Con mi mujer y su amiga en Japón

Al final mi mujer nos acompaña en Japón.

Con mi mujer y su amiga en Japón

A Cristina no le dije nada. Sólo la invité a que viniera conmigo de viaje a Tokio para, cuando llegamos allí tras un maravilloso viaje en avión, la llevé a la casa que mi empresa había puesto a mi disposición allí. La casa era impresionante y ella sólo me sonrió y besó después cuando entró al comprender la noticia. Sin más repasamos la casa y acabamos en la terraza mirando las increíbles vistas de la ciudad. Cristina miraba embelesada el mar de luces de neón y rascacielos con sus brazos apoyados en la barandilla mientras yo detrás de ella, le bajaba las bragas hasta los tobillos, abría ligeramente sus piernas y me la follaba ya por fin como mi mujer y mi puta.

La follaba despacio pero profundo, disfrutando a la vez del maravilloso coño de Cristina, el tacto de su culo, sus gemidos a veces suaves a veces animales y las vistas de Tokio. Me acerqué a su oído y la susurré:

–      “¿Te gusta la sorpresa putita?.”

–      “Me gusta más tu polla dentro de mí maridito…” Me contestó la muy lanzada mientras pegada aún más su culo contra mí y seguía ella el movimiento de atrás adelante follándome mientras yo me queda quieto.

En ese momento sonó mi móvil y ella paró, pero tras ver en la pantalla quién llamaba la indiqué con la mano que siguiera follando mientras contestaba al teléfono:

–      “¿Sí? ¿Isabel?…” Me sorprendió que mi ex-mujer me llamara después de lo ocurrido y además tan pronto.

–      “Hola maridito… ¿qué tal el viaje?” Preguntó mientras seguía follando por detrás a Cristina.

–      “Bien Isa, todo bien. ¿estás bien?” Por qué me había llamado maridito.

–      “Sí, no te preocupes todo bien. ¿Estás con tu putita?”

–      “Qué?” Estaba alucinando con mi ex mujer. Cristina notó mi sorpresa cuando paré y decidió salirse de mí y me susurró en al oído que hablara con ella. Entré de nuevo a la casa y me senté en el sofá. Cristina me siguió, se arrodilló delante de mí y se metió mi polla en su boca mientras me miraba directamente a los ojos.

–      “¿Qué si estás con la zorrita de Cris?” De repente comprendí que la amistad entre ellas durante años había acabado por confesarse todo o parte del cambio sufrido en Nueva York. Cómo no sabía hasta dónde conocía mi ex mujer decidí seguirle el juego.

–      “Sí cariño, estoy con ella. De hecho, cuando has llamado me estaba follando su precioso coño y ahora me está comiendo la polla mientras hablamos la muy zorrita”. Le solté.

–      “¿Te la come bien maridito? Sí te la come la mitad de bien de lo que se comió mi coñito la semana que pasada seguro que te correrás en seguida mi amor.” Esto mejoraba por momentos. Cristina, que podía oír nuestra conversación a través del móvil, se sacó la polla de la boca y sin dejar de pasar su lengua por toda su longitud asentía las noticias de mi ex mujer.

–      “¿No te ha contado nada maridito?” Siguió mi mujer ante mi silencio. “Había notado cosas muy raras en ti y en ella desde que volvisteis de Nueva York y después de preguntarle varias veces la semana pasada vino a casa a tomar un café y al final se abrió, literalmente, ante mí”.

Cristina dejó mi polla, se incorporó y se desnudó completamente. Se sentó a horcajadas encima de mí y dirigió hábilmente con su mano la polla en la entrada de su coño y se la metió de golpe. Me follaba lentamente y tan pegada a mí que me quitó el móvil suavemente y habló con mi mujer:

–      “Hola Isa cariñooooooo”.

–      “Hola putita, ¿te lo estás follando ahora?”

–      “Síiii, ya te dije que tu marido es irresistible y que su pollón me vuelve locaaaaa. Sigue así mi amor, sigue así mariditoooooo”

–      “Pásame con él mi amor” Le ordenó mi ex mujer.

