Con las manos en la masa

Investigando un adulterio, la vida da sorpresas agradables.

Con las manos en al masa.

Madrid. Noviembre de 1950.

El inspector Miguel Martínez no pudo menos de sonreír al oír al hombre, que nervioso, estaba frente a él. El pobre cornudo había seguido a su mujer hasta la pensión donde estaba jodiendo con su amante, y venía a denunciarlo, para que se levantara acta y poder separarse.

Era una labor rutinaria, pero aquel día Martínez no tenía mucho trabajo, así que decidió dirigir el operativo.

Montó en el Citroen, un 11 ligero negro con bastantes años, junto al agente López, que conducía, y el marido engañado.

La pensión estaba en la Gran Vía, al inspector el nuevo nombre "José Antonio", le chirriaba en la mente, de pequeño era la Gran Vía, y ahora con sus casi 40 años, le seguía costando llamarla de otra manera.

Aparcaron el coche en la puerta,

" Es el tercer piso"- dijo el engañado.

Subieron en el ascensor, parándose en la puerta: "Pensión Bermudez" , sin acento. El inspector tocó el timbre.

La mujer que abrió la puerta, tendría 50 años, rubia, de una belleza ajada como su bata a cuadros y las zapatillas de felpa.

"No chille, o se verá en un buen lío. Sólo nos interesa una pareja. Si coopera no tendrá problemas."

El inspector enseñó su placa al tiempo que con el índice en los labios hacía un gesto de silencio.

"Un hombre y una mujer que han llegado hace una hora. Ella tiene 32 años, él como 40"- susurró el marido

"El cuarto 14, es el que tiene baño"- contesto la dueña en voz baja.

Llegaron a la puerta, la mujer sacó una llave que introdujo en la cerradura, con un giro abrió la puerta.

Era un espectáculo, en la cama un hombre desnudo, tumbado empalaba a una mujer, que se movía como una posesa sobre él.

Era una real hembra pensó el inspector, morena, con el pelo ensortijado, buenas tetas que temblaban en el trajín del sexo, un culo poderoso que golpeaba en un ritmo rápido el vientre del hombre.

"Puta, más que puta. Guarra"- chilló el marido.

"Por favor, tengan calma. Vístanse, pues tendrán que acompañarnos a la comisería "- anunció el agente del orden.

La pareja se desanudó. Al hombre, el susto le había reblandecido la polla, aunque aún mantenía una erección considerable.

"Encima de cornudo, chivato. Eres un mierda"- escupió la mujer al marido.

Se fue vistiendo, sin pudor, primero las bragas, después el sujetador y de un golpe se enfundó el vestido, blanco con flores negras.

"Vístase "- ordenó el inspector al hombre que seguía desnudo en la cama.

Se levantó, pero no hizo intención de vestirse. Era una extraña situación, que no podía entender, ¿ por qué aquél hombre no se vestía?. Sacó la pistola y le apuntó.

"Es una orden. Vístase, no se lo voy a volver a repetir"

Se acercó al armario, y al abrir aparecieron los hábitos religiosos.

" ¡ Un cura!"- dijo López con asombro.

"Vístase" – Ahora el hombre no se detuvo, en un minuto allí estaba de pié, con su sotana negra y el alzacuellos blanco, que cortaba el cuello moreno.

El inspector sacó un Ideales y lo encendió con un fósforo, que apagado tiró al suelo. Necesitaba pensar, aquello no le gustaba, lo del cura complicaba las cosas. Acabó el cigarrillo, tiró la colilla al suelo, apagándola con la suela del zapato.

Nadie decía nada, la tensión era muy fuerte, el marido engañado, la mujer, el cura, la dueña de la pensión, el agente López y él. Todos le miraban y el inspector no tenía claro qué hacer.

"López, lleve al señor a la comisaría, y tómele declaración. Es necesario tener todos los datos."

"¿ Y usted? Inspector."

"Yo me quedo viendo la licencia de la pensión y con los adúlteros para que no haya problemas en el traslado"

Tras el saludo reglamentario, el agente se retiró con el hombre.

" ¿ Cómo se llama?"- preguntó al cura.

"Soy el Padre Antonio Fariñas, párroco de Santa Cecilia"

Tomó la decisión, apenas fueron unos segundos. El marido engañado les había metido en un lío, desde el principio había sabido que el amante de su mujer era un cura, y la Iglesia era intocable en la España de Franco.

