Con mi casada vecina
Como un fortuito encuentro en las escaleras puede cambiar la vida entre un adolescente y su preciosa vecina casada.
Mi nombre es Santiago, y les voy a contar lo que sucedió no hace mucho entre mi vecina y yo.
Antes de nada me describiré: Soy alto (1,84), moreno, delgado, y estoy bastante fuerte. Digamos que con las chicas me va bastante bien. Tengo 20 años y estoy estudiando un ciclo superior de mantenimiento. Actualmente tengo una novia a la que quiero mucho, pero naturalmente ella no sabe nada de lo ocurrido con mi vecina.
Vivo en un edificio de cuatro plantas, de las cuales solo están habitadas tres de ellas. Yo vivo en el primero junto a mis padres, en el segundo vive una pareja de ancianos que no hacen más que cuchichear y espiar, el tercer piso está actualmente en venta, y en el cuarto vive un matrimonio y su hija pequeña.
El matrimonio del cuarto piso se ha mudado aquí hace apenas dos años. El marido es dentista en una clínica que tiene en el centro de la ciudad. La mujer trabaja solo de mañana en una guardería cuidando niños, y por las tardes cuida su escultural cuerpo en el gimnasio, es una mujer de mediana estatura (1,70), delgada, pelo moreno y liso no muy largo, tiene unas curvas impresionantes, unos firmes pechos y unos muslos que acaban en lo mejor que tiene, un hermosísimo culo que quita el hipo. Los dos rondarán los 35 o 36 años.
Pues bien, desde el primer momento pasó a formar parte de casi todas mis pajas, aunque hacía el amor con mi novia con bastante frecuencia, cada vez que me la encontraba en las escaleras con sus mayas de ir al gimnasio que marcaban su precioso culo, tenía que correr al baño y hacerme una payeta en su honor.
Llegué incluso a obsesionarme con ella, ya que cuando sentía subir a alguien las escaleras, corría hasta la puerta y me ponía a mirar por la mirilla para ver si era ella y ver su culamen. Había veces que iba con minifaldas holgadas que dejaban ver sus muslos carnosos y suaves. Dios como me ponía esa diosa, llegó a ser para mi la mujer más morbosa del mundo, incluso antes que cualquier famosa.
Y llegamos así hasta este verano pasado. Yo estaba de vacaciones, era por la mañana temprano (9:30 + o -) y mis padres estaban trabajando y no vendrían hasta la hora de comer. Normalmente en vacaciones duermo hasta más tarde, pero ese día me había levantado temprano para poder ver una película que me interesaba del digital +. Me puse a verla tirado en el sofá. Como hacía calor solo llevaba puesta una camiseta y un pantalón corto de pijama que parecían calzoncillos. Cuando acabó la peli aún era temprano y miré en todos los canales pare ver si daban algo interesante, pero no tuve suerte, así que para matar el rato decidí ver alguna peli porno que me había bajado de Internet y hacerme una paja. Cuando empecé a verla me acordé de que mi madre me había mandado subir unas cajas con ropa vieja al desván, así que decidí subirla antes de nada para olvidarme del tema.
Pensé que a esas horas no habría problema en subir en pijama hasta el desván, ya que todos estaban trabajando menos los ancianos del 2º, pero casi nunca salen de casa y menos en verano. Así que cogí las dos cajas de ropa y me puse a subir las escaleras, no sin antes coger las llaves del desván.
Fui subiendo poco a poco, ya que las cajas aunque no eran muy pesadas, si eran bastante grandes y limitaban mi campo de visión. Cuando pasaba por delante de la puerta del 4º piso, sin querer rocé con mi hombro el timbre de la puerta y este sonó, en un principio no le di importancia ya que pensaba que no había nadie en casa. Pero de pronto sentí como unos pasos al otro lado de la puerta y seguidamente esta se abrió.
Apareció mi vecina que se quedó un poco sorprendida al verme en pijama y cargando con dos cajas. Le dije que me disculpara por haber tocado sin querer el timbre de su puerta. Me dijo que no pasaba nada, e incluso se ofreció para ayudarme a subir las cajas. Yo le dije que no hacía falta que me ayudase, pero ella insistió y cuando me quise dar cuenta ya me había quitado una de las cajas de encima y estaba subiendo por la escalera. Subí justo detrás de ella, pude observar su espectacular trasero el cual se le marcaba muy bien gracias al pantalón de deporte ajustado que llevaba lo que me extrañó ya que solo se suele poner esos pantalones cuando va al gimnasio por las tardes.
