Con mi propia estrategia

Rosa quiere mantener sexo con su hermano.

CON MI PROPIA ESTRATEGIA

Hace unos 12 años que me sucedió una de las historias más tórridas de mi vida. Me llamo Rosa, y, para los efectos de esta historia diré que tengo un hermano dos años más pequeño que yo, que se llama Luis.

Cuando yo tenía 17 años, se puede decir que era una monada, alta, delgada, con un muy buen tipo, un culo redondo muy durito y bien puesto. Además practicaba natación, lo que contribuía de forma determinante a mi estado físico. Sólo me queda por añadir que no me pude dedicar a la alta competición por el tamaño de mis pechos, que eran, y son, grandes, y suponían un serio problema para estar en condiciones de participar en pruebas de máxima exigencia.

Recuerdo que, a principios de verano, finalizado el curso, fue cuando me dijeron que si quería podía seguir entrenando porque era realmente buena pero que no podía ser incluida en el equipo de competición por que mi "busto" era un inconveniente que imposibilitaba mi participación. Al llegar a casa, que estaba en un barrio céntrico de Madrid, me encontraba realmente hundida, cosa que notó mi hermano Luis casi inmediatamente. Me preguntó que me pasaba, pero no estaba para contestar, ni para hablar. Me fui a mi habitación, me tiré sobre la cama y como no soy de lágrima fácil, allí me quedé dándole vueltas a mi fracaso.

Desde el primer momento que se conoció en casa el problema, mi hermano estaba especialmente atento conmigo, dentro de su alocada adolescencia de quince años, he de reconocer que supo estar a la altura de las circunstancias.

Mi natación truncada, y el rechazo por mi físico, fue ocasionando una tristeza en mí, que devino en una pérdida de apetito, de ilusión y, luego, de una depresión. Mi madre, preocupada, me llevó al médico y tras contarle todos mis problemas, éste respondió diciendo que era algo pasajero, que a esa edad las cosas cambian muy deprisa. No obstante me mandó un antidepresivo muy suave y un tranquilizante.

Aquella noche, mis padres se fueron a cenar y al cine y nos quedamos mi hermano y yo. Creo, que nunca le agradeceré bastante la conversación que tuve con mi hermano aquella noche. Yo estaba tumbada en mi cama, él llego y se sentó a mi lado, me preguntó que como estaba y yo le dije que fatal. Yo trataba de explicarle lo mal que me sentía con mi cuerpo y lo deformada que me sentía y cuando él me dijo que era una chica muy guapa, yo le contesté con la rabia de aquel momento que mira si era deforme que no podía dedicarme a practicar mi deporte favorito.

No se si fue la inspiración, no entiendo cómo mi hermano se expresó de aquella forma, pero el caso es que me dijo que me estaba dando pena a mi misma, que no quería superar la decepción que me había producido eso, y en cuanto a lo de mi deformidad me aseguró que era una estupidez que no se sostenía, me dijo que desde que recuerda, no había amigo que no le hubiera hecho algún comentario sobre lo bien que estaba su hermana.

Todo aquello me lo contaba con una voz calmada, serena, mientras me pasaba los pulgares desde las sienes hasta el cuello por debajo de las orejas y lo combinaba metiendo los dedos entre mi pelo, llegando al cuero cabelludo. Yo me encontraba cada vez más seducida, no se si mi hermano se lo había propuesto o no, pero el caso es que yo me encontraba cada vez más alterada, mis recuerdos me llevaron directamente a los episodios de espionaje de mi hermano, en la ducha, en los cambios de ropa, en fin, que aquel salido que era mi hermano, me estaba llevando por donde no quería, pero, me dejaba hacer.

Incluso, me decía Luis, que a él le resultaba muy atractiva, de verdad, "son mucho más importante esas tetas que tienes que toda la competición de natación". En aquel momento, mi hermanito metió las manos por debajo de la camisa de mi pijama cogiéndome los pechos y tocando mis pezones y yo me ponía realmente cachonda. Había cambiado las manos y al soltar mi cabeza, me había dejado una sensación como de acorchamiento, relajada, y la ternura que demostraba con sus manos, como me acariciaba los pechos, me dejaron excitada, pero debido a la medicación, me dormí.

Al día siguiente, nada más salir de mi habitación me encontré la sonrisa amplia de mi hermano, que salía del baño con un calzón de deportes, me fijé en como había ensanchado su torso, sus brazos, la verdad es que no me había dado cuenta pero a pesar de tener quince años, entre su estatura, era más alto que yo, pese a los dos años de diferencia que le tenía, y lo que había ensanchado, era un tipo realmente atractivo. Sin darme cuenta era la primera vez en mi vida que hacía una valoración de mi hermano como hombre: me sorprendió y me agradó.

La verdad es que aquella conversación de la noche anterior, me había hecho pensar y me sentía mucho más animada. Y las caricias de mi hermano y la excitación que me habían producido, me hacían reencontrarme de nuevo con mi cuerpo. Me fui al baño, me desnudé, me bañé y estuve largo tiempo mirándome desnuda, con el pelo mojado, la verdad es que yo misma me sentía atractiva, pero no podía dejar de pensar como conseguir llegar a más que lo de la noche anterior con mi hermano.

Aquellos días mi madre se fue al pueblo con mi tía, su hermana soltera, y mi padre estaba casi todo el día en el trabajo, sólo venía a cenar. Entonces elaboré mi estrategia y la seguí punto por punto.

Me tocaba ir al médico, según iba hacia la consulta recordaba el comentario del médico cuando la primera vez que fui, hacía una semana, dijo que esto pasaba pronto por la edad que tenía y a mi me parecía imposible. Era cierto, ahora no tenía aquella tristeza, tenía ilusión por conseguir a mi hermano, era como reafirmarme a mi misma. Así que el médico me dio el alta, me dijo que estaba bien, y que podía suspender el tratamiento pues lo que me había tomado era muy suave y no había ningún problema.

Llegué a casa y enseguida mi hermano me preguntó qué me había dicho el médico, yo le dije que me había dicho que siguiera con el tratamiento durante dos semanas más, pero que el tranquilizante me lo tomara a la hora de la comida en lugar de por la noche, para poder retirármelas del todo en la siguiente consulta, pero que me encontraba mucho mejor.

Naturalmente no era verdad, pero era parte de la estrategia. Como parte de la estrategia eran las minifaldas, salir de mi cuarto en bragas y sujetador, las camisetas de algodón ajustadas y sin sujetador que marcaban perfectamente los pezones. Tenía quince días por delante, hasta que volviera mi madre y tenía que aprovecharlos.

En dos días había conseguido que mi hermanito se paseara también en calzoncillos y mostrara sin ningún rubor el bulto de su entrepierna que parecía que iba a reventar su calzoncillo, definitivamente mi hermano tenía el cuerpo de un hombre aunque tuviera cosas de chiquillo, pero yo estaba interesada por el cuerpo, cuanto más le excitaba, más cachonda me ponía.

Al tercer día, le dije a media mañana, que le iba a preparar de comida su plato favorito que implicaba estar con el horno y ello me dio pretexto, por el calor del verano, para ponerme una camisa y unas braguitas.

De tal forma hice la comida y de tal forma comí con él. Yo me daba cuenta que había vuelto el salido de mi hermano, que era en el que estaba interesada y él me decía, "que buena estás Rosilla, no entiendo que te moleste haber tenido que dejar la natación, yo por un cuerpo como ese renunciaba a todo".

La verdad es que toda mi estrategia se basaba en el hecho de que Luis, como todos los tíos, es un machista, y yo no podía entrarle directamente, tenía que parecer que él llevaba la iniciativa, sabia que de no ser así, el tema fracasaría por completo.

Así que en una actitud sumisa, quité la mesa, metí todo en el lavaplatos, lo dejé limpio y al volver al comedor le dije que me había tomado la pastilla, y que me iba a la cama a dormir la siesta. Añadí algo nuevo: "si quieres algún disco de mi cuarto sácalo ahora, porque voy a dormir desnuda, que tengo mucho calor". No, dijo, no necesito nada.

La comida se había dado en unas circunstancias bastante calientes y mi hermano estaba salido por completo. Era el momento de ver si mi estrategia daba sus frutos. Llegué a mi cuarto, me quité toda la poca ropa que llevaba, me acosté en la cama y me tapé con la sábana y a esperar. Pasaban cinco minutos, diez, quince, y aquello me tenía súper excitada, pues, la expectativa sobre lo que haría mi hermano me tenía alterada.

Estaba en estos planteamientos cuando bajó el pomo de la puerta, y se abrió, y allí estaba mi hermano, había funcionado mi estrategia y ahora lo tenía allí. "Rosa", me llamó en una voz baja para comprobar si estaba dormida, obviamente no le contesté.

Dejó la puerta abierta y se quedó mirando, movió la cama, nada, yo estaba para él completamente dormida, acarició mi cabeza, tocó mi cara, a medida que hacía todas esas cosas yo me iba excitando más y más, me daban ganas de abrir los ojos y decirle que me follara, pero eso se salía de la estrategia y, además, la expectativa de tenerle allí me encantaba.

En un momento determinado, separó la sábana y comprobó que estaba completamente desnuda, tiró de la sábana hacia abajo y me destapó por completo. Con los ojos entreabiertos, observé como era observada, y me excitaba aún más, encogí ligeramente las piernas y separé las rodillas, para dejarle una buena visión de mi coño.

En aquel instante, Luis salió de mi habitación, y se fue a la suya, lo supe porque puso la música a todo volumen, para comprobar si me despertaba, con lo cual volvió a mi cuarto y, finalmente, me zarandeo, yo gruñí un poco, el volvió a zarandearme y respiré profundamente. Cuando se aseguró que estaba profundamente dormida, sólo entonces volvió a su habitación, apago la música y entró en mi cuarto.

Desde luego parecía otro, muy distinto al de hacía apenas tres noches, se puso a los pies de mi cama, metió su cabeza entre mis piernas, y me hizo una foto del coño con su Polaroid, y luego, otra. Aquello se iba de mi estrategia, pero… ¿Qué podía hacer? ¿Levantarme y quitarle le cámara y las fotos? Él era más fuerte que yo y además quedaría en evidencia. Me veía atrapada en mi propia estrategia.

Se levantó, fotografió mis tetas y luego me hizo dos o tres fotos de cuerpo entero, completamente desnuda. La verdad es que aquello me excitaba cantidad.

