Con mi cuñada.
Relatado en primera persona por un personaje ficticio.
Anna y yo hemos sido grandes amigas desde que mi hermano nos la presentó a toda la familia (papá, mamá, mis tíos, mis primos y yo) en una cena familiar. Me cayó bien apenas la vi, por su alegre sonrisa y porque no me discriminó al verme de la mano con mi ex-novia. Por cierto, me llamo Irene, y sí, soy lesbiana, me asumí así desde los 15 años, cuando tuve el típico enamoramiento con mi mejor amiga y terminamos teniendo un noviazgo secreto y bastante durarero. Dos años sin que ni sus padres ni los míos se enteraran de lo nuestro. Con ella tuve mi primera vez y fue inovidable, muy tierna y delicada, como solo las mujeres podemos ser. Después de eso ella se mudó de cuidad, la relación a distancia no se pudo mantener porque me enamoré de otra chica y ella también. Recuerdo que nos lo confesamos por web cam y en vez de decirnos de todo menos lindas, nos reímos a carcajadas porque las dos teníamos miedo de decírselo a la otra. Terminamos siendo amigas a distancia, es al día de hoy que le cuento todas mis intimidades, con novias o amantes, a ella no le molesta, ya superó lo nuestro y yo también, y fue ella quien primero supo de mi aventurilla con mi cuñada.
Era de esperarse que Anna terminara en mis brazos, literalmente, aparte de caerme bien me atrajo desde el primer instante en que la vi. Tiene un cuerpazo divino, piernas tan largas como las mías, caderas anchas y cintura pequeña, el torso largo, los senos diminutos pero recompenzados con un culo redondo y firme. Yo en cambio tengo mi culo y mis senos casi del mismo tamaño, grandes. Mi novia de entonces se dio cuenta y empezó con sus ataques de celos. Yo me harté de ella y de nuestras peleas, y una noche en que discutíamos porque había sido muy afectuosa con una amiga en común, dije basta y me fui sin despedirme. Llamé al celular de Anna, era la única persona con la que prefería estar en ese momento, y ella me esperó en la puerta de su edificio. Era de noche y las calles estaban desiertas. Me tomé un autobús que me dejó a tres calles y al verla me calmé un poco, venía muy enfadada, mi ex ya me tenía harta. Subimos a su apartamento, por ahora no convive con mi hermano, y preparó dos tazas de café y nos sentamos en el sofá a charlar de cualquier cosa, no quería tocar el tema de mi entonces reciente ex-novia, simplemente le aclaré por qué estaba allí y sacamos cualquier tema para distraerme.
En un momento dado, dejé de escuchar lo que Anna me decía y solo la miraba a los ojos y los labios. Moría por besarla, y no solo en los labios. Llevaba puesta una camisa muy escotada en V, no tenía mucho que mostrar pero de todas formas se veía sexy. Y un short de jean corto hasta los muslos, eran días de mucho calor en pleno otoño, con esto del cambio climático y los cambios bruscos de temperatura, siempre conviene tener un short de cualquier tela a mano. Anna me mostraba sus piernas sin incomodarse, lo digo porque parecía que me estaba seduciendo con ellas, cruzándolas y descruzándolas, y yo estaba que iba a volverme loca si ninguna de las dos tomaba la iniciativa. Como sabía que Anna nuca antes había tenido una experiencia lésbica, o eso creo yo, opté por apoya mi mano en su rodilla, a ver que tal reaccionaba. Anna por un segundo se ruborizó y siguió hablándome sin contener su sonrisa nerviosa. Yo subí mi mano lentamente hacia sus glúteos, arrimándome más a ella, tanto que podía sentir la tibiedad de su aliento. Anna comenzó a hacer una pausa entre cada palabra, hasta que me miró directo a los ojos y se quedó muda. En sus ojos podía ver su temor y excitación, su respiración era cada vez más agitada, el pecho le subía y le bajaba. Peiné un mechón de su cabello tras su oreja, una táctica infalible, llevé mi mano hasta su nuca, y su mirada se dirigió a mis labios, señal de que estaba dispuesta a que la besara. Y eso hice. Le di un beso tierno en los labios, y ella me correspondió. Cerramos los ojos y nos dejamos llevar, besos con lengua, largos e intensos, y los besos en el cuello que a las dos nos volvía igual de locas. Las caricias no fueron lo de menos. En las piernas, las caderas y la cintura, la línea de la figura, el rostro. Nuestras piernas se entrelazaron y nos abrazamos fuertemente, sin dejar de besarnos. Le acaricié la espalda por debajo de la blusa. Estaba que ardía, y no llevaba sostén. Anna me besaba los hombros, suspiraba fuertemente y no dejaba de darle piquitos a mi cuello, recorriéndo, y eso que tengo el cuello largo. Sentí sus pezones erectos contra mi pecho a través de la tela de las prendas. Estaba tan excitada como yo, y era cuestión de tiempo antes de que me rogara que la hiciera mía.
