Con las dos madrinas

A Bubi no le resultó suficiente con una madrina, necesitó acostarse con la otra.

Con las dos madrinas

Retomo el relato que dejé en "Con la madrina (1)". Continúo en la cama junto a Meca, madre de mi amigo Quique, que más que su madre parece la hermana mayor.

Les repito que tiene 71 años pero nadie le da, como mucho, más de 55. Delgada, 1,75 de estatura, piernas esmeradamente cuidadas, trasero robusto, cara aniñada surcada por muy pocas arrugas, cabello cortado a la garzón teñido de color castaño, voz suave y sensual y un busto que si se lo mira atentamente es deliciosamente imperceptible aunque recatadamente sexy.

Para que se puedan ubicar temporalmente, aclaro que esto sucedió en marzo de este año 2006 después de la fiesta de casamiento de Quique. Luego de una reparadora siesta, nos despertamos a las 7 de la tarde para retomar el dialogo que interrumpimos para dedicarnos a la "ceremonia" de las enemas.

Meca: "Sospecho que anoche, en la fiesta, no te diste cuenta de algo muy particular.

Bubi: No sé a qué te referís.

Meca: ¿Notaste cómo te miraba Tona, mi consuegra?

Bubi: No sé a qué te estás refiriendo.

Meca: Te comía con la mirada.

Bubi: Lo único que te puedo decir es que tiene una pancita de lo más erótica.

Meca: Entonces la miraste.

Bubi: De pasada nada más.

Meca: Si le miraste la pancita también le habrás visto alguna otra cosa interesante.

Bubi: Me llamó la atención la pancita y nada más. ¡Toda salidita para afuera, como pidiendo que se la lamieran!

Meca: ¿Nada más que la pancita?

Bubi: Sólo la pancita.

Meca: Me juego los huevos que no tengo a que Tona se sale de la vaina por voltearte.

Bubi: ¿Tenés algún indicio que avale tus sospechas?

Meca: Me preguntó si eras soltero o casado.

Bubi: Eso no significa nada.

Meca: Si lo unimos a otros indicios más, la cosa cierra.

Bubi: ¿Qué otros indicios?

Meca: Te siguió con la mirada durante toda la noche, no te perdió pisada.

Bubi: ¿Habrá entre con ella?

Meca: ¿Te la voltearías a pesar de que es casada?

Bubi: ¡Por supuesto! Si agarra viaje no me voy a quedar cruzado de brazos.

Meca: Voy a tirar líneas y después te cuento.

Dejamos la conversación en ése punto, me vestí y me dirigí a casa. El fin de fiesta había sido muy halagüeño y prometedor, pero el lunes tenía que retornar al trabajo. Esa noche, recostado en la cama, repasé mentalmente la fisonomía de Tona para tratar de descubrir qué otra cosa, además de la pancita, me atraía de ella. Más bien baja, 1,65 como mucho, robustona de cuerpo, pechos exuberantes, piernas algo delgadas que desentonaban un poco con el resto del cuerpo y caderas resistentes y aparentemente duras que sostenían un culo que prometía bastante. Pero lo que más me atraía de la consuegra de Meca seguía siendo la pancita, ligeramente abultada hacia fuera, durita y sensual. Por lo menos eso fue lo que me pareció la noche de la fiesta. El sueño y el cansancio de la maratón sexual a la que me sometió Meca terminaron venciéndome. Soñé con la pancita de Tona y me desperté dos o tres veces por las erecciones que me provocó. ¿Sería cierto lo que barruntaba Meca?

Como a los quince días del primer encuentro sexual con Meca, reincidimos en una nueva maratón sexual. A finalizar, ella retomó el hilo de la conversación que había tenido a Tona como motivo central.

Meca: ¡Papito, Tona está con vos!

Bubi: ¿Cómo lo averiguaste?

Meca: Porque la curiosidad mata al hombre y...también a la mujer.

Bubi: ¿Trabajo de inteligencia?

Meca: Algo por el estilo. Hace como diez días vino a visitarme y a los diez minutos empezó a tratar de averiguar cómo me las arreglaba para satisfacer mis necesidades sexuales.

Bubi: ¿Fue directamente al grano?

Meca: No, dio mil vueltas. Primero preguntó si era sexualmente activa y, una vez que le dije que sí, lo siguiente fue tratar de saber cómo lo hacía.

Bubi: ¿Qué le contestaste?