La cuestión es que tras hacerme las fotos, se fue de la habitación, tapándome previamente y dejándome como me encontró, y no volvió en toda la tarde.

Aquella tarde estuvo llena de sorpresas. Cuando me levanté y tras vestirme, salí de mi habitación. Desde luego la reacción de mi hermano me había puesto en una situación un tanto azarosa, sólo me había fotografiado y nada más. Me extrañó mucho y algo me decía que había errado el tiro y que no se podía jugar a estas cosas con adolescentes. A lo largo del pasillo vi a mi hermano que cogía el teléfono y hablaba por él. Con sumo cuidado descolgué el de la habitación de mis padres y le oí hablar con su amigo Héctor, que era un pinta de cuidado, mi hermano le decía:

"Tengo unas fotos de mi hermana desnuda"

"No jodas, con lo buena que está", le contestaba mi puñetero hermano.

"Voy a hacer negocio con ellas, y a pedir a cada uno quinientas pesetas por verlas".

"Y como son, preguntó Héctor"

"Pues en unas completamente desnuda, en otras de su coño y otras de sus tetas".

"Joder tío, y como las has conseguido"

"Mi hermana se toma unas pastillas para dormir y se queda frita después de la comida"

"Oye Luis, le dijo Héctor, y me podías invitar mañana a tu casa a comer"

"No sé, ya sabes que a mi hermana no le caes muy bien"

"Pues ya puedes invitarme o en caso contrario, le contaré a tus padres lo de las fotos, y le daré a tu hermana las bragas de ella que me regalaste".

"Eres un cabrón, le replico mi hermano, mañana vienes a comer, pero ahora quedamos y te enseño el material, si es que lo pagas".

Colgué el teléfono indignada, Mi hermanito, que tan bien se había portado conmigo, lo que quería era aprovecharse de la situación y yo con mi estrategia se lo había puesto en bandeja.

Realmente enfurecida, me aproximé a donde estaba mi hermano y le dije:

Eres un hijo de puta, he oído tu conversación por teléfono y te aseguro que esto se lo digo esta noche a papá.

Mi hermano me miró con una cierta distancia, y sonriendo me dijo: Y ¿Cómo le vas a demostrar a papá que esas fotos existen? Además, ¿También le vas a decir lo de haber hecho la comida casi en pelotas? Porque de eso también hice fotos que son las únicas que estoy dispuesto a admitir que tengo. Qué le vas a decir, que te obligue. Además, te recuerdo que para papá el que seas la mayor te hace responsable, yo soy el pequeño, No hubiera podido entrar en tu habitación estando tú desnuda, porque tendrías que haber echado el pasador de la puerta y no lo hiciste.

Explícale eso a papá. Y acto seguido se marchó, por supuesto con las fotos para lucirme desnuda delante de sus amigos y a cambio de dinero.

Me quedé sola rabiando por haber hecho esas tonterías con mi hermano, la verdad es que el argumento de ir a mi padre me podía dejar peor parada de lo que estaba y no podría evitar que enseñara las fotos y, lo que es peor, que nunca podría demostrar su existencia, y además yo había iniciado todo este lío.

A medida que me iba tranquilizando, me iba excitando, para mi sorpresa, sentirme subastada aunque fuera en fotos, me descolocaba. Pensar que en ese momento Luis estaría con sus amigotes enseñando las fotos y que éstos se pajearian a base de bien con el recuerdo de mis fotos, me puso extremadamente cachonda.

Por la noche, a la hora de cenar, cuando íbamos a empezar mi padre y yo, entró mi hermano, con una sonrisa de oreja a oreja. Besó a papá desde detrás del asiento y se acercó a mi, haciendo lo mismo, pero me dejó soltar en el oído, "que negocio, hay colas para verlas y a quinientas pesetas".

Acto seguido, según se servía le dijo a mi padre: "Oye, mañana vendrá a comer mi amigo Héctor".

"Esta bien, dijo mi padre, pero haced caso de vuestra hermana que es la mayor, si me entero de que no la has obedecido, tendremos más que palabras".

No te preocupes, seremos obedientes.

Por la noche, en mi cama, no dejaba de dar vueltas al tema del día siguiente, sinceramente, no estaba segura si sentía más vergüenza, más excitación, más enfado, no lo tenía nada claro. Pero al ir calentándome sobre lo que podría pasar, decidí hacer seguir con el cuento de las siestas, no podía dejar de hacerlo, pero me echaría el cerrojo.

Pasó la mañana, mi hermano se había ido supongo que a seguir haciendo negocio. La comida no fue una gran cosa. Allí se presentó Héctor con mi hermano a eso de las dos de la tarde y yo tenía todo preparado.

Héctor era un amigo de mi hermano desde hacía muchísimo tiempo, incluso de pequeños yo también había participado con él en los juegos infantiles. Siempre le había atraído, más de una vez en aquellos juegos me había levantado la falta, tocado las braguitas, en fin, todo un pájaro.

Al ver a Héctor entrar me sentí cohibida, sabía que había visto las fotos y con su habitual descaro me miró de arriba abajo como si estuviera desnuda, o al menos eso me parecía a mi.

La comida se convirtió en una continua conversación entre Luis y Héctor llena de indirectas, con preguntas sobre la siesta, en fin, una actitud humillante. Como venganza, al terminar de comer les dije que quitaran la mesa, que yo me iba a la cama.

Efectivamente, llegué a mi cuarto me quedé en bragas y me acosté, eso sí, cerrando el seguro de la puerta.

Me estaba quedando dormida cuándo me despertó el chasquido del pomo intentándose abrir. Naturalmente, estaba bloqueado, oí claramente la voz de mi hermano que me llamaba, pero yo tenía que mantener que estaba dormida, y, por supuesto, no contesté. Las llamadas en la puerta arreciaron con más fuerza y yo callada. La verdad es que mi corazón y mi respiración se habían agitado notablemente, y sentía mi coño húmedo.

Oí que Héctor decía, "vamos a abrir la puerta", no se puede –dijo mi hermano– está puesto el seguro. "Sí, pero estos pomos tienen un agujero para poder saltar el seguro, como medida de seguridad por si pasa algo", replicó Héctor. ¿Estás loco? Y si mi hermana nos descubre. No te preocupes, está profundamente dormida, pero si se despierta yo estoy dispuesto a jurar que la oímos un golpe en su cuarto y que al no contestar entraste tú a ver que pasaba.

Otra vez víctima de mi estrategia, pero aquella sumisión a la que estaba expuesta me ponía más cachonda. Además lo había empezado yo. Sólo que estaba segura que no podrían abrir la puerta, porque Héctor era un bocazas y no podía ser lo que él decía.

Me equivoqué, la puerta se abrió y entraron los dos. Héctor dijo "como huele a tía, me estoy poniendo cachondo". No seas bestia, dijo mi hermano. Pero Héctor era un adolescente impulsivo y estaba claro que el iba a marcar el ritmo frente al pato de mi hermano. Aquello me agradó profundamente. Era curioso como ya no me caía tan mal, pero al mismo tiempo que deseaba que pasara, temía lo que iba a pasar.

Sin ningún tipo de cuidado, el amigo de mi hermano, quitó la sábana, apareciendo yo, exclusivamente en bragas, teniendo que hacer un esfuerzo por no cubrir mis tetas con los brazos y ser descubierta.

Durante una media hora, dejé que sobaran las tetas, que me taparan las narices para que tuviera que abrir la boca, mientras Héctor me pasaba la lengua por los labios y la metía ligeramente en mi boca, que me dieran la vuelta y me sobaran el culo, incluso que me pusieran un dedo en la entrada de mi ano.

A medida que iban progresando en sus tocamientos, yo me iba excitando más y más, y hubo un momento en el que Héctor, cuando estaba boca arriba, me pellizcó el coño por encima de las bragas. Estuve a punto de sentarme en la cama de golpe.

Me di cuenta que era imposible seguir haciéndome la dormida bordeando el orgasmo y estando a punto de llegar a él. Además, aquello me daría una posición de ventaja frente a ellos.

Me desperté de repente. ¿Que haces aquí con este cabrón Luis? Esta vez la puerta estaba cerrada, ahora si que te vas a ir preparando. Yo me tapaba las tetas, con las manos. ¿Cómo coño te atreves?

Luis estaba completamente desarbolado, no tenía respuestas, yo me iba creciendo, pero en un momento Héctor dijo: "Para el carro guapa". Me quedé callada no más de dos segundos. "Y tú que quieres, gilipollas" le dije a Héctor. "Nada, hacer un trato contigo, llegar a un acuerdo"

"Habla", le dije. "Mira, se que hay por ahí seis fotos tuyas en situación comprometida" ¿Las quieres recuperar?"

Deliberadamente tardé en contestar, pues no quería dar la impresión de mostrar la ansiedad que tenía por recuperarlas. Depende de las condiciones, respondí ambiguamente.

"Te cambiamos las fotos por dos días de obediencia ciega a nosotros".

Pero, en el caso que aceptara, no habrá nadie más que vosotros dos.

Héctor dijo: "Las únicas dos personas seremos nosotros".

"Déjame pensarlo al final de la tarde os contesto. Pero con una condición: que no enseñéis a nadie más las fotos hasta que me decida, y desde luego si acepto, no las enseñaréis hasta que me las devolváis".

"De acuerdo, dijeron los dos, si aceptas, los días serán mañana y pasado y no te podrás negar a ninguno de nuestros deseos".

Yo era consciente de que no podía negarme, además los últimos días habían sido muy tórridos y mi lívido estaba por todo lo alto. Tampoco podría ser para tanto y eso era mejor que estar luciendo por ahí las fotos, permitiendo que medio barrio me viera en pelotas y además era mucho mejor que el desánimo que había tenido los días de atrás.

Casi cuando Héctor se iba les comuniqué mi decisión de aceptar el trato, la cara de ambos se iluminó, y ambos se marcharon a dar una vuelta. Un extraño picor en el coño hacía presagiar las aventuras de los dos próximos días.

La verdad es que aquella noche me costó mucho trabajo dormirme. Pensaba en los dos días que tenía por delante, y en las cosas que me podrían hacer tanto mi hermano como Héctor. Pero me repetía a mi misma: "un trato es un trato", como queriendo justificar aquella situación.

No podía engañarme y aquella aventura tan peculiar no dejaba de producirme un más que evidente picor en mi coño, que dificultaba seriamente conciliar el sueño. Estaba tan excitada como ellos.