Cuando llegamos a la puerta de mi desván, saqué la llave de un pequeño bolsillo del pantalón de mi pijama y abrí la puerta. Le dije que si quería podía dejar la caja en el suelo y yo la metería dentro, pero ella no me hizo caso y entró en el desván.
Ya dentro, coloqué las cajas dentro de un armario viejo, cuando terminé observé que mi vecina estaba muy interesada mirando la cantidad de cosas que había en mi desván, me dijo que le gustaban mucho la antigüedades, y de eso hay mucho ya que muchas de las cosas habían pertenecido a mis abuelos e incluso a mis bisabuelos. Le expliqué un poco de donde había salido todo y pareció interesarle. Se acercó a una mecedora que había pertenecido a mi abuela, se sentó en ella e inclinó su cuerpo hacia atrás para balancearse. Siguió mirando todo desde su asiento, hasta que su mirada se posó en mi, esa mirada me inquietó un poco, no sabía que hacer, y lo más incomodo es que tampoco sabía que más decirle, solo esperaba a que se levantara y nos fuéramos de allí, pero eso no ocurrió.
Empezó a preguntarme que tal me había ido el curso y todas esas cosas que la gente pregunta cuando no saben de lo que hablar. Estuvimos hablando de chorradas un buen rato, ella sentada en la mecedora como una diosa con esos pantalones ajustados que le llegaban hasta los gemelos, una sudadera de tela fina que marcaba perfectamente sus bellos pechos, y unas chanclas que dejaban ver esos desnudos y hermosos pies. Mientras yo estaba de pié a unos pocos pasos de ella con simplemente una camiseta, un pantalón de pijama corto que parecía un calzoncillo y unas chanclas también.
Me contó que como era verano había menos trabajo en la guardería, dejaba a su hija allí y tenía algunas mañanas libres durante la semana, y que las aprovechaba para ir al gimnasio, me dijo que estaba a punto de irse cuando toqué su timbre. Yo le pregunte por que no se había ido en lugar de ayudarme a subir las cajas y ella me respondió que esa mañana no tenía muchas ganas de matarse en el gimnasio y prefirió ayudarme, además dijo que ya tendría tiempo de ir por la tarde.
Después de más de media hora hablando con ella en el desván se levantó y dijo que ya iba siendo hora de bajar, yo asentí. Salimos y bajamos, al llegar a la puerta de su piso me pregunto si mis padres estaban en casa, yo le contesté que no, que estaban trabajando y no volverían hasta dentro de un par de horas. Ella me dijo que su marido también estaba trabajando, y me ofreció pasar a su casa para tomar algo y así no estar solo en mi piso. Yo con más vergüenza que otra cosa le dije que no, que tenía cosas que hacer en casa. Vi que se quedaba un poco extrañada, pero cortésmente se despidió de mí y entro en su piso. Yo bajé al mío. Al cerrar la puerta me di cuenta de mi gilipollez y de la oportunidad que había dejado escapar para estar a solas con mi vecina en su piso.
Cuando me repuse de mi estupidez retome lo que estaba haciendo antes de haber subido al desván, pero ahora ya no me apetecía ver ninguna peli porno, sino que me haría la paja fantaseando con lo que podría haber pasado en el piso de mi vecina de haber sido un poco más listo y haber entrado.
Me senté en el sofá, me bajé el pantalón del pijama y me puse al tema. Me imaginaba como mi vecina se iba desnudando delante de mi y como se me echaba encima y me cabalgaba desenfrenadamente. Estaba a mitad de paja cuando sentí que alguien estaba bajando las escaleras, pensando en que pudiera ser mi vecina, me levante del sofá a toda prisa y con los pantalones bajados y a saltos llegué hasta la puerta de entrada y me puse a mirar por la mirilla, me daba mucho morbo estar pajeándome y verla bajar las escaleras con sus modelitos de gimnasio, supongo que soy un poco voyeur.