Meca: Nada, la tome de la mano, la llevé a mi habitación, le mostré el espejo de la pared, los consoladores y la lapicera vibradora.

Bubi: ¿Y qué dijo?

Meca: Calladita, agarró los consoladores, los palpó y me miró asombrada.

Bubi: ¿Nada más?

Meca: Preguntó cómo lo hacía y la invité a que los probara.

Bubi: ¿Y qué te dijo?

Meca: Que no sabía como hacerlo, que le explicara mejor el método.

Bubi: ¿Qué hiciste entonces?

Meca: Me puse en pelotas,.me acosté sobre la cama, lubrique el más grande y me hice un festín.

Bubi: ¿Y ella qué hizo mientras tanto?

Meca. Los ojos se le salían de las órbitas.

Bubi: ¿Algo más?

Meca: Cuando terminé me confesó que algo parecido le sería muy útil porque el marido no siempre la dejaba satisfecha.

Bubi: ¿En qué sentido?

Meca: Eso mismo fue lo que le pregunté y ahí se largó a contarme que él se la metía una vez por semana y nada más. ¿Entendiste? Te aclaro, se la mete, termina y listo. Después ella se tiene que hacer la paja para terminar. El que termina es él, ella se queda siempre colgada de la rama.

Bubi: ¡Qué picardía!

Meca: Eso me sirvió para sacarle información que puede serte muy útil. Primero: su zona más sensible es la que está entre el comienzo del brazo y la base de los pechos. Segundo: Nunca tuvo sexo anal. Tercero: le vuelve loca el sexo oral., hacerlo y que se lo hagan. Cuarto. Ya le hice una enema. Quinto: Se muere por garchar con un tipo que no sea el marido pero es vergonzosa y no se anima a intentarlo. Sexto: Le encanta que le digan obscenidades al oído, cuanto más puercas mejoro. Séptimo: La estoy preparando de a poco para que puedas cumplir el sueño de disfrutar de la pancita.

Bubi: ¡Muy, pero muy bueno! ¿Algo más?

Meca: Si. Me gustaría tener un menage a troís con Uds. dos. ¿te parece bien?

Bubi: ¿Los tres cogiendo juntos?

Meca: ¿En qué idioma hablo? ¡Siii!

Bubi: ¿Sos lesbiana?

Meca: En el fondo, no, pero si circunstancialmente. Cuando se presenta la ocasión, como en este caso, lo disfruto.

Bubi: Agarro viaje sin pensarlo dos veces. ¿Qué edad tiene Tona?

Meca: Es menor que yo, anda por los sesenta y cinco o sesenta y seis.

Bubi: Excelente. Me gusta la propuesta que hacés. ¿Cuándo y donde?

Meca: Dejame trabajarla y te aviso. En principio, lo mejor sería hacerlo aquí, con el espejo y todo incluido. ¿Si?

Bubi: Si.

Pasaron otros quince largos días sin tener noticias de las tratativas secretas que llevaba a cabo Meca. Las dos veces que le pregunté sobre el asunto me contestó que dejara madurar las brevas, que estaba muy bien encaminado, que no fuese ansioso. La que sí estaba bien encaminada era la relación entre ellas dos. Había convencido para que la acompañaba al gimnasio y participara de sus largos recorridos diarios en bicicleta. Nadie podía sospechar nada porque ambas son actividades habituales que las mujeres realizan para mejorar su estado. Lo que nadie sabía era que siempre terminaban en la casa de Meca con una feroz y violenta sesión presidida por los consoladores y... algo más. Ése algo más consistía en larguísimas sesiones alternativas de sexo entre las dos. Lentamente se estaban convirtiendo en fogosas y ardientes amantes. No desperdiciaban ninguna oportunidad que se les presentaba. Meca no se cansaba de comentarme lo que hacían. Lo que no me cerraba todavía del todo era el origen de la nueva actitud de Tona. Lo deduje de ciertos comentarios aislados que hizo Meca: El marido era muy bueno pero se remitía a meterle la pija, eyaculaba rapidito y ahí terminaba todo. Le estaban faltando un montón de cosas que él no sabía o no era capaz de hacer.