A la mañana siguiente, me levanté, me di un baño, me vestí con un pantalón corto una camiseta, y tomé un desayuno ligero.

Esperando que viniera Héctor, me crucé con mi hermano, estaba nervioso, yo me hice la dura y no le dirigí la palabra, tenía que mantener mi actitud de enfado.

Era muy pronto y sonó el portero automático. Aquello hizo que me diera la vuelta el corazón, Mi hermano con voz seca dijo "cógelo". Tomé el auricular en mi mano y dije. ¿Si? "Soy Héctor, baja a buscarme".

Yo bajé, desde el séptimo piso en el que vivíamos hasta el portal en el ascensor. Al llegar abajo, abrí la puerta y le dije: sube.

Héctor y yo teníamos una muy mala relación, y me esperaba cualquier cosa, así que cuando me dijo: "¿Cómo que sube?" "Ven aquí.", no me extrañó lo más mínimo.

Cuando llegué a su altura, el se aproximó al ascensor y metido dentro de dijo:

"Dame tu ropa"

¿Cóooomo? Le pregunté yo.

Dame la ropa, menos el calzado.

Miré a mi alrededor, no sabía donde estaba el portero, pero no me quedaba otra, así que me quité la camisa, todo lo rápido que pude, me bajé el pantalón y se lo di, él insistió, "he dicho toda", mis bragas blancas bajaron por mis piernas, y sacándolas de los pies se las di,

"Bien, en tu casa nos vemos. Me dijo, no se te ocurra usar el ascensor porque entonces subirás y bajarás en pelotas por la escalera hasta que me harte".

No lo podía creer, estaba completamente desnuda en el portal de mi casa, sólo con las deportivas y los calcetines, pero sin nada más. Alguien entró al portal. Era el cartero. Rápidamente me bajé hacia el cuarto de las basuras, donde el portero guarda los productos de limpieza, de haber subido para arriba hubiera corrido el riesgo de que si bajaba alguien por las escaleras no podría bajar. Así desde aquella posición veía perfectamente el cartero, en cuanto terminara, subiría como una flecha a mi casa.

Estaba tan concentrada en ver los movimientos del cartero, que no me di cuenta que se acercó por detrás el portero con los productos de limpieza, hasta que con una mano me cogió por el culo.

Mi portero era uno de esos tipos ya pasada la cincuentena que le desquicia cualquier jovencita, cuanto más de esa guisa Su aspecto repugnante y de escasa higiene, y la situación en la que me encontraba, me tenían en una incomodísima situación.

¿Hombre Rosita, a hacerme una visita?, dijo como si lo de mi desnudez no contará.

Yo alcancé a decirle. Es que al bañarme se me ha cerrado la puerta de la calle y he perdido la toalla.

Ya, ya, dijo él, pasando descaradamente a sobarme de arriba abajo, ya veo.

Estuvo por un tiempo interminable abrazándome desde atrás mientras me tocaba los pechos, el coño, el clítoris, porque ese tío no iba a perder el tiempo con contemplaciones. Yo no sabía qué hacer. Pero lo cierto es que estaba tan falta de sexo que, para mi sorpresa, empecé a chorrear por la raja, dejándome entregada al tipejo de mi portero.

En aquel instante no me importaba lo más mínimo que el cartero tardara una eternidad, Antonio, el portero, se estaba cebando conmigo, pezones, pechos, raja, clítoris, todo, y yo, cada ver más excitada, y aquella excitación me hacía sentirme distinta, nunca me había visto así. Esta disfrutando y a tope.

He de reconocer que con habilidad el cabrón del portero me bordeó el clítoris y con el mismo dedo me fue separando los labios menores hasta llegar a la entrada de mi vagina. Con la otra mano me pellizcaba los pezones y logró arrancarme un suspiro.

Me exigió una mamada a cambio de su silencio y de su cooperación para subirme en el ascensor, sin que nadie me viera. Automáticamente me agaché le saqué la polla y me puse a chuparla, como el tipo debía hacer años que no lo hacía, se corrió en menos de un minuto, eso sí, el cabrón era hábil y no me dejo retirarme, así que me tuve que tragar todo su semen que debía tener ahí desde hacia más de seis meses.

El portero se había corrido en mi boca, al darme cuenta que el cartero había terminado, le dije al portero que me ayudara según lo prometido, me sujetó con mucha fuerza por los pelos del coño, y volteándome me dio un buen azote en el culo y me dijo, "sube tu sola, que eres una guarra y tú te has metido en esto, anda a ver si te piílla más de un vecino".

Aquello me puso cachonda, incluido el tirón de pelos del coño, chorreaba por los muslos y viendo el momento despejado, salí y empecé a subir las plantas, todo iba sobre ruedas hasta el quinto piso, donde vivía una familia que eran amigos de mis padres, realmente el marido era primo lejano de mi padre, que tenían dos críos gemelos de diez años. Cuando estaba subiendo a toda velocidad, me encontré bajando a los dos niños, era evidente que nada podía hacer, por lo que sin dar importancia, y pese a percibir como abrían los ojos como platos, seguí subiendo, hasta llegar a casa.

Una vez que llegué entré en el salón donde estaban mi hermano y su amigo Héctor hablando tranquilamente. Yo desnuda, salvo los pies, sobada por el portero y vista por los niños pequeños, a los que alguna noche había bajado a cuidar, y ellos tan tranquilos.

Mi hermano debió darse cuenta de mi cara de calentón y antes de abrir la boca, me dijo, "ven aquí hermanita", me dirigí sumisa hacia mi Luis, que sin la menor contemplación mientras él estaba sentado y yo de pie, me abrió ligeramente las piernas y tocándome el coño, me preguntó "¿Como tardaste tanto?". "¿Qué has estado haciendo que traes el coño empapado?"."El portero, que me ha pillado", el explotó en una carcajada inmensa ¿Antonio?, ¿y qué te ha hecho? Yo molesta con la actitud de mi hermano le dije "Tocarme el coño, como mejor que tú".

Entonces haciendo un gesto de asco, me llevó al cuarto de baño, me sentó en el bidet y comenzó a limpiarme el coño. Eso nadie lo había hecho hasta ahora. "El cabronazo –le dije a mi hermano– me ha dado un tirón del pelo". ¿De la cabeza?, me preguntó Luis, "no" le dije yo. ¿De aquí?, siguió interrogando mientras me daba otro tirón del pelo del coño, "sí", le dije yo.

Pues esto hay que evitarlo hermanita.

Como no, apareció Héctor. Me molestó bastante porque no dejaba de resultarme agradable la maniobra de mi hermano, además estaba haciendo algo que me agradaba bastante, pues me daba una cierta repugnancia el tocamiento del portero.

Lo cierto es que Héctor empezó a poner el agua a una temperatura muy agradable y a dirigir la presión del chorro a mi clítoris, a mi vagina, dibujando con el chorro todo mi coño y llegando con el agua a toda mi intimidad, mi hermano, a todo eso, con los dedos de una mano abría mi raja como una almeja dando jabón, Héctor, aclaraba.

La respiración se agitó, el latido cardiaco también, la sudoración, y estos eran ya mayorcitos para saber que me venía un orgasmo, incluso el hecho de no tener intimidad me puso mucho más cachonda, el caso, es que allí sentada, me vino el primer orgasmo.

"Te gusta hermanita", pues esto es el principio.

Mi hermano contó lo del tirón de pelo de mi coño por parte del portero, no se porqué me sentí más desnuda aún. Héctor cogió la crema de afeitar y la brocha de la espuma, así como la navaja, mi padre se afeita a navaja. Cogieron una toallita y me llevaron a la cocina que había más luz.

Me tumbaron en la mesa de la cocina, dejando mis piernas caer, y fue Héctor quien se puso por donde mis rodillas separándolas en ese momento.

El cabrón de mi hermano, con una maestría que no me esperaba en él, empezó a manejar la brocha de afeitar con toda maestría. Al principio, cuando lo hacía directamente en mi pubis, la verdad es que era agradable sentir la temperatura del agua tibia. Decidí dejarme hacer.

Pero cuando llegó a mi coño, la cosa cambió por completo, la suavidad del jabón, la suavidad con la que pasaba la brocha, y, para colmo Héctor había metido la punta se su dedo meñique en la entrada de mi vagina y hacía los movimientos empujando desde dentro de mi coño hacia arriba o hacia abajo, a un lado o a otro, para dejar a mi hermano extender el jabón con la brocha y que llegara a todos los lados.

Dado que mi hermano estaba apoyado sobre mi vientre y mirando hacia mi coño, y el otro estaba entre mis piernas y los dos inclinados sobre mi raja, tenía la extraña sensación de estar sola de cintura para arriba pero disfrutando de un súper sobo de mi conejo que no podía por menos de ponerme cada vez más cachonda.

Héctor rompió el silencio "Deja de mojar tanto, que se deshace el jabón.", yo estuve por contestarle "Tapa el agujero con tu poya, y así no saldrá nada" pero preferí callar y disfrutar. El tono de Héctor era triunfante, me habían puesto cachonda y lo sabían.

Cogiéndome por los pies, los juntaron y los pusieron contra mi frente, de tal forma que mi ano quedaba al descubierto, dándole jabón igual que al coño.

Con mucho cuidado, Héctor cogió la navaja de afeitar, pero no pudo evitar que yo soltara un pequeño grito, más que nada por prevención. Inmediatamente, Héctor le dijo a Luis, "ponle un tapón en la boca, que no grite". El degenerado de mi hermano se acercó a mi cara y sacando su rabo, de un golpe me lo metió en la boca y me dijo: chupa, guarra.

Con extremo cuidado, Héctor me iba quitando los pelos del coño y yo estaba enchufada a la poya de mi hermano, que una vez vencidos los primeros rechazos por el parentesco, estaba disfrutando a base de bien.

He de decir, que debido a mi actividad deportiva, apenas había tenido experiencias sexuales, sobre todo con una amiga, pero nada con chicos, por lo que todo aquello era nuevo, y sobre todo, profundamente excitante.

Cuando terminó la faena, me dijo Héctor: "esto está muy frío" y se fue al cuarto de baño. Puso el secador a una distancia que no me quemara y aquel calorcillo me hizo arquear la espalda. Una vez seco mi culo y luego mi coño, se tumbó boca arriba y pasó una toalla muy suave por mi raja.

