Con la pandilla a casa de los profesores (2º día)

- Prof.Leopoldo: me gustaría cogerme esa niña.

Una tierna flor en sus primeros pétalos de primavera, así es como describiría un poeta el adornamiento que supone toda la imagen de la floreciente Máxima. Apenas hace unos días que tuvo la primera experiencia sexual de su vida de una forma bastante peculiar. Lo hizo, la hizo mujer al que para no supuso tanta importancia profesor Luncho, en el picadero que comparte junto a otros profesores para sus fiestas "particulares". Fiestas particulares que no saben ni Máxima ni Lúcida en que siempre suele venir incluída alguna que otra estudiante que conquistada ha sido por alguno de los profesores. O conquistado ha sido uno de ellos porque por ejemplo en el caso en que Lúcida inició su secreta relación con el profesor Silvano, fue más bien ella quien cazó a la presa. Apenas hace unos días que Máxima, junto a Lúcida y su tercera amiga Donátila, tuvieron una relación sexual en compañía junto al profesor Luncho; que en concreto desvirgó a Máxima, y el profesor Silvano; que en concreto mantuvo una relación sexual primero con su amada; Lúcida, y después con su querida y Donátila a la vez; un trío.

La relación no pudo llegar a llamarse orgía porque Máxima y Luncho en ningún momento establecieron contacto con las otras dos y el otro. Por lo que Máxima vivió su inicio en el mundo sexual de una forma discreta. A la vista de Lúcida, Donátila y Silvano(que no se fijó mucho) pero de una forma personal pues entregó su amor y su estreno de panocha a un sólo hombre.

Vive Máxima ahora mismo la primavera de la primavera de su vida. Supiéndose mujer y gritándolo a los 4 vientos únicamente con su dulce sonrisa que apreciábalo cualquier hombre o mujer iniciado en el conocimiento de la mente humana. Y comprendiendo las cosas de las cuales la misma autora no sabe ni la mitad.

-Máxima: ja ja ja ja ja.a

Otra estrepitante sonrisa surge de la chavala revelando que anda más feliz que un cascabel al rojo vivo. En este mismo momento está la chavala junto a sus amigas en el tiempo de recreo del colegio, y encuéntranse todas sentadas en las escalinatas que a su acceso dan, comiéndose sus bocadillos y explicándose secretos. Secretos peró, de tema light, pues no explícanse los prohibidos secretos que ocultan tanto Máxima, Lúcida y la que no se lo pasó tan bien Donátila. Pero tiene esta en poder, junto a las otras 4 personas que compartieron con ella la tarde en el apartamento, el pequeño chisme que podría hacer caer el mundo de las 5 personas practicamente. Expulsando a los dos profesores de su profesión, expulsar a las tres niñas del colegio y/o transportándolas a un recio internado para señoritas. Señoritas por cierto que ya no son ninguna de ellas.

-Verona: ja ja ja, qué dices, ¿que a Antusa le gusta Serapio? Pero si es un bobo, apenas le salen las matemáticas.

-Lúcida: pues sí, seguro. Yo la he visto como se le van los ojos cuando él pasa a hacer algo a la pizarra. Se lo mira de arriba a abajo y se le cae la baba.

-Máxima: ¿y él lo sabe?

-Lúcida: lo dudo, a menos que no se lo diga ella o... nosotras.

-Verona: noo, no seas mala. Cómo íbamos a hacerle una jugada así.

-Máxima: hablémoslo con ella, le decimos si quiere que se lo digamos.. en segundas o ...

La conversación de las chavalas sigue dulcemente en la pétrea escalinata. Para las chicas es hora de recreo pero para los profesores el trabajo no acaba nunca y continúan en ello pasando de un lado a otro del colegio cargados con caligrafiádos papeles. Uno de los profesores que pasa es el señor Leopoldo. El señor Leopoldo era el tercer profesor que teníales que unirse el pasado día del encuentro en el apartamento, pero a causa de asuntos personales no pudió asistir a la fiesta. Hanle relatado el profesor Silvano y el profesor Luncho lo ameno que fue el encuentro y lo especial que significó para la niña Máxima quien manchó un poco de sangre ese que alguna otra vez ha sido necesario limpiar sofá. Le relataron sus compañeros de trabajo que Máxima vivió la experiencia de la manera que sólo puede vivirla una, una vez en la vida; la primera. Máxima pertenece a una clase en que el señor Leopoldo da lecciones y no sonó a nuevo el nombre de Máxima cuando fuele este nombrado por Silvano.