La espera me resultó tensa, sobre todo cuando Quique me mostró las fotos de la fiesta de casamiento. Le pedí que me las dejara unos días para poder apreciarlas mejor. Lo que no le podía decir era que lo que quería era ver las que mostraban a Tona. Sobre todo unas en la que se la veía bailando con los brazos levantados. ¡Espectacular! Se le marcaban perfectamente los pechos y...la pancita. ¡La notaba deliciosamente sexy! Lo que no tenía desperdicio era la espalda, con los omóplatos bien marcados y la columna que bajaba hasta perderse en la parte baja del vestido. Me llamó la atención la boca, con labios delgados que se extendían debajo de unos pómulos salientes y sensuales. Fruncidos y tirando besos daban ganas de comérselos a mordiscones. ¡Que calentura la mía!

Un jueves hace como un mes atrás, Meca me ubicó en la oficina para avisarme que el próximo fin de semana era el momento apropiado. "Las brevas están a punto de caerse del árbol. ¿Entendés?" Corto y preciso. Ése fue su mensaje. El marido se iba de caza durante todo el fin de semana y Tona se quedaría con ella. ¡Perfecto!

El viernes a mediodía me llamó nuevamente para darme las instrucciones finales.

Meca: Te venís a casa a eso de las 20. ¿Si?

Bubi: Correcto. ¿Qué más?

Meca: Comemos algo mientras esperamos que Federico, el marido de Tona, llame para avisar que llegaron bien a su destino.

Bubi: ¿Tona sabe lo que vamos a hacer?

Meca: ¡Ni por puta casualidad! Es una sorpresa.

Bubi: Quiere decir que puede fallar.

Meca: Confiá en mi, está regalada aunque no lo sepa.

Cortamos y me quedé pensado en lo que podía pasar si Tona no quería participar en nuestro jueguito. ¡Se iba todo al carajo! Pero no podía andar con más vueltas, la suerte estaba echada.

Temeroso por no llegar tarde, el viernes a las 20 horas en punto estaba golpeando la puerta de la casa de Meca.

Meca: ¡Tona, llegó Bubi!

Tona: ¡Qué alegría!

Bubi: ¿En serio te alegra mi llegada?

Meca: ¡Mirá lo que preguntás! Hace dos horas que está preguntando cuando vas a llegar.

Un abrazo y un beso a Meca en ambas mejillas, un beso suave en la mejilla derecha de Tona fue todo mi saludo. Los ojos de Meca estaban expectantes y atentos a todos nuestros movimientos. Parecía que no quería que nada se le pasara por alto. Nos sentamos en el living para permanecer callados como tumbas. Yo estaba nervioso y sin saber qué hacer. Prendí un cigarrillo e, instantáneamente, me percate de que había incurrido en el error de no ofrecerles uno a ellas. Meca dijo que no, Tona vaciló un instante y tomó uno que le encendí prestamente. ¿Y ahora qué más?

Meca: ¿Qué traes en esa bolsita?

Bubi: Una botella de vino tinto.

Meca. Acompañame a la cocina así te digo donde lo ponés.

Me levante rápidamente, tomando la botella para la seguirla hasta la cocina donde me dio las últimas instrucciones. Fueron simples y sencillas: los dejo solos, voy a la pieza con cualquier pretexto, vos encarala, hacele algún comentario boludo que tenga relación con su cuerpo, tratá de insinuarle que querés algo más que una sana amistad. Yo los observo desde la puerta y, si es necesario, intervengo. ¿Comprendido?

Volví al living, me senté junto a Tona, crucé las piernas y la miré fijamente. No se me ocurría nada para decirle.

Bubi: Durante la fiesta no tuve oportunidad de conversar con vos.

Tona: Es verdad. Estábamos en la misma mesa pero no llegamos a cruzar ni una palabra.

Bubi: Tenías un lindo vestido.

Tona: ¿Te gustó?

Bubi: Si, sobre todo porque se notaba que no tenías puesto corpiño.

Tona: ¿Se notaba mucho?

En ése preciso momento sonó su teléfono celular interrumpiendo el dialogo. Era el marido avisando que había llegado bien a destino. Finalizada la breve conversación, volvió a dirigirme la palabra.

Tona: ¿En qué habíamos quedado?

Bubi: Te estaba diciendo que no llevabas puesto corpiño. Tus pezones tienen forma de sombrerito chino. ¿Verdad?

Tona: ¡Qué observador!

Bubi: No es para menos. Cuando te inclinabas hacia delante mostrabas lo bien que están tus pechos.

Tona: ¡Qué mirón que sos!

Bubi: ¿Por qué no usaste una tanga? Te hubiese quedado mejor.

Tona: Lo que pasa es que la bombacha enteriza me disimula más la panza.

