Con mucho vicio dentro de mí (Parte 12).
Parte número doce de esta historia que confío sea del agrado de mis lectores. Espero vuestros comentarios.
Al día siguiente volvimos a coincidir a la misma hora y en el mismo lugar. Me resultó bastante evidente que me estaban esperando y en cuanto llegué a su altura, Candelas me comentó que la experiencia del día anterior la había resultado tan agradable y excitante que se encontraba dispuesta a repetirla. Las respondí que por mí encantado por lo que nos volvimos a fumar un cigarro a la puerta de mi centro de trabajo y en cuanto entramos en mi despacho, cerré la puerta con llave, me desnudé de cintura para abajo y me senté despatarrado en la silla con intención de que Candelas me chupara lentamente el pene y lo saboreara mientras volvía a magrear a Verónica que se mostró bastante más receptiva y dispuesta a hurgarme con sus dedos en el orificio anal y a sobarme los huevos. Como la mañana anterior, la almeja se la puso rápidamente húmeda por lo que la introduje dos dedos y la masturbé. Llegó al clímax casi al mismo tiempo en que sentí que mi leche estaba a punto de salir por lo que extraje la picha de la boca a Candelas para culminar unos segundos más tarde mientras la muchacha me la “cascaba”. Esta vez pudieron ver como aparecían por la abertura las gotas previas de lubricación antes de producirse mi descarga saliéndome, de nuevo, el “lastre” con tanta fuerza que algunos de los chorros llegaron a sobrepasar la posición de Candelas para ir a depositarse en una de las paredes del despacho.
Como mi eyaculación se demoró algo más que el primer día y al final, anduvimos un poco pillados de tiempo, mientras Verónica me limpiaba el miembro viril con papel higiénico acordamos que, a partir de la mañana siguiente y a cambio de entregarlas cada semana un paquete de tabaco, madrugaríamos un poco más con intención de encontrarnos un cuarto de hora antes en el semáforo situado frente de mi centro de trabajo para disponer de más de tiempo para nuestra actividad sexual.
El jueves nuestro contacto se desarrolló de una forma similar a la de los dos días anteriores pero el viernes, Verónica se ofreció a “cascármela” si permanecía despatarrado y tumbado boca arriba en la mesa de mi despacho. Como me apetecía que la joven comenzara a tomar parte más activa en nuestras sesiones sexuales, accedí y mientras me quedaba en bolas las propuse que se alternaran para que unos días fuera Candelas la que me sacara la leche chupándomela mientras que otros Verónica se ocupara de extraérmela meneándomela lentamente con su mano mientras su amiga me acariciaba los huevos y me hurgaba analmente con sus dedos para asegurarse de que mi descarga fuera abundante y masiva con la condición de que los días que me pajearan debían de permanecer, dándome la espalda, situadas una a mi derecha y la otra a mi izquierda y con la braga a la altura de sus rodillas para que pudiera sobarlas la raja vaginal, que enseguida se las ponía muy caldosa y el culo mientras me sacaban la leche.
Se mostraron de acuerdo con mi propuesta y aunque, al principio, Verónica se embalaba y la tenía que recordar constantemente que debía de recrearse “cascándomela” y tardar lo más posible en extraerme la lefa sin dejar de pasarme su lengua por la abertura, la experiencia resultó muy satisfactoria. Después de conseguir sacarme una ingente cantidad de “lastre”, que expulsé en espesos y largos chorros, las hice tumbarse boca arriba sobre la mesa muy abiertas de piernas y la comí a Verónica su húmedo chocho mientras masturbaba a Candelas con lo que comprobé que “rompían” con celeridad, con ganas y con fuerza aunque Verónica se llevaba la palma. A punto de finalizar esa sesión y tras intentar excitarla a través del clítoris con la punta de mi nariz mientras la presionaba con mis dedos la vejiga urinaria, logré entrar en contacto con la lluvia dorada de Verónica que, después de haberme dado su “baba” vaginal y disfrutar de un monumental orgasmo, se meó al más puro estilo fuente en mi boca con lo que, sin pretenderlo, tuve que ingerir su micción bajo la atenta y sorprendida mirada de las dos bellas jóvenes. No era la primera vez que bebía orina femenina pero mientras ingería el caliente, copioso y delicioso pis de Verónica, que me resultó sumamente excitante y gratificante, decidí beberme todas las meadas que pudiera.