Por fin entró en mi campo de visión y efectivamente era mi vecina, incrementé mi masturbación al máximo. Pero me quedé helado cuando se paró en frente a mi puerta y llamó al timbre.
No sabía que hacer, allí estaba yo con mi polla en la mano masturbándome con la persona que estaba al otro lado de la puerta y esta llamando al timbre. No abrir era una mala opción ya que ella sabía perfectamente que yo estaba en casa, así que con mucho cuidado de no hacer ruido para que no se enterase de que estaba delante de la puerta me fui subiendo el pantalón corto ocultando con la camiseta lo más posible mi erección.
Cuando estuve listo abrí la puerta y allí estaba esperando mi vecina. Me preguntó si podía pasar, yo por supuesto acepté. Nos fuimos al salón y nos sentamos en el sofá. Me dijo que no tenía nada que hacer en su casa y que decidió bajar para ayudarme en mis tareas. Yo le dije que no hacía falta que me ayudase, además que ya había hecho todo lo que me habían mandado mis padres que era solo haber subido las cajas al desván. Ella me pregunto entonces por que había dicho antes que tenía cosas que hacer. Yo no supe que responder, me quedé en blanco. Ella siguió hablando y me dijo que no hacía falta que pusiera disculpas para no estar con ella, esto último lo dijo con un tono medio enojado. Yo le dije que me disculpase, que no era por no estar con ella que era por y me volví a quedar en blanco. Entonces ella al verme cohibido me pregunto si su presencia me ponía nervioso o me incomodaba. Yo le conteste que un poco, pero que no era por nada en particular, sino que el estar con una mujer tan atractiva como ella me ponía nervioso. Ella se empezó a reír y a decir que ya lo entendía todo. Me preguntó que como me podía atraer si yo tenía novia. Yo le contesté que aunque tuviese novia no me habían amputado los ojos para no ver a otras mujeres atractivas. Ella rió otra vez, y me dijo que tenía razón, que por tener pareja no hay porque dejar de mirar a otra gente. Me dijo que ella misma en el gimnasio se quedaba boquiabierta mirando para los fornidos hombres que allí había y que a veces le daban ganas de tirarse encima de ellos, pero que una cosa era mirar y otra muy distinta pasar a hacer algo más. Yo le dije que tenía razón, que por mirar no pasa nada.
Ella continuó hablando del tema, me dijo que más de un hombre también se le quedaba mirando en el gimnasio y que incluso algunos intentaban ligar con ella. Me dijo que a veces pensaba en darles coba y dejarse ligar, pero que en ese gimnasio había gente conocida y no se atrevía por si se enteraba alguien. Yo me quedé algo confuso, me había dicho que a veces pensaba en ponerle los toriles a su marido. Entonces ella me pregunto si yo nunca había pensado en serle infiel a mi novia. Yo le conteste que no, pero que tampoco se me había presentado nunca la ocasión. Ella esbozó una sonrisa picarona y me pregunto que si se me presentase la ocasión que haría. Yo me empecé a poner un poco nervioso, y mi polla que ya se había ablandado volvió a reaccionar. Le dije que no sabía, que dependía con quien y en que situación. Me pregunto entonces que si fuera con una mujer que me pusiera muy cachondo y en una situación en la que nadie se enterase si lo haría. Yo ya cada vez más nervioso y con mi polla más dura le contesté que seguramente sí. Entonces ella sonrió y me dijo que era una cabronazo. Yo me empecé a reír y le dije que ella también pensaba en serle infiel a su marido con los tíos del gimnasio. Entonces ella también se rió y me dijo que los hombres del gimnasio a veces la ponían muy cachonda y que era normal que tuviese esos pensamientos, pero que ella a su marido lo quiere más que a nadie. Yo también le dije que a mi novia la quiero mucho, pero que la carne a veces es muy débil. Entonces ella me dijo que me proponía un reto, que si era capaz de ponerla tan cachonda como los maromos de su gimnasio, podría follarmela. Yo me quedé atónito, me lo soltó así sin más, sabía que con la conversación que estábamos llevando podría suceder algo, pero no me imaginaba que me lo soltase así sin más. Por supuesto acepté el reto.