Bubi: ¡Mal hecho porque tenés una pancita apetitosa!

Súbitamente se ruborizó tapándose la boca con su mano derecha.

Tona: ¡Me desnudaste con la mirada! ¡Qué vergüenza!

Bubi: ¿Vergüenza de qué? Si tenés todo bien puesto por qué te vas a avergonzar.

Tona: Es que no tenía la más mínima intención de mostrarme.

Bubi: Lo hiciste y muy bien.

Tona: Seguro que pensaste que era una vieja en tren de exhibicionismo.

Bubi: Llamémosle delicioso exhibicionismo.

Tona: ¡Qué horror!

Bubi: ¡Yo diría que fue un suerte para mi!

Tona: Si hubiese sabido que generaría ése tipo de miradas, me habría cubierto más.

Bubi: ¿No te gusta que los hombres te deseen?

Tona: ¿Qué me estás diciendo?

Bubi: Lo que oíste. Acaso me vas a decir que no te gusta que te miren.

Tona: Me gusta que me mire mi marido...

Bubi: ¿Sólo él?

No contestó, tomó otro cigarrillo de mi paquete y lo prendió dando claras señales de nerviosismo. Le temblaba un poco la mano.

Bubi: Otra de las cosas que demuestran que sos muy sensual es la manera en que levantas los brazos cuando bailás.

Tona: ¿Te fijaste también en eso?

Bubi: Y en la zona que va del borde superior de tus pechos hasta el comiendo de los sobacos, los labios, las piernas y...la pancita.

Tona: ¡Ay no digas eso, la pancita es horrible!

Bubi: Equivocada, totalmente equivocada. Es un perfecto instrumento de excitación.

Tona: ¡Qué atrevido que sos!

Meca notó que ése era el momento oportuno para hacerse presente y echar más leña al fuego..

Meca: ¿Qué pasa que los estoy oyendo hablar en voz baja? Secretos en reunión, es mala educación.

Tona: Vos no sabés las cosas que me está diciendo.

Meca: ¿Qué le dijiste Bubi?

Bubi: Que el día de la fiesta estaba hecha un bombón..

Meca: ¡Eso es verdad! ¿Te molesta que te digan que estabas divina?

Tona tenía los cachetes ruborizados, no sabía qué hacer con su manos y miraba desconcertada a su consuegra.

Bubi: ¿Miento cuando digo que tiene una pancita hermosa?

Meca: La tenía un poco apretada por la bendita bombacha enteriza que se empeñó en ponerse, pero no puede negarse que es sensual y ligeramente erótica.

Bubi: Podés notar que no soy el único que opina así.

Tona: Está bien, pero yo sigo pensando que es fea.

Meca me dirigió una mirada sugestiva mientras que con su mano derecha indicaba que continuara con la estrategia. El brillo de los ojos y un movimiento de la cabeza me indicaban que tenía que ir a fondo. Sin penarlo dos veces, me acerqué al oido de su desconcertada y ruborizada consuegra.

Bubi: Esa pancita pide a gritos que la llenen de besos.

Tona: ¿Oíste lo que me dijo?

Meca: ¿Qué dijo?

Tona: Que quiere besarme la panza.

Meca. ¿Te parece algo malo?

Tona: No...pero es algo imposible.

Meca: Nada es imposible.

Tona: ¡Cómo podés decir eso! Es algo un poco chancho.

Meca: Será cuestión de que te animes.

Tona estaba muda y ruborizada, mirando desconcertada a su consuegra. Me animé un poco, me acerqué más a su cuerpo poniendo la mano izquierda sobre su pierna derecha. Meca se sentó a su lado y le dijo algo al oido.

Tona: ¿Te parece?

Meca: Aflojate y disfrutá.

Tona: ¿Qué dijiste?

Meca: Que disfrutes. Si a vos te gusta.

Tona se quedó más callada aún, tiesa, nerviosa y casi sin aliento. Moví la mano derecha y levantándole un poco la camisa dejé al descubierto la pancita. Las caricias fueron rápidamente seguidas por lamidas y besos que cubrieron esa delicada superficie.

Meca: Calmate preciosa, calmate. Disfrutá.

Tona: Ganaron ustedes – respondió en medio de un profundo suspiro.

Meca: Si querida, si. Te vamos a garchar entre los dos. Un poquitito cada uno.

Bubi: Quiero que me amamantes.

