Con la pandilla a casa de los profesores (3er día)
- nos encontraremos con ellos en el piso a las 5.
-Lúcida: ¡no me digas! no me dijiste nada!
-Máxima: es que fue por sorpresa, me llamó a su despacho al final de clase. ¡¿Cómo iba a saber yo lo que ocurriría.
-Lúcida: ja ja, yo misma no me lo acabo de creer. ¡O sea que el profesor Leopoldo te cogió en su despacho! ¿Y cómo lo sentiste?
-Máxima: muy bien, primero lo boté y me gustó mucho. Aluego él me tomó de las caderas y lo seguía botando, pero era él quien llevaba las riendas.
-Lúcida: mmmm ¿y la tenía grande?
-Máxima: sí, me dolió un poco al principio, aunque no tanto como con el señor Luncho.
-Lúcida: claro, es que con el señor Luncho eras virgen.
-Máxima: sí, pero Leopoldo la tiene un poco más grande, por lo que me dolió aún un poco.
-Lúcida: sigue, sigue.
-Máxima: ja ja, ah traviesa. (dice Máxima frotándole la nariz a su amiga cómplicemente) Pues después de un rato haciendo eso que era entre botarlo yo y botarme él, me descargó y me puso encima del escritorio. Y me siguió metiendo pero ahora con mucha más fuerza.
-Lúcida: y tú, gritando como una cosaca.
-Máxima: ya ves... casi al final me hizo una cosa que era cogerme pero con mucha fuerza. Se oían las bofetadas que daba su cadera contra mi pompis y yo... fuuu... que se me escaparon algunas lágrimas y todo del gusto que sentía.
-Lúcida: oh qué envidia. ¿Y habéis quedado para hacerlo de nuevo?
-Máxima: no, yo le dije de darle mi teléfono pero él me dijo que ya nos veríamos en clase.
-Lúcida: uhmm, a ver si va a tener suficiente con cogerte sólo una vez...
-Máxima: no, me dijo cuando eso que estaba riquísima y que me quería coger de nuevo. Y fue entonces que yo le iba a dar mi teléfono pero me dijo que no.
-Lúcida: pues no se puede esperar mucho. ¿Os habéis dicho algo en clase?
-Máxima: aún no me ha tocado ninguna clase con él después de eso, pero supongo que disimulará.
-Lúcida: claro, no puede un profesor ponerse a ligar con una alumna a la descarada, supongo que te dará una nota o algo así.
-Máxima: supongo... ¿cómo os entendéis tú y el profesor Silvano?
-Lúcida: tengo su teléfono, y casi cada día le llamo para encontrarnos. Aunque no lo hacemos cada día porque a menudo tiene trabajo o asuntos con su familia.
-Máxima: el señor Leopoldo también está casado ¿no?
-Lúcida: sí, bueno eso creo.
Encuéntrase las dos chavalas hablando en un oscuro rincón del patio del colegio, durante la media hora reglamentaria que disponen para el recreo. Le acaba de confesar Máxima a su mejor amiga Lúcida el inesperado encuentro sexual que tuvo con el profesor Leopoldo ayer mismo, al acabar las clases y ser llamada ella al despacho de este. Lúcida se extrañó de no ver salir a su amiga para regresar a casa y ahora comprende la inexplicable ausencia que ayer le pasó por alto. Ahora síguense hablando las dos chavalas del íntimo encuentro que tuvo ella con el señor Leopoldo, pero básicamente no hacen más que explicárse de nuevo lo mismo fantaseando con ello. El timbre del final del recreo termina por sonar acabándose con ello el espacio de descanso del colegio entero. Unas últimas cortas frases son intercambiadas por las dos chicas pues no hay tiempo para más.
-Máxima: quedamos así, lo hablarás con Silvano...
-Lúcida: sí, y que él lo hable con Leopoldo.
-Máxima: sí, sí, a ver si esta tarde mismo...
-Lúcida: ja ja ja ja, ¡ninfómana!
-Máxima: ¡mira quien habla! ¡Tú! lo que hemos dicho!
-Lúcida: sí, tranquila, adiós.
-Máxima: hasta luego.
Ambas chavalas se dirigen cada una a su respectiva clase. La jornada lectiva se desarrolla en el colegio de similar manera a como lo hizo ayer y lo hará mañana; estudiando l@s estudiantes y enseñando l@s profesor@s. Cuando la clase termina Máxima y Lúcida se vuelven a encontrar en la salida del colegio. Variando la costumbre en que regresan en tropa junto a otras amigas a casa, en esta ocasión Máxima y Lúcida se separan de sus amigas para; hablar unas cositas; dicen a sus amigas. Cuando por fin se ven solas y más bien cuando Lúcida se ve sola con Máxima, le cuenta lo que le tiene preparado.