-Leopoldo: ¿esa niña te cogiste?

-Silvano: no, se la cogió Luncho.. los hay con suerte. Tendrías que haberla visto cuando el cabrón del Luncho se le estaba metiendo dentro, si se me pone dura cuando meto a Lúcida se me puso más dura aún de ver como Luncho se comía esa virgencita.

-Leopoldo: ¡uy, uy, que será que no te has comido tú veces a virgencitas!

-Silvano: sí, pero siempre tienen el mismo sabor.. mmm.

-Leopoldo: je je, pues a mi me gustan tanto vírgenes como Leos. Me gustaría cogerme a esa niña, aunque no sea virgen me encantará.

-Silvano: oh, pues, hablaré de ello con Lúcida, que le diga que quieres coger con ella.

-Leopoldo: no, no hables de ella con tu amante. Quiero cogérmela sin intermediarios, ya me encargaré yo mismo de ello.

-Silvano: bueno, tú sabrás lo que te haces.

Recordamos que en este mismo momento el señor Leopoldo pasaba ante las escaleras del colegio y apreciaba que se encuentra sentada en la escalinata la chavala que se le antoja; Máxima. El señor Leopoldo detiene inperceptíblemente su caminar para admirar mejor la que no es la primera vez a la que le mira el culo, Máxima. La niña sigue hablando bóbamente de bobadas con sus amigas y a primera instancia no se percata de que el señor Leopoldo se está fijando en ella. Pero es tal mirada de su instructor tan substanciosa que ella se acaba dando cuenta de que sus piernas, su pecho y su cadera son objeto de unos ojos ajenos. Cuando Máxima reacciona y examina quien la está mirando se lleva una pequeña sorpresa al ver al señor Leopoldo relamiéndose los bigotes ante su contemplación. La chavala sigue con alguna que otra dificultad su conversación y es que una chispa de virilidad ha encendido la fogata que se aloja entre sus piernas y tratando de disimularlo, Máxima se pone calentita. No reparan peró, en ello, ninguna de sus amigas, ni las más experimentadas como pueden se Lúcida y Donátila.

-Máxima: . . je je . . pues a mi no me dice nada . . . Rufo. . es guapete pero . . . es del bote, como los de la tele . .

-Eulalia: pues yo me lo comería, además que creo que la tiene grande porque el otro día se la estaba cascando en clase.

-Lúcida: ¿y por cascársela en clase la va a tener grande? Y estás segura que hacía eso, en clase?

-Eulalia: que sí, que sí, que estoy segura que se hizo una paja en clase y eso no lo hacen ni los más pervertidos. Y además . . .

Cuando el profesor Leopoldo está seguro de que su mirada garrapiñada ha sido advertida, vuelve a retomar su caminar para efectuar su lectivo trabajo sin la agradable pausa de la que sí disponen los y las estudiantes. Máxima vuelve a recuperar su compostura y tranquilidad cuando el profesor se ha alejado, pero esa pequeña chispa de hombre que se le ha metido dentro no se ha apagado y no ve la niña extintor alguno al alcanze con que apagar esa astilla de titanio al rojo vivo que tiene dentro. Alguien tendrala que ayudar a apagarla pero eso la niña no lo sabe aún.

La jornada lectiva prosigue como de sólo una manera puede proseguir para una juventud de 14 años; broma tras broma. Una clase terminada da paso a una que empieza y así hasta que llega una que no puede dar paso a otra sino al terminante final del día. Es esta la clase de biología del señor Pemón, cuando termina esta y l@s estudiantes están recogiendo sus enseres el señor Pemón llama a Máxima a su mesa.

-Máxima: ¿sí? ocurre algo?

-Pemón: el señor Leopoldo te quiere ver en su despacho, tiene algo de qué hablarte.

-Máxima: ups, esto, bueno. Espero que no sea nada grave.

El profesor Pemón se levanta tan presto como el más travieso estudiante dando como triunfo el final de la clase pues humanos somos todos. Tanto estudiantes como profesores abandonan el colegio pero hay dos, un profesor y una estudiante que no parecen salir por la puerta. Al primero no le espera nadie pero a la estudiante sí que le espera una fiel amiga que se extraña de no verla salir.

-Lúcida: ¿donde se habrá metido?

-Verona: tanto da, Lúcida, se habrá ido por otro lado. ¡Vamos!

