Con las manos en la masa.

Por fin mi esposa cumple una de mis fantasías, verlas acostarse con otra mujer y es pillada sin saber que la observo a ella y su amiga.

Jamás olvidaré ese preciso instante en el que por fin mis sueños se hicieron realidad. Aún me excito solo de recordarlo y mi corazón se pone a mil como si me hubiera pinchado adrenalina en vena.

Todo comenzó como cualquier otra experiencia en pareja, con un poco de suerte, el destino quizás, y un poco de preparación a que aquel maravilloso acontecimiento se diera.

Mi paraje y yo siempre hemos sido una pareja muy juguetona, nos encanta decirnos cosas al oído mientras practicamos sexo, incluso hemos llegado a provocar en más de una ocasión, situaciones excitantes que nos han dado como resultado infinidad de polvos placenteros  e irrepetibles.

Mi esposa siempre ha contado con muy buenos tributos físicos, tantos que a veces suele sentirse incómoda porque todos y todas suelen quedarse prendados de sus caderas, culo y pechos, además de sus labios y mirada sensual. Pero lo que más le hace justicia es su forma de ser y su alegría. No necesita tomar nada para ser el alma de la fiesta y hacer reír con sus comentarios. Es espectacular.  A la gente le choca que nuestra relación es explosiva, ya que siempre nos hemos llevado como perros y gatos, pero aunque parezca que discutimos o que nos echamos en cara las cosas, en realidad nos gusta ir al límite y encontrar ese punto de picardía  y tensión que suele acabar con polvos muy fuertes y excitantes.

Yo soy un chico,  que bastante diferente a los que me rodean, al menos a los que yo conozco. Aunque en mi vida laboral soy muy serio, y  adicto al trabajo, oculto al mundo como soy realmente. Todos piensan que soy un chico bastante tímido o tradicional, pero poco saben de mi personalidad real. Siempre he pensado que tengo una doble vida o una doble personalidad, pero es que soy consciente que este mundo no está preparado para saber exactamente como somos y poder mostrarnos tal cual. Es por ello, que evitando prejuicios y no teniendo que explicar a nadie como soy de verdad, he ocultado mi verdadera personalidad en privado.  Además que a nadie le interesa como soy, ni pienso, mi vida es mía y no daré explicaciones de mis acciones o pensamientos. Soy muy tradicional, familiar, pero oculto al mundo que siento bígamo y por tanto me encantaría tener dos parejas sexuales, en una unidad familiar plena y feliz. La sociedad como ya dije, no está preparada para muchas cosas, y la hipocresía de la gente puede a llegar a ser muy cruel.

Mi pareja, siempre ha sabido como soy, y dejo claro que no se trata de que no cumpla ella mis expectativas, o que cubra mis necesidades, porque créanme que es una bomba sexual y muy buena en todo lo que hace. No se trata de eso, precisamente cuanto más enamorado estoy de ella más siento la necesidad de ampliar la familia, y más quisiera ver a mi esposa en mi mundo utópico de perversión,  excitación y juego.

Durante año, imaginamos mil y una forma de mantener relaciones entre los dos. Hemos incluso aportado en forma de fantasía a otras personas, mujeres y hombres que han pasado por nuestras vidas, y de una forma u otra nos han excitado. Me encanta cuando vamos por la calle y mi esposa, me muestra otras mujeres que cree ser de mi gusto, o cuando en pleno acto sexual le invito a pensar en algún chico o chica conocidos o no.

El problema, por decirlo de alguna forma es los tabúes y cultura en la que nos han criado. Si bien de forma fantasiosa, nos gusta hacer cualquier tipo de juego, en la vida real no es posible y a veces la hago sentir mal ya que mi deseo si es real. No obstante, la quiero muchísimo  e intento no presionarla, aunque admito que mi deseo de verla con otra chica es muy grande, a pesar de que ella no se considera ni bisexual, ni lesbiana y el juego con una chica sólo lo ha realizado como juego entre ambos en un momento puntual, o como tarea que le marco cuando no estamos cerca y le pido que se toque pensando en otra mujer, juego que por cierto, lo hace por complacerme y espero que disfrute por ser algo prohibido.

