Con mi hermana 1
Mili tenía más pelo en el pubis y en los labios. Me gustaba juguetear con ellos. Mi hermana ya me la chupaba con algo más de gracia. Le indique algunos consejos para que me gustara más. Lo hizo.
Con mi hermana 1
...y la vecina
Ramón Fons
Crecimos como hermanos. Ella, su hermana, la mía y yo ibamos a todas partes juntos. Las familias se avenían y compartíamos una masía los fines de semana y en vacaciones.
Mi hermana, dos años menor, era delgada, pelo negro corto a lo chico, de piel oscura, lábios gruesos y sensuales, poco pecho y pezón minúsculo.
Mili, de la edad de mi hermana, tenía el pelo rizado y oscuro que le caía en los hombros. El pecho en la medida justa para no ser excesivo. Ni delgada ni no. Labios finos.
Su hermana era más mujerona y dos años mayor que yo. Más alta, más peso y mucho carácter.
Yo era alto y atlético. Jugaba a balonmano en la categoría de juveniles. Ojos verdes, castaño claro casi rubio. Nada que ver con mi hermana. Yo salí a mi madre y mi hermana al batanero, bromeaba siempre papá.
Al pasar los años, entre nosotros la relación se fue enfriando. Nos veíamos muy poco. Las familias dejaron la masía y cada una alquiló un apartamento a kilómetros la una de la otra.
También cambiaron de domicilio en la ciudad. En aquella época la relación entre mis padres pasó por dificultades. Siempre imaginé los motivos. La madre de las vecinas estaba de muy buen ver.
Tenía dieciséis años y me hervía la sangre de mala manera. Aprovechaba la hora del baño para masturbarme otra vez. La bañera de casa era del modelo Polibán, pequeña y con asiento. El único baño con bañera era el de la habitación de mis padres. Se entraba por la habitación a través de una puerta de doble hoja con cristaleras. Unos visillos velaban la imagen del baño. Aquella tarde de sábado que mis padres fueron a visitar a mis tíos quedé a cargo de mi hermana.
Ella veía la televisión. Le dije que iba a bañarme. Era la escusa para hacerme una buena paja con la polla enjabonada.
Ya sentado en el Polibán comencé a frotarme los huevos y la polla con la pastilla de jabón Cami. Comenzaba la erección cuando me desconcentró un murmullo que provenía de la habitación de mis padres. Pensé que eran ellos que habrían olvidado algo
-Si queréis algo podéis pasar que me he tapado!! Grité
Al momento se abrieron las dos hojas de la puerta apareciendo mi hermana y Mili, la ex vecina.
La vergüenza me sonrojó. Desapareció la erección. Instintivamente me cubrí con las dos manos. Les grité enojado y pregunté qué hacían detrás de la puerta. Mi hermana respondió, mientras se acercaban las dos a la bañera, que querían verme “el pito y las bolas”. Ya estaban a mi lado. Les dije que no. Insistieron. Seguí negándome.
Mili se levantó la falda mostrándome sus bragas blancas y dijo- Si nos lo enseñas te enseñamos nuestros coños.
Separé las manos que cubrían mis partes y las dos se agacharon para verla más de cerca. La vergüenza podía a la erección.
-Que pequeña. Aveces con el pijama se nota un bulto. Dijo mi hermana
La situación alteraba mis hormonas.
-Quiero tocarla. Dijo Mili
No contesté pero las cuatro manos removían mis huevos y mi pito que comenzó a tomar forma de polla.
Me puse en pié y separé las piernas para que pudieran tocar con mayor comodidad.
Sin pensar lo que decía dije que si querían la podían chupar. En el cole decían que era como una paja.
Mi hermana abrió aquellos labios carnosos y se la puso en la boca. No se movía. No hacía nada. Mili que era más espabilada por tener una hermana mayor, le cogió la cabeza con una mano y la comenzó a mover de atrás a delante. Noté placer. La otra mano acariciaba mis huevos. La lengua de mi hermana comenzó a moverse dentro de su boca, por instinto supuse.
Minutos después Mili la sacó de la boca de mi hermana y la comenzó a lamer como a un helado. Me gustó. Mientras, mi hermana se quitaba la falda y las bragas. Puso un pié sobre el canto de la bañera y separó las piernas abriendo su coño para enseñármelo. Me volví a sentar en el asiento de la bañera. Tenía pelos en el pubis y bastantes en los labios. Era rosado por dentro. Fue el primer coño que vi.
Ahora Mili la imitó. Era todo un espectáculo. Las dos niñas con las piernas abiertas separándose los coños y yo masturbándome delante de ellas. Paré de tocarme y comencé a palpar los dos a la vez, uno con cada mano. Mi hermana me puso su coño en la boca. Mili me pajeaba mientras yo le tocaba los pechos por debajo del sostén.
Iba a correrme cuando propuse ir a mi cama.
Mi hermana llamó a casa de mis tíos para comprobar que nuestros padres aún tardarían.
-Y si se hace la hora de cenar, que tu hermano haga una tortilla. Le dijo mamá.
Desnudos en mi cama comencé a comerle el coño a Mili. Lo olisqueé y olía a no sé qué porque no tenía ninguna referencia. Me pareció bien. El sabor de la babilla que le salía me encantó. El corazón me salía por la boca. Tenía miedo. Era pecado por que no estábamos casados e incesto con mi hermana. José Antonio decía que en roma se lo hacían entre familiares y no iban al infierno. La religión no debería de existir.
Todo es pecado. Pues a pecar se ha dicho!!!
Sabía lo del himen y que no podía poner el dedo. Sólo lamer.
Mili tenía más pelo en el pubis y en los labios Me gustaba juguetear con ellos. Mi hermana ya me la chupaba con algo más de gracia. Le indique algunos consejos para que me gustara más. Lo hizo.
Vi por primera vez el tan traído clítoris. Mili tenía el glande pequeño y brillante. Me dijo que lo acariciara. Ella me enseñó como. Gemía.
Mi hermana al oír los gemidos dijo que también quería. Dejé que Mili siguiera con la felación y me dediqué a mi hermana.
Tenía el glande del clítoris más grande y más rosado que Mili. Lo chupé y mojé con saliva para acariciarlo con la yema del índice. También gimió. Mili soltó mi polla y quiso acariciarle el clítoris a mi hermana. La dejé. Tras ver como lo hacía con el dedo y luego con la lengua me puse debajo de ella y volví a comerme su coño. Estaba empapada de mi saliva y de sus jugos. Me resbalaban por la barbilla. Pasaron unos minutos. El jadeo era continuo. Dejé el coño y me dediqué al ano. Lo chupé. No sabía ni olía a nada. Conseguí meterle dos dedos.
No podía más. Me dolían los huevos. Tenía que correrme.
Las dos bocas luchaban por darme placer y competían por llevarse el premio. Estallé en los labios de mi hermana que en el impacto se abrieron más. Le entró bastante leche en la boca. Mili también quería probarla y la apartó recibiendo una buena descarga. Cuando pensé que me había sucedido lo mejor de la vida mi hermana cogió la cabeza de Mili y le pegó un morreo de película pasándose de boca a boca los retos de mi leche. Mili me juntó a ellas. Fue mi primer morreo. Y vaya morreo.
Pensé contarlo a José Antonio pero no se lo creería.