¡Joder! Que sensibilidad tenía, nunca lo había conocido tan receptivo. Héctor dijo a mi hermano, vuelve a taparle la boca que hay que hacer una última limpieza.

Cogió el cepillo de dientes eléctrico y paso las cerdillas que iban a toda velocidad por toda mi raja, aquello era la locura, porque no apretaba y sólo eran unas cosquillas que me calentaban, hasta el punto que no pudiendo reprimirme, esta vez si empecé a chuparle la poya a mi hermano.

Anda, dijo Héctor, como chupa la guarra. Si, si, mírala, dijo mi hermano, mientras metía casi hasta sus huevos en mi boca. A medida que me calentaba iba aumentando la presión del cepillo, hasta llegar al orgasmo, que coincidió con la corrida de mi hermano, del que por supuesto me tragué todo su jugo.

Según estaba en la mesa, tragando la leche de mi hermano, sentí como Héctor me lamía el coño y se lo comía, lo tenía completamente desnudito sin un pelo que lo tapara y de una sensibilidad absolutamente nueva para mí.

Ese fue uno de los momentos más deseados por Héctor y me metió la polla hasta el fondo, sin cuidado, sin piedad, yo di un respingo tremendo, pero la sola entrada de aquel miembro me produjo medio orgasmo. El movimiento de Héctor, rápido y golpeando con todas sus fuerzas en mi vagina, hacía que mi excitación llegara a límites para mí desconocidos. Cogí la polla de mi hermano con la mano y se la apretaba y se la movía hasta que nuevamente se puso dura y aquel instrumento sólo podía estar en mi boca. Por tercera vez en menos de media hora, me comí el rabo de mi hermano.

Cuando Héctor se corrió, lo hizo Luis y lo hice yo, la sensación de sentir la leche caliente por los dos lados fue un nuevo descubrimiento. Esto no había hecho nada más que empezar y dos días se me hacían cortos.

Los tres tuvimos que parar. Necesitábamos un descanso y una ducha. Reponernos nos costó prácticamente una hora.

Al mismo instante que notaba como las gotas de agua de la ducha reiniciaban mi sensibilidad sexual por todo el cuerpo, aparecieron mis dos machos en el baño, se introdujeron en la bañera y me enjabonaron de pies a cabeza. Fue mi hermano Luis quien me dijo que me diera la vuelta y le limpiara bien la polla y los cojones a su amigo, cuando estando en esa posición, noto que mi hermanito me pasa la esponja por la raja del culo, centrándose en mi ano. En ese momento no le di mayor importancia, es más me resultó agradable cuando echaba champú, o jabón líquido, y metía un dedo, luego dos, y aquello se dilataba, pensaba que me quería limpiar también por dentro.

Tales tocamientos me habían excitado, por lo que, sin dudarlo, me metí la polla de Héctor en la boca. Había superado completamente mis reparos del principio, además la experiencia con el portero me había llevado a la conclusión de que peor no podía ser, y estaba decididamente dispuesta a disfrutar de mi hermano y del rondón que se nos había metido por medio.

Estaba en esos pensamientos cuando sentí un dolor agudo en mi culo que por poco le arranco a Héctor su polla de un bocado y eso que estaba durísima, como una piedra.

¡¿Qué haces, hermanito?! Interrogué a Luis casi sin fuerza.

Metértela por el culo, me dijo él con una naturalidad que llamaba la atención.

¡¡Me duele mucho!! Dije sin poder aguantarme.

No te preocupes, en un minuto cambias de opinión, sigue con el biberón.

Pese al dolor e instintivamente le hice caso. Volvía a comerme la polla de Héctor.

Luis, mi hermano, empezó a mover su cadera poco a poco, y el dolor se fue transformando el placer.

Nunca me habían follado y menos aún, me habían roto el culo, pero las dos sensaciones eran incomparables entre sí, y con todas las demás. Cuando Luis estaba en pleno movimiento, introdujo en mi coño dos dedos de su mano, y con otro comenzó a tocarme el clítoris.

Héctor, que veía la situación perfectamente, empezó a darme pequeños y suaves pellizcos en los pezones de aquellas hermosas tetas, que ahora adoraba, me sentía como un cohete que estaba dispuesta a ir a otro mundo.

En aquella postura, con una polla por delante y otra en la boca, con el coño lleno de dedos, con el clítoris pellizcado por mi hermano y con los pezones bien cogidos por Héctor, instintivamente tuve la necesidad de hacer una especie de equilibrio entre aquellos dos machos, de tal forma que si mi hermano jadeaba, paraba un poco el culo, si Héctor se distanciaba del orgasmo, presionaba más aún la polla con mis labios.

Pronto me di cuenta que no sólo eran los jadeos, notaba la excitación de los dos machos por su presión en los pezones o en mi clítoris, por la fuerza de su empuje, entonces me sentí la dueña de la situación, eran como dos instrumentos que yo excitaba a mi voluntad, y cuando llegó el aviso de mi orgasmo, me empleé a fondo para conseguir leche calentita en mi culo y en boca, que comí con gran satisfacción.

Tras ese nuevo ejercicio, ya eran incontables los orgasmos, y con las pollas casi vacías, terminamos la ducha y comimos abundantemente, porque el ejercicio da mucha hambre y este mucha más.

Acordamos un rato de siesta tras la comida. La verdad es que me hacía falta. Necesitaba más que descansar, pensar y deleitarme con la mañana vivida, así que me desnudé por completo y me tumbé en la cama, con la puerta abierta de par en par. No me importaba nada. Al quitarme la ropa y verme en el espejo, tenía la sensación de estrenar coño. Todo peladito, y sobre todo sensible, pero lo más excitante era la sensación de estar absolutamente desnuda, ni un pelo en mi cuerpo que no estuviera en la cabeza, eso me ponía cachonda a más no poder.

Debí quedarme dormida, repasando cada uno de los acontecimientos de la mañana, desde el incidente con el portero de casa, hasta cuando me rompieron el culo. Lo cierto es que cada uno de esos recuerdos me venía con más fuerza a mis recuerdos, con la correlativa excitación. Se que me quedé dormida poco después de darme cuenta de que, lejos de sentirme mal por hacer estas cosas con mi hermano, el morbo del incesto multiplicaba por mucho mi sexualidad, que narices, pensé, tengo 17 años, y voy a disfrutar a tope, tiempo habrá para poner freno a estas cosas.

El caso es que cuando me desperté sentía un cosquilleo en el coño, que poco a poco se fue transformando en un toqueteo, inexperto, extraño. Entreabrí los ojos con cuidado y para mi sorpresa ¡estaban entre mis piernas los niños del quinto piso, los hijos del primo de mi padre¡.

En la almohada una nota. Era del cabrito de Luis. Como los niños estaban absortos, giré la cabeza y pude leer: "Nos hemos tenido que ir a casa de Héctor porque su madre le ha encargado una cosa, en dos horas, a eso de las cinco y media, estaremos de vuelta. ¡Ah¡ han venido los gemelos Marquitos y Pablo a verte. Les hemos dicho que estabas dormida y que no hicieran nada de ruido, que estabas muy cansada y se han metido en tu habitación, tu verás lo que haces con ellos".

¡Será guarro mi hermano! ¡Pues no me deja a solas con estos dos críos estando completamente en pelotas! ¿Qué hago ahora?

Lo primero que hice, simulando estar dormida, fue darme la vuelta. No quería que me vieran así, de tal forma que de esa posición podría pensar como salir de aquella situación tan complicada.

Al girarme ellos se apartaron y yo les enseñé mi culo a los hermanos. En esta postura –que era en la que menos desnuda estaba– empecé a darle vueltas a ver como podía salir de esa situación.

La verdad es que era fácil, sólo tenía que despertarme e intimidarles por estar en mi habitación sin permiso mío, además les amenazaría con decírselo a sus padres, con lo que quedaría solucionada la papeleta de que ellos se lo contaran a alguien, pese a sus diez años, sabían perfectamente el riesgo que corrían allí, y ellos mismos no hacían otra cosa que repetirlo de vez en cuando entre sus comentarios.

Iba a levantarme, cuando de pronto noté que me separaban los cachetes del culo.

"Mira", decía Marcos a su hermano gemelo, el agujero del culo y más abajo está el agujero de la rajita. "y está mojado", lo decía mientras me tocaba la entrada de la vagina con un dedo. ¿Se habrá hecho pis?

No pude evitarlo, la curiosidad que demostraban y el atrevimiento que tenían frente a aquello, me hizo perder la razón, todavía faltaba una hora para que volvieran mi hermano y su amigo y yo estaba dispuesta a experimentar hasta donde llegaban aquellos críos.

Si más me di la vuelta, ellos salieron corriendo de la habitación pensando que me había despertado, pero al momento regresaron. Se fijaron en mis tetas, las amasaban como si fuera pan, con un dedo hundían el pezón, que volvía a salir duro por la excitación. Me juntaban las tetas, me las separaban, tiraban de los pezones, lo curioso es que todo aquello para ellos no era algo puramente sexual, sino que junto con esa carga de sexo, era como si les hubiera tocado la lotería: tenían a su merced una mujer completamente desnuda y dormida, para hacer lo que quisieran.

De momento experimentaban una fase de conocimiento, de saciar su curiosidad y a mi me ponía cachonda a más no poder. Les llamó la atención que no tuviera pelos en el coño, porque su madre si los tenía, y ellos también los tenían por lo que decían que no podía ser por que yo fuera más pequeña que su madre.

Cada uno por un lado, tocaron mis ingles, se acercaron a mi conejo, y cogiendo los labios mayores, estiraron cada uno para un lado, con prudencia, después, descubrieron la vulva, así que nuevamente cogieron mis labios menores y los separaron.

Inmediatamente, Pablo pasó uno de sus dedos, desde la entrada de la vagina, hasta el clítoris, yo iba perdiendo la poca sensatez que me quedaba y ellos iban aumentando su interés.

"Mira –decía Pablo– esto resbala, parece un tobogán.

"¿Qué es ese bulto de ahí arriba?", preguntó Marcos mientras tocaba mi clítoris.

En aquel instante trataron de sacarlo, como si fuera un pequeño pene al que había que descapullar. Con aquella maniobra, me hicieron daño, con lo que yo gruñí y me moví como si fuera a despertarme, por lo que dejaron de hacerlo inmediatamente. Pero su curiosidad no les abandonó, por lo que empezaron a tocarlo con mucho más cuidado, y en un momento determinado, Pablo, volvió a su "tobogán". El dedo de Pablo por mi raja y el de Marquitos por mi clítoris, me llevaron directamente al orgasmo, que disimulé dándome la vuelta y pegando mi desnudo coño contra la cama. Fue increíble.