-Lúcida: he hablado con Silvano.
-Máxima: ¡qué dices! ¿qué te ha dicho?
-Lúcida: que el señor Leopoldo te quiere coger de nuevo.
-Máxima: ¡vale! pues yo, cuando quiera.
-Lúcida: sí, entonces vamos a hacerlo con ellos esta tarde.
-Máxima: ¿vamos?
-Lúcida: sí, tú y yo y, ellos, Silvano y Leopoldo. Nos encontraremos en el piso a las 5.
-Máxima: ah vale, bien. ¿Y lo haremos los 4 a la vez? cómo el primer día?
-Lúcida: parecido... porque el primer día te lo hizo el profesor Luncho a ti sola, y hoy lo haremos los 4 a la vez, juntos.
-Máxima: euh....
-Lúcida: no te inmagines nada, cuando llegue la hora lo verás todo.
-Máxima: bueno vale. A las 5.
-Lúcida: así es. Y cambiando de tema... te has fijado en la clase de Mates en que hemos estado juntas, que Serapio . . . .
Las dos chavalas siguen, como no pararán nunca, hablando entre ellas de cosas y chistes personales hasta llegar al punto en que sus recorridos se separan.
-Máxima: ¡a las 4 y media en mi casa!
-Lúcida: ahí estaré, adiós.
Pasan un par de horas hasta que las dos amigas vuelven a encontrarse, en casa de la llamada Máxima. Esta esperaba a su mejor amiga con la misma ilusión e inpaciencia con que la esperó hoy hace casi una semana el día que fue acompañada a la ceremonia que la inició como mujer. Cogidas del brazo de nuevo se dirigen cual honradas doncellas a otra fiesta de sexo desenfrenado, o como mínimo eso espera la más reciente doncella Máxima. Dos hermosas chavalas caminan por la calle cogidas del brazo cual novios en el altar y pensábase cualquier curioso al reparar en ellas que son puras y vírgenes vestales no conocedoras del pecado de la carne. "No lo suficiente" contestaría Máxima, y es que la chica quiere conocer aún más de lo que ha conocido del pecado de la lascivia. Por fin llegan las dos chavalas a ese escondrijo secreto perteneciente a un grupo de profesores y que ha sido también conocido por una larga variedad de niñas.
-tiiiiiiiiiit-
-Intérfono: ~~ ¿sí? ~~
-Lúcida: somos nosotras.
-meeeeeeec-
La puerta anuncia su desarme con un desagradable ruido eléctrico. Lúcida empuja de ella y en un momento se encuentran las dos niñas ante la puerta particular del piso que encuéntranla abierta. Entran aparentando valentía pero a Máxima le tiemblan las piernas cuando encuentran en el salón a Silvano sentado en la mesa con una copa en la mano y al señor Leopoldo leyendo el periódico en el sillón.
-Silvano: hola guapas.
-Las dos: hola.
El señor Leopoldo concede un instante del que le tiene tan raptada atención periódico y también dice hola.
-Leopoldo: hola.
Para proseguir con su privada lectura. Lúcida no duda mucho y se acerca al señor Silvano para saludarlo de una forma más cercana. Apartando la copa de Silvano de la mesa se abraza al profesor con ese jugoso beso francés que tanto le gusta. Máxima por contra resta quieta y derecha en medio del salón mirando con inocente timidez al hombre que la cogió ayer mismo en su despacho; el señor Leopoldo que sigue leyendo su periódico sin inmutarse.
-Máxima: . . . hola . . .
Dice la muchacha dudando de si ha sido demasiado atrevida al interrumpir a su profesor. El profesor Leopoldo repara en que hay alguien que requiere su atención y soltando el periódico a un lado del sillón responde a su llamada.
-Leopoldo: hola guapa.
-Máxima: hola, je je.
Dice la muchacha esbozando una tierna sonrisa reveladora de que tan tiernas son las carnes que habitan entre sus piernas.
-Leopoldo: acércate, pequeña.
Máxima se acerca hasta el que le llama sentado en el sillón profesor y cuando está junto a su lado este le toma las redondas caderas con el mismo cariño que se las tomó ayer inesperádamente. Mientras le acaricia la redondez de su cintura con una mano, le desabrocha la camisa con la otra y empiézale a chuparle barriga.
-Máxima: mmm.
Máxima respone con el mismo reflejo humano que empieza a conocérselo propio y le acaricia la cabeza mientras este va pasando de su barriga a sus pechitos. El señor Leopoldo chupa de su alumna un rato hasta que oye un casi inperceptible ruido pero que conocido por él le indica algo. Se gira para asegurarse y ve a Lúcida arrodillada ante su compañero Silvano y chupándole la polla con profundo vigor.
