Con mis manos
Colgó el teléfono y sintió la necesidad de aliviar su cuerpo
Para Sambruc
Dejó el móvil en la mesita de noche. Puede que hubieran estado hablando casi una hora de nuevo. Se habían reído mucho, como siempre, y también, como siempre, hubiera querido poder verlo más a menudo.
Aunque a veces lo hacían, hoy no habían hablado de sexo: ni dobles sentidos, ni indirectas o insinuaciones. Por eso estaba tan sorprendida de lo excitada que se sentía.
Notaba ese calor en su entrepierna, el que precedía a no poder evitar saltar sobre buscando sexo, e incluso sentía pequeñas palpitaciones en su coño que clamaban sexo.
No había opción posible, tendría que masturbarse.
Mientras pensaba en si estaba bien volver a pajearse pensando en él, en si hacerlo o no, en cómo hacerlo… sus piernas ya empezaban a cerrarse, a frotarse suavemente, y los músculos de su coño se contraían y se relajaban. Su excitación iba a más.
Le daba un poco de pereza ponerse a buscar algo de porno, últimamente toda la decepcionaba un poco. Y ¡no!, definitivamente no quería volver a masturbarse pensando en él. Incluso a veces había sentido un poco de vergüenza al hacerlo.
Se decidió a leer un relato; si las imágenes las ponía su imaginación, solía excitarse más que con el porno.
Colocó la tablet apoyada en la almohada, se recostó boca abajo en la cama y su mano derecha se coló dentro del pijama. Empezó a acariciarse con suavidad.
¡Joder! Se sentía bien húmeda incluso antes de empezar en serio. Era su voz, seguro, la que la ponía así de caliente.
Su mano izquierda navegaba por la página buscando algún relato nuevo de alguno de sus autores preferidos. Encontró uno en la sección de “sexo con maduros”. ¡Bien! Nada que ver con el propietario de la voz que la había encendido, sin tan siquiera saberlo, al otro lado del teléfono. ¡Fuera culpas o vergüenza!
La verdad es que hoy no tenía necesidad de polla, si no tenía una en frente, podía prescindir de ella y dedicarse a estimular sólo el clítoris.
A medida que leía, iba humedeciendo los dedos dentro de su vagina, que ya notaba muy caliente, y regresaba a frotar y acariciar su clítoris. Sus piernas estaban tensas, su culo apretado. Los pezones empezaban a endurecerse, se medio desabrochó la blusa del pijama y con su mano izquierda les regalaba alguna caricia y algún pellizco de vez en cuando.
Dos dedos se movían sobre su clítoris. Era un momento rítmico y ondulante. Levantaba un poco su culo para llegar mejor a su vagina, introducir dos dedos y humedecerlos. Le excitaba mucho escuchar como sonaban chapoteando en su coño mojado.
De vez en cuando, tenía que parar de leer porque sentía que ya se corría. Quería alargar un poco más el placer. Le venían imágenes muy morbosas a la cabeza, pero no de lo que estaba leyendo si no de la voz que acababa de colgar el teléfono. Se obligaba a leer el relato, donde un maduro seducía a una jovencita y se la follaba con un vigor sobrehumano.
Llegó a un punto en que su dedo le parecía poco. Desestimó el consolador porque quería seguir disfrutando solamente con su clítoris. Sacó del segundo cajón de su mesita el estimulador, lo encendió y lo dejó puesto. Cerró bien las piernas, moviéndose suavemente, levantando un poco el culo, ondulante, como si follara.
Sus manos quedaron libres por un breve momento, las dirigió a sus pezones, y haciendo un pequeño esfuerzo pudo lamerlos un poco. Los pellizcó. Su boca se restregaba contra sus manos. Estaba muy excitada y su respiración se aceleraba cada vez más.
En el relato, los protagonistas jadeaban, sudaban, se corrían entre gemidos y gritos. En su mente se colaba esa voz, que le hablaba des de muy cerca, apretados contra una pared, mientras él le recorría con las manos su cuerpo.
Su mano derecha volvió a coger el estimulador, subiendo un par de intensidades y empezó a acompañar la vibración con su mano, moviéndolo.
Notó que llegaba al punto de no retorno. Ya no le importaba que estuviera imaginado que él se la follaba contra esa pared.
Sus piernas se tensaron más, su culo también. La mano izquierda estaba agarrando fuerte la sábana. Notaba su respiración más acelerada. Todo su cuerpo se movía al ritmo de su clítoris.
Gemía suavemente. Ya no leía y tenía la cara hundida en la cama. Toda ella se aceleró: su mano moviendo el estimulador, su cuerpo acompañando, su culo…. Ahora sí quería una polla que la follara, así, boca abajo, fuerte…quería su polla.
Se lo imaginó detrás, cogiéndola fuerte.
Aceleró aún más y subió de intensidad.
La voz, quería esa voz pegada a su espalda, las manos de su amigo en sus caderas, su polla dentro de su coño.
Jadeaba de placer. Con los ojos cerrados, subió otro poquito de intensidad y notó como llegaba. Desde su clítoris, se irradiaba hasta toda su pelvis esa ola de placer. Luego venías los espasmos en su coño, su culo y su espalda.
Se escuchó gimiendo de esa manera tan peculiar, como sollozando, y gritando el nombre de esa voz, como suplicando que estuviera allí.
Sonreía; a pesar de no haber conseguido correrse sin pensar en él, la corrida había sido muy intensa.
No había apartado el estimulador, sólo lo dejó en intensidad mínima. Le ayudaba a terminar de relajarse. Su cuerpo estaba laxo sobre la cama. Un par de veces, sintió espasmos ligeros en su coño.
Su mente no, esta seguía funcionando. Se preguntaba cómo sería él en la cama, qué cosas le encenderían más, cómo sería su polla (era la única parte del cuerpo que no le había visto), qué pensaría él si supiera que mientras se pajeaba le imaginaba follándola duro.... lo deseaba tanto en ese momento…
Casi instintivamente, su mano empezó a moverse de nuevo. Puso el estimulador en la entrada de su vagina, lo humedeció y empezó la segunda paja. Le era fácil alcanzar el segundo orgasmo, mucho más fácil. Y con lo excitada que se sentía, aún más.
Esta vez, movía el dedo rápido, consiguiendo que la vibración diera pequeños golpes en el clítoris. Lo sentía hinchado.
En su cabeza, él la tenía a cuatro patas y la follaba hasta que sus huevos le golpeaban. Gemía de gusto.
Sintió cómo se le ponía la piel de gallina de una de sus piernas y de media espalda. Sus pezones estaban otra vez endurecidos. Quería sentir una lengua humedeciéndolos, una que no fuera la suya, una que también los mordisqueara.
No tardó mucho. Su espalda se tensó como la de un gato enojado. Otra vez, la sensación de que el placer se irradiaba desde su clítoris, acompañada de espasmos, gemidos y sollozos.
Apartó el estimulador, se dejó caer en la cama, se abrochó la blusa y acarició suavemente su coño. Sus dedos se mojaron. Se los llevó a la nariz, aspiró y los lamió. Le gustaba su olor y su sabor.
Cerró los ojos y pensó en cómo sería masturbarse frente a él, en darle a probar de sus dedos. Se quedó dormida con una sonrisa traviesa en la cara.