Con mucho vicio dentro de mí (Parte 14).

Parte número catorce de esta historia que confío sea del agrado de mis lectores. Espero vuestros comentarios.

Su profesora se recuperó antes de lo inicialmente previsto por lo que nuestro doble contacto sexual diario en mi oficina duró tres semanas. Pero como estábamos muy “entonados” y no pretendíamos renunciar a nada, decidimos trasladar las sesiones del mediodía a la tarde, al acabar de trabajar y mantenerlos en mi domicilio donde, además de los martes y los jueves, empezamos a quedar los sábados, los domingos y los días festivos por la tarde. Me encantaba verlas llegar sin sus uniformes y luciendo ropa ajustada, corta y sugerente que las daba cierto toque de golfas y que se pusieran de acuerdo para usar sujetadores menguados de tela y para suplir sus bragas por tangas. Mientras aquel par de cerdas seguían prodigándose en efectuarme felaciones por la mañana, por la tarde las penetraba vaginalmente una y otra vez manteniendo mi compromiso de no echarlas la leche dentro del coño hasta que terminé cansándome de tener que sacársela cada vez que sentía que mi descarga era eminente por lo que una tarde las indiqué que estaba harto de actuar como en las películas porno en las que el protagonista masculino se la extraía a la fémina de turno para que los espectadores pudieran verle eyacular por lo que, además del ya habitual paquete de tabaco semanal, las comencé a facilitar anticonceptivos orales que las hacía ingerir delante de mí para estar seguro de que no jugaban una mala pasada con lo que, además de continuar “clavándosela a pelo”, comencé a descargar libremente dentro de su cueva vaginal. Las gustaba que, mientras las mojaba y sentían caer a chorros mi “lastre” en su interior, las insultara y las dijera:

- “Toma leche, so guarra” .

A las pocas semanas de empezar a mantener los contactos sexuales diurnos en mi domicilio, me decidí a desvirgarlas el culo con intención de poder penetrarlas analmente dos veces por semana, los martes y los sábados a Candelas y los jueves y los domingos a Verónica. Con Candelas no tuve demasiados problemas puesto que la chica se ponía a cuatro patas y se mostraba bien ofrecida para que, a mi antojo, se la “clavara” por la raja vaginal ó por el orificio anal y soportaba bastante bien el dolor, las incomodidades y las molestias que suele ocasionar a las hembras el sentirse poseídas por detrás sobre todo cuándo, como era su caso, eran inexpertas pero Verónica se opuso una y otra vez a que la perforara el ojete alegando que era imposible que un miembro viril del tamaño del mío la entrara entero por el ojete sin desgarrárselo, que la iba a hacer muchísimo daño tanto al “clavárselo” como al poseerla y que, al tenerlo tan grueso, la punta podía llegar a quedar aprisionada en su intestino sin que, al terminar, me fuera posible liberarla.

Una tarde, después de haberlas echado tres polvos, decidí ofrecerlas unas bebidas alcohólicas mientras reponíamos energías con lo que pude comprobar que, mientras no las tuvieran que pagar, aquellas jóvenes no ponían pegas a nada por lo que las hice beber un poco y como no estaban acostumbradas, no tardaron en cogerse un buen “pedo”, sobre todo Verónica que, antes de que se pusiera “contenta”, se bebió tres combinados bastante cargaditos. Aprovechándome de su “cogorza” la hice tumbarse boca abajo manteniendo las piernas abiertas y la lamí durante un buen rato el ojete. Cuándo más “entonada” la vi, la introduje hasta el fondo dos de mis dedos y procedí a hurgarla analmente con bruscos movimientos circulares para que su orificio anal dilatara. Al extraerla los dedos observé que su ano se mantenía bastante abierto por lo que hice que Candelas, que estaba más entera, se echara sobre ella para que la inmovilizara mientras la abría aún más el orificio anal con mis dedos, la colocaba en él la punta de la picha y haciendo fuerza y echándome de golpe sobre ella, obligaba a su ojete a dilatar al máximo y de forma rápida, con lo que se la pude “clavar” entera. Verónica reaccionó, gritando y pataleando, al sentirla dentro de su culo. A pesar de que no dejaba de quejarse de que la estaba haciendo muchísimo daño y de que la iba a desgarrar el ano, en cuanto la di los primeros envites anales cambió de actitud y comenzó a colaborar apretando sus paredes réctales con lo que pude poseerla con más tranquilidad hasta que logré culminar echándola dentro del culo una gran cantidad de leche. En contra de lo que ella pensaba no tuve el menor problema a la hora de extraérsela y Verónica me dijo que, además de una imperiosa necesidad de defecar, en cuanto se la saqué sintió la sensación de que su trasero se desinflaba. Ese día terminó evacuando por debajo, a cuenta de la penetración anal, al mismo tiempo que devolvía por arriba, a cuenta del alcohol que había ingerido.