Estando con el culo en pompa, Pablo empezó a sentir una efervescencia sexual, había olido mis jugos que habían quedado en sus dedos, y se los dio a oler a su hermano, los dos comentaron que la cola les había crecido y se la enseñaron el uno al otro, solo tenían que bajarse los bañadores.

Yo que estaba centrada en evitar las contracciones de mi cuerpo por el orgasmo, sólo podía evitarlas adquiriendo una postura fetal, con lo que mi culo quedaba en pompa, momento en el que Marcos empezó a olisquear mi culo y como esa es una zona que a ellos no les parecía muy higiénica, pese a tenerlo completamente reluciente y sin pelos, empezó a hurgarlo con un bolígrafo que cogió de la mesa. Era cuestión de tiempo que me metiera el bolígrafo por el culo.

Nuevamente se reactivó mi orgasmo, pero más controlado, así que para escapar de la penetración con el bolígrafo, me di nuevamente la vuelta, y fue al entornar los ojos cuando los vía completamente desnudos a los dos. Se habían quitado el bañador y asomaban sus colitas, inflamadas, con todo un aspecto infantil.

Marcos interrogó a Pablo: "¿Será por ese agujero por donde se mete la cola?".

No contestó Pablo, eso es el culo, por ahí no se mete, se mete

¡Por aquí!, dijo Marcos, encontrando la entrada de mi vagina. Señaló con tanto empuje que metió medio dedo dentro, yo no podía más, iba disparada a otro orgasmo.

En ese momento, se les había cambiado toda su curiosidad por sexualidad, ahora se habían excitado ellos tanto como yo.

Fue Marcos el que se subió en la cama, se puso entre mis piernas, acerco su colita a mi coño, y nada más tocarla, con la humedad de mi raja, se corrió. No era semen, lo notaba como un líquido calentito, pero no con el espesor del semen, eran apenas unas gotitas, que cuando se bajo de la cama, las notaba resbalar por mi vulva como si fueran apenas unas lágrimas, haciéndome unas cosquillas que reforzaban aún más mi ya casi eterno orgasmo.

"¿Qué tal?", preguntó Pablo casi con ansiedad.

"Se está muy a gustito ahí dentro". Ese dentro no era dentro de la vagina, pues no había conseguido penetrarme, él se refería dentro de la raja.

Sin más, Pablo se subió a la cama. El se fijó más y logró meter la cabecita de su colita en mi vagina, yo en aquel momento me di cuenta de lo adaptable que era el coño, pues no siendo grande ni mucho menos el miembro de Pablo, mi vagina lo tenía completamente cogido.

No pude evitar el golpe de cadera, y su órgano se metió un poco más, allí mismo se corrió, con las mismas gotitas que su hermano. Me produjo un morbo pensar que me había follado un niño de diez años que era la primera vez que él lo hacía, aunque no fuera consciente del todo, que empecé a correrme, sin poderlo evitar, pero cuando el sacó su medio miembro de donde lo tenía metido, se hizo pis sobre mis labios menores, sin poderlo evitar, aquel calor era la guinda que faltaba y además fue algo completamente inesperado.

En ese momento tenía que aguantar mi orgasmo, esperar a que terminara de mearse en mi coño, para después saltar como una gata contra ellos, haciendo que me despertaba.

Afortunadamente pude combinar mi inmensa corrida con la bronca que les eché. Ambos desnudos, corrían por la habitación buscando sus bañadores, y me enrollé en una sábana y les amenacé diciéndoles que iba a bajar a casa de sus padres a contar lo que había pasado.

Ellos me suplicaron que no lo hiciera, que el castigo sería muy grande y que me juraron que nunca volverían decir nada y no volverían a hacerlo. La verdad es que nunca hablaron de este tema con nadie.

Mientras les acompañé a la puerta de la calle, ya más tranquilos, me prometí que cuando fueran más mayores, para sus dieciséis años les prepararía una fiesta especial. Que mejor regalo, me dije, que en su cumpleaños dos chicos de dieciséis se follen a una chica de veintitrés.

De la puerta de la calle, a la ducha, y de allí a mi cuarto, me vestí con una camisa de algodón muy ajustada y una minifalda y con unas braguitas de color negro, del mismo color que la minifalda.

Los dos estaban a punto de llegar y yo esperaba ver cuáles eran sus nuevas intenciones, pues estaba dispuesta a dejarme hacer cualquier cosa.

Puntualmente sonó el timbre de abajo y yo no pude resistir recordar el episodio de por la mañana, en ese momento desee tener al portero a tiro para que me viera desnuda pero se jodiera sin poderme tocar. "Ya me ocuparé de este tipejo, pensé para mí".

¿Diga?

Soy Luis, abre.

No me pidió nada, así que espere en el rellano de la escalera.

Al momento llegó Luis, pero sólo. "¿Y…? ¿Héctor?", pregunté, pensando en que tendrían preparada una nueva jugarreta.

"No viene, su madre le ha castigado, por no querer sacar al perro."

"Cosas de adolescentes" dije yo con aire de superioridad.

¿Y cómo ha sido?

Pues que según él le tocaba a su hermana, pero esta se ha negado a bajarlo y su madre se ha enfadado con él y le ha prohibido salir hasta mañana. Por cierto, dijo mi hermano, dice que esta tarde no cuente.

Ni lo sueñes, le dije, esta tarde cuenta, un trato es un trato.

Ya sabes que tiene muy mala leche, me dijo mi hermano.

Pues si Héctor tiene muy mala leche que se aguante, el acuerdo sigue en pie, llámalo y díselo.

Luis cogió el teléfono y se lo dijo. Luego colgó.

"¿Que te ha contado?", le dije yo.

Que muy bien, que te prepares para mañana, que te va a dar un curso intensivo, a ti y a su hermana.

"¿A Belén?" –que era el nombre de su hermana, un año más pequeña que yo –.

"Si, si", bueno, a lo nuestro.

"Así que te apetece dar un paseo", dijo mi hermano.

"¿A mi?", respondí yo,

"Como estás vestida"

"Serán cabrón, y que querías después de haberme dejado dormida con los dos críos de abajo"

"Ah sí, por cierto, como ha ido"

"Eso no te incumbe" le respondí vehementemente.

"Hermanita –dijo mi hermano– en estos dos días me incumbe todo"

Decidí contarle la historia poniéndole cachondo a más no poder de tal forma que al final de la historia mi hermano había cambiado su conducta dialogante, por la del salido de turno.

"Bien, a mi hermana le gustan las emociones fuertes". Vamos a la calle, que hoy hay fútbol.

No entendí bien la relación entre una cosa y la otra, o sea, salir a la calle e ir al fútbol, pero me adelanté a seguirle.

"Un momento", dijo, que llevas ahí, me dijo metiendo la mano por debajo de mi corta falda. "Esto está prohibido". Lo decía tirando de las bragas. "Fuera", me fui a mi habitación y me las quité, cuando salí del cuarto, él estaba escribiendo una nota a papá "Nos vamos al fútbol, llegaremos tarde, no te preocupes, vamos en grupo".

Salimos a la calle, faltaría una hora y media para el fútbol, él me llevaba del brazo y cogimos el metro. Yo iba toda satisfecha, era la primera vez que salía a la calle sin bragas y con la falda de tablas, de esas que se abrochan a un costado, como las escocesas, entraba un fresquito especial por mi entrepierna, eso hacía que al ponerme cachonda, los pezones se endurecieran y se marcaran completamente en la camiseta de algodón blanca.

Subimos al vagón, que estaba medio lleno. Notaba las miradas clavadas en mi, más allá de mi belleza o de mi atractivo, estaba segura que las pasiones levantadas eran por que se me notaba completamente cachonda, salida por completo.

Al llegar a una estación que enlazaba con una línea de metro que venía del barrio de uno de los equipos que jugaba, el panorama cambió por completo. Un ruido ensordecedor, gente de mil formas y colores, banderas, trompetas de plástico, gritos y empujones. "¡Todos al fútbol!" era la frase más coreada del vagón.

La línea de metro terminaba donde el estadio, la habían prolongado hacía poco tiempo, así que hasta el final, había que aguantar aquella marea de gente.

Pero no era casual lo de ir al fútbol. Entre aquellos apretones, mi hermano me dijo: "Suerte hermanita" y dicho y hecho, me desabrochó la minifalda y dando un fuerte tirón me la quitó, aquel movimiento me alejó como metro y medio de mi hermano, y aquella marea me apartó a un más de él.

¡Cabrón!, grité con todas mis fuerzas. Aquello generó un silencio en el vagón, más bien, entre la gente que me rodeaba. Entonces se fijaron, no tenía nada de cintura para abajo, salvo las playeras y los calcetines.

Se dieron cuenta que me habían quitado la falda y no tenía nada debajo. El griterío se hizo ensordecedor, me llevaron a empujones hacia un rincón del vagón opuesto a donde se entraba, y en el camino, desapareció la camisa.

Estaba muy asustada, pero sentirme manoseada por un montón de tíos desconocidos hacia que subiera mi excitación. El punto más fuerte y definitivo fue cuando una vez en el rincón, una chica guapa, muy atractiva se lanzó a mis tetas y me las comió sin piedad y sin pudor. Será que por ser chica aquello me parecía de menor agresividad, el caso es que esta muchacha dijo:

¡Levantarla!

Inmediatamente me cogieron de las rodillas y los tobillos y pegaron cada una de mis piernas a las paredes del vagón, y como estaba en un rincón, me encontraba sujeta, como sentada en el aire y con las piernas en ángulo recto.

Ella pasó un dedo por mi coño, yo me había excitado y levantando el dedo gritó:

¡Esta mojada! ¡Esta puta está cachonda!

Ese grito llegó a la zona más próxima del vagón, pues el ruido era ensordecedor, a partir de ahí, uno por uno me fueron follando, y yo cada vez quería más, en lugar de enfrentarme a una situación que tenía perdida, decidí disfrutar de ella. Y como lo hice.

Cuando faltaban como dos estaciones y después de haber sido follada por una buena cantidad de tíos que no sabía quienes eran porque siempre tenía una polla dentro pero un montón de caras delante, después de chuparme los pezones, metérmela por el culo, me dejaron caer al suelo y se fueron masturbando sobre mí. Si en aquel momento no me volví loca, no lo haré nunca.