-irene...-Suspiró en mi oído, y yo le cogí la cabeza con las manos y la puse frente a mí. -Quiero que me hagas el amor.
Me lo rogó con un aire de desesperación en sus ojos, gimiendo.
-Sí, lindura...- La besé. - Vas a ser mía.
Le di un último beso, antes de parame y cogerla de la mano para llevarla a la habitación. La hice parar de espaldas a la cama, y la desnudé lenta y sensualmente, comenzando por la blusa, luego el short, las bragas y finalmente las sandalias. La admiré un buen rato. Nunca me imaginé que sus pezones fueran tan morados, casi negros, su entrepierna con un pequeño triángulo de vello púbico. Anna estaba que temblaba, no por temor, más bien por placer, la acariciaba y parecía que le había dado una especie de ataque de parkinson corporal. La besé dulcemente y paró de temblar. Al menos por un par de minutos. Luego le pedí que me desvistiera, y fue como pedirle a una niña de dos años que se atara los cordones. Me desvistió con torpeza, volviendo a temblar, riéndonos las dos, hasta que por fin estuve como Dios me trajo al mundo. Anna me admiró de pies a cabeza, o mas bien, de senos a entrepierna. Sus ojos se clavaron en mis grades senos de pezones morados, comenzó a elevar sus manos y se detuvo buscando la aprobación en mi mirada. Le sonreí en señal de aprobación, y sus manos tocaron mis senos. Me los acarició un poco, frotando los pezones con sus pulgares, haciéndome gemir de placer. Soy de senos sensibles.
La di un empujón para que se acostara en la cama, me fui sobre ella y la besé y la acaricié con una intensidad vorás, refregando nuestros cuerpos desnudos, sintiendo el calor y la humedad de su coño contra el mío, mis grandes senos refregándose contra los suyos tan pequeños que eran tiernos. Anna gemía , acariciandome la espalda y el cuerpo entero por los costados, dejando de lado su temor y apretujándome el culo. Yo me puse a lamer sus senos, succionando esos pezones que ya estaban duros como rocas, y ella solo gemía con los ojos cerrados y los brazos extendidos sobre los almohadones. Fui descendiendo por su abdomen, tenía un piercing turquesa en el ombligo al que sacudí con unas lamiditas, haciéndole cosquillas. Continué hasta su bajo vientre, y de allí salté a la boca interna de los glúteos, para aumentar su ansiedad. Mi lengua rosaba sus labios rosados, ya súper húmedos, y Anna ya no aguantaba más la espera.
-Ya, Irene...Por favor...
-Dime qué es lo que quieres, Anna.
Mi cabeza quedó entre sus piernas, exhalaba mi aliento en su ardiente coño, y la miraba directo a los ojos, aumentando su impaciencia.
-Quiero que me chupes el coño.
Dicho esto, lamí sus labios vaginales, y su clítoris ya erecto, se lo chupé apretándolo con mis labios, y Anna gemía y se arqueaba, se movía lento y sensual, y yo seguí chupando y lamiendo su coño, rozando la raja con la punta de mi lengua, insinundo la penetración pero sin llevarla a cabo.