Tona siguió callada, entregada, con la mano derecha se desabrochó la camisa, la introdujo dentro del corpiño, la ubicó debajo la teta izquierda, la sacó y la ofreció para que se la mamara. Me ubiqué sobre su regazo para poder introducirme mejor el pezón en la boca. Comencé a succionarla con ardor. Meca se movió rápidamente dirigiéndose hacia mis piernas, me sacó el calzado, los pantalones y el calzoncillo hasta dejar mis partes pudendas al descubierto. Sentí que me acariciaba los testículos para luego introducirse mi pija en la boca. Tona, con los ojos cerrados, emitía gemidos de placer que incentivaban mis chupadas. Los pezones estaban muy duros, cubiertos de saliva que se derramaba hasta caer sobre su pollera. Meca interrumpió la chupada para sacarle la pollera a la consuegra. Le tomó muy poco tiempo porque, de reojo, vi que con la mano derecha estaba buscándole la concha para meterle los dedos adentro.

Meca: Paren un poco, vamos a la pieza así nos ponemos todos en bolas.

Tona. ¡Rápido, rápido! – exclamó en un rapto inusitado de excitación.

Semidesnudos, los tres corrimos hacia el dormitorio, donde sobre la cama ya estaban debidamente dispuestos los dos consoladores y la lapicera vibradora. Ansiosamente nos despojamos las pocas prendas que todavía teníamos sobre el cuerpo y retornamos a nuestro trajinar sexual. .Armamos apresuradamente un triangulo atacándonos mutua y bucalmente los órganos sexuales. A mi me tocó en suerte la jugosa y velluda concha de Tona. Sus jugos vaginales eran deliciosamente salados. Meca no me dejaba la pija en paz, pasando la lengua desde los testículos hasta la base del glande. Tona mordía ardientemente los labios de la vagina de su consuegra..

Meca: ¡Cambio, cambio!

Obedecimos y a mi me tocó en suerte la vagina de mi comadre. No la perdoné, se la chupé mientras le introducía los dedos índice y medio mojados con salida. Meca tomó el consolador más grande para luego deslizarlo suave y firmemente dentro de la vagina de Tona.

Meca: ¡Gozá, puta, gozá!

Alentada por la penetración, la dueña de la pancita deliciosa dio buena cuenta de mi miembro viril. No cabía duda de que le gustaba el sexo oral. En cierto momento abandonó la chupada de huevos para centrarse en mi culo. Metía y sacaba la lengua con singular maestría.

Meca: ¡Putita, ponete en cuatro patas para que Bubi te la meta bien metida! ¡Quiero ver como te entra!

Obedecimos al unísono, se puso en cuatro, me coloqué detrás, tomé la pija con la derecha, apunté y la introduje hábilmente. Meca se colocó arrodillada a nuestro lado, colocó su mano izquierda sobre mi trasero y reguló la secuencia de mis entradas y salidas. Tona jadeaba y daba grititos de placer. Penetración, extracción, penetración, extracción... Levanté la cabeza y pude ver en el espejo la cara de Tona que cerraba y abría los ojos, con la mirada perdida en un lugar indefinido, mordiéndose los labios, apretando las sábanas con desesperación.

Bubi: ¡Me vengo, me vengo!

Meca: ¡Acabá a dentro, acabá adentro!

Bubi: ¡Si, siii!

Meca: ¡Dejásela adentro hasta que se te achique solita!

El lechazo no tardó en llegar, abundante y pegajoso. La dejé adentro hasta que se salió sola. Tona gemía de placer, levantando el culo en actitud desafiante. Meca le sostuvo las nalgas en alto mientras le pasaba la lengua tratando de aprovechar el semen que surgía desde el interior. Agotado por el esfuerzo, me recosté a un costado de ellas para observar lo que harían a continuación.

Meca: ¿Te sacaste el gusto?

Tona: ¡Maravilloso!

Meca: ¿Vamos por el segundo?

Tona: ¡si, si!

Meca, con la boca todavía llena de semen, la chuponeó ardientemente hasta casi dejarla sin respiración. Estaban tan inmersas en su pasión que me pareció que mi presencia no las preocupaba en absoluto. Tona buscó el consolador chico para empezar a frotarlo por los labios mayores de la vagina de Meca, que jadeaba con los ojos cerrados.

Tona: ¡Chancha de mierda, te voy a reventar!

Meca: ¡Reventame, putita, reventame que me gusta!

Tona: ¡Te voy a romper el culo con el grandote!

