Con María, la mujer de mi amigo

La mujer de mi amigo aprovecha una noche en la que se le pone todo favorable, y yo resulté ser demasiado débil como para resistirme a sus tácticas

Después de la barbacoa en casa de Gus y Adriana, empecé a ver más frecuentemente a Mike y a María (su mujer colombiana).  Solían venir a la piscina de la urbanización invitados por Gus, y como Mike y yo habíamos hecho buena amistad, también últimamente invitados por mí.  Tenían dos hijos entre 5 y 10 años, así que lo de la piscina les venía de maravilla, y entre tanto nosotros nos lo pasábamos bien tomando unas cervezas, y a veces haciendo una barbacoa allí mismo en la piscina.  Algunos días también se traían a una amiga de María, una americana rubia espectacular, que estaba divorciada, y cuando no tenía a los niños con ella, se les unía y les acompañaba a donde fueran.

Mike y yo solíamos salir alguna noche todas las semanas con la excusa de ver algún partido de baseball a algún pub, y aprovechábamos para bebernos lo que nos echasen, así que pasado un tiempo habíamos hecho una muy buena amistad.  Algunos fines de semana me invitaban a ir con ellos a casa de los padres de Mike, donde me trataban como a uno más de la familia, y también hacíamos bastantes otras salidas y barbacoas en su casa, que pese a no tener piscina, era una de esas típicas casas americanas preciosas, con jardín por delante y por detrás, y por supuesto barbacoa.

Allí, en su jardín trasero pasamos muchas horas de barbacoas y cervezas, y su mujer María no era precisamente de las que se metía dentro con los niños.  Siempre aguantaba allí hasta última hora bebiendo con nosotros.

Como ya os conté en algún relato anterior, María era una colombiana de 34 años, de mediana estatura, en torno a 1,65, de pelo moreno liso a media espalda, que estaba buenísima.  Era muy guapa y tenía unos labios muy sensuales.  Su culo no era gran cosa, pues era de esas mujeres que carecen de las formas especialmente redondeadas en las caderas, pero como no lo tenía gordo, tampoco estaba nada mal, pero sobre todo sus tetas eran dignas de mención aparte.  Eran dos pechos grandes, muy grandes.  No os diré una talla porque nunca he sido experto en tallas de ropa interior femenina, pero de verdad eran dos buenas tetas, que además ella no se molestaba demasiado en hacer pasar desapercibidas.  No es que vistiese provocativa, pero es que aunque no usara escotes, era inevitable notar el volumen, y en la piscina, imposible no fijarse en como sus pezones de endurecían enseguida con el frío del agua.

A eso le sumamos que como buena colombiana María debía de ser una mujer muy ardiente, y la combinación empieza a parecer algo explosiva, ¿Verdad?.  Bien, pues ahora añadirle que desde el principio, pese a haberse mantenido en segundo plano pues notó el interés especial de Adriana conmigo, poco a poco fue perdiendo el pudor, y empezó a tener una actitud más abierta y expresiva hacia mí.  Sus miradas eran más descaradas, sus sonrisas más pícaras, y sus comentarios muchas veces cargados con dobles sentidos, hacían que a veces me quedase callado por miedo a que Mike lo notase, y se sintiese molesto, pero evidentemente o su español no daba para tanto, o sabía la clase de mujer que tenía y la dejaba jugar.   El caso es que yo siempre me comporté muy decorosamente.

Una noche de fin de semana, habíamos quedado con el grupo de amigos todos americanos, que Mike me había presentado, porque la mujer de uno de ellos tenía algo que celebrar relacionado con su trabajo, y nos reunimos en un pub al que solíamos ir, que tenía además de la barra y las múltiples pantallas con deportes, varias mesas de villar y dianas para dardos.  Allí la hora de quedar no es como en España que siempre quedamos tarde.  Los americanos quedan pronto, así que sobre las 7 o las 8 ya estábamos todos allí reunidos.

La tarde noche se me pasó volando, como casi siempre, y a eso de las 22:30 Mike empezó a comentar que la chica que les cuidaba los niños le había escrito y le decía que solo se podía quedar hasta las once, así que se tendrían que ir ya para casa.  Intentó convencer a María para que se llevase ella el coche y se fuese sola y él se pudiese quedar allí, y luego le llevaba yo a su casa, pero María aquella noche no estaba por la labor de irse pronto a casa.

María – ¿Y por qué no hacemos otra cosa?  Te vas tú a casa con los niños y yo me quedo tomando,  y luego me lleva Víctor a casa.

