Con mi sobrina 5

El tumulto se dispersó lo suficiente como para que desde las butacas apreciaran el culo de mi sobrina y mis manos dentro de él. Me besaba como una loca. Estaba tan mojada que intuí una corrida. Me llenó la mano y mordió mi lengua.

Mi sobrina y yo 5

en la barra

por Romón Fons

Era jueves y salíamos a cenar. Desde la habitación me preguntó qué se ponía. Le contesté que mientras estuviera sexy, lo que quisiera. Salí del baño y entré en la dormitorio. Ella no estaba. Sobre la cama había una blusa negra de gasa, un tanga también negro, un sujetador de encaje con cierre frontal y una falda evase de color gris oscuro demasiado corta.

-Has pensado donde cenaremos? – preguntó mientras se peinaba frente al espejo.

Allí estaba reflejada, alta, rubia con el pelo largo y algo ondulado. Los labios como su madre, carnosos, grandes, sensuales. Los ojos azul verdoso como los míos. Me recuerda a Lady Gaga pero más guapa. Los pechos redondos, perfectos, los pezones en descanso casi desaparecidos en el centro de unas areolas rosas del tamaño de dos euros. Estaba preciosa. Recién salida de la ducha. Su cuerpo desnudo con algunas gotas que aún recorrían su espalda y brillaban bajo la luz del techo.

Le comenté lo escandaloso que me parecía el largo de la falda. La cambió por otra en color rojo. Decidí dejarla por imposible. El culo es suyo, pensé.

Tenía varias opciones para la cena. Le comenté todas ellas y se decidió por un asiático.

-Estas faldas son de tu esposa. Que no te enteras tío!!! - dijo alargando las últimas sílabas. Al puro estilo italiano.

Era la primera vez que alguien se ponía aquella falda. Llevaba la etiqueta con el precio.

Me gustó puesta en su cuerpo. Se inclinó para recoger del suelo la etiqueta que cortó y le vi todo el culo.

La blusa negra de gasa dejaba ver por transparencia el sujetador de encaje. Preciosa. Estaba radiante.

Ya en la cena la falda tenía loco al camarero que desde la mesa auxiliar no le quitaba ojo. El señor de la mesa contigua tampoco.

Ella se percató de la expectación y no paró de abrir y cerrar las piernas.

La velada transcurrió sin más incidencias. Pero intuí que la noche comenzaba entonces.

La idea de tomar algo en la discoteca de los famosos no le gustó. Quiso que cantáramos en un Karaoke.

Era pronto y no había casi nadie en el local. Una barra larga con mesitas y butacas dispuestas en la pared de en frente y un pequeño escenario al fondo con pocas mesas. Nos quedamos en la barra. Me senté en un taburete bastante incómodo. Mi sobrina subida en el suyo parecía no llevar falda. Yo estaba sentado frente a ella y sólo le veía el minúsculo triángulo negro del tanga. Pedimos las bebidas y un par de canciones.

En las butacas que estaban frente a nosotros se sentaron un grupito de cuatro chicos de veintipocos. Lo primero que vieron al entrar al local fueron las largas piernas de mi sobrina que parecía no llevar más que un tanga. Quizá fue el motivo por el cual se sentaron allí.

La pared de enfrente, donde estaban las butacas y las mesitas, era de espejo con el logotipo del local serigrafiado en amarillo. La imagen de mi sobrina se reflejaba en el espejo entre las cabezas de los cuatro chicos.

Salieron varios aprendices de cantantes a deleitarnos los oídos. Aplaudimos.

La camarera muy amable, al servirnos la segunda ronda, nos advirtió que si queríamos cantar algo más lo hiciéramos ahora. Luego tardarían en darnos el turno. Lo hicimos.

-Cuando bajes del taburete seguro que los chicos te van a mirar. Hazlo despacio y sensual – le dije en tono picarón

-Quieres calentar el ambiente eh tío?

-Te apetece?

-Sabes que siempre estoy dispuesta a todo

Los chicos de las butacas radiografiaron a mi sobrina cuando bajó del taburete para dirigirse al escenario.

Primero hizo como si cayera del taburete dando un traspié y separando las piernas para enseñar lo justo. La cogí casi al vuelo y la abracé

-Estás bien, corazón?

-No ha sido nada – respondió dándome un beso en los labios. Le puse las manos en la cintura y la besé de verdad. Me rodeó el cuello y bajé una mano hasta acariciarle el culo. Miré por encima de su hombro y vi la reacción de los chicos. Se dieron codazos para avisarse de lo que ya veían.

