Con mi primo

Como descubrí el placer con mi primo

Esto me pasó hace algunos años. Más o menos, en plena efervescencia de las hormonas.

Solíamos ir a la playa la cuadrilla, y ya se sabe, veíamos a las chicas en bikini y nos poníamos a comentar, que mira esa que tetas, que esa que bikini más pequeño, la otra que buena estaba, y lo más de lo más, cuando alguna hacía topless, eso ya era despertar los sueños más húmedos.

Cuando nos íbamos, yo solía ir a casa de mi primo, que quedaba más cerca, nos duchábamos y salíamos a tomar algo hasta la hora de volver a nuestras casas.

Aquella tarde, sus padres habían salido a pasear, como solían hacer, y yo me metí en el cuarto de baño, y me desnudé para ducharme, cuando entró mi primo, desnudo también.

-Creí que habías terminado – me dijo.

-Todavía no he empezado, pero no pasa nada –contesté – espera un momento.

Sin quererlo, me fijé en su polla, muchas veces le había visto desnudo, pero no sé porque, esa tarde lo vi de otro modo. No era muy grande pero era gordita, morcillona, decíamos.

-Joder, ¿Dónde vas con eso? – le dije, señalando  su aparato.

-¿Te gusta? Es más grande que la tuya –dijo, mientras se acercaba y me la tocaba.

Era cierto, la mía era más bien pequeña.

En ese momento me entró una corriente eléctrica, y se empezó a empinar de un modo que lo tuvo que notar, ya que retiró su mano y me dijo:

-Hostias ¿Qué te pasa? ¿Te ha gustado?

Yo no sabía que decir, mientras veía como mi polla aumentaba de tamaño y se elevaba hasta ponerse casi horizontal.

-No sé qué me ha pasado.

-Yo si lo sé- Contestó mi primo, mientras me la cogía otra vez y bajaba la mano hasta que sobresalió el glande hinchado- esto te gusta ¿verdad? ¿Cuántas pajas te haces mientras piensas en las chicas de la playa?

No sabía que decir, porque tenía razón. Por las noches, en la cama, cuando pensaba en los cuerpos en bikini, en las tetas, en los culos que había visto, me masturbaba y tenía que limpiarme con los kleenex que siempre tenía a mano para la ocasión.

Mi primo seguía frotando mi polla, que se había puesto dura como una piedra, y miré la suya, notando como iba creciendo también.

-A ti también te gusta, por lo que veo ¿no?-le dije.

-Tócala, ya verás cómo lo agradece.

Dudé, nunca había pensado en pollas ni mucho menos en tocarlas ni nada parecido. Había oído lo que hacían los homosexuales, pero a mí me gustaban las chicas y nunca me había interesado nada de eso.

Con un poco de repelús, se la toqué, y noté como se ponía más dura.

La sentía entre mi mano, más gorda que la mía, y más, no sé cómo decirlo, más suave, y notaba como se iba endureciendo, hasta ponerse como una piedra.

Me gustaba. Me costaba admitirlo, pero me gustaba. Notaba mi polla también cada vez más dura.

Nunca había estado con una chica, bueno, digamos que algún beso y poco más, así que el que me tocaran de aquella manera me excitaba.

Mi imaginación voló hacia la playa, hacia las muchachas que había visto horas antes y que, en mi mente eran ellas las  que en aquel momento me acariciaban.

Comencé a frotar con más ganas la polla de mi primo, acompasando mis movimientos a los suyos. Notaba esa cosa dura y caliente entre mi mano, como vibraba, latía, a la vez que me venía un escalofrío, un golpe de placer, y me corrí.

Sí, me corrí. Un chorro de semen escapó como nunca lo había hecho. Espasmos de gozo recorrieron mi espalda. Y mi primo se rio.

-Mmmmm. Te ha gustado.

Yo no podía ni responderle, todavía estaba intentando respirar.

-Siiiii. Ha sido… ohhhh, muy bueno.

-Bueno, ahora me toca a mí, a ver si eres capaz.

Seguí frotando su miembro duro, intentando que me imitara, cada vez más rápido, más fuerte, arriba, abajo. Su glande asomaba rojo cada vez que bajaba el pellejo. Notaba su respiración, más intensa, había cerrado sus ojos, concentrándose en  su polla, hasta que por fin, estalló.

Otro chorro de semen saltó y manchó mi mano. La notaba pegajosa mientras seguía frotando, más despacio, notando los latidos de la sangre entre mis dedos.

Nos sentamos en el borde de la bañera, y durante un buen rato no nos movimos ni dijimos nada.

-Bueno, dúchate mientras limpio esto- dijo al cabo de un rato, y se levantó a limpiar el suelo de las gotas del líquido lechoso.

Me duché, salí del baño y me vestí. Al rato salió el, se vistió y como si no hubiera pasado nada, nos fuimos a tomar unas coca-colas.