Mike al principio intentó discutir y hacerla cambiar de idea, pero María empezó a llamarle americano machista y cosas por el estilo, y al final él accedió a ser el sacrificado, dejándola allí para que luego la llevase yo a su casa.  La verdad es que a mí la cosa me jodió un poco, porque con Mike me lo pasaba genial, y además siempre me instruía sobre costumbres americanas y reglas del baseball y el futbol americano.  Pueden parecer deportes muy sencillos, pero hasta que no los conoces, no aprendes de verdad a entenderlos y consecuentemente a disfrutarlos.

Desde que se fue Mike, yo notaba a María muy pendiente de mí, y en cuanto que podía se arrimaba  me agarraba del brazo, o dejaba alguna parte de su cuerpo en contacto conmigo.   No pocas veces esa parte de su cuerpo que ponía en contacto conmigo eran sus tetas, que repetidamente apoyaba contra mis brazos, o al acercarse a hablar al oído por la música, me las restregaba por el pecho.  Yo pasé toda la noche intentando no pensar en lo que podía estar tramando, por aquello de que Mike era mi amigo, pero para ser sincero, en el fondo estaba deseando comerle la boca y amasarle bien las tetas.

A eso de las 12, ya se había ido la mitad de la gente del grupo, y los que quedaban empezaron a decir que se iban también, así que acabamos haciendo todos lo mismo.  Salimos del pub y de camino al coche, cuando ya habíamos doblado la esquina, María se agarró a mi brazo con la excusa de que había refrescado un poco la noche, y caminamos así, rozando su teta izquierda contra mi brazo todo el camino.  Al llegar al coche, como no quería ser yo el que diese el más mínimo paso que ella interpretase como interés por mi parte, en lugar de abrirle la puerta del coche, abrí con el mando a distancia y me fui directamente al puesto del conductor.

En cuanto se montó, se giró en el asiento mirando totalmente hacia mí, y con una de esas sonrisas especiales me dijo

M – Bueno, ¿y ahora donde me vas a llevar?  Porque estos americanos mira que son sosos.  ¿Me llevas a bailar?

Y – Ufff, María, yo soy un bailarín horroroso.  Lo último que querrías es que te viesen bailando conmigo.

M – Bueno, pero eso no es problema, yo te enseño.

Intenté convencerla para irnos a casa, más por evitar cualquier tentación, que porque me apeteciese, pero María esa noche estaba decidida a ponerme las cosas difíciles, así que nos fuimos al centro de la ciudad a un local de ritmos latinos muy famoso.

Al llegar, la primera impresión era estupenda.  El local no era excesivamente grande, pero tras las cenas, iban quitando las mesas y se quedaba todo despejado para que la gente pudiese bailar.   Al ser la música básicamente ritmos latinos, allí prácticamente no había nadie que no bailase.  Quizás la gente que estaba pegada a la barra, pero el resto era una marabunta de gente moviéndose, rozándose unos contra otros, mujeres muy sensuales y bailes provocadores.

María no pasaba desapercibida, así que tuve que ejercer de su pareja para que no la asaltasen los leones nada más entrar.  Le di la mano y tiré de ella hacia la planta de abajo que había otra barra y solía estar más tranquilo y era menos de paso.  Al bajar las escaleras, casi no se podía andar, y ella aprovechó que iba detrás a diferente altura y me echó los brazos sobre los hombros y se apoyó sobre mí, dejándome notar sus tetazas en mi espalda, y se reía en mi oído diciéndome que lo tenía claro si pensaba que iba a encontrar un sitio donde no estuviésemos apretados.  Sentir sus labios rozando mi oído y sus brazos rodearme, hizo que mi polla reaccionase,  y se me empezó a poner morcillona.

Al llegar por fin a la barra, le dejé hueco a ella para apartarla de los leones, y mientras pedíamos algo de beber, ella aprovechó las estrecheces y el ritmo de la música para pegarse bien a mí y empezar a moverse, rozándose bien contra mi cuerpo.  Mi polla ya estaba algo más que morcillona, y ella debió notarlo, porque sus sonrisas y sus miradas a mis ojos eran cada vez más descaradas y llegó un momento en que ya no se cortaba en disimular.  Bailaba pegando bien su culo contra mi polla.

