Con mi hermana 8

Mis pulgares se perdían entre sus nalgas. Las separé para enseñarles el agujero del culo. El chico se revolvió en la tumbona. Deslicé un dedo hasta el ano.

Con mi hermana 8

El premio de papá

por Ramón Fons

Papá y su despacho de arquitectos ganaron un premio que concede una prestigiosa revista del gremio. La entrega se hacía en Calpe, a escasos kilómetros de Benidorm, en un pequeño hotel.

Nos instalaron en la habitación 304. Digna. Amplio balcón con vistas a la piscina. El edificio formaba una uve V. A los dos lados se situaban las habitaciones con sus respectivas terraza y en medio una pequeña piscina rodeada de tumbonas y una barra de bar disfrazada de cabaña tropical. Total, nada del otro mundo pero tranquilidad sí había. A los papás les tocó a dos puertas de la nuestra.

La idea era que mi hermana y yo fueramos a nuestro aire por el hotel. A la comida, la cena , la entrega y demás no teníamos que asistir.

El bikini de mi hermana era de triángulo en cortinilla que se puede ajustar a gusto o necesidad, en color rojo vivo. Yo un Meyba verde.

Nos tumbamos cerca del bar. Pocos clientes en la zona. Un chapuzón, un poco de sol y nos dirigimos a la barra de bar a por unos refrescos. Charlamos con el barman. Unos treinta y pocos, bajo la camiseta negra con el logotipo del hotel se adivinaba un cuerpo interesante. De regreso a las tumbonas vimos que habían ocupado con unas toallas las tres tumbonas de enfrente, a nuestros pies.

  • Con lo de espacio libre que hay y se ponen a tocarnos los pies. Refunfuñé.

A los pocos minutos salieron del agua los ocupantes de las tumbonas. Dos hombres de unos cuarenta y algo y un chico de dieciocho o veinte.

Saludaron al tumbarse mientras saboreaban aquellos apetecibles pechos, aquellas interminables piernas, aquellos ojos negros bajo unas cejas perfiladas, aquel pelo azabache cortado a lo chico. Mi hermana les correspondió con una sonrisa al aire. Yo no levanté la vista.

Mi hermana estaba tan relajada que la creí dormida. Las oscuras gafas de sol no me dejaban ver sus ojos.

Los de enfrente volvieron al agua. Mi hermana no dormía. -Me pones crema.

Me senté en mi tumbona y esparcí un reguero de bronceador sobre la barriga llenando el gracioso ombligo. Comencé a dar un cariñoso masaje sobre el bronceado torso. Subí por él llegando a los pechos. Puse las manos dentro del bikini y jugué con sus pezones. Ella respingó la espalda.

Estábamos poniéndonos calientes. Mi polla luchaba con el Meyba. Los vecinos regresaron del agua y se tumbaron boca a bajo y con disimulo observaban mis quehaceres. Paré el masaje.

-Ya lo sé, cariño. Sigue. Como si estuviéramos solos- dijo intuyendo el porqué de mi parada.

Casi me corro.

Volví a rociar de crema, esta vez entre su ombligo y la braguita.

Con una mano fui frotando el vientre. Al tiempo que su espalda subía y bajaba siguiendo mi ritmo. Le puse unas toallas dobladas bajo la cabeza para que viera lo que estaba haciendo y que los de enfrente no perdían detalle. Deslicé la mano desde el ombligo bajando hasta introducirla dentro de la braguita y moví los dedos de un lado a otro. El niño se puso gafas de sol. Los adultos ya las llevaban, yo también. Nadie veía que miraban los demás pero todos seguíamos mis dedos.

Con la otra mano tiré de la braguita hacia el ombligo lentamente. Fui introduciendo la tela dentro de la raja y descubriendo sus labios perfectamente depilados y brillantes. Rocié con más crema por encima de la tela y al mojarse pude convertirla en un cordón. Separé la tela dejándola a un lado enseñándoles el coño de mi hermana.

Me hubiera gustado que lo tocaran. A ella también le hubiera gustado. Respiraba agitada. Sus pechos subían y bajaban.

Les dejé el coño totalmente a la vista y subí las manos a los pechos. Corrí los dos triángulos del biquini dejando las dos tetas al descubierto. Volví a embadurnarlas con la crema. La esparcí sobre ellas.

Dibujé círculos con la crema que luego extendí. Pellizqué los pezones y ella se arqueó. Apreté sus pechos y resbalaban entre mis dedos.

El barman se nos acercó. Detrás de mí estuvo unos segundos admirando aquella obra de arte con las tetas y el coño al eire. Todo brillaba al sol. Con la voz temblorosa nos dijo que las normas no permitían el topless en la piscina. Su bulto en el pantalón me decía que no compartía las normas.

-Pero la norma dice algo del tamaño de las braguitas del bikini? - le pregunté señalando con un dedo y con la otra mano esparciendo restos de crema que le quedaban en los labios vaginales.