Cristina me pasó de nuevo el móvil con mi polla entera dentro de ella.

–      “Maridito, tu putita vino la semana pasada a casa a tomar un café y desde el principio aquello me pareció una despedida” Me contaba mi mujer mientras Cristina se contorneaba encima de mí follándome cada vez con más fuerza. Cris estaba chorreando y con mi mano libre la apreté el culo hasta casi hacerle daño. “Me empezó a contar que había sido una buena amiga para ella pero que ahora entraba en una nueva etapa de su vida y que quería dejar atrás el pasado. Me arriesgué y le dije que lo entendía, que ya lo sabía casi todo y que fuera feliz.”

Mi mujer me siguió contando lo que le contestó Cristina:

–      “¿Sabes lo de Nueva York?” Le preguntó Cristina.

–      “Sí” Le mintió Isabel.

–      “¿Sabes todo? ¿Todo?”

–      “Más o menos. Sé lo de mi marido y tú” Se arriesgó mi mujer.

–      “Isabel no me arrepiento de nada de lo que pasó y ha pasado. No lo siento.” Repuso tranquila y algo orgullosa Cristina.

Isabel me contó que ambas estaban sentadas frente a frente y que Cristina vestía un vestido ajustado y algo corto que realzaban sus piernas juntas. Isabel vestía unos vaqueros ajustados y una camiseta blanca ajustada y para sorpresa suya no sentía rencor hacia su amiga o su marido sino mucha curiosidad por lo sucedido.

–      “Te respeto Cris, aunque tú no lo hicieras. Cuéntame tu versión por favor.” Le pidió mi mujer.

–      “¿Mi versión? ¿Quieres que te cuente cómo tu marido y yo nos enamoramos?”

–      “No, quiero que me cuentes cómo os enamorasteis. Lo que quiero que me cuentes es cómo follasteis a mis espaldas en Nueva York” Le espetó mi mujer a Cristina mientras notaba calor en su entrepierna y cómo Cristina se agitaba ligeramente encima del sofá. Cristina esbozó una sonrisa muy escondida y decidió entrar en el juego de su amiga.

–      “Amiga mía, tu marido me folló con su preciosa polla en Nueva York. Me folló el coño, mi culito y la boca todo lo que pudo. Me folló en el suelo, en el sofá, en el baño, en la cama. Me metió mano prácticamente desde que salimos y casi no me ha quitado la mano encima desde entonces.” Cristina estaba tan caliente por su confesión y los recuerdos que tuvo que abrir sus piernas dejando ver a su amiga sus braguitas empapadas.

Mi mujer me confesó al teléfono que la confesión de su amiga le pilló por sorpresa, pero que lo que más le sorprendió fue su excitación al mirar las bragas de su preciosa amiga delante de ella mientras le contaba cómo había follado con el cerdo de su marido. Sin ningún pudor, mi mujer se reclinó en su sillón, se desabotonó los primeros botones del vaquero y se metió la mano por dentro de su tanguita hasta poder acariciarse los labios mojados de su coñito mientras le preguntaba a su amiga:

–      “¿Te gustó la polla de mi marido putita?”.

–      “La verdad es que me comporté cómo una auténtica puta amiga, pero a tu marido le encantó.” Cristina también estaba tan caliente que se subió el vestido hasta la cintura, se bajó sus bragas más allá de los tobillos mientras sacaba una de sus piernas de ella y se abría completamente de piernas para que su amiga pudiera tener una visión perfecta de su coñito reluciente. “La polla de tu marido me gustó en cuanto se la palpé por encima en la habitación del hotel, el muy guarro llevaba empalmado desde que me metió mano a gusto en el avión.”

–      “Qué cabrón! ¡Qué ganas te tenía que tener putita” Mi mujer ya no podía disimular su excitación y también se desprendió de los vaqueros pero dejó su tanguita puesto corrido a una lado de su coñito mientras se metía ya un par de dedos completamente. Los labios vaginales de su amiga la tenían hipnotizada.