-Lúcida: chuuuup, chuuup, chuuuup.
Con ello comprende el señor Leopoldo que tiene que espavilarse y le desabrocha la falda a su niña a la vez que le saca la camisa quedándole esta totalmente desnuda. Vuélvesela a comer por los pechitos y ahora le mete un par de dedos en la vulva para irla preparando.
-Máxima: ooh . . ooh . . ooh.
Máxima está ya muy excitada y le pide a su profesor eso que apenas ha practicado unos segundos con el hombre que la hizo mujer hace unos días; hacerle sexo oral.
-Leopoldo: sí mujer, pide lo que quieras.
El hombre se levanta un momento para bajarse los pantalones y cuando se los ha bajado se vuelve a sentar en el sillón. Máxima se arrodilla ante él y goza de la cariñosa caricia que le es propinada en la frente mientras chupa de su profesor.
-Máxima: chuup, chuup, chuup.
Leopoldo pretende iniciar verdadéramente a su alumna en el sexo oral y la toma de la cabeza con las dos manos para ayudar a la niña a que se la coma toda. Le aprieta la cabeza a esta y ella parece tragar un tajo más de polla de la que iniciálmente chupaba, pero parécele ello desagradable.
-Máxima: tjó, tjó, tjó, no, por favor.
-Leopoldo: vaale, sólo quería probar. Ya tendrás tiempo de aprender.
-Máxima: snif, gracias..
Dice la niña secándose una lagrimita que habíale hecho saltar el entrar la gorda verga en su boca.
-Leopoldo: ven, súbete.
El señor Leopoldo toma a su alumna y la vuelve a sentar de nuevo encima de él, pero ahora mirándolo a la cara a diferencia de ayer. El profesor maneja su gorda verga entre ellos para encajarla sin pérdida a la panocha de esta. Cuando tiénela encajada toma las caderas de la niña y la cala un poco.
-Máxima: oooh.
El profesor ve seguridad en la posición y síguela calando a pausado ritmo.
-Máxima: ooh . . . ooh . . . ooh . . . ooh.
Mientras la cala le chupa los pechitos y oye a la vez que las únicas personas que se encuentran con ellos en el salón también han pasado a palabras mayores. Se gira y ve a Lúcida encima de la mesa del salón con el profesor Silvano cogiendola en un postura del misionero lévemente alterada.
-Lúcida: aah, aah, aah, aah, aah.
El señor Leopoldo sigue agradando a su chavala Máxima con la tierna cogida hasta que, cree que está ya a punto para lo que entre ambos profesores le tienen preparado.
-Leopoldo: levántate.
-Máxima: . . aah . . aah . . ¿uhm? vale.
Máxima se levanta y el señor Leopoldo llévala cogida de la mano hasta la mesa en que está siendo follada su amiga. La estira a su lado en el otro lado de la mesa, de manera que las cabezas de las chicas están casi de lado en sentido invertido. Leopoldo usa un poco de cuidado para meterse de nuevo en su alumna sin que se golpee esta con su amiga. Silvano hace lo mismo hubiéndolo acordado con su compañero antes de la llegada de las niñas. Los dos profesores follan a sus alumnas con medida pausa, supiendo tan sólo ellos y, Lúcida, lo que va a pasar.
-Silvano: umf, Lúcida, umf, tómala.
-Lúcida: aah, sí, aah.
Lúcida toma la mano derecha de su amiga con la suya izquierda. Cálidamente como dos enamorados o dos enamoradas en este caso. Máxima siente un poco de verguenza al principio, pero sintiendo la gorda verga del señor Leopoldo dentro de su vagina, se olvida de todo prejuicio y entrega con su mano el mismo amor que le es entregado por su amiga.
-Máxima: aaah, aaah, aaah, mmm, síí, Lúcida, qué bien, mmm.
-Lúcida: ooh, ooh, Máxima, ven, mm.
-Máxima: ¿uhm? mm, mmm.
Es el señor Leopoldo que aclara a su amada lo que tiene que hacer y sin dejarse de meter en ella le gira la cara a la que ya tiene girada cara de su amiga Lúcida. Cuando Máxima ve que tiene ante ella la cara de su amiga, aunque dada la vuelta de esta sus labios están a la misma altura y, sólo comprende la chavala que se pueda hacer una cosa así. Es lúcida la que acerca de forma terminal sus labios a los de su amiga y sin dejar de gemir ambas niñas se dan un beso.
-Ambas niñas: aah, lap, muac, aah, muac, aah, lap, lap.
El hielo está roto, los profesores siguen follando a sus alumnas en la misma posición durante un rato para que mientras se besan desaparezca toda astilla de prejuicios. Al cabo de ese maravilloso rato en que Máxima y Lúcida se dan su primer beso de verdadero amor entre dos seres entre los cuales no se puede dar sexo, los hombres cumplen la última parte de su plan. Se separan de sus parejas y ante la mesa Silvano toma la mano de su amante.