Mientras mantenía el consolador chico dentro de la vagina de Meca, con la otra mano buscaba a tientas el más grande. Todo parecía indicar que estaba dispuesta realizar una doble penetración. No me equivoqué. Le hizo poner las piernas hacia atrás hasta tocarse los pechos, mantuvo el consolador pequeño metido en la vagina, tomo el más grande, lo ensalivó abundantemente y comenzó a mover su punta contra el ojete de la consuegra. A los pocos minutos ya lo había introducido. Adentro, afuera, adentro, afuera. Separación de piernas seguida de lamidas en el clítoris. Adentro y afuera, adentro y afuera. Cadenciosamente, los dos consoladores estaban penetrando una y otra vez los orificios de Meca, que soportaba la acción con cara de satisfacción. Reflejado en el espejo, era un espectáculo inigualable. La cara de Tona se transformaba con cada movimiento de penetración. Ella también disfrutaba enormemente lo que estaba haciendo.

Tona: ¡Bubi, ponete debajo mío y chupame la concha! – ordenó con firmeza.

Sin decir palabra, la coloqué en cuclillas, me ubiqué debajo de su entrepierna y empecé a lamerle la vagina con movimientos circulares. Cada tanto, extendía mi radio de acción hacia el ojete, para disfrutar su ácido sabor.

Tona: ¡Preparate que se la tenés que meter hasta los huevos! ¡Meca, ponete en cuatro!

La orden fue obedecida sin chistar. Me coloqué detrás de Meca y la penetré con facilidad. La vagina estaba magníficamente lubricada, lo que demostraba el excelente trabajo de calentamiento realizado por Tona. Todavía no sé cómo hice para lograr una erección tan rápida luego de la cogida anterior. No dejo de atribuirlo a la calentura que me produjo ver cómo estas dos mujeres se daban placer. No recuerdo bien cuantas veces entré y salí pero el ritual fue el mismo de siempre, el que le gustaba a Meca. Terminé adentro y la dejé hasta que se achicó sola. Esta vez salió menos leche pero Tona imitó a su consuegra, lamió todo el semen para luego chuponearla hasta que no quedó rastro del mismo. Supongo que se lo tragaron.

Agotados, reposamos tendidos boca arriba, mirando el techo de la habitación. Siguiendo un impulso desconocido, apoyé mi cara sobre la pancita de Tona para empezar a lamérsela en toda su extensión: Ella miraba tiernamente mientras tomaba su pecho derecho dirigiéndolo hacia la boca para lamer el pezón con forma de sombrerito chino. Meca continuaba con los ojos cerrados.

Luego de más de una hora de deseado descanso, fui al baño para orinar. Meca me siguió apresuradamente. Observó mientras evacuaba el líquido retenido y, cuando finalicé, me obligó a sentarme en el inodoro para luego sentarse sobre mis piernas.

Meca: Quiero mearte encima. ¿Me dejás?

Bubi: Es una chanchada pero te voy a dar el gusto.

Meca: ¡Vení, Tona que vos sos la que seguís!

Con cara de enorme satisfacción comenzó a orinarme la zona pubiana haciendo que el cálido liquido se derramara hasta llegarme a los testículos. Al finalizar me obligó a limpiarle la última gota con la lengua. Tona la imitó. Entre ambas me secaron con un toallón y retornamos a la cama.

Meca: Tona me hace cucharita y vos se lo hacés a ella. ¿Si?

Acatamos la sugerencia y, desnudos, en cucharita doble, nos abrazamos para dormir. Pasé mi brazo derecho sobre Tona, puse la mano sobre la pancita y pegué mis testículos a su culo. ¿Podría conciliar el sueño? Lo logré al fin, pero a eso de las tres de la mañana tuve una erección inesperada, producto del calorcito que me transmitían los glúteos de Tona. Lenta y sigilosamente fui deslizando mi pene erecto por la entrepierna de Tona hasta alcanzar la entrada de la vagina.

Tona: ¡Meca, me quieren garchar de nuevo!

Meca: ¡No seas tonta y aprovechá! ¡Dejame dormir tranquila!

Con la luz apagada, de costado, con suavidad y lentamente la penetré hasta llegar al final, manteniendo el miembro adentro hasta que retornó al estado de reposo. Manchados de semen y abrazados, retomamos el seño interrumpido de tan maravillosa manera.

Detengo aquí mi relato porque lo que sucedió el sábado y el domingo merece que lo cuente otro día.