Con mucho vicio dentro de mí (Parte 13).
Parte número trece de esta historia que confío sea del agrado de mis lectores. Espero vuestros comentarios.
A pesar de que llegué a desear hacerlo, no se la “clavé” hasta después de un nuevo periodo de abstinencia sexual propiciado por su periodo vacacional de Semana Santa durante el que, según me comentaron, se habían prodigado en bajarse la braga para “hacerse unos dedos” y en comerse mutuamente el coño pensando en mí que las había echado mucho en falta y me había tenido que consolar haciéndome una paja tras otra lo que ocasionó que, al retomar nuestra actividad sexual, lo hiciéramos con unas ganas e intensidad desmesuradas. Una mañana y mientras Candelas me meneaba lentamente el rabo tras habérselo sacado de la boca con intención de recuperar su respiración habitual, comentó con Verónica que, después de haberla dado mi lefa como culminación a su felación, la salchicha seguía prometiendo y parecía encontrarse dispuesta a dar más “lastre”. Verónica me pasó repetidamente un dedo por la abertura y me besó en la boca con lengua antes de preguntarme que si me apetecía que intentaran sacarme más leche. La respondí que, desde joven, me había acostumbrado a echar más de un polvo en cada sesión sexual con intención de poder dejar más que satisfechas a las damas con las que me acostaba y que me complacería mucho el que empezaran a dar debida cuenta de mi potencia sexual.
Candelas, tras observar que mi tranca lucía inmensa y que parecía demandar que me hicieran un buen ordeño, comentó con Verónica que nadie se daría cuenta si aquel día faltaban a la primera clase de sus clases por lo que decidieron pasar conmigo una hora más lo que aproveché para que, dándome la espalda y manteniendo sus pies en el suelo, se doblaran y colocaran su torso bien apretado a la mesa de mi despacho de manera que tuvieran que restregar sus tetas en ella mientras las bajaba los leotardos y la braga y levantándolas la falda del uniforme, procedía a acariciarlas sus abiertas y jugosas setas al mismo tiempo que me turnaba para lamerlas el ojete que era algo que las encantaba y con lo que sabía que se ponían sumamente cachondas. Sus rajas vaginales se pusieron de lo más jugosas enseguida por lo que, sin olvidarme de seguir dándolas satisfacción con mi lengua a través del orificio anal, las introduje vaginalmente un par de dedos y procedí a masturbarlas de una forma un tanto enérgica sintiendo que su lubricación era perfecta mientras las dedicaba un montón de insultos. Candelas debía de estar muy caliente ya que llegó al clímax con suma celeridad mientras Verónica disfrutaba un poco más de las agradables sensaciones previas al orgasmo. Continué con mi labor hasta estar seguro de que las dos habían vuelto a “romper” y con ganas siendo esta vez Verónica la más rápida. Candelas, tras alcanzar por segunda vez el clímax, no pudo evitar mearse de gusto lo que me permitió ingerir buena parte de su micción bajo la atenta mirada de Verónica.
Como con aquellas dos guarras me mantenía sumamente excitado, en cuanto acabé de beberme la micción de Candelas hice que Verónica se acostara boca arriba en la mesa para proceder a comerla su chorreante almeja mientras iba ingiriendo su exquisita “baba” vaginal, la hurgaba analmente con mis dedos y Candelas se ponía en cuclillas delante de mí para volver a chuparme la verga. Verónica se meó enseguida en mi boca lo que me permitió saborear, una vez más, su pis que me seguía pareciendo el más sustancioso que había ingerido hasta ese momento y poco después, volvió a alcanzar el clímax. Desde entonces fue incapaz de permanecer con el culo apoyado en la mesa y lo levantaba tanto que, sin necesidad de doblarme, me ponía su chocho en la boca. Mientras se lo comía en aquella posición a Verónica, Candelas recibió un masivo “biberón” que ingirió entre muestras de satisfacción. Acababa de darla mi leche cuándo, sin poder hacer nada por evitarlo, me meé. A la joven la sorprendió pero se bebió, sin dejar que se desperdiciara una sola gota, toda mi micción mientras me la seguía chupando y al acabar, me dijo que la había encantado que no hubiera dudado en darla mi abundante, caliente y sabrosa lluvia dorada.