Al principio y hasta que se fueron acostumbrando al sexo anal, ambas se pedorreaban mientras procedía a enjeretarlas la pilila por detrás y solían liberar su esfínter al notar la punta acoplada a su intestino. Más de un día su evacuación me obligó a sacársela y casi siempre bien impregnada en su caca pero, después de disfrutar viéndolas evacuar en tromba, se la volvía a meter hasta los huevos y aunque se la tuviera que extraer más veces, siempre lograba descargar dentro de su orificio anal mientras las hacía mantener sus paredes réctales apretadas a mi pirula para incrementar mi placer. Durante las primeras semanas fue bastante habitual que, tras mi descarga, se volvieran a cagar e incluso, que durante las horas posteriores estuvieran bajo los efectos de un proceso diarreico.

A medida que se fueron haciendo a una práctica sexual anal regular comencé a “clavársela” por el culo después de haber eyaculado, al menos, en dos ocasiones con intención de disfrutar durante más tiempo de sus preciosos orificios anales y de sus estrechos conductos réctales antes de culminar descargando, en abundancia y muy a gusto, en su interior mientras ellas no dejaban de quejarse de que cada vez que se la metía por detrás las dejaba el ojete muy castigado y dolorido y que sufrían los efectos de unos procesos diarreicos de consideración pero, cuándo las tocaba ponerse en posición con su culo bien ofrecido, ninguna de ellas se lo pensaba.

Más adelante empecé a tratarlas en un plan más sádico obligándolas a turnarse en cabalgarme para sacarme un polvo tras otro. Para ello, me tumbaba boca arriba en la cama ó en el suelo y mientras una de ellas se ocupaba de este menester, la otra se ponía en cuclillas sobre mi boca con intención de que la comiera la seta, de que ingiriera su “baba” vaginal y su pis, que no se privaban de echarme en la boca y de que la lamiera el ojete lo que, desde que las daba por el culo, originaba que me encontrara con ciertas “sorpresas” sobre todo cuándo las metía la lengua por el orificio anal con intención de limpiarlas las paredes réctales. La pionera en ello fue Verónica que una tarde que se encontraba situada en cuclillas sobre mí sintió tanto gusto mientras la lamía el ojete que se empezó a pedorrear y acabó liberando su esfínter y evacuando sobre mí. Aunque la había visto cagar en múltiples ocasiones, ese día, al observar que por su orificio anal aparecía un gordo y largo chorizo de mierda, no me lo pensé y sin sentir asco ni repugnancia, apreté más mi boca a su ojete y lo fui ingiriendo a medida que lo iba expulsando bajo la atenta y sorprendida mirada de Verónica. Pensaba que comerme su caca me iba a resultar repulsivo pero no fue así por lo que hice lo propio con su segundo follete. Al final, consideré que su olor era bastante desagradable y que su sabor me resultaba amargo y fuerte pero, desde entonces y siempre que la expulsen de una forma más ó menos sólida, no me ha importado “degustar” y dar debida cuenta de la evacuación femenina hasta el punto de llegar a considerarla un manjar casi tan apetecible, delicioso, excitante y sabroso como su orina.

A cambio de comerme sus excrementos sólidos y mientras ellas se iban haciendo a ingerir los míos y a que me prodigara mucho más en soltarlas mis meadas en la boca, me gustaba obligarlas a efectuarme unas más que exhaustivas felaciones manteniendo mi pito totalmente introducido en su boca hasta que se veían ahogar con lo que las obligaba a anteponer mi placer a sus arcadas, náuseas ó vómitos y meterlas al mismo tiempo mis puños por vía vaginal y alguna vez anal después de haberlas dado por el culo, con la pretensión de forzarlas y de vaciarlas hasta dejarlas exhaustas, tras alcanzar un importante número de orgasmos y muy escocidas, después de extraerlas todo el flujo vaginal, la lluvia dorada y la mierda que almacenaban en su interior.

Me volví fetichista y aunque comencé cambiándolas mis calzoncillos por sus tangas, no tardé en coleccionar su ropa interior una vez usada con la que decoré las paredes de mi habitación y las del cuarto de baño. Aún tengo expuestos, con la parte interior hacía afuera, sus sujetadores, bragas y tangas junto a las fotografías más sugerentes que las hice mostrando sus encantos y a los “felpudos” pélvicos que las depilaba con regularidad ya que me agradaba que mantuvieran su zona pélvica libre de vello.

C o n t i n u a r á