Lúcida obedece a su impaciente amiga y junto a otras dos se alejan a marcha de paseo del colegio. Consiguiendo la charla entre ellas que Lúcida se olvide finálmente de que alguien no está en el sitio que debía estar. Máxima en concreto se encuentra ahora mismo dirigiéndose al despacho del señor Leopoldo. Llama a la puerta como bien educada es y recibe consentimiento de entrada de inmediato.

-Leopoldo: sí, pasa.

-Máxima: hola señor Leopoldo. ¿Ocurre algo?

Dice Máxima encontrando al señor Leopoldo sentado en su silla de escritorio ante su verdadero escritorio.

-Leopoldo: no, bueno espero que no. O como mínimo nada grave.

-Máxima: ups ¿por qué me ha llamado después de la clase?

-Leopoldo: tranquila chica, no te preocupes. A ver, acércate a mi.

Máxima tiene una gran duda de lo que quiere el señor Leopoldo, pero obediente se acerca a su profesor y derecha ante él espera una explicación. El profesor Leopoldo no parece tener, peró, muchas ganas de hablar. Le pása sus manos por el exterior de sus muslos subiendo subiendo hasta tener entre ellas la abombada cadera de la chavala. La niña le mira aún con la duda pero no se atreve a decir nada inoportuno ante un hombre que sin aviso alguno le está tocando el cuerpo.

-Máxima: ups, esto, yo...

-Leopoldo: tranquiilaa.. tranquiilaa Máxima, que no te voy a hacer ningún daño.

-Máxima: sí, claro, no iba a hacerme usted daño, pero es que...

-Leopoldo: no hables, bonita, que no hace ninguna falta.

Dice el señor Leopoldo subiendo valiéntemente la falda de la niña y descubriendo que lleva esta unas bonitas braguitas de flores.

-Leopoldo: son muy bonitas tus braguitas.

-Máxima: gracias, me las compró mi madre un día que fuimos al merc...

-Leopoldo: tranquila Máxima, si quisiera sabería donde conseguir estas braguitas. Pero lo que me interesa no son las bragas sino lo que hay dentro de ellas.

-Máxima: esto... la... ¿pa no cha?

-Leopoldo: claro.

Dice el profesor Leopoldo bajándole las braguitas hasta los pies. Ante él se descubre un rosado monte de venus con los mismos pelos que tendría en la cabeza un hombre sériamente preocupado por su inicio de calvicie.

-Leopoldo: ves, esto es mucho más bonito.

Dice el señor Leopoldo mirando a los ojos a la pobre niña, viéndose esta violenta mientras un profesor de 50 y tantos años la tiene desbragada ante él, sentado en una silla y con su cara a la misma altura que ese peludito secreto que tienen también todas sus amigas. El señor Leopoldo decide no jugar más con la mente de la pobre niña y opta por jugar con su panocha. Abre la boca cual ogro de las cavernas y le da un vigoroso lenguetazo a la rosada panocha de la niña.

-Máxima: ooooooooh.

El señor Leonardo sigue comiéndole la panocha a la chavala el tiempo suficiente para que esta pierda la residual verguenza que aún le queda después del otro día con el profesor Luncho.

-Máxima: oooh, oooh, señor, Leopoldo.

Las manos de la niña tienen que, al igual que sus piernas tensarse para sostenerla, abrazar esa cabeza que tiene pegada al pubis para liberar de alguna manera los que lleva tantos años reprimidos impulsos vitales.

-Leopoldo: lap, lap, lap, lap.

-Máxima: uhmmm, señor Leopoldo, mmmm.

Las manos de Máxima aprietan contra ella misma la cabeza del señor Leopoldo y siente la chavala que el profesor ha comprendido lo que ansia su entrepiernas y saca la lengua hasta el fondo cada vez que la chavala le aprieta la cabeza.

-Máxima: mmmm, lap, síí, lap, mmm.

El señor Leopoldo termina dándose por satisfecho y retira la cabeza del pubis de la chavala para hablar con ella.

-Leopoldo: tienes que darme esas bragas niña.

-Máxima: por supuesto señor Leopoldo, pero, ¿por qué no vino el pasado día?

-Leopoldo: asuntos personales, nada que ver con el colegio, me permites...

-Máxima: oh sí, por supuesto que no tengo nada en que meterme en su vida, pero...

-Leopoldo: sí, claro, te extrañastes.

-Máxima: sí, pero no pasa nada.