Yo al principio no le daba mucha importancia, me limitaba a moverme a su ritmo para intentar que el roce fuese lo menos posible, pero aquello no evitaba que mi polla se pusiese cada vez más dura.  Hasta que llegó un momento que la tenía como una piedra.   Me dolía incluso dentro del pantalón, y ella ya bailaba de frente a mí, y me rodeaba el cuello con sus brazos mirándome fijamente a los ojos, esperando que la besase.   Yo, pese a la tentación, solo la tenía cogida por la cintura, pero aquello ya no podía disimularse más, así que me acerqué a su oído y le hablé.

Y – María, este juego es muy peligroso…   No sé si te das cuenta que Mike a mi amigo y no me gustaría estropear una buena amistad por un calentón.

Ella metió su mano entre medias de los dos y me agarró la polla por encima del pantalón, e inició un movimiento de roce y dándome apretones en la punta como si me masturbase.

M – ¿Te refieres a este calentón?   Y tras decirlo separó su cara y se me quedó mirando fijamente a los ojos, apenas a un centímetro de mi boca

Y – Me refiero a ese calentón que tienes en la mano, y al que tienes tú entre las piernas.   María, tú estás muy buena, y yo no soy de piedra, así que o paras, o aceptas lo que venga después.

Siguió sobándome la polla sobre el pantalón, mirándome a los ojos y a los labios, esperando que me decidiese a besarla.

M – ¿Te parece que haya decidido parar?

Y – Ok, una cosa quiero dejar clara…  NADIE!!! repito, nadie puede saber lo que pase a partir de este momento.  Si no vas a saber estarte callada, mejor párate ahora.

Aquello, lejos de hacerla parar, lo que hizo fue disparar su lujuria y me empezó a besar de un modo desenfrenado.  Me besaba con verdadero deseo, como si realmente lo hubiese estado deseando toda la noche.   Yo ya decidí dejarme llevar y la besaba con el mismo deseo, mientras mis manos ahora ya la agarraban del culo sin ningún disimulo y me apretaba fuerte contra ella.

Tras un rato besándonos, los dos teníamos un calentón de mucho cuidado, y además estábamos montando el numerito allí, así que le pregunté si realmente le apetecía bailar o prefería que nos fuésemos de allí.  No se lo pensó.   Se agarró a mi cuello y me habló al oído.

M – Sácame de aquí y enséñame como follan los españoles.

Aquello me dejó bien claro que esa noche iba a hacer con ella lo que me diese la gana.  Le sonreí y la volví a besar, esta vez uno corto.  La agarré de la mano y salimos de allí.

Por el camino tratamos de comportarnos, pero al llegar al coche, se me abalanzó sin darme tiempo a arrancar, y nos empezamos a besar con mucha pasión.  Ella no paraba de sobarme el paquete por encima del pantalón, y respiraba agitadamente.  Se notaba que estaba muy excitada.  Yo no pude evitar llevar mis manos a sus tetas.  Abrí un par de botones de la blusa que llevaba y aquello me dejó ver un canalillo de formas voluptuosas.  Tenía unas tetas enormes, y al meter la mano por dentro del sujetador buscando sus pezones, noté que no eran unas tetas caídas precisamente.  Se notaban duras.  Enseguida llegué al pezón, que ya lo tenía duro, y al notar el tacto de mi dedo dejó escapar un suspiro y me mordió el labio.

Estaba intentando desabrocharme el pantalón, y en ese momento tuve claro que como me consiguiese sacar la polla, ya no íbamos a poder parar, así que la detuve.

Y – Espera, espera María, aquí no, que me conozco, y como me la saques, ya no la guardo sin haberte follado.

M – Eso es exactamente lo que quiero.  Déjame que te la saque.

Y – Nooo, espera, joder.  Vamos a mi casa, que a estas horas ya no nos ve nadie entrar juntos y allí estamos más a gusto.

Conseguí que aceptase la propuesta, y se recompuso un poco en su asiento.   Arranqué y nos dirigimos a mi casa.   Por el camino intenté descargar un poco de tensión, hablando de otras cosas, pero ella volvió a hablar abiertamente.

M – No quiero que pienses que soy una puta.  Esto no lo he hecho nunca.