Mi juego es tal, que le he propuesto quedar con amigas o parejas, sólo por verla nerviosa. O le he comprado juguetes tipo arnés con un pene realístico para en nuestras fantasías simular una doble penetración o en alguna ocasión que ella es penetrada o penetra a otra mujer. Pero siempre desde la fantasía.

Una de mis fantasías es llegar un día de trabajar y encontrarla con otra mujer practicando todo aquello que hemos pensado, sin yo saber que estaban haciéndolo y sin ellas saber que las había pillado. Pero todo esto es claramente imposible de realizar, o al menos es lo que siempre me dio a demostrar ella, hasta que un maravilloso día, parece que los astros se alinearon y todo cambió por un instante, y supongo que queriendo experimentar lo que siempre le pedía se aventuró a probar a mantener sexo con otra mujer y hacerlo en su intimidad.

Tenemos una amiga en común, cuya relación con nosotros es muy similar a la forma de tratarnos nosotros, un amor odio extraño pero que nos mantiene vivos. Solemos picarnos y vacilar, llegando a veces a acabar en alguna discusión por no conocer los límites que ambas partes tenemos, pero luego lejos de romperse la relación, solemos unirnos como si nada hubiera pasado.

La chica es muy simpática, y siempre se preocupa por el día a día de mi familia, es verdaderamente una persona especial, y muy trabajadora. Además me gusta como pica a mi esposa cuando estamos juntos y como la mira. Al igual que mi esposa, no le gustan las mujeres, ni siquiera se había planteado nunca a estar con una antes de conocerme a mí. Quizás sea yo quien las confunde, pero es que me encantaría verlas juntas y que ese juego de pique y tensión acabara en un polvo descomunal.

Por supuesto, siempre les insinué la posibilidad y les amenace que algún día las emborracharía para conseguirlo, aunque beben poco. Sus respuestas siempre fueron agresivas y tajantes, NO, NI EN TUS MEJORES SUEÑOS, ANTES ME TIRO A… QUE A UNA MUJER, y cosas así.

Todo hasta que un determinado día.

Mi jornada laboral estaba prevista para que terminara muy tarde ese día. No obstante hacía calor y algo me decía que la reunión a última hora del día iba a ser muy larga y pesada. Mi esposa, tenía varias cosas que hacer, pero nuestra amiga que llamaré Laura para no dar detalles de su vida real, la llamó cuando yo ya estaba trabajando y le pidió si aprovechando que los niños estaban en clase, le acompañaba a realizar un papeleo rutinario y al salir iban de compras.

Por lo visto, una vez realizado el papeleo, fueron a tomar un café y algo para desayunar, y de allí a comprar ropa. Dada la proximidad del verano, mi esposa se compró un traje de playa bastante corto, de esos que me excitan tanto y que cuando los usa sin braguitas y se reclina a coger algo, se le suele ver el culo o incluso si es mucho lo que se inclina su jugoso chochito. Su amiga, aprovechando las compras, se compró una minifalda y un top. Luego fueron a comer algo, y bebieron unos chupitos de licor de piruleta de cereza.

Al llegar a casa, la fiesta no había terminado, por lo que ambas pusieron música y haciendo hueco para colocar la ropa que se habían comprado, empezaron a sacar del armario ropa y a probárselas entre las dos. Así  durante un tiempo, hablando de sus cosas, y contándose algunas intimidades de prácticas que habían hecho con alguno de esos trajes o ropas. Luego pasaron a las tentaciones, atreviéndose nuestra  amiga a probarse alguna, mientras mi esposa le contaba alguna de nuestras locuras, y terminó en la parte en la que llegaron a los juguetes sexuales que guardábamos en el cajón del placer.

