Con mucho vicio dentro de mí (Parte 04).

Cuarta parte de esta historia que espero sea del agrado de mis lectores. Espero vuestros comentarios.

Sabía que Brenda era muy estricta y que no la gustaba andarse por las ramas por lo que, desde el día siguiente, al llegar la hora del recreo no me quedó más remedio que irme acostumbrando a acompañarlas a un cuarto de baño femenino que, emplazado en un ala del colegio, estaba quedando en desuso por su tenue iluminación aunque lo mantenían limpio. Allí me hacían quitarme el pantalón y el calzoncillo para que las enseñara el ciruelo y los huevos que, una a una, me sobaban mientras me obligaban a retener la salida de mi pis. Luego, me tenía que colocar a cuatro patas y mientras Brenda, manteniendo la tapa levantada, se acomodaba en el inodoro para desde su “trono” poder observar y dirigir a sus compañeras permaneciendo abierta de piernas delante de mí, Noelia me perforaba el orificio anal con sus dedos con intención de realizarme unos exhaustivos hurgamientos anales al mismo tiempo que me incitaba a defecar y Nicole y Rita se dedicaban a sobarme los huevos hasta que, cuándo la minga lucía inmensa, una de ellas me la “cascaba” muy despacio mientras Brenda me decía:

- “Como se te ocurra correrte sin mi permiso, te juro que te corto el nabo” .

El autoritario tono de voz que empleaba era suficiente para conseguir que mantuviera mi mente centrada en cosas que no me resultaban demasiado agradables mientras Nicole y Rita jugueteaban con mis cojones y mi pene que se mantenía con el capullo bien abierto lo que a Brenda la gustaba aprovechar para hacerme levantar la vista con lo que, aunque no quisiera, me veía obligado a fijar mis ojos en su entrepierna sabiendo que con aquella visión me excitaba mientras me exigía que indicara a sus amigas la tonalidad de la braga que llevaba puesta ese día.

En cuanto por la abertura hacían su aparición las gotas previas de lubricación Nicole y Rita me daban manotazos en la picha y golpes bastante secos en los huevos con lo que conseguían cortarme la eyaculación, que perdiera la erección con bastante más rapidez de lo normal y que fuera incapaz de aguantarme más y me meara. Las gustaba recoger mi micción en unos vasos de plásticos que existían en el cuarto de baño para poder beber agua y que iban pasando de mano en mano para que, tras ver y oler su contenido varias veces, Brenda y Rita lo “cataran” antes de tirar el resto por el lavabo. Después y con la pilila a “media asta” y sin que Noelia dejara de forzarme por vía anal, me hacían incorporarme para mantenerme muy abierto de piernas delante de Brenda que me realizaba unas breves “chupaditas” mientras Nicole se encargaba de separarla la braga de la raja vaginal y se la acariciaba con su mano para facilitarla que orinara. Brenda siempre se cubría con la falda con intención de que no pudiera verla pero, en cuanto oía como su lluvia dorada se iba depositando en el inodoro, se me volvía a poner bien tiesa lo que me hacía colocarme, de nuevo, a cuatro patas para que pudieran repetir el proceso hasta que Noelia conseguía que liberara el esfínter, me sacaba sus dedos impregnados, que se limpiaba en mis glúteos y Nicole se apresuraba a ponerse detrás de mí con intención de mantenerme bien abierto el orificio anal para verme evacuar en medio de los improperios y los insultos que me dedicaban sus amigas. Brenda, que llegó a reconocer que sentía más interés por mi pis y por mi mierda que por mi leche, demostraba que era la más guarra de las cuatro al limpiarme metódicamente con su lengua el orificio anal en cuanto acababa de defecar.

Había días en que, por unos motivos ó por otros, Noelia no lograba provocarme la defecación lo que originaba que Brenda se enfadara con ella, llamándola imbecil e inútil y obligándola a permanecer el resto de la mañana sin braga a pesar de saber que era propensa a sufrir cistitis e incontinencia urinaria en cuanto cogía frío en su zona vaginal y conmigo, llegándome a propinar más de una patada en los huevos para dejarme retorciéndome de dolor en el suelo. Pero si todo se desarrollaba de acuerdo con lo previsto, que era lo más normal, cuando sonaba la campana que indicaba el final del recreo me había meado y cagado por lo que me dejaban de estimular la pirula y salían apresuradamente del cuarto de baño mientras, sin disponer de tiempo para limpiarme, tenía que vestirme con rapidez e intentar llegar a mi aula, luciendo un “paquete” impresionante en el pantalón, antes de que me cerraran la puerta. Lo peor era el tener que soportar el resto de la mañana el “calentón” y la desazón con la que me dejaban y a cuenta de ello, el mantenerme empalmado hasta que, cuándo llegaba a mi domicilio, podía aliviarme pensando en ellas lo que, asimismo, solía hacer por la noche en la cama.

