Con las Bolas Chinas por la Calle 2. Parte

Bajé del autobús con mucho cuidado, por nada del mundo quería se me cayeran las bolas al suelo. Caminaba lo más rápido que podía dentro de las limitaciones que tenía y al final tuve que entrar en un bar para acomodarme bien las bolas, o mejor aún, quitármelas. Entré en el bar, pedí un café y me fui directamente al baño.

Bajé del autobús con mucho cuidado, por nada del mundo quería se me cayeran las bolas al suelo, era algo realmente lamentable para mi pues tenía que ir apretando hacía adentro con las piernas muy juntas y caminar así era todo un reto, era algo parecido a cuando se tienen ganas de orinar y no hay ningún aseo cerca. Caminaba lo más rápido que podía dentro de las limitaciones que tenía y al final tuve que entrar en un bar para acomodarme bien las bolas, o mejor aún, quitármelas. Entré en el bar, pedí un café y me fui directamente al baño.

Ya en el baño, no podía aguantar más, me saqué las bolas y me hice la paja, estaba demasiado caliente y no podía aguantarme más, después de disfrutar de mí misma y obtener el placer contenido que acumulaba, me surgió la siguiente duda ya que no sabía si volver a meterme las bolas dentro de mi vagina o no. Las indicaciones por parte de Juan eran claras, tenía que ir y volver con las bolas dentro. Por otra parte, pensaba que no él no se enteraría si decidía no metérmelas otra vez. Opté por la primera opción, es decir seguir el dictado que Juan me había marcado y meterme la bolas chinas de nuevo, aunque intentando colocarlas de tal manera que no se me salieran, algo bastante improbable a no ser que me entrenara aun más.

Al salir del baño, cuál no fue mi sorpresa al ver al señor del autobús tomando una cerveza en la barra, al lado de donde estaba mi café. Me armé de valor y preguntándole al camarero por mi café me dispuse a tomarlo, pagar y marcharme de allí, pero el viejo aquel no iba a dejar que me fuera tan fácil. Y es que cuando estuve a su lado, se dirige a mí y me dice: hola zorra, me has puesto burro y me vas a hacer un alivio. A todo esto me enseña su entrepierna tocándose y marcando su pene con su mano. Yo estaba alucinada, no me lo podía creer y le dije que por favor me dejara tranquila y que no iba a hacerle nada. A lo que el buen señor me dice: mira zorra, vas a hacer todo lo que yo te diga, te vas a venir conmigo al Parque, (el parque era el retiro) y me vas a hacer una paja. Perdone señor pero no voy a hacer eso, tengo cosas que hacer y después de terminar me voy a mi casa. No lo has entendido zorra, me dice el señor, si no haces lo que te digo te voy a seguir hasta tu casa, voy a ir a ver dónde vives y como tengo todo el tiempo del mundo, porque estoy jubilado, voy a ir cada día a verte y ya encontraré la manera de que en tu barrio todos se enteren de lo zorra que eres. No quería discutir con el señor y la verdad es que si me asusté un poco, así que le dije que tenía que ir al banco a ingresar un cheque y que cuando saliera iríamos al Parque y le haría una paja como él quería. Muy bien zorra, me dice, ya veo que eres una auténtica cerda, tócame la polla como anticipo de lo que me vas a hacer, y ve al banco que cuando salgas te estaré esperando. Hice lo que me dijo, le toque el bulto por encima del pantalón comprobando que la tenía bien gorda, y le dije que ya me iba porque incluso el camarero se estaba dando cuenta que estaba pasando “algo” ahí en la barra de su bar. En esas estaba cuando recibo un mensaje de texto, era Juan preguntándome dónde estaba, que me estaban esperando en el banco y que preguntara por el señor Juliá, que era el director y un buen amigo suyo. Ya por último me preguntaba si llevaba las bolas dentro, y que más me valía llevarlas porque él lo iba a saber si no las llevaba. Conteste el mensaje y le dije al señor que enseguida volvía y se ofreció a invitarme al café. Salí de ese bar toda acalorada entre unas cosas y otras.

Al llegar al banco realmente me estaban esperando, me disculpé y una señorita me hizo pasar al despacho del director. Me dijo que esperara un momento que enseguida vendría el director y me dejó allí cerrando la puerta al salir. No llevaba ni un minuto cuando entró el director del banco, se presentó como Julián y me dijo que me sentara. Tomé asiento y en esas me pregunta: ¿así que tú eres la perra de Juan? Era lo que me faltaba esa mañana, no supe qué contestarle a lo que se me queda mirando y sigue diciendo, vamos perra no te asustes, Juan y yo nos conocemos hace mucho tiempo y él ya me ha hablado de ti. También me ha dicho que tienes algo para mí. Sí Señor, le dije, alargándole el cheque de Juan. No perra, me dice, esto no es para mí, el cheque es de Juan para que se lo ingresemos en su cuenta, me refiero a lo que traes metido en el coño. Estaba claro que este señor estaba al tanto de la experiencia que estaba llevando a cabo por mandato de Juan. Así que no me quedó otra que decirle que traía unas bolas chinas metidas en mi vagina. Muy bien perra, me sigue diciendo, así me gusta que seas obediente, y acercándose a mí, me separa las piernas y se pone a meterme mano hasta el fondo moviendo su mano de tal manera que las bolas chocaban una contra la otra aun dentro de mi vagina, aquello me puso a tope y menos más que paró enseguida sino me hubiera corrido al momento. Muy bien decía este señor, buena perra. Un momento. Salió del despacho y podía oírle hablar con su secretaría a la que le estaba diciendo que no le molestara, que estaba con un cliente, a la vez que le daba el cheque de Juan. Volvió a cerrar la puerta y puso el pestillo, sin más se saca la polla y me la pone en la boca y me dice: ¡chupa!

Me puse a chupársela y al momento me agarra la cabeza y empieza a moverme de tal manera que era como si me estuviera follando la boca, yo daba arcadas y él seguía con su empuje que me llegaba hasta la garganta. En un momento dado y sin llegar a correrse, para y me dice: ¡Levántate! Lo hago, y acercándose a mí me sube la falda hasta la cintura, empezando a tocarme la raja por detrás y a mover una vez más las bolas que aun llevaba dentro. Esta vez no paró hasta que consiguió con su toqueteo que me corriera enseguida. Me dejó exhausta pues después que me corriera la primera vez, continuó hasta que me corrí varias veces, cuando se cansó de tocarme todo el cuerpo a su antojo, me dejó sentarme y me dijo que me arreglara un poco, pues estaba desmadejada. Me arregle el pelo, y me di unos retoques de maquillaje y aprobando mi aspecto, el señor Julián va y me dice que abra las piernas, se aproxima y me saca las bolas de mi vagina lo que me produjo un alivio inmenso. Pero la cosa no termina aquí, y para no hacerlo muy largo continuaré en otro relato contando como terminó aquella prueba de sumisa.