Estudiante y profesor se quedan mirándose un instante y es él el que toma la iniciativa. Toma a la chavala de la cintura y la sienta encima de él.

-Leopoldo: ven aquí.

-Máxima: ¡ups! ¿qué quiere?

El señor Leopoldo no tarda ni 5 segundos en desechar la blusa de la chavala para tirarla al suelo. Cuando la tiene descamisada y des-sostenada empieza a chuparle los pechos.

-Máxima: mmmm, mmm, señor Leo, mmm.

Máxima vuelve a abrazar la cabeza de su amamantado de la misma manera que lo tenía cuando este le comía el sexo.

-Leopoldo: chup, chuuup, chuup, chuup.

-Máxima: mmm, así, así señor Leo, mmm.

Mientras el señor Leo le chupa los pechos a la niña, le masturba también la panocha introduciendo sus bastos dedos en la tierna abertura vaginal de esta. Esto hace que los tan tiernos gemidos de la niña suban de grado y acabe esta aullando cual cachorra.

-Máxima: aaaah, aah, aah, sí, sí, sí, uhm, sí, ooh.

El señor Leopoldo, pese a su edad, es muy activo y lo que más quiere es meterle la verga a la niña. Es por ello que los castos pechos de esta terminan por aburrire y le pide para coger. Máxima se levanta y después de sacarse él los pantalones le pide él que se le siente encima. Máxima se sienta cuidadósamente encima de su profesor mirando hacia la pared, él maneja su verga entre ellos para insertársela al mismo tiempo en que ella se acomoda.

-Máxima: ooh.

Cuando la niña se siente segura empieza a moverse léntamente con la ayuda de sus jóvenes muslos.

-Máxima: ooh, ooh, ooh, ooh, ooh.

El profesor acaba viendo próntamente que necesita un poco más de energía y toma la niña de las caderas para ayudar a sus tenues botares.

-Máxima: aaaah, ooh, oooh, oooh, uhmm, aaah, aaah, aaah.

Los muslos de la niña terminan perdiendo su efecto y son los brazos del profesor los que terminan acarreando todo el peso del cabalgar.

-Máxima: oooh, ooooh, ooooh, oooooh, oooooh, oooooh, mmmmmm, sííí, síííí, ooooooh.

Acarrea el profesor ese de cabalgamiento peso durante un rato, hasta que opta por una posición más ventajósamente descansada y, sin sacar la verga de la panocha de la niña, levanta a ambos y posa la chica estirada encima del escritorio, mirando nuévamente en dirección contraria a él; besando la madera. Vuelve el profesor Leopoldo a follar a la niña pero está vez con amenizada fuerza, hubiendo prescindido del peso de todo el cuerpo de la chavala. Así también, con inconsciente velocidad.

-Máxima: oooh, oooh, ooh, ooh, ooh, ooh, ooh, ooh, ooh, ooh, ooh, ooh.

La cintura del profesor impacta contra el trasero de la niña como no es la primera vez que impacta contra el trasero de una alumna. Es la segunda vez que Máxima hace el amor y aún le parece al señor Leopoldo sentir ese perfume a virgencita que algunas mujeres conservan durante mucho tiempo después de convertirse en mujeres.

-Máxima: oooh, sííí, sííííí, ¡sííííí!, ¡señor Leopoldo! síííííí!

El señor Leopoldo folla a la chavala durante 20 minutos más. No es conveniente que tarde esta, una hora después de salir de clase, en llegar a casa. Por lo que cuando ve que ha tenido suficiente, hace un click a ese biológico interruptor que tiene en la verga para liberar su leche. Cuando escupe la leche dentro de la vagina de la chavala da unos potentes y bestiales empujones al trasero de la niña que hácenle incluso daño cuando la piel del hombre se une a la de su alumna haciendo ruido.

-CLACK-CLACK-CLACK-

-Máxima: ¡AAAAAAH! ¡AAAAAAH! ¡AAAAAH!

Los violentos empujes terminan, peró, al igual que la leche, a llegar a su fin. Cuando la gorda verga del señor Leopoldo sale de la vagina de la muchacha, salen también unas abundantes olas de fluido sexual en el que por supuesto hay diversos millones de espermatozoides con un negro futuro. El señor Leopoldo da un par de palmadas al trasero de su estudiante y le dice.

-Leopoldo: estás riquísima niña, te tengo que cojer otra vez.

-Máxima: estaré encantada, ¿le doy mi teléfono?

-Leopoldo: no, ya nos veremos en clase.