-No, no señor.

-Entonces esta braguita braguita estás permitida?

-La norma se limita al topless.

-Dio media vuelta sin contestar y regresó a la barra.

Corrí los triángulos dejando cubiertos sólo los pezones a punto de reventar. Asomaban las contraídas aureolas por ambos lados.

Dejamos todos de sufrir un rato.

Excepto mi hermana que ronroneaba de excitación. No dejaba de moverse en la tumbona.

-Vé a por unos refrescos más. Desahógate con el chico de la barra.

Al levantarse tiró de la braga hacia arriba todo lo que pudo. Le separó las nalgas y los cuatro labios del coño. A paso lento e insinuante, removiendo cadera se paró a unos metros del barman.

-Así te parezco adecuada para estar en la piscina?

-Que le pongo. Preguntó

-Cachonda, que no lo ves.

-Mire señorita. El uniforme me obliga a guardar la compostura con los clientes.

Mi hermana boca a bajo con la braga aún metida en el culo me pidió que la embadurnara de crema todo el culo y que no tuviera piedad.

-Sin miramientos. Ponme todos los dedos. Quiero que vean como me haces correr.

Su voz resonó en la piscina. Los vecinos de abajo rodaron en las hamacas cogiendo posiciones y ajustando gafas de sol. Monté sobre ella con las rodillas apoyadas junto sus caderas y de cara a su culo y a los vecinos. Le enrollé la braguita bajandola hasta medio muslo. Estrujé el bote de crema solar en sus nalgas. Comencé un masaje esparciendo la crema. Mis pulgares se perdían entre sus nalgas. Las separé para enseñarles el agujero del culo. El chico se revolvió en la tumbona. Deslicé un dedo hasta el ano. Dibujé un circulo y respingó la espalda. Ahora eran dos dedos que jugueteaban con el sonrojado agujero. Se los metí hasta el tope. Luego separé sus labios menores. Le abrí el coño mirando como se lo comían. Claramente se apreciaban los jugos en el encharque de la vagina. Mientras miraba al público jugué estirando los hilillos espesos que se pegaban a mis dedos, dejando coño y culo al aire. La dejé así un buen rato.

Levanté la mirada y descubrí dos de las terrazas de enfrente con gente tomando el aire. Creí ver unos prismáticos.

Rechinaron las hamacas de abajo. Volví a estrujar el bote de crema en sus dos agujeros y sin más espera cerré el bote con el tapón y a modo de cosolador jugueteé primero por encima y luego por dentro. Lintroducí el bote y la follé hasta que ahogó los gritos del orgasmo. Los seis ojos escondidos tras las gafas de sol jadeaban como mi hermana. Creo que con la mano que escondían bajo el cuerpo se tocaban las pollas como podían.

El muchacho parecía levantar tímidamente la mano libre como ofreciéndome ayuda.

El barman se acercó y agachándose murmuró algo al oído de mi hermana. Ella se dio la vuelta hasta quedar sentada en la tumbona cortando el espectáculo.

-Tengo hambre. Ducha y al restaurante – dijo

Una camiseta amarilla algo larga, cuello y mangas holgadas. Tanga a juego.

Yo un pantalón granate y polo blanco.

El restaurante que nos tocó era bufete libre. Una discreta disposición de entrantes, principales y segundos. Los postres, aún más discretos, al fondo del pequeño salón.

Ya en la mesa comentando calidades llegaron los tres vecinos de las tumbonas. Veteranos por su actitud. Directo al montón de platos limpios. Yo los busqué unos minutos. Con rapidez encontraban las viandas y ...en qué mesa se pusieron? Pues sí. Lo adivinaste.

Ahora no saludaron. El joven lo hizo con la mirada. Mi hermana con un guiño.

Estábamos más en su conversación que en la nuestra. Los dos mayores vestían camisetas negras con la palabra STAFF. Supuse que del evento de los premios. El chico no. Un polo verde con jeans. Sería el hijo de uno de ellos, pensé.

Nos levantamos a bucear entre los postres. Tarta de whisky, de Santiago, fruta del tiempo, yogur y cafetera sel servicie con botón.

Un poco seca la de Santiago. El vino dulce se lo bebió ella.

Me llamó la atención el discurso del chico. Parecía un entendido del universo. Que si Mercurio. Que las lunas de Saturno y no sé que más. Decía que siempre viajaba con un catalejo. El mayor de ellos le tomaba el pelo con el tema del catalejo.

-ya me imagino para que quieres tú el prismático ese – decía.

-tu madre está un poco harta del aparato

  • sí tío, pero mamá está harta de todo lo mío – respondió el chico

Al oir aquella conversación quedó claro el parentesco.

Miré la hora, las 14 y mi hermana tenía sueño.