Más tarde fue Candelas la que ocupó el lugar de Verónica que, al no estar habituada a alcanzar tantos orgasmos en tan poco tiempo, se encontraba cansada y desorientada. Su amiga y compañera se acostó boca arriba sobre la mesa y se colocó en posición para poder chuparme la chorra mientras la masturbaba pero la obligué a cambiarla para que mantuviera las piernas dobladas sobre ella misma que era la posición que más me interesaba en ese momento, la abrí con mis dedos todo lo que pude los labios vaginales y la introduje el cipote hasta el fondo con lo que Candelas expulsó un buen chorro de “baba” vaginal antes de que me dijera que nunca había permitido que se la “clavaran” sin condón y que si pretendía joderla “a pelo” tendría que prometerla que la iba a extraer el ciruelo en cuanto notara que iba a explotar para no echarla la leche en su interior y evitar preñarla a lo que me comprometí antes de que comenzara a darla los primeros envites vaginales y a “morrearme” con Verónica mientras la sobaba su húmedo coño y la volvía a hurgar con mi dedo gordo en el ojete hasta que, a base de hacerla apretar, conseguí que liberara su esfínter y que me lo impregnara en su caca. Al notarlo bien manchado, se lo extraje de golpe y Verónica, colocándose la papelera debajo del orificio anal, procedió a evacuar una buena cantidad de mierda en forma de bolas mientras me chupaba el dedo para limpiármelo lo que no la impidió perderse ningún detalle de cómo me estaba follando a su amiga que alcanzaba un orgasmo tras otro mientras, como era normal al tratarse de mi tercer polvo, mi descarga tardaba en producirse.
En cuanto Verónica acabó de defecar la hice ponerse a cuatro patas sobre la mesa para poder limpiarla el ojete con mi lengua antes de que se tumbara de lado junto a Candelas a la que procedió a sobar y mamar las tetas mientras seguía viéndome en acción y me aprovechaba de lo abiertas que mantenía sus piernas para poder masturbarla haciéndola expulsar un montón de “baba” vaginal y unos cortos chorros de pis. De repente, Candelas se meó al más puro estilo fuente. Su orina fue saliendo al exterior a chorros pero lentamente cuándo mis movimientos de “mete y saca” lo permitían mojándome el estómago y los pelos púbicos mientras Verónica alcanzaba el clímax con aquel espectáculo por lo que me terminé de excitar y apurando hasta el último momento, se la saqué a Candelas en el preciso instante en que, sintiendo un gusto intensísimo, expulsaba mi primer, espeso y largo chorro de leche que salió con fuerza al exterior para depositarse en la parte externa de la seta de la joven al igual que sucedió con los demás mientras Verónica me meneaba la minga con su mano y me animaba a seguir mojando a su amiga. Cuándo dejó de salirme “lastre”, la joven me dijo que empapado en leche, flujo y pis mi nabo llegaba a lucir mucho más apetitoso y sustancioso y se lo metió en la boca para chupármelo mientras iba extendiendo mi lefa por la zona externa de la almeja de Candelas que me comentó que más que mojarla la había empapado. Un poco más tarde se la “clavé” por vía vaginal y colocada a cuatro patas en el suelo a Verónica pero no dispuse de tiempo para llegar a descargar por lo que, muy a mi pesar puesto que me quedé con las ganas, se la tuve que sacar ante las premuras de tiempo para que se vistieran y pudieran llegar a su colegio antes de que comenzara la segunda clase.
Una semana más tarde comenzamos a buscar el llegar a mearnos y a cagarnos delante de los otros dos para poder ofrecerles nuestro pis y para que nos vieran defecar. Mientras me observaba ingerir una de las portentosas meadas de Verónica, Candelas me comentó que, desde la semana siguiente, los martes y los jueves iban a salir del colegio tres cuartos de hora antes a cuenta de la baja por enfermedad de una de sus profesoras a la que, ante lo avanzado del curso, habían decidido no sustituir durante su incapacidad laboral por lo que acordamos seguir manteniendo nuestro habitual contacto matinal en el que me continuarían chupando el pene a cambio de que las masturbara, las comiera el chocho y las lamiera el ojete y llevar a cabo una nueva sesión sexual al mediodía con penetración vaginal incluida lo que hizo que tuviera que alargar mi jornada laboral para poder tirármelas con toda la oficina prácticamente para nosotros lo que me permitió trajinármelas en mi despacho, en los cuartos de baño, en los archivos, en la sala de juntas e incluso, en el vestíbulo. Durante ese periodo se convirtió en habitual que, además de darlas un par de “biberones” y una espléndida meada por la mañana, en la mayoría de las sesiones del mediodía igualara e incluso, llegara a superar las tres lechadas que habían logrado sacarme la primera vez que desarrollamos una actividad sexual más completa y de mayor duración pero, asimismo, comencé a sufrir una acusada incontinencia urinaria que me obligaba a mear antes de tener ganas puesto que, si esperaba a sentir la necesidad de orinar, era incapaz de retener la salida de mi pis.
C o n t i n u a r á