-Ooooohhhh...Irene...Mmmmmmmmmhhhhhhh...
Amaba oírla gemir, y que dijera mi nombre, eso me alentaba a seguir haciéndolo mejor e intenso, para que le sea imposible olvidar la experiencia y vuelva a mis brazos rogandome por más. Estimulé su clítoris con mi pulgar, con movimientos circulares y suaves, y ella movía su pelvis al ritmo de mi dedo.
-Oh, Irene...Mmmmhhhh...¡Qué rico!
-Mjm...
Me chupé dos dedos, y los introduje delicadamente en su vagina, casi por completo. Anna gimió largo mientras la penetraba, y ejecutaba un tierno mete-saca, sitiendo cómo sus paderes vaginales presionaban mis dedos, los soltaban y los volvían a presionar, y sus jugos fluían sin control permitiéndome llegar más profundo, casi cortándole la respiración. Aceleré el ritmo del mete-saca a pedido de mi excitada cuñada que me rogaba por más. Sus jugos se vinieron en cascada, directo a mi boca. Estaban deliciosos. El orgasmo de Anna fue largo, mantuve mis dedos dentro suyo hasta que se le pasó, luego los retiré como en un suspiro, y me limpié sus jugos con mi boca.
-Oh, Irene...Eso ha sido...increíble.
Subí para besarla con su sabor en mi boca, le acaricié el rostro y ella me dijo que le había dado sueño.
-Está bien, preciosa. A mí también me da sueño cuando tengo un buen orgasmo.
-¡Ah, bueno! Eso ya lo sabía. - Dijo riéndo.
-¿Mi hermano te da tan buenos orgasmos como yo?
-No, no, no se compara contigo.
Las dos nos reímos y nos besamos y acariciamos por otro rato hasta que Anna cayó dormida en mis brazos con su cabeza sobre mi pecho, y luego yo. Al despertar la mañana siguiente noté que Anna no estaba en la cama, y me tranquilizó oír el sonido de la regadera del baño. Abrí la puerta y Anna estaba duchándose tras unos paneles de cristal. Al verme le di un buen susto, después me invitó a hacerle compañía y me metí en la ducha con ella. Nos enjabonamos y nos acariciamos bajo el agua que recorría nuestros cuerpos desnudos ardientes de placer. Anna frotó mi coño con sus dedos y me masturbó con sorprendete maestría, de seguro ella misma se masturbaba, qué mujer hoy en día no sabe satisfacerse a sí misma. Me metió el dedo en la raja y se arrodilló para darle una probadita a mi coño. Lo hizo muy bien, dejándome con ganas de más. Oímos que alguien tocaba la puerta y corrí al cuarto a buscar mi ropa. Anna fue a abrir. Era mi hermano. Lo saludó como si nada y yo salí del cuarto vestida, le di mis esplicaciones a mi hermano, que sabe que soy lesbina y no pude darle pruebas para sospechar. Mi cabello estaba seco, me salvó el secador, y mi cuerpo igual, como un desierto, salvo por mi coño, que seguía húmedo.
Me despedí de Anna y me fui a quedar en casa de mis padres hasta que mi ex dejara mi apartamento, que es mío porque yo lo compré y la invité a convivir. Anna y yo no nos hablamos ni nos vimos por una semana, la extrañé mucho, y un buen día me envió un sms para invitarme un café. Esa tarde charlamos de todo como si nada hubiese pasado entre nosotras, pero cometió el error de invitarme a su apartamento, y de allí no salí hasta la mañana siguiente.
Mi hermano sospecha pero no nos dice nada, Anna sigue invitándome a su apartamento y de un modo u otro, terminamos follando de lo rico en cualquier rincón, y así espero que siga siendo por un buen tiempo.
Me tardé mucho con este relato, es que la inspiración se me iba y volvía, se iba y volvía, y esta vez se quedó, jeje.
Espero que les guste.
Hasta el próximo relato.