Acababa de iniciarse el último trimestre cuándo una mañana Alicia, una alocada y extravagante estudiante de magisterio que se encontraba realizando las prácticas en el colegio, nos sorprendió en plena acción. Brenda y sus amigas nunca habían pensado en esta posibilidad y como no se lo esperaban, pensaron que se las había caído el pelo. Pero Alicia, después de decirlas que no era ninguna chivata, las animó a seguir con lo que “tenían entre manos” y colocándose de pie junto a Brenda, observó en silencio el desarrollo de nuestra sesión sexual. Lo que vio la debió de agradar puesto que, al terminar las clases, habló con Brenda, Nicole, Noelia y Rita que, un tanto forzadas por los acontecimientos, la permitieron unirse al grupo. La incorporación de Alicia, que reconoció que se encontraba un tanto resentida con los hombres después de haber sufrido un par de desengaños amorosos, no modificó la parte esencial de nuestra actividad sexual ya que lo que más la agradaba era sentarse sobre mí para, a través de nuestra ropa, frotar su raja vaginal en mi espalda al mismo tiempo que me insultaba y me dedicaba todo tipo de improperios mientras Brenda, Nicole, Noelia y Rita desarrollaban sus cometidos cotidianos. Algunos días me obligaba a “trotar” por el cuarto de baño y por una zona del pasillo que durante los recreos estaba desierta con el pito a “media asta”, el orificio anal dilatado y con ella sentada sobre mí antes de exigirme que acudiera a su aula al terminar las clases en donde, haciéndome permanecer en bolas, me sobaba a conciencia lo que llamaba mi “colita” y mis “pelotas” antes de efectuarme unas breves “chupaditas” y proceder, entre insultos y tacos, a “cascarme” la polla hasta que lograba sacarme una buena lechada.

Brenda, desde que Alicia se unió al grupo, perdió parte de su protagonismo en beneficio de la profesora en prácticas que no tardó en evidenciar un carácter sumamente autoritario. A pesar de que no se opuso a que Noelia siguiera ocupándose de hurgarme analmente con intención de llegar a provocarme la defecación, no se mostró partidaria de verme evacuar pero no se perdía el menor detalle de mis meadas, de mis erecciones y sobre todo, de mis eyaculaciones cada vez que me la meneaba en su aula por lo que convenció a Brenda, Noelia y Rita para que obligaran a Nicole, que era la más callada y guapa de las cinco y a la que sus compañeras tenían casi sometida tratándola como si fuera su criada y haciéndola comerlas el coño a diario lo que solían aprovechar para orinarse en su boca, a entrar en contacto con la micción masculina haciéndola ingerir parte de mi pis y a que me “cascara” el rabo, al principio a días alternos para que Alicia me siguiera sacando la leche en su aula los días en que no lo hacía Nicole durante el recreo y después a diario en el recreo, mientras ellas se tocaban observando como su amiga me la meneaba y al terminar las clases, en el aula de la profesora que continuó “dándole a la zambomba” en solitario con lo que, durante algo más de un mes, me aseguré el que aquellas meonas me sacaran un par de polvos diarios.

En cuanto acababa de descargar en las sesiones conjuntas que manteníamos durante el recreo hacían desnudarse a Nicole de cintura para arriba con intención de que permaneciera con las tetas al descubierto para que se las sobara y se las mamara delante de ellas lo que Alicia solía aprovechar para darse el lote tocándome el miembro viril y los huevos, pasándome su lengua por la abertura y efectuándome algunas “chupaditas” y cada vez que consideraban que me había superado echando una cantidad de “lastre” superior a la normal, obligaban a la bella francesita a permanecer abierta de piernas para que la pudiera tocar la raja vaginal y el culo a través de su braga con el propósito de que me sirviera de aliciente y me entonara para la siguiente ocasión. Aunque Alicia se marchó antes de que finalizara el curso lo dejó todo perfectamente encauzado para que Brenda y sus amigas, además de someterme con su peculiar estilo, tuvieran que darme satisfacción diaria sacándome una lechada.

C o n t i n u a r á