Laura, se fijó que en el cajón de los juguetes, había lubricante, penes realísticos, un vibrador, unas esposas, un spray adormecedor para practicar sexo anal, dos antifaces, un pequeño látigo… pero se sorprendió al ver el arnés con la polla de 18 centímetros que parecía muy real ya que incluso tenía los testículos y las venas. Casi sin poder cerrar la boca, y ya muy excitada se interesó por aquel juguete en concreto, y mi esposa ruborizada intentó cambiar de tema, pero ya  era muy tarde.

Laura fue al baño y al regresar, le pidió a mi esposa que le hiciera un mojito ya que  su cuerpo necesitaba ser refrescado y así disipar el calor que le recorría, pero lejos de bajar la temperatura el alcohol del mojito les encendió más y liberó de sus tabúes. Empezaron a hablar de ciertas prácticas que solíamos hacer, y de mi insistencia de que me encantaría ver como mi esposa se acostaba y tenía un orgasmo con otra mujer, pero que ella no se atrevía y menos delante de mí a realizar aquella acción ya que sentía que me traicionaría, o que si en mitad del acto veía que no podía seguir, sentiría que me había defraudado.

Laura vestía aún la tentación que le había dejado mi esposa para probarse, y mi esposa el vestido nuevo que se había comprado. Ambas con las braguitas puestas, pero se habían liberado de los sujetadores. Cabe resaltar que ambas tienen dos buenos pechos, siendo el de mi esposa bastante mayores en proporción pero ambos igual de maravillosos.

El tono de la conversación fue subiendo y cuando se dirigieron al cuarto a cambiarse de ropa, un impulso cambió todo. Laura estaba muy excitada y su chochito ya chorreaba del calentamiento que había cogido. Al llegar al cuarto cogió uno de los antifaces y se lo puso para hacer la payasa, dándole el otro a mi esposa que hizo lo mismo, riendo ambas sin control. María, mi esposa, sin percatarse de que Laura se había hecho con sus esposas, se tiró en la cama desternillada de la risa, y casi sin darse cuenta sintió como Laura, le había atada al cabecero con las esposas por una de sus muñecas.

En ese momento las risas pararon, por la incertidumbre de lo ocurrido.

-          ¿Qué haces?, balbuceó María a Laura, ¡quítame esto ahora! Me aprieta.

Laura lejos de hacerle caso, fue al cajón y escogió el látigo.

-          No te pone que te amarren?  Dijo con voz algo temblorosa temiendo que su atrevimiento acabara en un disgusto.

María se quedó un instante pensativa, pero lejos de forzar el final de aquel juego, se dejó llevar, quizás pensando en lo que yo le había comentado durante años, que todo era cuestión de probar y sino gustaba con no repetir teníamos.

-          ¡Sí!, claro que me gusta y excita, pero…

-          Pero nada, dijo Laura, ahora eres mía y estoy muy cachonda con todas las cosas que me has contado. Aunque mañana me arrepienta quiero probarte y ver de lo que puedo ser capaz. ¿Tú no?

-          Sí, contestó María algo avergonzada.

El látigo entró en escena. Laura le daba unos suaves azotes a María, que se retorcía por nerviosismo y morbo. Pero las risas de ambas no paraban, como tampoco lo hizo el calor del ambiente.

Sin despojarse de la ropa Laura dejó el látigo, y fue a por un pañuelo de seda negro que había en el cajón, se acercó a María y casi con sus pechos en la cara le tapó los ojos, haciéndole un nudo que le apretó lo suficiente para que no se soltara.

Luego se retiró lentamente, y acercó su cara al oído de María, susurrándole lo cachonda y mojada que estaba, y bromeando diciéndole que qué le había echado a aquel mojito que ya que no era ella la que estaba actuando en esa situación. Las risas continuaban y Laura bajó al cuello de María, para besarlo y rozar sus labios, provocando que los pezones de mi esposa se pusieran duros y puntiagudos.

