Con mi profe

Mi profe me cura una herida

Esta es una historia de cuando era jovencito...siempre había hecho natación, me encantaba nadar, aunque me acomplejaba ser el menos desarrollado de mi clase. Me adelantaron un curso por temas que no vienen al caso y mis compañeros algunos me sacaban una cabeza de altura. Eso a mi profesor de natación siempre le había hecho mucha gracia, y tenía predilección por mi, era el profe enrollado y todo el mundo se reía con él porque era muy simpático. A veces incluso me cogía en brazos porque yo era muy bajito en aquella época. Un verano por suerte pegué el estirón y cuando volvi a clase ya era como mis compañeros de alto, aunque yo no tenía ni un solo pelo en el cuerpo ya estaba completamente desarrollado, se me había puesto un cuerpo muy bonito de nadador aunque seguía teniendo cara de niño. De hecho a día de hoy sigo sin ser peludo, cosa que antes me acomplejaba pero ahora me parece super práctica. En fin, mi profesor seguía comportándose conmigo como siempre, aunque me fijaba en él de otra manera muy distinta. Empecé a darme cuenta de lo atractivo que era, su pelo castaño claro, sus ojos verdes, lo musculadas que eran sus piernas peludas, del paquete que marcaba con esos shorts de piscina, lo grandes que eran sus manos y de como me miraba, cada vez que me sonreía algo se estremecía dentro de mi. Era mi último año en ese colegio y sabía que luego no lo volvería a ver. Cada vez que me hablaba, me miraba, un calor emergía de mi entrepierna. Yo todavía no me pajeaba, aunque sabía lo que era el sexo por escuchar a mis compañeros y verlos empalmados y pajeándose en las duchas.

Un día se presentó la oportunidad y la aproveché. Mientras me lanzaba a la piscina tropecé con otro compañero y me golpeé con el borde de cemento, haciéndome un corte en la cadera que pese a no ser muy grande empezó a sangrar. -Seguid y enseguida volvemos- dijo a la clase. Fue al inicio del entreno, así que mi profe me hizo bajar con él al despacho buscando algo para taparme la herida. Mi bañador se empapó de sangre y corría pierna abajo. -Eres un desastre- me dijo -Siempre te pasa algo- y sonrió mientras me acariciaba la nuca. -A ver sácate eso que vea bien la herida- yo sin dudarlo me bajé el bañador por completo quedándome de pie y el empezó se sentó en un banco a examinarme la cadera. El golpe había sido grande y se marcaba una ralla roja entre mi culo y mi costado, con un corte recto y rojo. Vi como se fijaba bien en mi cuerpo, mi rabo reaccionó y se puso morcillón, y aunque no tenía pelos, tenía un buen tamaño. Él no le dio importancia y sacó el botiquín, y con un poco de yodo empezó a curarme la herida. Pude ver que miraba mi cuerpo y le brillaban los ojos, y empecé a ver como su paquete palpitaba, creciendo dentro de aquellos shorts ajustados. -Te has dado un buen golpe- me dijo nervioso. -Te duele mucho?- me miro a los ojos descubriendo que yo le estaba mirando el paquete- Que? Bueno no, me duele aquí un poco y el culo. Supongo que me saldrá un morado- le señalé la cadera. Él terminó con el yodo y me examinó bien la cadera, dándome la vuelta y quedando mi culo a la altura de su cara. Me pasó las manos por mi cuerpo todavía mojado y apretó mi culo. -Te duele aqui?- yo me estremecí pero no fue de dolor, aunque él lo interpretó como un quejido. -Mejor te pondré crema desinflamatoria- sacó un tubo metálico y se puso una cantidad abundante en la mano, y empezó a masajearme la zona. Yo estaba empezando a tener una erección, notaba sus manos impregnándome de aquella crema que daba un efecto calor y sentía sus dedos cada vez más cerca de la entrada de mi culo, aunque no llegaban nunca a tocar la zona mi pene se puso como una roca. -Vaya, estamos contentos- me dijo riéndose mientras con descaro me miraba la polla. -Lo siento- dije avergonzado. -No te preocupes, a tu edad es muy normal, yo tenía erecciones todo el tiempo- se recolocó el paquete que mostraba un rabo totalmente duro encerrado. -Seguro que te matas a pajas- me dijo. -Que va, aun no lo he probado- le contesté nervioso. -Que dices? Pues tus compañeros ya se la pelan como monos, seguro. No piensas en chicas?- negué con la cabeza, él seguía con su masaje en mi cadera y mi culo, ahora de manera más intensa. -Nada de chicas eh...y chicos? Tranquilo que no diré nada- sonreí y le miré fijamente mientras movía mi rodilla tocando su paquete, que podía notar completamente duro en mi piel. -Me gustas tu- le dije. Él paró el masaje y se quedó congelado mirándome a los ojos. -No me digas eso, por favor- me dijo muy serio. -Se que no está bien, pero me gustas- le contesté. -Me gusta mucho como eres, como me tocas, sigue por favor- le dije cogiendo su mano sobre mi culo. Él dio un respingo, pero sin decir nada se levantó y cerró la puerta con llave. -De verdad quieres esto? Soy más mayor que tu...- me dijo acercándose y sentándose de nuevo delante mío.-Solamente me llevas diez años, tampoco eres un viejo- le dije sonriendo. -Quiero que sigas tocándome, por favor- le supliqué. Él sin decir nada se abalanzó sobre mi y empezó a besarme, pude notar su sabor dulce, siempre estaba comiendo caramelos de menta, y el contacto de su barba de tres días con mis labios me encantaba. Sus dedos se deslizaron entre mis glúteos y acariciaron mi agujerito haciéndome gemir.