Y – Mira María, de entrada no solo no pienso que seas una puta, sino que te diré más: lo que hagas o dejes de hacer tampoco es de mi incumbencia y a ti debería darte igual lo que yo piense.  Lo que sí es importante es lo que te he dicho ahí dentro: Nadie debe saber lo que pase esta noche.  Ya imagino que tienes alguna amiga íntima, no sé si será Adriana o alguna otra, pero tendrás la tentación de contárselo.  Ten en cuenta que en el momento que se lo cuentas a alguien, todos tenemos algún otro amigo de confianza, y la tentación de contarlo a veces es muy alta, y cuando te quieres dar cuenta, la noticia ha corrido como la pólvora y demasiada gente sabe algo que nadie debería saber.

M – No te preocupes por eso.  Pero no quiero que pienses que esto lo voy haciendo por ahí.  Es la primera vez, y si Mike se molestase en follarme en condiciones, no lo estaría haciendo.   Tú me gustas, pero si lo estoy haciendo es porque de verdad tengo la necesidad de que me follen bien y se preocupen de darme placer.  Mike es de los que se sube encima y me folla sin control hasta que se corre, y se olvida de que yo también tengo necesidades.

Aquello me dejó un poco descolocado, porque me estaba contando intimidades que francamente tampoco me apetecía conocer.

Al llegar a casa le dije que se quitase los tacones para no hacer ruido al andar por la acera, y caminó descalza hasta la puerta.  Nada más entrar dentro ella tiró los zapatos al suelo y nos abrazamos.   Empezamos a besarnos con ansia, la cogí del culo y la levanté, rodeándome ella con sus piernas.  Así la llevé hasta la habitación, y con sumo cuidado la dejé sobre la cama mientras la seguía besando.  Empecé a desabrocharle los botones de la blusa mientras ella intentaba hacer lo mismo con mi camisa.

Y – Estate quieta.  Quieres alguien que se preocupe de tu placer, ¿no?  Pues déjame hacer a mí.  Hoy yo me encargo de tu placer.

Le terminé de desabrochar la blusa y se la saqué del pantalón.  A continuación le desabroché el botón del vaquero, y acaricié su tripa mientras se la besaba, y con mis manos recorría desde su pubis hasta las tetas, que se las masajeaba sobre el sujetador.  Ella se había relajado y se estaba dejando hacer sin protestar.  Tenía los ojos cerrados y me acariciaba la cabeza acompañando mis movimientos sobre ella.

Me separé y le dije que subiese el culo para sacarle el pantalón.   Mientras yo los dejaba a un lado, ella se sacó la blusa y se desabrochó el sujetador, que enseguida lo dejó caer hacia delante, descubriendo unos pechos enormes, un pelín caídos, pero aún muy redondos y con los pezones apuntando al frente.  La imagen era la de una diosa.  Parecía una pose para el playboy.  Pero seguí con mi avance lento.  Quería que estuviese más excitada que nunca.

Cogí un paquete de toallitas húmedas que tenía y le estuve limpiando los pies, que de andar descalza por la acera se le habían ennegrecido un poco.  Al hacerlo, ella solo miraba con la boca abierta y respiraba agitadamente.  Una vez se los dejé bien limpios, seguí acariciándoselos y besándoselos, y jugaba entre sus dedos con mi lengua mientras mis manos recorrían sus piernas flexionadas, hasta casi alcanzar su tanga, que notaba extremadamente húmedo.  Tenía unos pies muy bonitos y sensuales. y por lo que se veía, le estaba excitando mucho eso que le hacía porque respiraba cada vez más fuerte.

Llevé mis manos a su cintura hasta alcanzar el tanga y se lo baje.  Levantó el culo y me dejó sacárselo estirando sus pies de un modo muy sensual, lo que aproveché para acariciárselos de nuevo.  Al terminar de hacerlo, abrió ligeramente sus piernas y llevó su mano derecha a su coñito, y tras recorrerlo para humedecer su dedo, empezó a masturbarse el clítoris mientras me miraba.

La provocación funcionó de maravilla, y me puse de pie, y empecé a desnudarme.  Mientras me quitaba toda la ropa, ella no dejaba de mirarme y de masturbarse, cada vez más deprisa.  Incluso temí que si tardaba mucho ella alcanzaría así su primer orgasmo.  Al terminar de desnudarme, me lancé entre sus piernas y apartando sus dedos, me puse a lamerle el coñito en toda su extensión, saboreando su humedad, disfrutando de cada uno de sus gemidos.  Apoyó su espalda sobre la cama quedando tumbada boca arriba, y puso sus pies en mi espalda dejando sus piernas bien abiertas, así que introduje dos dedos dentro buscando su punto G, mientras mi lengua se centraba en su clítoris.