Me dijo que primero quería verme bien, así que me dijo que me levantase y me desnudase delante de ella. Dicho y hecho, me levante, me quité la camiseta, el pantalón y las chanclas. Ella me observó muy entusiasmada, me dijo que tenía un cuerpo precioso y una polla más grande que la de su marido, parecía que se le hacía la boca agua. Me dijo que fuéramos a mi habitación y así lo hicimos. Una vez allí se sentó en mi cama y me dijo que podía hacer lo que quisiera para ponerla cachonda menos penetrarla. Entonces yo la recosté en la cama, me incliné encima de ella y empecé a besarla muy delicadamente. Primero los labios, luego fui bajando por su cuello, empecé a bajarle la cremallera de su sudadera, debajo tenía una camiseta ajustada que le marcaban esos preciosos pechos y unos pequeños pezones que empezaban a crecer. Le quite la sudadera y empecé a magrearle los pechos por encima de la camiseta. Poco a poco se la fui subiendo hasta llegar hasta los pezones, donde paré para saborearlos. Ella empezó a emitir unos pequeños suspiros de placer. Terminé de quitarle la camiseta, y me lance a comerle esos maravillosos pechos que eran un poco más grandes que mi mano. Ella puso sus manos sobre mi cabeza y comenzó a acariciarme el pelo mientras me decía lo bien que lo estaba haciendo. Le chupé los pezones como si fuera un poseso, estaban ya completamente duros. Mientras seguía chupando y magreando los senos de mi vecina, empecé a bajar una de mis manos hasta llegar a su zona genital. Y por encima del pantalón empecé a palpar y a acariciar aquella zona. Noté que estaba muy caliente, y cuanto más fuerte acariciaba, ella más suspiraba y me agarraba con más ansia de la cabeza. Subí un poco mi mano y empecé a meterla por debajo de su pantalón. Pronto me encontré con la goma de su braguita en la cual también metí mi mano. Empecé a notar el tacto de unos pelillos cortos cuidadosamente depilados, también sentía cada vez más un intenso foco de calor. Por fin empecé a palpar los labios vaginales de aquella diosa que ya estaban completamente empapados de flujo. Los fui separando cuidadosamente y comencé a palparle y a acariciarle el clítoris. Ella soltó un suspiro mayor que los de antes y cerró los ojos. Con cada caricia que le hacía soltaba un suspiro cada vez mayor, ya casi parecían gemidos.
m bien gemidosuspiro cada vez mayor, ya casi parecian mestaba completamente empapada de fulgos
Allí estaba yo, comiéndole las tetas y magreándole el coño a mi tan ansiada vecina cuando entre suspiros y gemidos me dijo que le comiera el coño. Yo sin dudar le quité las chanclas y el pantalón y se quedo ante mi con solamente unas diminutas braguitas de color azul oscuro. Le cogí uno se sus pies y empecé a chuparlo y a besarlo. Fui chupando y acariciando toda su pierna, hasta llegar a sus muslos y entrepierna. Allí se me acabó el camino y ante mi estaban esas braguitas azules que no tardé en sacarle. Me coloqué entre sus piernas y comencé a acariciarle nuevamente el clítoris. Con mi otra mano empecé a meterle dos dedos por su coñito. Ella estaba completamente entregada, ya no suspiraba, solo gemía y me decía que quería más. Yo aparte mi mano con la que le estaba tocando el clítoris y la sustituí por mi lengua. Comencé a chupar y a follar con los dedos a aquel coño tan delicioso que me recompensaba con más y más flujos.
Continué con aquella tarea unos cuantos minutos más. Ella cogía mis cabellos con fuerza y guiaba mi cabeza en aquella expendida comida de coño. Mi polla ya me pidió algo de acción. Me incorporé y le dije si ya estaba lo suficientemente excitada. Ella me dijo que la podía hacer lo que quisiera, pero que no parase de darla placer. Esas palabras fueron la gloria para mí. Tenía acceso libre para follarme a mi vecina con la que tantas veces había soñado y fantaseado en mis pajas.