–      “Sí, me tenía empapada desde que empezó a meterme mano. Me tenía tan salida que no aguantamos ni el primer día entero sin acabar follando cómo animales en el suelo de la habitación, sin que me metiera esa preciosa polla en la boca ni que saboreara mi coño hasta llevarme al orgasmo” Cristina también se masturbaba ya acelerada mientras miraba a su amiga hacer lo mismo. Intuyó lo que los ojos de su amiga le decían y se levantó, se colocó justo delante de ella y siguió acariciándose por encima de su clítoris.

–      “Ahhh Cris, así es que este es el coñito que mi marido se ha estado follando….” Le comentó mi mujer en voz baja. Acercó su cara delante del sexo de su amiga de toda la vida y disfrutó de un olor fuerte que acabó por enloquecerla. Al mismo tiempo descubrió unas gotas blancas brillando en la entrada del coño de su amiga y al instante comprendió. Sacó la lengua y recogió los restos de semen de su marido.

–      “Así, cariño así, cómete el coño que se acaba de follar tu maridito. ¿Sabes? Hemos quedado para comer juntos, pero casi no nos ha dado tiempo porque de camino al restaurante en el coche, el muy guarro ha parado en un parking, se ha bajado hasta la planta más remota y allí le he follado con todas mis ganas, botando sin parar encima de él, sin ni siquiera quitarme las bragas, y me he corrido patas abajo mientras me llenaba entera con su leche y yo vendría manchada entera de él a tomar café con mi amiga”. Cristina apretaba la cabeza de su amiga contra su coño y notaba cómo Isabel se esmeraba por darle placer y recoger hasta la última gota que salía del semen de su marido. “Así cariño, así, chupa que vas a hacer que me corra otra vez hoy”.

La confesión de mi mujer y la tremenda follada que me estaba dando Cristina encima de mí me iban a provocar un tremendo orgasmo que Cristina notó estaba cerca y acelerando sus movimientos me susurró al oído: “Yo primero mariditoooooo”. Y se corrió encima de mí sin ningún recato en gemir cuanto quiso, me pareció que incluso más para que mi ex mujer la oyera bien:

–      “¿Ya se está corriendo esa putita? Así se corrió encima de cara mientras le comía el coño la semana pasada. Dios, me encantó su sabor y sus gemidos mientras me apretaba fuerte la cara contra su coño. ¿Tú no te vas a correr mi amor?”. Me preguntó mi mujer a través del teléfono. “Venga maridito, córrete a gusto para mí, llénala entera de ese semen tan rico, vamos mi amor”.

Y me corrí. Hicieron que me corriera como hacía mucho tiempo, me vacié dentro Cristina con ganas mientras ella reducía poco a poco el ritmo y disfrutaba con mi leche dentro. La estampé un beso en la boca que duró varios minutos y la magreaba bien el culo y sus tetas mientras mi mujer seguía explicándome, ahora por el altavoz, cómo terminó la tarde.

–      “Nada más correrse encima de mí la putita de Cristina, se bajó primero a mi boca para devorarme literalmente los labios y la lengua todavía con sus fluidos y restos de tu semen, luego para decirme que iba a sentir lo que mi marido sentía cuando te comía la polla y más tarde se enterró en mi coño y me hizo sentir, además de una auténtica guarra por dejar que mi amiga, que me había quitado a mi marido, me hiciera correr una y otra vez como una perra con sus labios en mi clítoris”. Interrumpió su voz unos segundos y volvió otra vez. “Ahhh, me corroooooo, sí, qué biennnnnnnn. Adiós maridito, adioooooooos putaaaaa”. Y colgó.