Al percatarse nuestra amiga, no dudo en acariciarlos, y haciendo un suave movimiento con su mano derecha, liberó por encima del vestido uno de ellos, bajo con su boca y lo beso, lo lamió haciendo un círculo con su lengua húmeda y caliente, que produjo que mi esposa se erizara aún más y un escalofrío le recorriera por su cuerpo.

Ya no había marcha atrás así que Laura, bajó su mano por el costado de mi esposa, hasta sus caderas, sobre el vestido. Continuó más abajo, hasta llegar a su muslo derecho y llegó al límite del corto vestido. Una vez ahí y ambas ya casi en silencio escuchando sus respiraciones forzadas, levantó con sus dedos el vestido y deslizó su mano bajo él hasta tocar su chochito húmedo que ya había impregnado su braguita. Una risa rompió el silencio, una risa nerviosa por parte de María, y otra más pícara por parte de Laura, que se ciñó a sujetar la braguita y tirar de ella para apartarla. Antes de bajarla por completo la mano de Laura ya jugaba con los labios y el clítoris de mi esposa.

Tras un par de movimientos y al ver que María ya movía sus caderas al compás de su mano. Laura se reclinó, tiró de las caderas de María para colocarla mejor, y retiró sus braguitas suavemente, hasta retirarlas por completo. Seguidamente abrió bruscamente las pierdas de mi esposa, subió su traje hasta sus caderas, y se quedó un segundo observando aquella estampa de mi esposa, sujeta por una muñeca al cabecero,  los ojos vendados mordiéndose el labio inferior y humedeciéndolos con su lengua, un pecho por fuera del vestido erizado, y sus piernas abiertas mostrándole el chochito brillante y jugoso que hasta la fecha siempre había sido mío, y nadie más había tocado.

Sin pensarlo se lanzó como un tiburón a su presa, y llevando sus manos a los muslos y su boca al sexo de mi esposa, empezó a besar y lamerlo como si de un helado se tratase. Mi esposa lejos de resistirse, comenzó a arquearse, y mover sus caderas al son de los lametones de Laura, llegando incluso a sujetarle por su larga melena castaña, para apretar su cara contra su sexo, o darle algunos suaves tirones de pelo cuando quería más intensidad o que se retirara a respirar.

Su intensión quizás era aguantar, y hacer otros juegos, pero la excitación fue tan grande y que no pudo resistirse a tener un orgasmo explosivo e intenso, dejando escapar un chillido de placer y mareo, fascinante.

-          ¡Síiii, oh siii no pares preciosa!, logró decir exhausta y agitada.

Hasta ese momento en el dormitorio sólo se había escuchado el chapoteo de la lengua en el chochito de mi esposa, y los jadeos y suspiros de ambas, pero esa grito de placer rompió el silencio y desató una reacción en mi esposa que jamás pensé que se diera.

Unos segundo de recuperación y pasando el periodo de satisfacción de Laura por haber conseguido tal hazaña y en tiempo récord, prueba de su magnífica actuación, dio lugar a que mi esposa se liberara de las esposas, retirara el pañuelo de sus ojos y se acercara a Laura para darle ambas con el antifaz puesto, un beso con el sabor de su chochito aún en la comisura de sus labios.

Ahora era el turno de Laura, María tomó las riendas, y fue al cajón, de entre las cosas que había, escogió dos, un pene realístico, y el arnés que colocó a los pies de la cama.

Colocó a Laura sobre el colchón  boca arriba y se abalanzó sobre ella, retirándole las asillas de su tentación y bajándolas hasta su cintura, dejando sus pechos al aire. Seguidamente repitió el beso que se habían dado pero bajando esta vez su mano por la parte superior de la tentación y entrando directamente bajo la braguita de nuestra amiga. Ella, estaba también húmeda y ambas reían nerviosamente, sin despegar sus labios, en ese intenso beso, acompañado del masaje a su chochito.

