Con mi vecino del quinto

Nos cruzábamos a menudo por el portal, hasta que una coincidencia hizo que acabara en su cama a cuatro patas y siendo bombeado completamente a oscuras.

A lo largo de mi vida me he mudado muchas veces a diferentes puntos de la Comunidad de Madrid, aunque ahora vivo al norte de la ciudad de Madrid desde hace tres años. Recuerdo que me llamo Dani, tengo 22 años, soy

alto (1,82), con un cuerpo normal, ojos claros y pelo castaño muy claro. De rabo no ando mal, como ya he contado en anteriores relatos, y soy versátil.

Desde que me mudé a este edificio no pude evitar fijarme en mi vecino del quinto (vivo en un segundo), un chico joven, tendría entre 20 y 22 años, unos ojazos azules, delgado y media melena castaña oscura. Nos hemos cruzado alguna vez sacando la basura o mientras él sacaba a su perro y coincidíamos en el portal, pero cuando le veía mis hormonas se alteraban, ya que chicos de su perfil son los que más me gustan. Además, es un chico amable, saluda siempre a todo el mundo. Había fantaseado mucho con él mientras me hacía pajas.

Después de una temporada en una relación, en la que, no voy a mentir, alguna paja ha caído pensando en mi vecino, decidí entrar a un chat de esos de internet de gays de tu ciudad, para conocer gente y ver que se da. Era por la mañana, por lo que no tenía muchas esperanzas de encontrar a alguien de mi estilo, ya que estarían todos en clase. Y así fue, solo me hablaban hombres mayores que querían pagarme por hacerme una mamada o que fuera a su casa a dominarles, rollos que no me gustan nada.

Como me cansé, salí de ese chat y entré a un videochat para hacerme una paja. Los chicos que me iban apareciendo no me llamaban especialmente la atención, o es que quizás yo no estaba muy inspirado, así que los dejaba pasar esperando a que alguien me impactara. Y ese momento llegó. Un chico delgado con un paquetón enorme que se le marcaba debajo de unos boxers grises ajustados. En la ubicación ponía que era de Madrid, así que, antes de que se pasara de chico le escribí corriendo. Fui correspondido porque estuvimos charlando un rato de cosas banales.

  • Yo: Hola

  • Él: Hola

  • Q tal?

  • Bien, aquí aburrido, y tu?

  • Bien. Me pone que eres de Madrid, de qué zona?

  • Cerca de Plaza Castilla

En ese momento mis ojos se abrieron como platos (ambos teníamos enfocados los cuerpos, por lo que no pudo verlo). Le pregunté por la zona exacta y coincidíamos en la misma, pero no quise decir nada para mantener la discrección por la zona. Le pedí su skype para continuar hablando, algo que él accedió. Continuamos hablando:

  • Yo: Bueno, y qué buscabas en el chat?

  • Él: No me cierro a nada, pero si es pasarlo bien, mejor

  • Y si estuviéramos cerca, te molaría quedar?

  • Ya te digo, pero anda que la ciudad no es grande como para que estemos cerca

  • Vivimos en el mismo barrio. - En ese momento, se incorporó del asombro y comenzó a ponerse nervioso-

  • Ponemos cara?

  • Venga

Ambos levantamos las pantallas de los portátiles y nos reconocimos al instante. Era mi vecino, con el que me había hecho pajas mentales en varias ocasiones y el que me ponía tanto. Ninguno quito la cámara ni salió corriendo, nos quedamos petrificados ante la imagen del otro y no supimos que decir, hasta que yo reaccioné.

  • Pues resulta que sí que estábamos cerca, muy cerca

  • Sí, pero que vergüenza

  • Esto es algo que solo sabemos tu y yo, por qué no disfrutarlo?

  • Te bajas a mi casa? Estoy solo hasta dentro de un par de horas, y podemos continuar charlando aquí con un café

  • Cuál es tu piso?

  • 2ºC

Desconectó el ordenador y a los 15 minutos pude escuchar el timbre. Abrí la puerta y vi a mi vecino con la cabeza agachada, con vergüenza en el rostro. Le cogí de la mano y tiré de él para dentro de casa. Cerré la puerta y le dí un buen morreo, un beso que llevaba deseando desde que le vi por primera vez. Me correspondió, porque me metió la lengua hasta la campanilla, y besaba muy bien, lo que hizo que mi paquete creciera de una forma considerable, y él lo notó.

