Con la vecina
Con tus braguitas colgando de la cuerda de tender empezó todo.
Tus braguitas colgaban húmedas de la cuerda de tender; pequeñas gotas regaban el suelo del patio en el que alguna vez de niños llegamos a juguetear en pos de evitar ser cogidos en el "pilla-pilla"... kien kería
Gota a gota imaginaba esa fina tela de color blanco puesta en ti, húmeda al igual que ahora, pero no gracias a lo pulcro de tus lavados, sino fruto de un encuentro entre tus manos y aquello que debajo de ellas se cobija...
Sólo de pensarlo algo empieza a variar de tamaño dentro de mis pantalones e intento evitarlo; distraigo mis pensamientos en cualquier cábala temporal que me desvíe de la situación y, pese a conseguirlo breves instantes, todo el esfuerzo realizado no mereció la pena....
De tu cuarto se abrieron las contraventanas y ahi apareciste tú, con ese escote que dejaba ver al trasluz de la mañana unos senos apetecibles a cualquier ojo humano por su redondez quasi perfecta... No podía apartar la mirada de aquella maravillosa visión... alzaste la vista y, pese a intentar disimular, supe que sin duda me habías visto y sabías lo que estaba mirando.
De pronto algo inundó mi rostro.. una mezcla de agua y jabón resbalaba por toda mi faz y, al llegar a la comisura de mis labios me hizo escupir una o dos veces... no sabía qué había pasado, así que me giré y, dentro de mi cuarto vi en el suelo esas braguitas por las que había hecho castillos en el aire una vez más...
Con lo primero que llegó a mis manos sequé mi cara y me asomé; tú sonreías pícaramente y entraste de nuevo en tu habitación, cerrando las ventanas.
Me fui a dar una ducha rápida y, cuando estaba saliendo escuché el timbre. Con la toalla anudada a la cintura y, sin siquiera percatarme de mi apariencia abrí la puerta; ahi estabas tú, con ese top blanco y esos pantalones tan cortos que la imaginación me pudiera jugar malas pasadas. Me quedé estático, sin saber qué hacer o decir.
Tú rompiste el silencio: - Creo que tienes algo mio - dijiste.
Te invité a que te sentaras mientras me ponía algo de ropa y cuando volví con tus braguitas y te vi sentada, con esas piernas infinitas cruzadas y esas arrugas que en el pantalón parecían túneles de los que ansiaba poder ver el final, supe que tenía que intentar algo.
- Aquí están - te dije y, cuando viniste a por ellas empezamos a jugar; tú querías cogerlas y yo intentaba impedirlo. Entre tentativa y tentativa mis manos tanteaban la situación, primero una de tus nalgas fue fruto de mi deseo... tu cintura, uno de tus senos... no reaccionabas; sabía que tenia que arriesgar y sabía que en el fondo lo deseabas. Sin contemplación alguna, mi último tanteo fue definitivo... mi mano se abrió paso entre las tuyas y se posó entre tus piernas sin vacilación; no hubo palabras, mi mano entre tus piernas parecía haber cumplido su misión; te fui llevando hacia la pared y, justo cuando iba a besarte me quitaste las braguitas y dijiste: - Ya son mías -
te encaminaste hacia la puerta pero yo sabía que no kerías irte así que antes de que pudieras siquiera posar tu mano en el pomo la mia volvió a tomar tu entrepierna, esa vez desde detrás... noté calor; te giraste y me dijiste: "más te vale que sea bueno".
Te cogí de la mano y te llevé a la pared donde había empezado el juego... mis labios sobre los tuyos, mi lengua envuelta en caricias con la tuya y mis manos x tu espalda subían desde el borde de tu pantalón hasta casi tu nuca, por dentro del top; estabas excitada, lo noté en tus besos descontrolados y nerviosos. Eso me hizo cambiar la dulzura de mis primeros movimientos en tu espalda y busqué tus pechos sin dudarlo, si bien primero tendría que deshacerme del sujetador. Empecé a dibujar el contorno del mismo sobre tu piel, sentí tus primeros escalofríos; entre besos me decías... "hazlo, hazlo", pero sin embargo prefería hacerte esperar.
Tras 5 o 6 recorridos bordeando tu sujetador decidí deshacerme de él; en ese momento solté mis labios de los tuyos y bajé a tu cuello, lo besé, fui bajando lentamente hasta donde el escote me permitía, besé la base de tus pechos con tímidos roces de mis labios... de nuevo sentí tu escalofrío. Entonces te giré, y desde atrás metí mis manos por debajo del top y agarré con fuerza tus pechos, uno en cada mano y empecé a moverlos en círculos haciendo que chocaran entre ellos a la vez que besaba tu nuca y te soplaba dulcemente.
Todo esto me hizo pegar el cuerpo al tuyo y pronto notaste en tu culito cómo algo dentro de mi estaba ya duro para ti....
Mis manos se limitaban ahora a 2 dedos cada una, con los que pellizcaba tus pezones, que empezaban a ponerse bien duros; volví a girarte, te despojé del pantalón y vi un precioso tanga de color blanco semitransparente que delató que tus primeros jugos empezaban a aflorar. Saqué mi miembro y lo metí entre tus piernas; acto seguido las cerraste sobre él... se endureció más aún. Vi cómo tus duros pezones se marcaban en tu top y decidí liberarte de él.
Allí estaban, majestuosos tus pechos para mí, con sus pezones erectos y rosados que me llamaban a devorarlos. No tardé en lamerlos mientas mi pene jugaba entre tus piernas y sentía el calor de tu jugoso coño que empezaba a humedecer el tanga.
