Con mi amo desde la distancia
Para eso Él es Mi Amo, para disponer de mí como le plazca.
CON MI AMO DESDE LA DISTANCIA
Mi Señor me pide que relate nuestros encuentros cyber, y Él sabe que a mi me cuesta mucho ponerme a escribir, no obstante, como forma parte de mi formación como su sumisa, lo haré de buen grado.
Suena el teléfono, yo medio dormida lo cojo y respondo, buenos días, buenos días me dice Él, ¿cómo te encuentras?.
Yo contenta de oír la voz de mi Amo, le digo, muy bien Mi Señor ¿y Usted?.
Muy bien mi perrita, deseo que me complazcas.
Lo que me diga lo haré con agrado Señor,-le respondo-.
Coge las pinzas metálicas y colócatelas. Sí Señor, -le contesto-.
Las coloco, emitiendo un quejido, porque duelen muchísimo al ser colocadas, y jadeante le doy las gracias.
Métete el consolador pequeño por el detrás.
Si Señor, -vuelvo a asentirle-.
Tras enfundar el consolador en un preservativo y lubricarlo un poco, me lo voy introduciendo y cumpliendo órdenes suyas de parar y seguir a su antojo.
Métetelo del todo, -me dice Él-, y yo, obedeciéndole como si estuviese delante de mí y no a cientos de kilómetros, hago tal y como Él me indica, no sin volver a emitir un quejido de dolor.
El aparato se queda dentro de mí, vibrando y sin más testigos que una pequeña parte del preservativo que asoma burlón por el orificio.
Él me dice: ahora ponte la mariposa y las bragas mientras vas a la cocina y te tomas el café, que yo voy a salir a tomarme otro.
Mi Amo cuelga el teléfono y me quedo pinzada y penetrada a la espera de sus nuevas noticias.
Voy a prepararme lo que me ha recomendado, y las pinzas metálicas van balanceándose provocándome muecas de incomodidad, no obstante, he de cumplir lo que le he prometido a Mi Amo.
Los minutos se hacen interminables, estoy deseosa de que suene el teléfono, y que cese o que siga el tormento, pero ante todo estoy deseosa de volver a oír Su voz.
La mariposa vibradora va haciendo que mi sexo se lubrique y esté preparada para Él.
Suena nuevamente el teléfono.
Buenos días, -me dice Él- . Buenos días mi Amo, -le respondo-. ¿Has hecho cuanto te d
ije?, así es Señor, -le contesto-. Pruébate para mí, -me ordena-.
Desciendo los dedos, y me acaricio los labios, el clítoris y la entrada de la vagina tal y como Él me indica, suave, despacio, provocándome placer, me llevo los dedos a la boca y los pruebo, están ricos.
Le digo: -saben a perra entregada Amo-.
Muy bien, ahora coge la pala de madera que tengo que aplicarte un correctivo.
Hago lo que me indica y me pongo en posición de recibirlo. De rodillas sobre la alfombra, sin bragas e inclinada hacia delante, voy golpeando mis nalgas tantas veces como Él me indica…treinta azotes en cada nalga, sumisa…y así lo hago, contando cada uno, y ofreciéndole a Él mi dolor, y algo de mi ardor.
Ahora siéntate sobre la cama y golpea tus muslos por la parte delantera lo más cerca de tu coño que puedas perra, -me dice-, diez veces en cada muslo.
Lo hago y cuento cada golpe, agradeciéndoselo posteriormente.
Mis muslos arden, mis nalgas también, pero me siento contenta, soy capaz de hacer lo que me ordena mi adorado Señor.
La siguiente orden es que me ponga otras pinzas metálicas en los labios vaginales entrelazando las cadenas, y así lo hago.
Esas pinzas tienen unas hendiduras que se clavan en la piel como pinchos, que mortifican los labios como a mi Amo le gusta.
Me dice: -estírate sobre la cama-, Él sabe que así se tensan las cadenas y me provocan más dolor, tanto en los pezones como en los labios.
Hago lo que me ordena, quejándome lo justo y aguantando como sé que a Él le gusta que aguante.
Abre las piernas, -sigue Él- y métete el consolador grande por el coño, y el cepillo eléctrico, actívalo y póntelo directamente sobre el clítoris, ¡perra!.
Ya no puedo aguantar más, siento que me viene el orgasmo y se lo digo: - Amo, su perra está muy caliente, le ruego que me deje correr-. Él me dice, te correrás cuando yo te lo diga, golfa, ¡sigue así, aguanta, aguanta para tu Amo!. Yo me contoneo sin querer, y las pinzas estiran hasta que se hacen insoportables, pero la sensación de querer correrme es muy fuerte, y se lo vuelvo a rogar.
¡¡¡Amo, por favor, permita que se corra su zorra, por favor, Mi Amo, por favor!!!.
Él me dice:: -¡¡¡córrete ya, puta!!!-.
Es entonces cuando el orgasmo se vuelve todo placer, y se lo ofrezco como antes le ofrecí mi dolor.
Para eso Él es Mi Amo, para disponer de mí como le plazca.
Me siento su sumisa, su perra, su esclava, y me siento orgullosa de que él sea Mi Señor, Mi dueño.
maddy