-Silvano: Lúcida, ahora vete con él.
Lúcida comprende en seguida de qué trata lo que le dice su querido y se levanta para tomar de la mano al señor Leopoldo, técnicamente el amante de Máxima. Máxima, peró, no entiende en seguida lo que sucede y hace falta que Silvano la tome de la mano y la bese en la boca para comprenderlo todo. Máxima siente ese beso con el amante de su amiga diferente, diferente a los que se ha dado anteriormente con otros dos hombres y diferente sin duda a cualquiera que se pueda dar en la vida con nadie, pues está al lado de su mejor amiga besándose con su amante secreto. Pero piensa Máxima; Lúcida está a su lado y está haciendo exáctamente lo mismo; besándose con su querido señor Leopoldo. Por lo que pierde la extrañez en un momento y pasa a gozar al 100% de la nueva relación.
-Máxima: muac, muac.
-Silvano: muac, muac.
Estan ambos seres besándose cuando oyen que alguien se les ha adelantado, y bastante. Miran a su lado y ven al señor Leopoldo cogiendo a la perra a 4 patas de Lúcida.
-Lúcida: aaah, aaah, aaah, aaah.
Lúcida sonríe ente gemido y gemido a su amiga Máxima lanzándole un invisible guiño. Máxima transpasa esta sonrisa al señor Silvano y este le indica la posición que quiere. Tumba a esta de lado en la alfombra y se mete en su vagina situado tras ella. No tarda el señor Silvano en adoptar un ritmo de cogida respetable, que encanta por cierto a su nueva amante.
-Máxima: aah, aah, aah, aah.
A Máxima le encanta la nueva posición que no había practicado ni tan sólo en sueños húmedos, y llévase la mano hacia atrás agradándole inménsamente tomar esa de hombre cadera que cuando avanza siéntela meterse hacia dentro.
-Máxima: aaaah, aaah, aaaah, aaaah.
-Lúcida: eh, Máxima.
Es Lúcida quien llama a su amiga estando aún follada a perra por el amante de esta.
-Máxima: mmm, qué, mmm, aaah.
Dice Máxima abriendo momentáneamente los ojos con su habitual reflejo de mirar a quien habla.
-Lúcida: mmm, mm, ¿te gusta?, mmm, mmm.
-Máxima: aah, ¿que si me gusta? aaah, aaah, aaah, ooh Dios, aaah, aaah. ¿Tú qué crees? aaah, aaah.
Dice la muchacha sintiendo doblemente la cadera de su amante; dentro de su pucha y en el movimiento que transmite a su mano. Haciendo que esta misma mano trate inconsciéntemente de ayudar la que no necesita ayuda, vigorosa cogida del amante de su compañera.
-Lúcida: mmm, mmm, que sí, mmm, mmm. El tuyo también folla muy bien, mmm, mm.
-Máxima: si lo sabré yo, je je, ¡aaaaaah! aah, aaah, aaah.
Es Máxima la que al cabo de un par de minutos pide a sus amantes que las vuelvan a situar en la posición en que ambas conociéronse sus lenguas encima de la mesa. Se estiran ahora de forma inversa encima de la alfombra y vuélvense a meter los hombres en ellas de forma inversa a la vez; Silvano en Máxima y Leopoldo en Lúcida. Las dos chavalas se vuelven a besar en la boca y disfrútanlo el doble que antes pues ahora no ha sido sorpresa ni para una ni para otra. Al cabo de un rato que a las chicas les parece primaverálmente fragante; con una verga dentro la pucha y una lengua amada en la boca; el señor Leopoldo da signos evidentes de que va a tener un orgasmo, con sus gemidos.
-Leopoldo: mmm, mmm, mmm.
A la emergente señal el señor Silvano saca también su verga de Máxima y apúrasela con la mano para llamar próntamente el orgasmo. El señor Leopoldo acaba sacando leche antes y la libera encima de los cuerpos y caras de sus alumnas. Cuando estas se ven bañadas por algo que no puede ser lluvia, separan sus bocas y las abren para recibir lo que les está siendo regalado por su profesor. Casi al mismo tiempo que las chavalas empiezan a saborear los lecherazos del señor Leopoldo, el señor Silvano empieza también a eyacular y lo echa también a la cara y pechos de estas. Los dos hombres bañan con leche sus alumnas y quedan estas cual saliendo de una fiesta de la espuma.
Cuando han terminado la cuadrilla se separa y las primeras en entrar en la ducha son las dos amigas, juntas. Mientras la pera de ducha limpia sus pieles de leche ellas se siguen besando como harán en el futuro muchas más veces.