"Pues váyase a la parroquia, que voy a ver como resuelvo esto"

Quedó solo con las dos mujeres.

"Comisario" dijo la rubia, dueña de la pensión- "Sea bueno con nosotras, no tenemos otra forma de ganarnos la vida"

"Sólo soy inspector, señora. Pero acláreme eso de ganarse la vida"

" Petra viene acá con los clientes, y yo saco un dinero del alquiler de la habitación"

" Señor inspector, mi marido es un tacaño, y yo me busco un extra con algún amigo"- explicó la morena.

Martínez volvió a encender un cigarrillo, y se quedó mirando a las mujeres.

Petra se le acercó insinuante, le puso una mano en el cuello, el policía sintió un escalofrío, la mujer se dio cuenta y se aproximó aún más.

"Seguro que podemos llegar a un acuerdo"- le susurró, haciendo un mohín de coquetería.

No lo dudó, la abrazó y la besó, comiendo ansioso la boca. La mujer respondió metiéndole la lengua hasta lo más profundo.

Se restregaron los cuerpos , la empujó tumbándola en la cama deshecha.

"Inspector, espere que le desnude a la niña"- dijo la dueña de la pensión, y se acercó a la pareja entrelazada.

La morena se separó y quedó de pié ante el hombre tumbado. La otra mujer la desnudó rápidamente, era hermosa, estaba buena pensó Martínez, los pechos grandes apuntando al cielo, la cintura estrecha, amplias las caderas, con un matojo de vello negro que como una llama se extendía en el pubis de la mujer.

La rubia llegó al hombre, desatando su cinturón y quitando de una vez pantalones y calzoncillos. Quedó con camisa, corbata, chaqueta, calcetines y zapatos, y la erecta polla al ataque.

Petra se subió a la cama y se empaló en la verga. Se movió como una posesa, el policía vio de reojo, como la otra mujer se desnudaba . Pese a los años, seguía siendo atractiva, un poco basta, con pinta de guarrona cachonda.

La dueña de la pensión comenzó a acariciar los senos de la morena, que chillaba gozosa. Cuando las mujeres empezaron a besarse, Martínez se dio cuenta que iba a estallar.

"Me corro" –gritó y las olas de semen salieron como balas de su arma.

La adultera se separó tirándose en la cama junto al hombre. La otra mujer se abalanzó sobre su sexo devorándolo.

La escena lésbica, larga, junto a la abstinencia obligada por el parto reciente de su mujer, volvieron a dar vigor al policía. Se acarició la polla hasta que la volvió a notar dura como piedra.

Se levantó y arrodillándose tras la dueña de la pensión, y sin miramientos la sodomizó.

La rubia chilló ante el ataque, pero sin perder el coño de su amiga, comenzó a mover el culo bombeando al policía.

Martínez, pasado el primer momento, dejó de encontrar placer en la puerta oscura, así que retiró su miembro del ano femenino.

Se miró la verga, estaba sucia.

"Niñas, ya podéis limpiarla con la lengua"- ordenó.

Fue la dueña de la pensión y del objetivo sexual la que dejó la polla húmeda y limpia. Pero fue Petra la que la engulló, haciéndole una mamada espectacular, volvió a correrse.

Al caer cansado en la cama, se dio cuenta de su semidesnudez. Llevado por la lujuria, no había notado, que sólo se había quitado el pantalón y el calzoncillo.

Las mujeres se tumbaron a su lado. El silencio apenas duró unos segundos.

"¿ Qué va a hacer con nosotras?"- preguntó Petra.

"Venir a visitaros la semana que viene. Y tú puedes buscarme alguna zorrita más. Me ha gustado esto de follar con más de una. Anda lávame la polla"

La dueña de la pensión fue al baño y trajo una toalla húmeda, con la que limpió los restos de semen del policía. Este se levantó, y se vistió.

"Hasta la próxima. Aunque a ti lo mismo te llamo antes"

Bajó a la calle, necesitaba un café, entró en un bar cercano.

" Un cortado"- pidió sentándose en un taburete, y apoyando el codo en la barra. Estaba bueno, debía ser portugués, sin achicoria.

" Inspector, tenemos rubio americano, ¿ quiere una cajetilla?"

"Dámela y dime cuánto te debo"

"Por favor, nada . Es un placer invitarle"

Fuera, mientras paladeaba el Camel, pensó que era bueno ser guardián del orden en la España victoriosa.

No sabía lo que costaba un café en un bar.