Durante un tiempo no hablamos del tema, como si no hubiera pasado, seguíamos yendo a la playa, pero con la misma rutina de siempre.

Hasta aquel otro día.

Lo mismo, vinimos de la playa, fuimos a su casa, sus padres no estaban, y me dispuse a ducharme.

Solo.

Bueno, hasta que entró mi primo, desnudo, como la otra vez.

Volví a sentir esa cosa dentro de mí… más concretamente en mis testículos.

Yo estaba mojado de la ducha y me disponía a darme jabón, cuando él se metió conmigo.

Sentí su cuerpo desnudo, acercándose al mío, y mi polla empezó a ponerse dura otra vez.

-Te gustó la otra vez ¿a qué si?- me dijo, su boca al lado de mi oreja.

No supe que decir, pero me dejé hacer.

Se puso a mi espalda, pegando su cuerpo al mío. Sus manos recorrieron mi pecho, acariciándome. Fue bajando sus manos hasta mis caderas, y acercándose a mi vientre.

El calor inundaba mi cuerpo, y mi polla crecía y crecía. Notaba la suya detrás mío como se ponía dura también.

Sus manos empezaron a tocar los huevos, y rozaban el tronco que ya había llegado a su nivel más alto, queriendo descargar otra vez, recordando el acto pasado.

-Así también te gusta ¿a qué si? – me dijo al oído.

Yo solo podía balbucear, pendiente del dolor que tenía en la polla de lo dura que se había puesto.

-Sí, sí, sigue así, eso me gusta mucho también- contesté.

Mientras una de sus manos acariciaba mis huevos, la otra se adueñó del palo rígido en que se había convertido mi polla. Volviendo a frotar arriba y abajo, abajo y arriba. Yo ya no podía aguantar más y movía mi cadera ayudando a su movimiento hasta que otra vez escupió la leche.

-No aguantas nada, primo- Me dijo.

-Es que nunca había sentido esto -contesté- No te preocupes, no te vas a quedar con las ganas.

Me puse detrás de él, tal como habíamos estado, y comencé a masajearle los huevos, que notaba duros, de ahí pasé a su polla, que se había puesto también de un tamaño espectacular, y con las dos manos, pajeándole con ansia logré por fin que se corriera, con un suspiro de placer.

Y otra vez, como si no hubiera pasado nada, continuamos con nuestra rutina, ducharnos, vestirnos y salir a tomar algo.

La siguiente vez fue como si lo estuviera esperando. Llegamos a su casa y directamente nos desnudamos. Estábamos en su habitación, habitación en que yo había estado multitud de veces, pero aquel día notaba algo diferente, no sabría decirlo, pero notaba en el ambiente una sensualidad, una nueva experiencia.

Mi primo me cogió de la mano y me dijo:

-Te gustan las chicas, ¿verdad?

-Sí, claro –dije yo.

-Y te gustaría hacerlo con una chica, ¿no?

-Si –contesté, sin saber lo que tenía planeado.

Me empezó a acariciar, como las otras veces. Mi polla se puso dura rápidamente, imaginando lo que iba a pasar.

Mi primo seguía frotando, me estaba excitando cada vez más, tocando los huevos, la polla. Uffff, estaba realmente cachondo.

-Ven – me dijo, y me llevó a la cama.

Se tumbó boca arriba, y sin dejar de tocármela, me hizo tumbarme a su lado.

Se puso de lado frente a mí, y colocó mi polla entre sus muslos.

-Fóllame – Y mientras lo decía me empujó el culo para meter mi duro aparato como si fuera un coño rozando sus huevos, a la vez que se movía para darle más impulso.

Yo, que mi experiencia se reducía a ver pelis porno y poco más, empujé como si la estuviera metiendo en el coño de alguna de mis actrices favoritas de cine XXX.

Sacaba y metía y notaba su polla en mi vientre, dura como las otras veces.

Pero no estaba dispuesto a correrme rápido como las otras veces, así que cuando me vinieron las ganas, paré y le dije:

-Espera, ahora tu primero.

Me miró y me dijo:

-Sí, pero a mi manera.

Me hizo tumbarme en la cama y ponerme de espaldas.

Se puso encima de mí y me puso su polla entre mis muslos también.

Empezó a empujar, notaba su polla deslizándose entre mis muslos, sus huevos golpeándome, su vientre sobre mi culo. Tengo que reconocer que eso también me excitaba. Sentía que me follaban. Era una sensación única.

Mi primo iba cada vez más rápido, con más ganas. Daba la sensación de que lo había hecho más veces. Notaba su ímpetu. Sentía su placer, hasta que con un golpe, noté el líquido entre mis muslos. Fue tanta la sensación de gusto, que casi me corrí yo también.

-Fóllame- me repitió- tienes que terminar tú también.

Se puso boca arriba, para repetir lo que yo le había hecho, pero le dije:

-No, igual que tú.