Como que ya teníamos su atención introduje la mano dentro de la falda y acaricié la nalga que estaba más cerca de ellos. Fui subiendo la mano arrastrando la falda hacia arriba descubriendo la nalga de mi sobrina. El beso no cesaba.

La camera interrumpió la puesta en escena

-Lo siento pero si no canta ahora correré el turno -dijo algo apurada.

Mi sobrina, mirando a todos de vez, pasó la mano por la boca como si limpiara los restos del beso y moviendo las caderas como sólo ella sabe se perdió por el pasillo. Cantó por Ana Belén con acento italiano. Ella muy aplaudida. La falda, más aún.

La edad del público la situaba entre los veintipocos y los cincuenta y tantos. Grupos de chicas, de chicos y parejas. Poca gente suelta. Se fue llenando. Las butacas de enfrente de la barra también se ocuparon.

Mi sobrina fue a empolvarse la nariz al servicio. Al regresar le habían ocupado el taburete. Por más que insistí al caballero de que estaba ocupado no se bajó de él.

-Te cedo el mío -le dije a mi sobrina

No quiso. Quedó en pie frente a mí. Con las rodillas me la acerqué y nos volvimos a besar. Mi erección presionaba su vientre y eso le excitaba.

La música, el ruido y el volumen de las conversaciones hacían difícil entenderse. Nos hablábamos al oído.

El grupo de los chicos no quitaban ojo a la falda de mi sobrina que la veían y no la veían entre los cuerpos que tenían entre la barra y la zona en que estaban. Mis manos entraban y salían de ella buceando bajo de la tela.

La gente de la barra al moverse nos mecían de un lado a otro. En cada embestida mis dedos entraban más profundo en su sexo. Ella entre beso y beso retaba con la mirada al grupo de los chicos.

-Tomamos la siguiente y nos vamos a otro sitio – apuntó - Aquí no hay buitres. Quiero sexo a tope, tío - añadió.

Alguien cantaba por Eros Ramazzotti. Mi sobrina me abrazó e intentamos movernos a modo de baile. Puse mis manos en su cintura y ella me rodeó el cuello. Volví a acariciar la falda hasta llegar a las nalgas.

Los envites del grupo que tenía detrás de ella no cesaban y creí que los chicos no la verían bien. Sin cesar en el beso y sin sacar las manos de debajo de la falda, giré sobre el taburete y la dejé de espaldas al pasillo frente a los chicos. Alcé la cabeza para ver cómo se agitaban. Seguí besando y tocando el culo de mi sobrina.

Nos llegó la consumición. Brindamos por nosotros y por lo que viniera.

En ningún momento dejé de tocarle el culo mientras brindamos y bebimos. Con una mano subí la falda pasándola por dentro de la cintura dejando a mi sobrina con el culo al aire.

Mi otra mano entró en las nalgas hasta poder acariciar el coño de mi sobrina. Estuve un rato jugando dentro de ella. El tanga me molestaba así que lo bajé hasta las rodillas.

Yo no perdía de vista al grupo de enfrente. El tumulto se dispersó lo suficiente como para que desde las butacas apreciaran el culo de mi sobrina y mis manos dentro de él. Me besaba como una loca. Estaba tan mojada que intuí una corrida. Me llenó la mano y mordió mi lengua.

Paramos y separamos nuestros cuerpos. Dejó caer el tanga al suelo. Bebimos mirándonos a los ojos. Leí en sus labios – Que pasada!!!. Vaya morbo – y miró a su alrededor.

Mi sobrina me volvió a poner los brazos el el cuello y me preguntó al oído

-Espera un poco tío. Aún no. Dame un poco de descanso que el coño me arde -dijo

No entendí el porqué se sus palabras.

-Que digo que me vuelves a tocar el culo! Y ahora no quiero! Espera!

Respondí que en aquel momento no le estaba tocando nada y le mostré las dos manos

-Pues me están tocando el culo!

-No te muevas. Espera a ver que pasa. Igual no se ha dado cuenta – le dije al oído

De todos modos ladeé la cabeza y miré.

– Vuelve a tocarme. Que morbo -dijo.

Vi como cerraba los ojos y movía ligeramente las caderas. Yo hice para ver al tipo que magreaba a mi sobrina pero no le veía las manos. Volvían a estar la barra llena de gente.