Como no pretendía fastidiarlo todo a cuenta de las inmensas ganas que tenía de llevar a cabo una actividad sexual mucho más completa tuve que armarme de paciencia y conformarme con que unos días Candelas me efectuara su felación matinal mientras me dedicaba a sobar y a masturbar a Verónica, que no solía apartar su mirada de la actividad que su amiga y compañera desarrollaba con su boca para que otros fuera Verónica la que se encargara de pajearme lentamente y cada vez con más esmero y mejor tino mientras permanecía despatarrado tumbado en la mesa de mi despacho, Candelas me acariciaba los huevos y me hurgaba analmente con sus dedos y tal y como habíamos acordado, se mantenían de espaldas a mí y con las piernas abiertas para que me pudiera recrear sobándolas el culo y la raja vaginal sin que ningún día tardara en sentir su magnífica lubricación para, después de extraerme la leche, proceder a comer el coño y a lamer el ojete a una de ellas al mismo tiempo que masturbaba a la otra con lo que solía lograr que, además de su flujo, me dieran sus espléndidas y portentosas meadas.
Durante el periodo no lectivo de Navidad decidimos darnos un descanso por lo que, en el mes de Enero, retomamos nuestra actividad sexual con nuevos bríos y más ganas que antes. Verónica, incluso, parecía haber cambiado de mentalidad al decidirse a dejar de lado sus ascos y sus repugnancias para saborear por primera vez una pilila masculina, poder disfrutar de su “fragancia” y conocer las sensaciones que llegaba a sentir mientras la chupaba por lo que una mañana, en vez de “cascármela”, se colocó boca abajo entre mis abiertas piernas, se la metió y bastante profunda en su boca y procedió a efectuarme su primera felación con un estilo más que aceptable. Me agradó tanto el verla darme placer de aquella manera que me excité al máximo y como me había sucedido el primer día, eyaculé con una celeridad impresionante y sintiendo tanto gusto que apuré al máximo hasta el punto de que, cuándo se la saqué precipitadamente de la boca, el “lastre” salió a borbotones y masivamente.
Desde entonces, una vez que mis atributos sexuales quedaban al descubierto y me colocaba en posición, Candelas y Verónica se arrodillaban ante de mí y compartían la felación que cada día me resultaba más agradable, excitante y placentera sobre todo desde que comenzaron a picarse entre ellas para ver quien era la que me lograba sacar la leche. Conseguí que, para evitar mancharlas el cabello y la ropa con mi lefa, mantuvieran su pelo recogido en forma de cola de caballo ó de moño y que me efectuaran las mamadas en bolas lo que, tras mis copiosas y largas descargas y antes de ocuparme de su seta, me permitía sobarlas, mamarlas y mantenerlas bien apretadas las tetas tirando de ellas y de los pezones hacía abajo como si pretendiera que, al igual que las de las vacas, dieran leche.
Cada mañana intentaba que me chuparan la pirula manteniéndola introducida en su boca más tiempo y un poco más profunda que el día anterior y sin olvidarse de hurgarme analmente con sus dedos para que se aseguraran una descarga abundante y larga. De vez en cuándo las agarraba de la cabeza y las obligaba a metérsela más adentro y a pesar de sus arcadas, a mantenerla así para que la punta las llegara al gaznate con lo que un día, al sentir que iba a explotar, en vez de sacársela de la boca, cogí de la cabeza a Candelas y la obligué a permanecer con prácticamente todo el pito introducido en su boca mientras la daba una gran cantidad de leche que no la quedó más remedio que ingerir a pesar de que, a cuenta de las arcadas y de las náuseas, se llegó a sentir ahogar y de vomitar cuándo, al acabar de eyacular, se lo saqué de la boca.
Aquello no fue obstáculo para que Verónica, al verme la polla tan inmensa, decidiera metérsela en su boca con intención de ser ella quien me la continuara chupando mientras Candelas seguía devolviendo y no se cansaba de decirme que era un cerdo ni de recriminarme que la hubiera echado mi “lastre” en la garganta sin tan siquiera avisarla con lo que la había hecho pasar un rato muy malo mientras sentía caer y en gran cantidad, mi leche en su gaznate hasta atragantarla y estar a punto de ahogarla. Aunque Verónica era persistente y tenaz, la gustaba “chuparme el pirulí” hasta agotar el tiempo del que disponíamos y sabía darme mucho gusto, mi segunda descarga tardaba bastante más tiempo en producirse que la primera por lo que ningún día logró sacarme otro polvo.
Una vez que, pasadas unas semanas, se habituaron a tomar un buen “biberón” matinal y como seguíamos disponiendo de un tiempo bastante limitado para nuestra actividad sexual decidí rentabilizarlo al máximo haciendo que una de ellas la comiera la almeja y la lamiera el ojete a la otra mientras me encargaba de hacer lo propio a la primera. Aunque reconocían que se habían masturbado mutuamente varias veces y que llevaban semanas intentando ingerir las meadas de la otra, me costó conseguir que se habituaran a comerse el chocho por lo que pude “disfrutar” durante semanas de las arcadas, de las náuseas y de algún que otro vomito que las provocaba el recibir la “baba” vaginal de la otra.
C o n t i n u a r á