Me sonrió, y se puso boca abajo en la cama. Vi su culo y noté una sensación de gozo.

Me coloqué como el, metí mi polla entre sus muslos y empecé a empujar.

Era algo maravilloso, mi polla se deslizaba entre sus piernas como si fuera por un coño húmedo, o al menos eso me imaginaba, pensando en las chicas que me gustaban.

La corrida fue sensacional, el semen inundó sus muslos y parte de la cama. Pero no pensaba en eso, el placer inundaba mis sentidos, y me sentía en el cielo, o algo parecido.

Sin decir nada, volvimos a lo de siempre, ducha, vestirnos y a la calle.

Pero yo solo pensaba en la próxima vez, soñaba con que mi primo me tocase la polla, y más de una noche me corrí solo con eso.

El siguiente fin de semana, que fuimos también a la playa, estaba como ausente, solo me fijaba en el bañador de mi primo, en coger su polla y hacer que se corriera a mi lado.

Cuando llegamos a su casa no perdí el tiempo, me desnudé y le ayudé a desnudarse. No había terminado cuando yo ya estaba cogiendo sus huevos y acariciándolos hasta notar como su polla crecía y crecía.

Empezaba a coger su tronco entre mi mano cuando me paró:

-Espera, hoy vamos a hacer otra cosa.

Me tumbó a su lado y fue bajando la cabeza, pasando la lengua por mi estómago, mi vientre, hasta que llegó a la pelambrera que adornaba mi pubis.

-¿Qué vas a hacer? –dije yo, notando una sensación extraña.

-Calla, y ya me dirás.

Con su mano en mi polla, acercó su boca hasta sentir su aliento sobre mi glande.

-No, no, eso no- Decía yo, susurrando, con miedo, pero no era miedo si no una nueva experiencia que me iba a marcar, o al menos eso creía.

Y lo hizo.

Puso su boca en mi glande, y lo abrazó con sus labios. Yo sentí que me venía un impulso por la espalda que me recorrió todo el cuerpo.

Su boca fue bajando poco a poco hasta tragársela entera. Ya he comentado que la mía no era lo que se dice un ejemplo de abundancia. Por esa razón le cabía en su boca, y encima la relamía con la lengua.

Yo nunca había pensado que me iba a hacer esto ya que me daba una especie de repelús. ¡Meterme una polla en la boca!, dios, eso solo era para los gays, y yo me consideraba muy hombre.

Pero el caso es que me gustaba. Sentía su boca como chupaba y la sensación de placer era intensa, sentir mi polla dura dentro de la boca de mi primo era lo más que había sentido hasta entonces.

Mi primo seguía chupando mientras que con la mano me acariciaba los huevos, eso hacía que no pudiese más.

-Yaaaaaaaa – le dije, apartando su cabeza para que el chorro se semen no le cayese, y aun así, unas gotas le cayeron sobre la frente.

-Me ha gustado mucho- Dije, con voz entrecortada.

-¿te atreves tú? –me dijo mi primo.

Yo no supe que decir, por un lado, el placer que me había dado era lo más, pero por otro lado, el meterme una polla en la boca todavía me echaba para atrás.

Mi primo vio que dudaba.

-Venga, no pasa nada, ya lo has visto – me miraba – no me iras a dejar así ¿no?

Era mi primo, era de mi familia, habíamos hecho muchas cosas juntos, y lo que había sentido hacia poco era como para poner un monumento.

Pero todavía había algo ahí, una especie de pecado.

Me acarició los muslos, subiendo poco a poco hasta mis huevos. Mi polla se había quedado flácida después de descargar su leche, pero sus caricias hacían que sintiese algo.

Al fin, el placer se impuso a mi vergüenza, y me agaché junto a su polla.

Se le había bajado, dado el rato que habíamos estado descansando.

La cogí y empecé a acariciarle, los huevos, su polla, hasta que noté como crecía en mi mano.

Con un poco de aprensión todavía, le besé el glande, y noté como se estremecía. Yo seguía acariciándola con la mano sin intentar más. Mi primo lo debió de notar, porque me dijo:

-Por favor.

Eso me convenció. Cerrando los ojos, introduje más su polla en mi boca.

La notaba caliente, y la forma de palpitar era indicativo de su placer.

Con la mano iba agarrando su tronco, subiendo y bajando, y con la boca sintiendo su dureza. Mi primo gemía  mientras me sujetaba la cabeza apretando más y más sobre su falo. Yo casi no podía respirar, al tener aquella cosa en mi boca, que casi no me cabía, de lo gorda que era.

De un empujón, me apartó la cabeza, justo a tiempo de ver un chorro de semen escupido por esa polla, que parecía un volcán en erupción.

Nos quedamos un buen rato tumbados, exhaustos, hasta que nos levantamos.

En ese verano no volvimos a ir a la playa, por lo tanto no hicimos más cosas.

El verano siguiente… bueno el verano siguiente es algo que da para otra historia.