Paramos, nos miramos a la cara y sonreímos. Le cogí de la mano y, con mi casa casi a oscuras, le llevé a mi habitación. Nos tumbamos en la cama y nos besamos de una forma dulce pero apasionada mientras nos acariciábamos el pecho y la espalda por debajo de las camisetas. Pero la cosa se torció en cuanto me mordio el lóbulo de la oreja derecha, en ese momento inició la guerra, y él lo sabía, porque cuando se apartó comenzó a sonreírme de una forma bastante pícara.

En cuestión de 10 segundos, mi vecino estaba casi desnudo, le desprendí de toda prenda menos los boxers, y tampoco opuso resistencia. Cuando iba a agacharme para lamerle el pecho, se levantó y me tiro contra la cama, y él hizo lo mismo, con la diferencia de que yo estaba boca abajo y no veía casi nada. Cuando me quedé en sus mismas condiciones me quise incorporarar, pero su cuerpo me lo impedía. Se tumbó encima mía, sujetando mis manos, con su boca en mi nuca, soltando aire y algún lametón, y con su paquete rozando mi culo. Acercó nuevamente su boca a mi oreja y comenzó a jugar con ella, a la vez de que realizaba movimientos con su cadera, restregando su paquete ya bien duro contra mi culo. Esa situación me puso muy muy muy cachondo, y no pude evitar soltar un gemido. Y así seguimos un rato. Yo gimiendo y él devorando mi oreja.

Al rato, bajo mis boxers e introdujo su cara entera en él. Jugó con su lengua y mi ano, y yo retorciéndome de placer en la cama. Cuando se cansaba de comer por fuera, me follaba con la lengua, dilatando bien el agujero. Terminó de quitarme los boxers y me puso a cuatro patas y, mientras continuaba comiendo mi culo entero, me daba algún que otro azote.

Se separó un instante, se dirigió a la ventana y bajó la persiana, dejando la habitación completamente a oscuras. Sentí como me giraba y como me ponía boca arriba. Notaba algo fino restregarse por mi cuerpo, supuse que era un dedo, pero cuando llegó a la boca deduje que era algo más suculento, así que abrí la boca y me lo metí entero en la boca (sí, entero). No se lo esperaba y soltó un gemido que se pudo escuchar en todo el edificio. Comenzó a follarme la boca como esperaba que luego hiciera con mi culo, salvajemente. No dejaba centímetro al aire, sus huevos rebotaban sobre mi barbilla y su tripa contra mi nariz.

Tras un rato así, se levantó, me colocó de nuevo a cuatro patas y me escupió en mi agujero. Ambos sabíamos lo que venía. Empezó a introducirme su pollón (con condón puesto, no se en qué momento se lo puso), y una vez mi culo se acostumbró, comenzó a bombearme, tal y como minutos antes había hecho con mi boca. Las tablas de mi cama golpeaban contra la pared de mi habitación de su brutalidad, pero lo gozaba tanto que me daba igual, y así tapaban mis gemidos (y los suyos). Estuvo como 20 minutos follándome salvajemente el culo, hasta que me gritó que se iba a correr. La sacó de golpe, se arrancó el preservativo y situó su polla en la entrada de mi trasero. Unos cuatro chorros de leche se estrellaron contra mi ano abierto, que segundos después fue visitado por su lengua para dejarlo bien limpio.

Me incorporé para darle un beso, pero su respuesta fue empujarme a la cama para hacerme una buena mamada, y tan buena. Tres minutos le bastaron para que mi polla empezara a soltar chorros hacia todos lados. Pero su boca sirvió para que no se desviara ninguno y acabaran en su garganta. Terminamos los dos agotados tirados en la cama y riéndonos de lo bien que nos lo habíamos pasado.

Nos dimos una buena ducha, limpiando todos los restos de sudor y semen del polvazo que habíamos echado. A la semana siguiente repetimos, pero ese polvazo os lo contaré en otro relato.


Muchas gracias por leer mis relatos y los correos que recibo. Entre los tres ya publicados llevamos casi 25.000 lecturas, de verdad, gracias. Os recuerdo que podéis poneros en contacto conmigo a través de a.universitariomadrid@hotmail.com para hacerme llegar vuestras impresiones o sugerencias de mejora. ¡Nos leemos pronto!