Sin más, me coloque entre sus piernas, coloqué la punta de mi pene en la entrada de su coño y se la fui metiendo poco a poco, lentamente, como si fuera la primera vez. Me quede mirándola y observe que tenía los ojos cerrados y que cuanto más iba entrando mi verga en su interior más se reflejaba en ella la satisfacción plena del sexo. Una vez la tuve completamente dentro me detuve un segundo para ver como reaccionaba. Su reacción fue inmediata. Me rodeó con sus piernas cruzándolas en mi espalda y me dijo que la follase como nunca me había follado a nadie. Comencé un mete saca lento pero fuerte y algo violento. Ella gemía como una perra y me pedía que fuera más rápido, pero yo no la hice caso y seguí con mis fuertes y lentas envestidas. Su cara de excitación y gemidos hicieron más efecto que sus palabras y por fin empecé a follármela con rapidez pero con la misma fuerza. En ese momento sus gemidos se incrementaron aún más y su cara era de completo placer. Mi polla entraba y salía de su coño a un ritmo continuo, y sus pechos bailaban ante mí hipnotizándome. Seguimos con ese ritmo desenfrenado unos cuantos minutos más, hasta que sus gemidos se convirtieron en gritos y me apretaba cada vez más con sus fuertes piernas de gimnasio. Era lo que precedía a un impresionante orgasmo con el que inundo su coñito de flujos.
Después de estar en un desenfrenado polvo durante unos quince minutos, yo ya empezaba a estar cansado. Así que decidí cambiarme de posición. Me salí de su coño y me tumbé en la cama boca arriba al lado de ella. Se incorporó, se puso sobre mi, apunto mi pene de nuevo a su coño, y de un estacazo se lo metió otra vez hasta lo más profundo de su ser.
Me cabalgó con locura. Yo acariciaba y magreaba sus preciosas tetas. Ella colocaba sus manos sobre mi pecho para ayudarse a follar más desenfrenadamente. En ocasiones arqueaba su espalda y me deleitaba con su escultural cuerpo en todo su esplendor.
Sus gemidos me hacían ponerme a mil. Subía, bajaba y mi polla entraba como una estaca en su precioso coño. Me decía si me estaba gustando como folla la puta de su vecina. Yo le conteste que era una diosa con la que hacía tiempo que deseaba follar. Me pregunto si ella follaba mejor que mi novia. Yo le conteste que por supuesto que si, que nunca nadie me había echo poner tan cachondo como ella. Ella me dijo que follar con jovencitos como yo era lo mejor, que somos puro fuego en la cama.
Mis fuerzas volvieron. Me incorporé, la levante y la coloque sobre la cama a cuatro patas. Me situé detrás de ella y se la clavé violentamente. Comencé a follarla a un ritmo frenético. De tan rápido que iba sus gemidos eran cortos y secos. Coloque mis manos sobre sus hombros para ayudarme a que las embestidas fuesen más violentas y mi pene la taladrase todo lo posible. Veía mi polla entrar y salir rápidamente por aquel coñito completamente mojado. Después de unos minutos en esa posición me dijo que se iba a correr otra vez, y así lo hizo. Sus gemidos de nuevo se convirtieron en gritos de placer. Yo la advertí de que también me iba a correr y me dijo que la sacase y me corriese fuera. Pero correrme fuera es algo que nunca me ha gustado demasiado, quería inundar a esa hembra con mi semen. Rápidamente mojé mis dedos con sus flujos y se los metí directamente en su ano para lubricarlo un poco. Ella gritó de dolor al sentir mis dedos, y temiéndose lo que le venía por detrás me dijo que no lo hiciese, que le dolía mucho. Pero yo en ese momento ya no atendía a razones. Saqué mi polla de su coño y se la clavé de un estacazo en el culo. Ella gritó como nunca, pero esta vez de dolor. Comencé a envestirla por su culo lenta pero violentamente. Aquello me excitó muchísimo, su culo era estrechísimo y mi placer se incrementó. Ella gritaba cada vez más diciéndome que parase, pero yo seguía. Le di unas veinte envestidas hasta que le inunde sus entrañas con mi semen.
Cuando retiré mi polla de su ano comenzó a salir mi semen mezclado con un poco de sangre. Ella se desplomó exhausta sobre la cama y me dijo que era un cabron por haberla follado por el culo. Yo le dije que era ella quien había querido que me la follase como nunca antes me había follado a nadie, y yo hasta aquel día no había probado el culo de nadie. Ella se me quedó mirando con cara seria pero picarona y me preguntó que cuando podríamos repetirlo.