Mientras Cristina y yo nos recuperábamos de la tremenda follada y yo particularmente de las noticias, acabó por contarme todo lo que sucedió aquella tarde. Me dijo que sólo había ido a mi antigua casa para pasar un último rato con Isabel, pero que la notó rara desde que llegó. Que ambas se empezaron a excitar hasta el punto de empezar cómo me acaba de contar mi ex mujer. Lo que no me había contado Isabel fue que se pasaron la tarde juntas, desnudas completamente, entre la cama, el baño y la cocina mientras disfrutaban de una botella de vino todavía en bolas y acababan comiéndose el culo la una a la otra en un 69 hasta volver a correrse antes de despedirse.

Cristina me contó que mi mujer no estaba nada resentida y que de hecho acababa de descubrir sensaciones nuevas que la liberaban como mujer. Cristina también me confesó que ambas hablaron de mí, de mi personalidad, de mi forma de acariciar, de follar, de meter mano, de hablar y de mi polla. La visión de mi ex mujer en aquellas circunstancias y el cuerpo desnudo de Cristina al lado, hizo que me volviera a empalmar, la coloqué en el suelo de moqueta tumbada boca abajo y la follé por detrás hasta que volvimos a corrernos y nos fuimos a descansar.

Pasaron varias semanas y ambos estábamos encantados en Japón. Yo trabajaba y viajaba mucho pero siempre conseguía sacar tiempo para estar con ella por las noches, cuando me acompañaba a los viajes o los fines de semana. Estaba claro que nuestros cuerpos se necesitaban el uno al otro porque no dejamos de follar con la misma intensidad ni pasión que el primer día.

Cuando llegaba a casa por las noches y ella ya estaba dormida, lo hacía sobre la cama completamente desnuda para que la despertara para follar. Me ponía al lado de ella en la cama mientras todavía estaba desnuda, me desvestía lentamente mirando su perfecto cuerpo, y una vez ya desnudo, le pasaba la lengua por sus pechos, por su coñito o por su culo hasta que se mojaba a veces sin despertarse del todo y la follaba despacio primero pero con fuerza cuando ya despierta colaboraba y se desataba en la follada mientras me decía:

–      “Hola maridito, ¿qué tal tu día? Ahhhh, sí, fóllame así que llevo pensando en tu polla todo el día….”.

Si salíamos a cenar, a veces ni aguantábamos hasta el restaurante y acabábamos, en la parte de atrás del coche mientras conducía el chófer, con mi polla en sus manos y su boca mientras yo la metía mano a placer en su encharcado coño. No salíamos del coche hasta que me corría en su boca y ella mojaba mi mano y el asiento del coche.

En las cenas o fiestas de empresa en las que nos juntábamos con mi jefe y su mujer ni una vez faltó la incitación de ella. El ritual siempre era parecido, Cristina y ella se hacían inseparables, Cris empezaba a mirarme y luego se acercaba a mí, me comentaba en castellano que fuéramos al baño y allí echábamos un polvo rápido pero intensísimo. Me corría en sus bragas o en medio de sus piernas y cuando salíamos Cris siempre entregaba algo a la mujer de mi jefe que suponía se trataba de parte de la muestra de mi corrida. La japonesa siempre me dirigía la misma mirada de asentimiento y complacencia.

Había pasado más de un año cuando después de un largo de viaje por Asia volví a casa un viernes a media tarde y no me esperaba la visita que teníamos. Allí estaba mi ex mujer Isabel y su lado en el hall de la casa Cristina. Me sorprendió ver a Isabel, sabía de ella porque a veces habíamos hablado desde que me fui de España y que Cristina hablaba con ella muy a menudo porque seguían siendo amigas, de hecho siempre había sospechado que le mantenía al tanto de nuestra vida íntima.

Cristina no parecía la misma. Llevaba el pelo suelto y bastante más rubio que la última vez que la había visto. Estaba también más delgada y sus ojos al verme brillaron de una forma intensa y especial. Con la sorpresa aún no me había dado cuenta de que ambas vestían únicamente las bragas de cintura para abajo y que varios de los botones de la camisa de Isabel estaban desabrochados. Cristina se acercó a mí y dándome un beso en los labios me dijo:

–      “Mira quién ha venido a vernos maridito…”. Yo seguía callado. “Lleva meses diciéndome que echa demasiado de menos tu polla… y mi coñito al parecer la muy guarra. Y yo también el suyo maridito.” Me seguía hablando Cristina mientras Isabel y yo nos mirábamos y Cristina me manoseaba por encima del pantalón la polla. “Los dos hemos pensado que se podía venir a vivir con nosotros, siempre que a nuestro maridito le parezca buena idea…”.