Pasados unos minutos así, empezó a contraerse y a contener la respiración, y de repente explotó en un orgasmo ruidoso que ahogó poniéndose una almohada en la boca, mientras su coñito expulsaba varios chorros de flujo con fuerza sobre mi cara.  Aquello no me lo esperaba, pero acaba de hacerme un squirt en la cara.  Sus contracciones eran violentas, y sus gritos no cesaban.  Me apretaba la cara con sus piernas queriendo cerrarlas, pero yo no dejé de lamer su coñito en ningún momento, hasta que su placer debía ser tan intenso que me empujó con fuerza la cabeza para que parase.

Se quedó lloriqueando, gimiendo con los ojos cerrados tumbada sobre su lado izquierdo de lado en posición fetal.  Estaba tan sensual, exhibiendo el culo, que me acomodé detrás de ella, y en esa postura que estaba acerqué mi polla a su coñito por detrás, y tras lubricarla con sus flujos y un poco de saliva, empujé  y se la metí hasta el fondo.

Al notarla entrar, emitió otro gemido que casi era un lamento, pero en cuanto empecé a bombear su coñito, su respiración volvió a agitarse y ella comenzó de nuevo a gemir rítmicamente, y a pedir más.  Esa postura era perfecta, porque me permitía ver todo su cuerpo en esa posición fetal, acariciarle los pies, las piernas y las tetas, mientras le bombeaba cada vez más fuerte.

Al rato de estar así follándola, se contrajo de nuevo y estalló en otro orgasmo, que nuevamente ahogó con una almohada en su boca.   Esta vez no hubo squirt, pero después del primero, debía de estar muy sensible, porque enseguida me pidió por favor que parase.  Yo aún no me había corrido, así que sin sacarla de su coñito empecé a jugar con su culo.   Le empecé introduciendo un dedo, y al ver que no se quejaba, fui empezando a jugar con un segundo dedo mientras le daba besos por todo el cuerpo.

Ella estaba como dormida, aunque su respiración agitada indicaba que no lo estaba.  Me dejaba jugar con su culito mientras la seguía acariciando.  Cuando ya lo noté suficientemente dilatado, saqué mi polla de su coñito, y tras ensalivarla bien, la puse en su ano y empecé a empujar.  Costó meter el glande, pero finalmente entró.  Una vez conseguí meterlo, ella se tensó un poco, pero enseguida volvió a relajarse y empecé a empujar nuevamente hasta que poco a poco y con paciencia conseguí metérsela entera.   Le follaba el culo ahora ya a buen ritmo y ella abrió ligeramente su piernas y acompañaba mi follada haciéndose un dedo.

Cuando le anuncié que estaba a punto de correrme, volví a escuchar su voz

M – Sí, córrete dentro de mí, dámelo que yo también me corro.  Fóllame el culo, vamos

Y en ese momento empecé a descargar dentro de ella al tiempo que ella volvía a gritar, ahora sin almohada, y estiraba las piernas poniéndose boca abajo.  Yo acompañé su movimiento poniéndome encima de ella, y al finalizar los dos nuestros orgasmos, quedamos tumbados en esa postura.  Yo tumbado sobre su espalda, besándola y susurrándole al oído cuánto me había gustado follarla

M – No sé si me creerás, pero no me había corrido así nunca.  No sé qué me has hecho, pero ha sido tan intenso que no era dueña de mis actos.  Te he puesto la cama perdida…

Y – No te preocupes.  Me alegra que te haya gustado.  Ya te he dicho que la idea era conseguir que disfrutases.

M – Ha sido el mejor sexo que he tenido en toda mi vida, y eso que me has follado por el culo, que a Mike nunca le he dejado.  Pero claro, es que él no me lo va a preparar como tú lo has hecho.   Me has puesto muy caliente.  Que sepas que el detalle de que me limpiases los pies y me los besases y me acariciaras las piernas de ese modo tan dulce, me ha puesto como una perra.

Y – Jajajajaja, esa exactamente era la intención.  Además tienes un cuerpo delicioso que da gusto mimar.  Me alegro que te haya gustado.  Llevabas toda la noche pidiéndolo… jajajaja

M – Ya, y tú anda que pones fáciles las cosas… Menos mal que me he puesto cabezota, porque si me llego a perder esto…

Y – Jajajaja.  Bueno anda, date una ducha rápida para quitarte el olor a sexo, y vamos a vestirnos, que te tengo que llevar a tu casa, que si te llevo muy tarde, Mike se va a preocupar.