Recuerdo que el tren se paró y se vació de gente, frente a mi, mi hermano con la falda y la camiseta que había recuperado, yo, sentada en el suelo, en el rincón, literalmente en un charco de semen, con el pelo empapado de semejante jugo varonil, desencajada por el placer y agotada.

"¿Qué más quieres de mí?", le pregunté a mi hermano, quizás para quitarme la culpabilidad por aquel momento de placer tan retorcido que había tenido. "Me hs convertido en una puta", le dije.

Él parecía no hacerme caso, me tendió su mano, me levantó, secó mi culo de semen con su pañuelo y de dijo "vístete".

Entramos al campo, fuimos a la grada, yo me fui al baño a quitarme todo aquel semen seco del pelo que se había quedado duro.

Era la primera vez que me sentía mal. Creí que me había convertido en una especie de ninfómana, en ese día lo había probado casi todo y todo lo que había probado me había gustado. Pero la verdad es que había llegado a mi límite.

Para mi sorpresa, mi hermano no hizo otra cosa que ver el partido, sin tocarme ni nada, la verdad es que debió pensar que se había pasado.

Al terminar el fútbol, cogimos el metro de vuelta. Esta vez había menos gente. Ya había pasado un tiempo suficiente para que recuperara fuerzas, y rememorar las escenas del viaje de ida me iban poniendo a tono. Mi hermano seguía a mi lado, sin decir palabra.

"Aún es pronto", me dijo Luis, "vamos a bajarnos dos paradas antes y paseamos un poco". Así lo hicimos. El paseo era agradable, la noche era cerrada, si no fuera, naturalmente por las luces de la calle.

Atravesamos el parque, grande mucho más oscuro, donde había parejas disfrutando de su sexo, entonces mi hermano me dijo "espera". Yo me quedé quieta en medio del césped, el me volvió a soltar la falda y a quitar la camiseta, me tumbó a su lado, me acarició, yo me reconciliaba conmigo misma y con él.

De forma suave, muy suave, me acarició, chupó mis pezones, paso la lengua por el borde de mis aureolas beso mi coño, pasaba la lengua muy suavemente por mis ingles, era una excitación pero mucho más acompasada, mucho menos brutal que las de antes.

Yo disfrutaba con aquellas caricias y simplemente, deje que me follara, llegué a un orgasmo diferente, más pausado, más íntimo, y los recuerdos de ese día resonaban en mi cabeza excitándome aún más, pero la quietud de la noche y las cualidades amatorias de mi hermano, hacían que no me sintiera tan animal como en el vagón del metro, aunque aquello me excitara.

Noté su polla en mi clítoris y como restregaba su punta y lo rodeaba una y otra vez, noté como paseaba su rabo por mi vulva hasta que me penetró hasta los huevos. Nuevamente estaba empapada, y me deje llevar, me folló como los ángeles.

Después de vestirme, lo hizo él, nos fuimos a casa, me di un baño, durante un buen rato y tras aquello, me fui a la cama, sólo con unas bragas, pero tenía todo tan sensible que tuve que quitármelas, así que completamente desnuda, me quede dormida profundamente.

A la mañana siguiente me desperté con la extraña sensación de haberme meado encima. Al abrir los ojos me quedé perpleja: Héctor se había metido en mi habitación y se había traído a su perro y lo tenía justo entre mis piernas, lamiéndome el coño con esa inmensa lengua y para animarle, de vez en cuando echaba unas chorrito de zumo de naranja sobre mi raja, eso era lo que me daba sensación de haberme meado.

Fue una sensación muy desagradable y recordé algo que creía olvidado. Fue cuando yo tenía unos nueve años, por lo tanto Héctor tenía siete y su hermana 8. En casa de Belén y Héctor siempre han tenido perro, y aquella tarde ya lejana, jugando en la habitación, Héctor trajo al perro, que a mi me daba miedo, así que entre su hermana y él me hicieron desnudar con la amenaza de que si no lo hacía me lanzarían al perro. Yo me quité toda la ropa, pero con todo y con eso lo soltaron y pase muy mal rato, hasta que ellos me sujetaron a mi, me tumbaron boca arriba y mientras el perro olisqueaba mi rajita, ellos se dedicaron a darme su sobo impresionante, luego Belén se desnudó y dejo que el perro le comiera su coñito, mientras yo me vestía y me marchaba de la habitación.

Ese era el motivo por el que me caía tan mal Héctor, y en aquel momento se me ocurrió la forma de vengarme, casi sin esforzarme lo más mínimo.

Empecé por preguntarle donde estaba mi hermano, y Héctor me contestó que le había dado unas fotos de su hermana Belén y que había ido a "convencerla" para que pasáramos la tarde juntos, "ya te advertí ayer –dijo– que hoy me vengaría de ti y de mi hermana.

Sabiendo que a mi hermano le quedaba tiempo por venir, inmediatamente me puse de pié y le dije al salvaje de Héctor que apartara el perro de mí, que me daba mucho miedo, lo cual era cierto, pero él no hacía otra cosa que achuchármelo, por lo que no veía la forma de salir de esa situación.

"¿Qué tengo que hacer para que sujetes al perro?", le pregunté.

"Dejar que te coma el coño"

Me hizo separar las piernas y la verdad es que la lengua áspera del dichoso animal me producía un cosquilleo que iba a más, pero no estaba dispuesta a dejar, pese a lo cachonda que me había puesto, que un perro me siguiera comiendo el coño.

Para mi sorpresa, Héctor me dijo:

"Me bajo a desayunar, en un cuarto de hora estoy aquí". Inmediatamente soltó el collar al perro y allí nos quedamos, solos en casa, el animal y yo.

El perro me tenía acorralada, y yo tenía un equilibrio entre la excitación y el miedo. Me moví, apartando el hocico del animal de mi coño, y gané como un metro de distancia, salí corriendo hacia el cuarto de baño que estaba al fondo del pasillo. No se porqué me dirigí al cuarto de baño y no fui a la habitación de enfrente, el caso es que salí todo lo rápido que pude de mi habitación y enfilé el pasillo, el perro se había quedado parado, pero dando un ladrido que me sobrecogió echo a correr tras de mi.

Si en campo abierto es difícil correr más que un perro, salvo que se distraiga con otra cosa, en el pasillo de tu casa aún peor, así que le oí gruñir cada vez más cerca y yo estaba convencida de que el perro acababa allí mismo conmigo.

Hice un último esfuerzo, ya tocaba con las manos la puerta del baño cuando el animal, echando las pastas delanteras sobre mis hombros me derribó por detrás. Inmediatamente en esa posición de rodillas me cubrí la cabeza, pero el bicho, lejos de atacarme, me empezó a lamer la raja del culo y el coño.

No se porqué, pero enseguida me di cuenta que Belén, la hermana de Héctor, debía seguir con su "amor" por los perros, porque éste más que atacar, parecía tener interés en follar y eso sólo pasa si alguna le enseña, y a Belén esto le venía de antiguo.

Me tranquilizó aquella conclusión y acepté el hecho de que no podía escapar del perro, pero para evitar que las cosas llegaran más lejos con el animal, me voltee, separé las piernas y me puse de pié, dejando que el perro se tranquilizara con lo suyo, que era chuparme el coño.

El animal no paraba de chupar y chupar, aquella lengua, pasados los primeros instantes desagradables, era una cosa mala. Tenía una temperatura ideal, además al estar tan húmeda, se agradecía en mi rajita que la calentara, eso sin contar con el aliento del animal que también hacía su parte. Su textura era de una cierta aspereza, pero sobre todo su flexibilidad, se pegaba a todo lo que tocaba. Otra vez mi fiebre sexual empezaba a subir.

En un momento determinado decidí abrir mi vulva y la lengua del perro entró más aún, a continuación me incliné un poco hacia delante y el animal se cebó con mi clítoris que parecía que se desmontaba. Lo mejor vino cuando, a raíz del temblor de piernas que tenía, me puse agachada. En ese instante el perro cabeceó a uno y otro lado, como haciéndose hueco entre mis muslos y no pude por menos que echarme hacia atrás, apoyar las plantas de las manos en el suelo y levantar la pelvis, haciendo el puente. Ese fue otro punto crucial, el chucho seguía con más ahínco, como queriendo secarme el coño con una bayeta, y tanto empujó, que metió su lengua en mi vagina, y yo veía las estrellas. Era el primer orgasmo del día.

En ese momento oí la puerta y no quería por nada del mundo que Héctor, que venía de desayunar, me viera disfrutando con su perro, así que me puse de pié y mantuve las piernas separadas por exigencia del animal, que no dejaba de gruñir.

"Veo que os habéis hecho muy amigos"

"Llévate este bicho de aquí ahora mismo".

"Si, si, no te preocupes".

Cogió el collar y antes de darme cuenta, lo tenía yo puesto, pero con las púas para dentro, de tal forma que cualquier resistencia era inútil porque él tiraba de la correa y a mi se me clavaban en el cuello.

Tiró hacia abajo de la correa, me fue inevitable ponerme de rodillas. En ese momento dejó de tirar, pero puso un pié en la comba que hacía la correa desde su mano hasta el collar que tenía puesto yo, de tal forma que me hizo bajar la cabeza. Siguió tirando de la correa y como pasaba por debajo de su zapato, iba acercando la cara al suelo, de tal forma que me dejó con el culo en pompa.

"¡Kus!", dijo llamado al perro, que inmediatamente se fue a por mi trasero volviendo a insistir con los lametones. Pese al cabreo que tenía en ese momento, no pude evitar la excitación nuevamente, el perro muy a mi pesar me tenía a tono.

En un momento determinado, Héctor me dio un azote en el cachete del culo y el perro se subió sobre mi espalda, mientras Héctor con el pié sujetaba la correa, el collar y mi cuello contra el suelo, con las manos hizo de mamporrero hasta que el perro me clavó toda su picha en el coño.

El animal empezó a culear de tal forma que no me dio tiempo ni a pensar en lo más mínimo, era indescriptible la satisfacción que producía aquello. Sus movimientos eran bruscos y rápidos y cada vez más, lo más fuerte llegó cuando me metió la bola y subiendo su pata sobre mi grupa comenzó a empujar.

No se los orgasmos que tuve, incontables, nunca había practicado eso, y de no ser por la intervención del elemento de Héctor no me hubiera sentido mal por nada, pero la putada que me había hecho era de las gordas, me sentía violada, pese a estar preparada para todo, y digo que me sentía de esa forma, porque de no haberme forzado también me hubiera dejado follar por el perro.