Mi hermana entró en el baño. Me desnudé. Abrí la cristalera de la terraza. Una brisa marina refrescó la habitación. Las finas cortinas volaban formando figuras que recordaban hogueras. Paz si que había. Era la hora de la siesta, además.

mi hermana se pegó a mí por la espalda y me arrastró hasta la cama. Nos tiramos en ella y comenzó a besarme como una posesa. Me agarraba los testículos con fuerza. Giró y me puso su sexo en la boca. Comenzaba un sesenta y nueve. Pasé la lengua apretando el clítoris, sabía que de entrada eso le encanta, mordisqueaba la capucha y la lamía. Salió. Ahora golpecitos suaves ahora más fuertes hasta que suelte el primer gemido. Es la ventaja de conocerse, sabemos como nos gusta y las reacciones que provocaremos. Ella la entraba y sacaba apretando con la lengua al llegar al frenillo. No sé, quizá cinco minutos duró aquel maravilloso suplicio.

Descansillo y fui al servicio. Al regresar a la cama la vi espatarrada masturbándose. Quise ayudarle y apartó mi mano. Segundos después rompió con un orgasmo de yegua. Quedó inmóvil unos segundos, volvió al servicio. Oí la ducha. Salí a la terraza. La brisa era suave. De repente entendí el orgasmo brutal de cara a la terraza.

Me coloqué como imaginé que ella querría que me colocara. Me volvió a poner la polla tiesa a base de mordiscos y chupadas. Lo consiguió. Otro orgasmo con otra inmensa corrida.

Me montó pegando su cuerpo al mío y levantando el culo al máximo. Puso la punta de mi capullo en la entrada de su coño y poco poco lo introdujo y sacó de nuevo. Repitió la operación muchas veces. Nos gusta a los dos de esa manera. Notaba como cada embestida. Gimió, con sus dedos me apretó los hombros. Le llegó otro orgasmo. Bajó de encima y volvió al sesenta y nueve. Comí y bebí más que en la comida. Se esmeraba en la clase que estaba dando. Nadie se la debió comer así, despacio, muy despacio. Ahora sólo el capullo. Ahora la lengua recorre todo el tronco. Ahora mordisquea el frenillo. Ahora me chupa el culo y los huevos Ahora me corro como un loco. Ella deja una salpicada al aire para que se vea que me estoy corriendo a la vez que levanta la cabeza y comprueba que el chico no ha abandonado el catalejo. Le guiña un ojo. Ahora con la cabeza muy inclinada, de lado para que se viera mejor, introdujo mi polla en su boca y la siguió chupando lento, muy lento, hasta que volví a estallar en otro orgasmo con otra inmensa corrida. Le llené la cara de leche. Un impacto le cerró un ojo. Mirando con el otro ojo al catalejo se relamió los labios y con el dedo meñique recogía el semen que llegó a sus pechos. Esperé a que terminara y con la lengua le limpié el ojo empañado.

La ducha siempre es reconfortante. Los beso que nos dimos bajo el chorro de lluvia, inolvidables.

Propuso hacer tiempo en la piscina.

Llegamos y no había nadie en la zona, ni el camarero. Nos tumbamos en las mismas que en la mañana. La brisa desapareció y el calor volvía a apretar. Minutos después era inaguantable. Fui al bar del restaurante a por algo de beber. Al volver a las tumbonas mi hermana no estaba. Me tumbé, bebí y esperé.

Oí chapoteo en el agua y me incorporé para tener mejor visión de la piscina. mi hermana dándose un baño - pensé.

No la veía. Me levanté y acerqué al borde. Allí estaba.

-Molesto. Pregunté

-Tu nunca molestas. Es Carlos. El es Román. Mi hermano - añadió

Mi hermana tenía las tetas fuera de los triángulos y la polla del chico del catalejo cogida con una mano fuera del bañador. Carlos una mano dentro de la braga de mi hermana moviendo los dedos como un loco.

Me senté junto a ellos y observé como flotaba Carlos haciendo el muerto y mi hermana comiéndole la polla. El chico duró poco. Se corrió en las manos de mi hermana que le dio a lamer. El chico apartó la cara y volvimos a las tumbonas. Carlos subió escaleras a riba a contarle a su tío y al compañero que se la habían chupado. Ellos le dirían que ya lo vieron desde la terraza.

Acabó el fin de semana de la entrega de premios. Cuando esperábamos en la recepción del hotel a que mamá se despidiera del socio de papá aparecieron los técnicos del STAFF con Carlos.

-Vaya vaya, si ha venido el hombrecito – dijo papá acercandose al chico.

Mi hermana y yo nos miramos con cara de bobos.

-Os presento a Carlitos, el hijo de mi socio y a su tío Fernando.

Fernando alargó el brazo y le dió una apretón de manos a mi hermana

Mucho gusto conocerte – dijo

-Carlitos, dele un beso a esa chica tan simpática.