Volví a besarla y bajé una mano hasta el culo. Estaba lleno. Al tiento eran cuatro manos tocándole el culo. No marcharon al notar la mía. Me uní a ellas tocando las nalgas de mi sobrina.

Los cabrones para disimular lo hacía de espaldas a nosotros como si estuvieran hablando con los que seguían sentados.

-Acerqué mis labios al oído de mi sobrina para preguntar si estaba bien. Respondió que sí y que le gustaba lo que estaba pasando.

-Sigue besándome tío.

Dejé de tocarla y nos besamos. Noté los pequeños sobresaltos que daba cuando las manos de los chicos le separaban las nalgas y hurgaban en su coño. Cuando se introdujo algún dedo el la vagina me besó más fuerte.

Me cogió un mano y me la puso sobre un pecho sin dejar de besarme. Mi erección ya era importante. Me cogía el paquete y lo apretaba. Luego me bajó la cremallera y hurgó dentro del bóxer.

El local ya estaba abarrotado. Nadie excepto nosotros dos y las manos de los desconocidos sabíamos que estábamos practicando sexo con mi sobrina en aquella barra. Ahora ella misma desabrochó varios botones de la camisa y el corchete del sujetador. Mi mano entró entre la tela y un pezón. Lo pellizqué varias veces.

-Me están metiendo muchos dedos por delante y por detrás. Me voy a correr – me gritó al oído.

Noté que separaba las piernas para que tuvieran más movilidad.

Mi sobrina seguía removiéndose. Se corrió entre los dedos que la inundaban.

Vi a la camarera que nos miraba no de muy lejos. Me separé un poco de mi sobrina para que viera como le tocaba las tetas. Sonrió y siguió mirando.

-Tío, creo que ahora hay más manos que me están tocando.

-Soy yo que no me puedo resistir. Te gusta.

-Me encanta – dijo levantando una pierna para apoyar la rodilla sobre la mía.

Ya era de escándalo.

-Tío. Me han metido una polla en el coño. Me están follando pero no digas nada. Déjalo!

Miré detrás de ella y vi uno de los chicos realizando movimientos pélvicos. Era lo que provocaba los gemidos ahogados de mi sobrina. Otro de los chicos se interpuso entre la cara de mi sobrina y la mía para comerle la boca. Mi sobrina se dejó.

La camarera me tenía mosqueado. De repente estaba en el fondo de la barra y de repente junto a mí. Se acercó con un vaso en la mano y un trapo en la otra. Mientras lo secaba alzaba el cuello para ver mejor lo que le estábamos haciendo a mi sobrina. Al quitar mis manos de los pechos otras los cogieron. No supe de donde venían. Le guiñé un ojo a la camarera y volvió a sonreír. Con la cabeza me mostró la cámara que teníamos situada sobre nosotros y con otro gesto me dirigió al monitor multi pantalla de la cabina con nuestra imagen en vivo. El chico de los discos con una sonrisa lasciva subía y bajaba el dedo índice sobre el botón de play. Hubiera estado bien que todas las pantallas del local emitieran la imagen de mi sobrina follada en la barra y atacada por cinco hombres a la vez.

Cuando notó que la polla que le rompía el coño se preparaba para llenarla de leche, se encogió hacia delante sacándosela de su interior. Me dí cuenta y la llené con mis dedos.

Duré poco dentro de ella porque de un tirón me sacaron los cuatro dedos con que la masturbaba. Mi sobrina gemía.

Al rato se dio la vuelta dándome la espalda y quedando de cara a ellos. Todos giraron también. Le cogió la cara a uno de ellos y le besó en la boca. Al otro le agarró una mano y la puso en el coño. La misma mano sacó la polla del pantalón al que besaba mientras que la otra apretaba el paquete al otro.

La camarera se abalanzó sobre la barra y al tiempo que miraba el lio que teníamos montado me pidió que nos comportáramos.

Pedí disculpas.

-En qué parking tienes el coche? - Preguntó a un palmo de mi nariz.

Se lo dije

Se fue a la caja y regresó con una nota escrita a bolígrafo “ AURIGA”, ponía

-Ves a ese parking. Nos vemos allí. Así seréis cinco contra tres. Mi hermana también se apunta.

Llegaron antes que nosotros. Algo rellenita. Joven, unos veintipocos, como ellos. Leggins negros y camiseta amarilla con el logotipo del local. Tenía una mirada pícara que me volvía loco. Unos labios carnosos y unas caderas para empujar. Su hermana era su gemela. Luego supe que eran las dueñas del parking y del karaoke.

(continuará)