Laura no paraba de gemir, y María no dudo en bajar las bragas, dejando la tentación en la cadera  a modo de cinturón. Luego, continuó masturbándola con sus dedos, después de aportar su saliva como lubricante.

Al final, mi reunión se había suspendido, y agotado por la jornada laboral regresé a casa sin avisar para darle una sorpresa a María. Fue justo en el instante que llegué cuando escuché unas risas que provenían de mi dormitorio. Al principio pensé que era la televisión, pero pronto me di cuenta que algo no cuadraba. Sin entrar a casa, me acerqué a la ventana y en ese preciso instante vi a mi esposa, con la polla realística en su boca, humedeciéndola. Ella estaba casi de espaldas a la ventana, quizás en diagonal a la misma, de rodillas sobre mi cama.

Enseguida me empalme, pensando que por fin la había pillado masturbándose, cosa que siempre le había pedido. Que me ponía muy cachondo llegar un día de trabajar y pillarla tocándose, pero cuando sacó la polla de su boca y la bajó, algo no cuadraba. Un suspiro con otro tono de voz, se escuchó.  Me acerqué a la ventana y pude ver que no estaba sola. No daba crédito a la situación, ya que no me esperaba eso ni por asomo. Al fijarme mejor y comprobar que pasaba, ya que mi mente estaba completamente descuadrada, comprobó que la que gemía no era ella, era Laura que había sentido como la polla le penetraba, mientras mi esposa le masajeaba su clítoris y pellizcaba sus labios.

Si ya estaba empalmado, imagínense cuál fue la reacción que se desató en mi cuerpo. Incluso un mareo me hizo perder el sentido durante un instante. Diría que hasta una sensación de celos, o rabia llegó a pasarse por mi cabeza, al ver que me estaba traicionando, o eso fue lo que pensé un instante hasta que recobré la razón y pensé.

-          ¿Eres bobo?, es justamente lo que llevabas años imaginando, soñando y fantaseando. Hoy te ha regalado el mejor de los regalos, sin menospreciar ningún otro realizado hasta la fecha.

Me entraron dudas de si entrar  e interrumpir aquella maravillosa estampa, o si dar un toque en el cristal de la ventana para que al menos supieran que estaba allí al tanto de lo que estaba sucediendo.

Por otro lado, pensé en sacarme la polla, que ya no cabía en mi pantalón y tocarme mientras era espectador de aquella maravillosa escena, pero temía que alguien desde fuera de la propiedad pudiera pasar y verme, así que decidí seguir viendo aquella escena personal del mejor porno que jamás había visto en mi vida.

María continuaba penetrando a Laura, y alternaba la punta de su lengua y sus dedos, que jugaban con el clítoris de ella.

Un sobresalto, me hizo alejarme de la ventana, fue cuando María paró bruscamente y se levantó. Pensé que ya me habían pillado, pero lejos de eso, al volver a mirar, observé que María había parado para colocarse el arnés que le había regalado en nuestro aniversario de boda y tras colocarlo bien, lo humedeció como si se pajeara, lo que provocó más risas entre las chicas.

-          ¡Folláme puta!, le dijo Laura desafiando a mi esposa.

-          ¡Te voy a reventar ese chochito rico que tienes!, le dijo mi esposa desafiante.

Una vez colocado todo, le pidió que se pusiera a cuatro patas y sin dudarlo, mi esposa se colocó por detrás, de rodillas, como me coloco yo cuando la penetro. Las dos manos en sus caderas y tras colocar la punta de la polla de 18 centímetros en la entrada de su chochito, la atrajo con sus manos hacia ella suavemente. Poco a poco iban aumentando el ritmo, y las envestidas de mi esposa.

Era maravilloso, ver los pechos de mi mujer saltar en cada envestida y los de Laura repetir el movimiento en otra posición. Como Laura se relamía y abría su boca en cada envestida, y la cara de mi esposas de poder, de lujuria y concentración para no dañar a su amiga, más de lo necesario, pero al mismo tiempo exhausta y con la respiración agitada.