¿Buena idea? Me quité la chaqueta mientras Cristina me desataba el cinturón y dejando caer el pantalón y los boxers sacaba mi polla y me la acariciaba con toda su mano. Acabé por quitarme la camisa y sin quitar los ojos de Isabel veía cómo ella también se había quitado su blusa y sujetador y se bajaba hasta los tobillos las bragas. Estaba espectacular.

Se acercó a mí ahora los dos desnudos mientras Cristina a mi lado seguía haciéndome una paja. Me besó cómo si fuera la primera vez que lo hacíamos y aproveché para acariciarla el coño a mi antojo para comprobar que estaba empapado. Sin más preámbulos nos abrazamos dejando a Cristina a nuestro lado, ella pasó sus brazos por encima de mis hombros rodeando mi cuello y yo la cogí el culo sujeto con ambas manos. Sin apenas dificultad y allí mismo de pie sobre la moqueta de la entrada a la casa la levanté, me rodeó con sus piernas la cintura y la dejé caer sobre mi polla. Gritó sin pudor cuando sintió mi polla completamente dentro de ella.

Definitivamente Isabel había cambiado. Follaba con una pasión desconocida para mí, notaba cómo disfrutaba con cada centímetro de mi polla. A mí me tenía completamente salido, el culo de mi mujer entre mis mano, su coño rodeando mi polla de arriba abajo y la visión de Cristina a nuestro lado con cara de excitación y consentimiento hacían que perdiera la cabeza. Follé a mi mujer con fuerza mientras se mezclaban sus gemidos y gritos. Quería follarla más y más.

La apoyé contra el suelo sin sacar mi polla de dentro de ella y sujetándole las manos la follé con todo lo que me quedaba. A veces rápido, a veces lento pero fuerte dentro de ella. Ella se dejaba a hacer con cara de placer siendo prácticamente violada por mi polla y mi cuerpo. Ya sólo se oía el choque nuestros sexos mientras la follaba con Cristina al lado nuestro todavía con la camiseta y bragas pero con sus dedos frotando sin parar su coño sin perder detalle. Noté cómo me correría en breve y fue entonces cuando Isabel se sintió libre y me imagino feliz que liberó toda la tensión que habría acumulado en este tiempo y explotó en un larguísimo orgasmo que disfrutó contorneando su cuerpo con mi polla dentro hasta que acabó por sacarme hasta la última gota. La inundé entera de semen mientras decía:

–      “Cariño, te había echado tanto de menos…, tu cuerpo, tu polla y tu leche caliente dentro de mí, graciassss Cristina, me ha encantadooooooo. Gracias a los dos….. Ahhh, me quema tu semen dentro de mí”. Decía mientras mi leche le resbalaba por los muslos.

Nos recompusimos los tres y ya también desnuda Cristina nos sentamos en el sofá. Hablamos y hablamos sobre nosotros, aunque sin hacer planes para el futuro. Los tres teníamos claro que Isabel se quedaría con nosotros. Mientras hablábamos yo sentado en el sofá con Cristina a lado mío pegada e Isabel en el sillón de en frente a nosotros con las piernas abiertas, Cristina y yo no parábamos quieto y tan pronto me masturbaba la polla de nuevo enhiesta por la visión de aquellas dos mujeres como me la mamaba con delicadeza cuando la conversación se lo permitía. Sin decir nada, en un momento de la conversación, se subió encima de mí y me folló como tantas veces lo habíamos hecho en la intimidad pero ahora con Isabel delante masturbándose para nosotros.

Fin.