Él empezó a besarme el cuello, a chuparme los pezones bajando por mi torso hasta mi pene lampiño, y empezó a mamarlo casi sin respirar. Sus dedos seguían explorando mi culo ahora entrando tímidamente dentro de mi, podía notar el efecto de la crema y como me abría para él. Jamás hubiera imaginado que aquello podía estar pasando. Yo le acariciaba el pelo mientras él me devoraba y mis rodillas chocaban contra su paquete duro. Tomé la iniciativa y le empecé a quitar la camiseta, él se levantó y le bajé el short liberando su polla dura, que rebotó delante de mi húmeda y deliciosa. Él era bastante peludo y su cuerpo contrastaba con el mío lampiño y aquello aún me excitó más. Abri la boca introduciéndome aquella verga que tanto deseaba, le agarraba de los huevos mientras él acariciaba mi nuca guiando mis movimientos. Yo deseaba hacer que se corriera, quería complacerle, pero él ahora ya tenía otros planes. Me hizo levantar y me dio la vuelta, se escupió en la mano y noté sus dedos entrando con firmeza dentro de mi, girando sobre si mismos abriéndome. Y yo sabía lo que venía después. Puso su polla dura contra mi y empezó a empujar. Yo sentí que me partía en dos pero disfruté cada centímetro que entraba. Ahora ya no era tan cariñoso, agarraba mi cabeza mientras me follaba co energía, podía sentir cada vaivén, su miembro entrando hasta el fondo y saliendo completamente de mi una y otra vez. Él jadeaba y estaba fuera de si, y yo simplemente gozaba de ser usado por aquél hombre que tanto me excitaba. Noté como algo caliente me llenaba mientras él me embestía con fuerza contra aquél banco de gimnasio, gemía y se vaciaba dentro de mi una y otra vez.

Al cabo de unos segundos, sus movimientos frenaron y la sacó, y noté como aquella leche goteaba entre mis piernas mientras yo seguía duro. -Ven aquí- me dijo agarrándome y empezó a mamar mi polla con gula mientras sus dedos volvían a llenarme, ahora explorando otra zona de mi cuerpo, tocando algo en mi interior que hizo que rebentara por primera vez de placer. Noté como él empezaba a tragar y supe que por primera vez estaba corriéndome y mi cuerpo se relajó por completo. Se acercó a mi y me besó, esta vez con ternura y me sonrió. -Esto jamás puede salir de nosotros, entendido? Va, vístete antes que alguien venga y vete a duchar, no creo que puedas seguir nadando- me dio un cachete en el culo se puso su ropa y se fue, dejándome solo. Sonreí. Jamás hablamos de aquello, y nunca más volvimos a quedarnos solos.