Laura metió los dedos de su mano izquierda en su boca y los mordió, apagando sus gemidos, luego chorreando de saliva los bajó a su coño y comenzó a tocarse mientras mi esposa no paraba de envestirla.

A estas alturas ya me daba todo igual, me saqué la polla, y empecé a masturbarme viendo aquella escena. El corazón parecía salirse del pecho y poco pensé en los vecinos o los transeúntes. A fin de cuentas estaba en el porche de casa, en la parte trasera, y la vegetación del jardín ocultarían parte de mí, aunque también me daba igual ya no podía pensar.

No sé cómo pasó, me lo había perdido por al liberar mi polla y humedecerla con mi saliva, pero en una de las envestidas, mi esposa escupió sobre el culo de Laura, apartó una de las manos de su cadera, y llevó su dedo gordo, al culito de ella. Masajeó ligeramente hasta que pude ver como en unos de los gritos de placer de Laura, comprendí que le había penetrado el culo, como suelo hacérselo a veces. Su mano no tardó en subir y bajar, al tiempo que sus caderas empujaban la polla y Laura cada vez chillaba con más fuerzas, mientras se tocaba.

-          ¡No puedo más perra, me voy a correr!, gritó Laura,

María aceleró sus envestidas, aunque ya le quedaba pocas fuerzas, y enterró su dedo más profundamente en el culo de Laura, hasta que se escuchó un chillido profundo y agotado. Nuestra amiga se corría, y se había quedado sin aire, pero no podía parar su brutal orgasmo, que acabó desplomándose de frente sobre la cama, sin poner las manos para evitar el impacto de su cabeza en el colchón y revotando de la brutalidad de la acción.

María sonriendo y asfixiada por el esfuerzo realizado, se sentó como pudo y tras coger aire se acostó junto a Laura.

Una boca abajo, otra boca arriba, con sus respiraciones forzadas y agitadas.

En ese momento no pude aguantar más y al ver que me correría, me acerqué a una jardinera que estaba próxima a la ventana y descargué todo mi semen sobre la tierra. No me podía creer que maravilloso regalo había vivido,  pero mucho menos el no haber sido pillado por ellas.

Me repuse como pude, subí mis bóxer, me coloqué y abroché mi pantalón y tras comprobar que no había sido pillado por nadie, pensé que hacer. Si entraba rompería la magia pensé, así que volví a mi coche, y me fui a dar un  paseo, hasta que se hiciera la hora de volver a casa, como si no hubiera existido esa cancelación de la reunión.

Cuando llegue a casa, Laura ya no estaba. Me acerqué para darle un beso a mi esposa, que actuó de manera natural, como si no hubiera pasado nada. Lejos de enfadarme, pensé que debía dejar que las cosas transcurrieran con normalidad, quien sabe si era una preparatoria para lo que un día podría ser mi sueño de formar una gran familia o como mínimo una gran aventura.

Me fui a mi dormitorio, aquel maravilloso lugar donde se gestó la escena. Y me senté en la cama, sin que María supiera que había pillado aquella escena. Ya no quedaba ni un resquicio de aquella batalla, ni una prueba de lo sucedido, ni siquiera el olor después de follar típico que me pudiera recordar que aquello fue verdad. O al menos es lo que pensaba.

Cuando me recliné por el lado de mi esposa, sentado en la cama, para desatarme las ligas de los zapatos, algo, me llamó la atención. Una tela negra, asomaba ligeramente por debajo del edredón, al tirar de ella, pude comprobar que eran las braguitas de Laura, ya que conocía perfectamente las de mi mujer, ya que me fijo mucho, y sé su talla.

Instintivamente las llevé a mi nariz y respiré en profundidad, captando aún el aroma de su humedad, era un olor dulce, agradable y me volví a empalmar. Antes de que mi mujer me pillara, corrí a guardarlas, quien sabe qué utilidad podría tener en un futuro. Pero ya eso es una historia que quizás cuente más adelante.