No pasé mucho tiempo sobre tus pechos pues volví a probar tus labios y tu lengua. Mis manos se perdían en tu cuerpo hasta que una de ellas resolvió buscar el tanga y estimularte el clítoris por encima del mismo. Nuevamente un escalofrío te recorrió; tus besos eran tan fogosos que mi lengua a ratos no podía seguir tu ritmo.
Mi miembro, duro como una piedra empezaba a moverse más rápido, variando además de un lado a otro. La humedad de tu coño empezaba a bañar mi capullo y tu clitoris entre mis dedos empezaba a aflorar.
Paré por un instante y empecé a besarte desde la boca al ombligo pasando por tus pechos con sus aún duros pezones. Seguí bajando y lamí todo el contorno del tanga, primero el superior, bordeando tu cadera y luego el interior, tus muslos, tus inlges y tus nalgas fueron el itinerario que repetí en 3 ocasiones.
Mordiéndolo lo bajé hasta tus pies; estaba muy mojado y lo dejamos a un lado. Me tumbé en el sofá y tu, de cuclillas pusiste tu depilado coño sobre mi cara... Empecé a lamerlo por entero, sin dejar ni un solo resquicio sin chupar. Luego afané mi búsqueda en tu clítoris y, cuando lo hube encontrado lo aprisioné con mis labios mientras con mi lengua lo lamía una y otra vez, cada vez más rápido; jadeabas y todo tu cuerpo temblaba, te movías de adelante a atrás para sentir mejor; de vez en cuando te lamía en círculos y en esos instantes parecías explotar en gemidos cortos pero con volumen. Te tumbé en el sofá y volví a tomar mi posición. Empecé a chupar tu clitoris y nuevamente aparecieron los escalofríos en tu cuerpo; sabía que estabas a punto y lamía con más rapidez. - Ahi llega, ahi llega - me decías y te arqueabas una y otra vez reventando de placer.
Me corro, me corro - exclamabas y, en ese momento, mientras llegabas al orgasmo en mi boca metí 2 dedos dentro de aquel coño juguetón y se movieron lo más rápido que pudieron para que llegaras de nuevo al orgasmo en pocos segundos. Tus piernas se cerraron entre mis dedos fruto de los espasmos que tu sexo ardiente y húmedo. En ese momento estabas agotada; tu respiración agitada evidenciaba el ritmo acelerado de tus latidos y eso me volvía loco. Saqué mis dedos de tu preciosa cueva y pude comprobar la viscosidad de tus ricos jugos. Te giraste, dejando tu cuerpo de medio lado, tu culo respingón quedó ante mis ojos y parecía llamarme, así que despojándome rápidamente de todas mis ropas empecé a pasar mi capullo, rosado, brillante y tremendamente duro por tus nalgas, por tu espalda, por tu nuca, por tu cara; tus piernas se abrieron inconscientes, y dejaste de notar cómo mi polla acariciaba tu cuerpo, querías tragar, lo notaba en cómo brillaban tus ojos al sentir el calor de mi glande en tu cuerpo. Te hice incorporar bocaarriba y me puse de rodillas frente a tu rostro, mis piernas una a cada lado de tu pecho, tú con mimo las acomodabas entre tus brazos.
Fui acercando mi duro miembro hacia tu boca, abierta, y con la saliva presta en la comisura de tus preciosos labios, cerraste los ojos y abriste más la boca deseosa de recibir mi gran regalo. En seguida la punta de mi erguida polla se posó en tu lengua y tus labios se cerraron aferrándose a ella, aprisionándola sin dejarla escapar. Empecé a moverme, a meterla cada vez más dentro, tú ayudabas moviendo la cabeza hacia delante. Notaba tu lengua girando tímidamente sobre mi capullo, tu mano tanteando mis testículos y tu otra mano dibujando sueños en tu aún húmeda vagina. Mi ritmo se aceleraba, mi polla ocupaba ya toda tu cavidad, y tus ojos no podían mantenerse cerrados, querían ver toda la escena... pedían más, su brillo lo delataba, así que mis movimientos empezaron a tener mayor cadencia; de vez en cuando giraba la cabeza y no hacía sino mantener la misma velocidad con que tus dedos acariciaban tu coño empapado.
Tu excitación iba en aumento y tu boca empezó a marcar el ritmo, chupabas muy rápido y muy fuerte... mi polla intentaba erguirse más aún y eso te ponía más cachonda, querías hacerme explotar lo notaba en tu mirada y en tu sonrisa pícara... ayudándote con las manos me frotabas todo el tronco, sabías que pronto recibirías una buena tanda de chorros calientes, pero no parabas de succionar; mis ojos denotaban el gran placer de tan tremenda mamada y mi voz, que a duras penas conseguía emitir sonido alguno susurraba avisándote.
Eso hizo que nuevamente aceleraras tu ritmo, tus labios presionaban más fuerte aún y, sabiendo que me correría dejaste toda la punta dentro... esperando a que te llenara la lengua con la leche que tanto ansiabas, no pude apenas contar cuantos chorros emanaron de mi erecto miembro, pero aposté a que fueron muchos... extasiado saqué mi miembro de entre tus labios y vi cómo de entre ellos colgaban hilos de semen a la vez que esbozabas una sonrisa...limpiaste los restos con 2 dedos y posteriormente embadurnaste tus pezones con ellos... entonces bajé a tu coño, lo chupé, se contrajo y explotaste en un orgasmo que tú misma habías preparado...
Abrazados y desnudos, dormimos toda la noche....