No obstante el estar cogida por el cuello con el collar del perro introducía un elemento de perversión que también contribuía a mi excitación. Entonces fue cuando concreté mi venganza.

Cuando el perro terminó conmigo y Héctor me quitó el collar, de una forma jadeante le pedí por favor que me limpiara el coño. Él con una actitud triunfante, casi despótica accedió.

Me sentó en el bidet, cogió jabón, abrió el agua y empezó a frotar mi raja con fuerza y fricción, de tal forma que volvían una y otra vez las sacudidas a mi cuerpo. Metió dos dedos en mi vagina, los abrió en forma de V y los giraba como limpiándome por dentro, aquello me produjo otro orgasmo y ya no se cuantos iban desde el día anterior.

Cuado me aclaró la raja, cogió un bote de plástico de esos que se usan para rellenar de colonia, lo llenó de agua y metiendo la boca del bote en mi vagina, lo presionó, llegándome el agua hasta el útero, lo dejó chorrear. Independientemente de su intención, agradecí para mis adentros esa limpieza.

Cada vez estaba más cerca de devolverle la jugada. Así que cuando cogió la toalla para secarme le dije con mirada tierna:

"Anda, sécame el coño con la lengua"

Cayó en la trampa. Igualmente le pedí un poco de crema para cuando terminara, que me ocupé yo de coger, Me senté en el taburete bajo del baño y el empezó a pasar su lengua, yo exageraba la excitación y él cada vez más dentro de mi coño.

Cuando estaba absorto en su tarea, levanté los pies del suelo, él pensaba que era para comerme mejor el coño, pero. En un movimiento rápido tire de sus brazos y bajé los pies, le había pillado los brazos con mis piernas que debido a la natación eran mucho más fuertes de lo normal.

Rápidamente, con una mano abrí la tarrina de la crema, cogí una gran cantidad, le abrí el culo le metí la crema en el ano y grité, mientras le daba un azote en el culo a Héctor "¡Kus!". El perro estiró las orejas, se levantó inmediatamente y haciendo yo los honores de mamporrera, le clavé la estaca del perro por su culo, el resto era tarea del animal que la cumplió a plena satisfacción.

Héctor quiso morderme el coño, pero estaba muy mojado y sin pelo, y yo di un saltito para atrás, momento en el que le cogí de las manos y tiré de mis hombros hacia la pared, como respaldándome, por más que quería no podía soltarse.

Para mi sorpresa, al poco tiempo de estar el perro trabajando el culo de Héctor, a éste se le empinó la polla y se le puso dura como una piedra. "Este se corre" pensé para mí.

Héctor corrigió la postura de su cabeza y alcanzó de nuevo mi coño, pero esta vez no lo mordía, lo devoraba desesperadamente, sus lametones eran rápidos, esta sobre excitado hasta que dos inmensos chorros de leche salieron de su traca con una fuerza desconocida. El perro le había penetrado y él se había corrido. Una vez terminada la tarea del perro, éste pasó una pata por la espalda de Héctor y al poco tiempo se separó definitivamente. Héctor se corrió justo cuando el perro le metió la bola en el culo.

Su actitud era completamente distinta, ya no tenía cara de triunfante, se le habían bajado los humos.

Yo estaba completamente salida y le dije: "Ahora si quieres, me follo al perro, pero me lo pides por favor".

Héctor se levantó, se vistió, puso el collar al perro y se lo llevó a su casa, pero antes de salir, no pudo por menos que decirme

"Si le cuentas esto a alguien, te mato", eso sí con lágrimas en los ojos.

"Por mi estate tranquilo" le respondí. La verdad es que no tenía ninguna necesidad de contárselo a nadie, me había vengado a placer y nunca mejor dicho, de lo que me hizo de pequeña y de lo del collar.

"Esta tarde te enterarás", dijo antes de salir. Miré la hora, eran como las dos de la tarde, me fui a la ducha pensando seriamente en comprarme un perro, curiosamente en lo que más me había jodido Héctor era en no insistir en que repitiera el número con el animal, me quedé con las ganas.

Tras la ducha, me vestí y al poco llegó mi hermano. "Esta tarde vienen Héctor y Belén". "Muy bien" dije yo, "voy a comer", le dije a Luis "si quieres algo, ahí tienes la nevera.". Estaba satisfecha con todo y esperaba la tarde final con una cierta ansiedad.

A eso de las tres de la tarde sonó el telefonillo. Era Héctor. "Baja", me dijo en un tono seco.

Cogí el ascensor y llegué al portal. Héctor y Belén estaban en la calle. Abrí sonriente la puerta del portal y les hice entrar. En los ojos de él se notaba de forma clara las ganas de revancha, y como yo estaba a su disposición, me preparé para todo. Es más, tenía cualquier argumento para si tenía que hacer algo en las escaleras y me sorprendía algún vecino, poder justificar mi situación.

Curiosamente no dijo nada, pasó al ascensor mientras nosotras nos saludábamos, era evidente que Belén sabía de qué iba el tema. Llegamos a mi casa y entramos, yo me sentía con una superioridad moral frente a Héctor que me hacía casi insumergible, no lo había pasado tan bien en mi vida como aquella mañana. La imagen de Héctor enganchado por su perro compensaba cualquier represalia que tomara.

Miré a Belén, sería por mi excitación pero me pareció atractiva. Tenía cara de viciosilla, hacía mucho tiempo que no la había visto, pues con la natación había renunciado a todas las relaciones Era más baja que yo, un poco más culona, con la cadera más ancha y eso le permitía tener unos muslos preciosos que dejaba ver ese mini pantalón que llevaba puesto, de sonrisa abierta, dientes llamativamente blancos, pelo negro, largo, pero no lacio, olía como los ángeles, y unas tetas no excesivamente grandes, pero muy bien puestas, muy rotundas. Llevaba un cinturón de adorno, casi más ancho que su pantalón, y una camisa sin mangas, tras las que se veía perfectamente sus pezones y las aureolas de sus pechos, que eran de un color más oscuro… Si no fuera mujer diría que estaba para comérsela, ¡bueno!, y siéndolo, estaba muy bien.

Nos pusimos a charlar bajo el marco de la puerta del salón, cada una apoyada en un lado del marco de la puerta, con una pierna ligeramente recogida, nos tocábamos rodilla con rodilla, mientras los dos estaban inventando sus historias para ejecutar esa misma tarde. Para mí era la última.

"Que perrito más bien entrenado tienes", le dije a Belén.

"¿Te ha gustado?"

"La verdad es que me ha encantado", dije yo poniendo una sonrisa picarona, casi sin forzarla.

"Veo" –añadí– "que le has enseñado a ser un buen deshollinador"

"¿Por qué?", me preguntó Belén.

"Por lo bien que limpia los agujeros"

Belén adelantó el cuerpo arqueando su espalda, hasta que apoyó su entrepierna en mi muslo y lanzó una sonora carcajada. Su entrepierna estaba caliente y la presentía húmeda, aquello aumentó mi interés por mi conversadora.

Aquella carcajada también llamó la atención de los chicos, así que nos dijeron, "ir preparando un bollo mientras nosotros terminamos de planificar la tarde".

Instintivamente cogí a Belén de la mano y me la llevé a mi habitación, según íbamos llegando le pregunté

"Oye, Belén, hace mucho tiempo que quiero preguntarte una cosa"

"Tú dirás", respondió ella.

"¿Te acuerdas de aquella tarde, de niñas, en tu casa con aquel perro que tenías y que me acojonaste con él y no paraste hasta que me desnudé?", le preguntaba esto mientras entrábamos en mi habitación.

"Sí, por supuesto". "Es que siempre me has gustado y quería tocarte, no he olvidadazo esa tarde, recuerdo lo mojada que estabas, como ahora –me dijo mientras pasaba un dedo por mis bragas húmedas– lo que sucede es que tuve que liar a mi hermano en aquella historia para que no fuera muy descarado, tú siempre me has gustado, y a él le toco hacer de malo"

"Lo cierto es que estas aventuras que algunas veces me toca pasar son como consecuencia de las jugarretas que le hago, me cambio delante de él como sin darme cuenta, le excito con lo que hago con el perro delante de él, en fin lo tengo loco". "Yo dejo que alguna vez me pille y me haga su chantaje, de esta forma no se frustra del todo".

Mientras me iba acariciando y quitando la poca ropa que llevaba, me llamaba poderosamente la atención de aquella muchacha que fuera capaz de poner la misma intensidad en lo que contaba que en lo que hacía, pero sobre todo, que sabia dar un punto sexual como en común a ambas cosas, de tal forma que no era yo capaz de saber que me ponía más cachonda, si que me desnudara o que me contara esos secretillos. Una cosa era complemento de otra.

"Mira Rosa", me comentó "pese a que esos dos que están ahí fuera piensen que tienen la sartén por el mango, lo cierto es que el poder de la seducción, el poder sexual lo tenemos las mujeres, por eso tenemos una educación más rígida y se nos educa en ser sexualmente mojigatas, porque de lo contrario, tendrían el mundo perdido y el poder sería nuestro" "y además me refiero al poder más grande, el mental, no el físico".

"No sé" dije yo.

"Mira", me respondió ella "estos dos no se ocuparían de nosotras ni aunque nos estuviéramos ahogando en el mar, pero debido a esto del sexo, ahí los tienes, como dos corderitos, planificando una tarde para nosotras… o con nosotras si quieres, peor estoy segura que esta situación la has provocado y la has consentido tú, así que ya sabes, aprende a ejercer tu poder, tu poder auténtico, el sexual".

A partir de ese momento cesaron las palabras y comencé a sentir las manos de Belén por mis costados, sus dedos recorrían mi cuerpo con unos movimientos como si cada uno fuera independiente de los demás, parecían muchas manos acariciando.

Su tacto suave, su olor maravilloso, sus caricias de una ternura indescriptible y sabía tocar en cada momento el lugar adecuado y de la forma correcta. Mi excitación iba en aumento, pero no quería llegar al orgasmo de una forma explosiva, sino poco a poco.

