y echándola mi “lastre” mientras la iba demostrando que pretendía ser yo quien llevara la voz cantante en nuestra relación sexual y que no la iba a resultar fácil dominarme por lo que, en cuanto se incorporó, la hice permanecer abierta de piernas delante de mí para, manteniéndola bien abiertos los labios vaginales con mis dedos, poder ver como su coño devolvía parte de la leche y del pis que la había echado. Después la hice ponerse a cuatro patas en el suelo, me desnudé por completo, me arrodillé detrás de ella, la obligué a permanecer con las piernas abiertas y durante unos minutos me recreé sobándola su abierta, amplia y húmeda seta, excitándola a través de su abultado clítoris y hurgándola con mi dedo gordo en el ojete hasta que, completamente salida, me pidió que se la “clavara” lo que hice casi de inmediato para complacerla metiéndosela entera y bien profunda para que la atravesara el útero, la diera mucho más placer y favoreciera su lubricación.

Mientras la daba unos buenos envites la ayudé a quitarse el vestido para poder despojarla del sujetador con el propósito de dejarla las tetas al descubierto y además de tocárselas, poder ver como se la movían con mis envites. Como aquel iba a ser mi tercer polvo y sabía que iba a tardar en echárselo, pude cepillármela a conciencia hasta que su cada vez más creciente expulsión de flujo originó que su cueva vaginal se convirtiera en un autentico río lo que ocasionó que mi pilila se saliera en tres ocasiones de su caldoso agujero por lo que me terminé cansando de volvérsela a enjeretar por la almeja y decidí metérsela, bien impregnada en su jugo, por el ojete.

Sabía que hacía algo más de año y medio que la habían operado en su país de origen de un tumor localizado en su orificio anal por lo que me esperaba que, según se la estaba introduciendo y más teniendo en cuenta la brusquedad con la que se la “clavé”, se opusiera a que la poseyera por detrás pero no fue así e Iris colaboró de manera activa para poder sentir mi pirula gorda, larga y tiesa en su interior mientras me decía:

-   “Quiero que me la metas hasta los cojones por el culo, que me lo machaques y que me hagas sentirme tu puta” .

En cuanto la tuvo dentro y notó la punta en contacto con su intestino, apretó fuertemente sus paredes réctales a mi miembro viril. Mientras la daba unos buenos envites me eché sobre su espalda, la apreté las tetas con mis manos y tiré de ellas y de sus pezones hacia abajo como si pretendiera ordeñarla con lo que la hice gritar en dos ocasiones. Como mi descarga tardó en producirse a pesar de que Iris no dejaba de pedirme que se la echara de una vez, pude disfrutar de su delgado y soberbio trasero y recrearme mientras la propinaba unos envites anales impresionantes hasta que no pude aguantarme más y sintiendo un intenso gusto, la solté a chorros una gran cantidad de espesa leche que Iris fue recibiendo mientras mantenía sus paredes réctales fuertemente apretadas a mi pito, me animaba a vaciarme dentro de su culo y me prometía que, en cuanto se la sacara, me iba a efectuar otra felación.

C o n t i n u a r á