Yo estaba con los ojos cerrados, cuando, de pronto, noto un pezón en los labios. Con el miso mimo que ella ponía con el mismo cuidado, saqué sólo la punta de mi lengua y acaricié aquella maravilla, lo hacía con tal suavidad que, con los ojos cerrados, en la puna de mi lengua notaba perfectamente el agujerillo del pezón. Fue una algo increíble, teniendo en cuenta que era la primera vez en mi vida que me acercaba a un pezón de una chica.

Casi involuntariamente comencé a succionar, como si estuviera mamando, aquella situación me ponía cada vez más cachonda, era completamente distinta a cualquier otra experiencia, el tacto, el aroma, las caricias, las sensaciones en la piel, la lentitud, la ausencia de pene, todo era absolutamente nuevo.

Ella estaba a gatas sobre mi, por lo que sus dos tetas colgaban y acababan en los pezones, de una forma perfecta, abrí los ojos y los veía perfectamente idénticos, según mamaba uno, desplazaba el otro y su movimiento era absolutamente seductor, en aquel momento, salvo Belén, me sobraba todo, no necesitaba nada. En esa posición, con esa contemplación hubiera estado horas y horas.

Ella bajó la cabeza y comenzó a chupar mi cuello, mis orejas, a meter la punta de la lengua por mis oídos, a lamerme el cuello, y yo estaba ausente de todo lo demás, de mi coño brotaban mis jugos como si fuera un manantial, no sé porque pero en ese instante, me hubiera gustado recoger todos los zumos de mi excitación, imaginé que mi coño era como medio limón que lo estuvieran apretando contra un exprimidor, no se, pasaron mil pensamientos cada uno de ellos más caliente y más excitante, y más subía yo.

Ni que decir tiene que cuándo ella separó sus tetas de mi boca y bajó a mi coñito y comenzó a pasar la lengua, no hizo falta más que el transcurso de medio minuto para que experimentara un orgasmo triunfal, reconciliador, placentero, en aquel momento se me pasó por la cabeza el que se hablaba mucho de sentir o no sentir orgasmo, pero nunca de la riquísima variedad de ellos que había, y yo había experimentado de todo esos dos días.

Belén, sin dejar de comerme el coño, como si fuera un compás que tenía en mi clítoris la aguja, giró sobre aquel punto, entregado y excitado, hasta poner su vulva frente a mi cara, y entonces bebí de su jugo, sentí su aroma, su calor, su desnudez, también lo tenía depilado, pero de tal forma que daba la sensación que nunca hubiera tenido pelo en esa zona. Su humedad, su textura, fue cuando me dije a mi misma: "este es el primer coño que te comes en tu vida". Aquello supuso una excitación, hasta ese momento desconocida. Aquello fue un cambio, pase, de golpe, de estar entroncada con mi excitación y el ensimismada con la hembra que tenía sobre mí, y pase a excitarme de una forma más directamente sexual, y decidí centrarme en su raja.

Belén tenía una práctica especial, ella había mantenido muchas relaciones con mujeres, por lo que me enteré más tarde, y sabía muy bien lo que tenía que hacer.

En seguida de pasar a llevar la iniciativa, me excitó la idea de excitarla de vencerla en aquel duelo y comencé con mi lengua de una forma muy suave y muy lenta a pasarla por su clítoris.

Como nunca había echo esto, me di cuenta de la cantidad de variaciones que tiene un coño, cosa de lo que era absolutamente ignorante. El clítoris de Belén tenía un cierto sabor metálico, al tacto estaba duro, provocativo, exultante, erecto, maravilloso. Bajé la lengua tratando de pasar la punta sobre los bordes de sus labios menores, la verdad es que los iba separando, con mucha suavidad. Al llegar al interior de ellos, en plena raja, me acordé de la comparación con el tobogán que habían echo los gemelos.

Su raja estaba mojada, como pulida, suave, caliente y me permitía dar unos golpecitos con la punta de mi lengua, como si se tratara de un masaje, daba la impresión de que, sin que ella separara las rodillas, la línea que había entre el agujero de su culo y el clítoris se abriera cada vez más.

No era una ilusión, era que ella había bajado la cadera unos centímetros, aproximando aún más su coño a mi cara, y movía su culo casi imperceptiblemente de un lado a otro, de tal forma que aquellos movimientos delataban que estaba cachonda.

Bajé decididamente a su vagina, con la punta de la lengua, repasaba los bordes de la entrada a su cueva. Sus jugos hacían mezcla con mi saliva, era un sabor maravilloso, que percibía con ese gusto, dada la excitación. En ese momento me di cuenta de que ella desde hacía tiempo repetía con la misma exactitud los movimientos que yo realizaba.

Aquello me ofrecía una posibilidad maravillosa, que desde luego no podía conseguir con ningún tío: podía acariciarme con la lengua de Belén la parte de mi coño que quisiera sólo con hacer lo mismo yo en el suyo.

Me fui deliberadamente a su clítoris, recobré ese sabor más metálico, y note su lengua en el mío, si pasaba la lengua por sus labios menores, ella lo hacía con los míos, si metía la lengua en su vagina, ella repetía el movimiento. Era un descubrimiento que antes nunca se me había pasado por la cabeza que pudiera suceder, y la sencillez de la operación era aplastante.

Para llegar al agujero de su culo, no hacía falta desplazarle los cachetes, estaba tan abierta que llegaba sin ningún problema. El agujero de su culo estaba seco, naturalmente, pero con la punta de la lengua llevé allí sus jugos, de la misma manera que hacía ella.

Sentí la necesidad de tener algo dentro de mi vagina y metí un dedo en la de Belén, ella repitió la operación exactamente igual conmigo. Dos dedos, dos ella. Los separé recordando la maniobra de Héctor en el bidet, ella lo repitió, giré mis dedos y el movimiento fue el mismo, entonces empecé a pasar mi lengua rápidamente desde su clítoris hasta el agujero de su culo.

Hacíamos lo mismo y sentíamos lo mismo. Era una maravilla. Finalmente saqué los dedos de su vagina y con la punta de uno de ellos me dedique a bordear su esfínter dándole un masaje que lo iba relajando, ella seguía los movimientos al pié de la letra.

Si quería lubricarlo más, solo tenía que pasar la punta de la lengua por los bordes de la entrada de su vagina, para obtener más lubricante. Metí un dedo en su culo, luego otro, los sacaba y apretaba el músculo de su ano, que se iba relajando poco a poco, lo lubricaba más comiéndole la vagina, el agujero del culo, poco a poco se abría sólo ya no había resistencia para meter el dedo.

Así, me la follé, y ella a mi, por el culo, hasta que sentí el calor de un nuevo orgasmo. Ya mas desesperada abrí la boca, y como haciendo un beso con lengua me metí toda su vulva, la succionaba, mordía la base de sus labios menores y pasaba la lengua por el clítoris, así caminamos juntas a una especie de orgasmo final, explosivo, ardiente, inconmensurable.

El jadeo era mutuo. Ella se levantó de aquella posición y me dio un beso en la boca, intercambiando ambas nuestros propios jugos, una experiencia única.

Tras un breve descanso, ella salió y llamó a los muchachos, "¡ya podéis venir!", he terminado mi parte, ahora os toca la vuestra.

Yo me quedé un tanto descolocada, "pero no venías tu obligada por el chantaje de tu hermano".

"No", me contestó ella. "Mi hermano me contó lo que se traían contigo, y yo le dije que me sumaba a la fiesta o que nunca más él y yo volveríamos a follar. Entonces hicimos el montaje con mi madre de discutir, para que el se quedara castigado, aunque por esa tarde perdida contigo, tengo que recompensarle, y en su fiesta de cumpleaños he de hacer de esclava griega y someterme a la voluntad de todos los que vayan"

"Y…" "¿Por qué?", pregunté sin poderlo evitar.

"Porque tenía muchas ganas de cazarte, me atraes mucho, desde aquel incidente con el perro, estaba tan caliente cuando te hicimos desnudar, que al final tuve que dejar que el perro me comiera todo el potorro delante de mi hermano y hacerme una paja a tu salud. Desde entonces te tengo ganas".

En esto llegaron a la habitación mi hermano y Héctor, los dos desnudos, nunca me había fijado en ellos dos juntos y desnudos, pero lo cierto es que no estaban nada mal. Una de las cosas que había conseguido mi experiencia con Belén era una reconciliación con los dos hermanos de aquella aventura del perro cuando era pequeña.

"Bueno" –dijo Belén– "ahora vamos a continuar la fiesta". Ella se sentó en el borde de la cama y me hizo poner a "cuatro patas" para que le comiera el coño. Mi hermano, por detrás me acariciaba y yo instintivamente abría más las piernas, separando las rodillas. Cuando había recuperado mi ritmo sexual, se tumbó debajo de mí y jugando con la punta de su rabo sobre mi clítoris encendido, estando mi vagina en el máximo de humedad, sujetándome por las caderas, me clavó su mástil hasta los huevos, sin ninguna contemplación.

Héctor se limitó, con un tarro de crema, a meterme su polla por el culo. La intensidad del placer era indecible, ese embriagador aroma del coño de Belén, junto con los dos pollazos que me estaba llevando, uno por el coño y el otro por el culo, volvía a ser una situación irrepetible para mí.

Finalmente, a lo largo de las dos horas siguientes se produjeron todo tipo de cambios, yo con Héctor, yo con Belén, yo con mi hermano, yo con los dos hermanos, Belén y Héctor por su cuenta, en fin, un no parar, un orgasmo tras otro, que nos llevó al final de aquella reunión. La ducha y el pijama pusieron punto final a aquel encuentro de dos días, me devolvieron las fotografías, pero la verdad es que, tras lo vivido, me daba exactamente igual.

A la altura de estos días, son recuerdos imborrables. Héctor se fue a otra provincia y no he vuelto a verlo desde hace más o menos cinco años. A Belén me la encuentro ocasionalmente y hemos tenido más de un contacto después de aquel día, mi hermano se casó y tiene dos hijos, pero ello no quita para que no pase un mes en el que no nos demos un homenaje.

Por lo que se refiere a mi, trato de pasarlo lo mejor posible, por supuesto que llevé a cabo mi regalo de cumpleaños con los gemelos, cuando cumplieron los diecisiete y yo tenía veinticuatro, fue una experiencia también para no olvidar, su inexperiencia y los calentones que les venía dando hicieron de aquel cumpleaños un día intensísimo.

Por lo que a mi se refiere, en octubre me caso, pero hay ciertas cosas a las que no pienso renunciar, hasta ahora con mi novio ha sido todo una experiencia muy excitante, espero que no cambie. Besos a todos y todas.