Con la novia del hijo de mi amante
El chico dejó caliente a su novia. Yo el amante de la madre del chico no pude verla tan triste y la consolé como pude.
CON LA NOVIA DEL HIJO DE MI AMANTE
Desde hace un tiempo cada vez que viajo a Buenos Aires me alojo en la casa de mi amante, desde que ella terminó por aceptar esta situación y no gastar más en hoteles, además no le gusta dormir fuera de su casa porque es muy maternal y cuida en exceso de sus hijos que conviven con ella, aunque los chicos, un varón y una mujer, ya no necesitan de esa clase de cuidados.
Siempre que voy paso cuatro o cinco días allí, y en los días laborables me aburro casi todo el tiempo porque mi amante trabaja toda la tarde: cuando no salgo, o voy al cine, o paso a buscarla por el trabajo, luego de almorzar con los que estén me voy a un bar cercano a leer el diario y tomar algo.
Por los días que cuento conocí a Mónica, la novia de Carlitos, el hijo de Marta, mi amante. Les aclaro que Carlitos de veintitrés años es un chico bastante boludo, sólo piensa en la computadora y en el fútbol; me sorprendió que hubiera conseguido una novia tan linda. Mónica es una rubia, alta, muy bien construida, de tetas medianas, culo grande y excelentes piernas.
A regañadientes Marta había aceptado que Mónica se quedara a dormir con Carlitos, lo que le costó bastante, pero si yo dormía allí con ella no tenía argumentos para negarse.
En el día en cuestión almorcé temprano con Mónica, Carlitos y Marilú, la hija de Marta, ya que esta tenía Facultad toda la tarde. Para no perturbar a Carlitos y a Mónica me fui un rato al bar y me tomé algunas copas de coñac mientras leía el diario y dejaba pasar el tiempo.
Al regresar un extraño silencio cubría toda la casa; al dirigirme a la cocina para hacerme un café oí sollozos desde el cuarto de Carlitos, era evidente que alguien lloraba allí, me acerqué a la puerta sin ocultar el ruido de mis pasos y percibí que la que lloraba era Mónica. Pensando que podía ayudar en algo toqué a la puerta y me dijeron entrá- efectivamente Mónica estaba sola y llorando sentada en la cama.
-¿Qué te pasa querida?.- pregunté.
-Nada-
-Nadie llora por nada, si querés contame-
-Carlitos no me quiere, no le intereso, me dejó sola para ir a jugar al fútbol.
Me senté al lado de ella, que seguía sollozando, y traté de hacerle entender que eso no significaba que su novio no la quisiera. Cuando le puse una mano en el hombro, apoyó su cabeza en el mío y se largó a contarme sus penas. Parece que después de almorzar, cuando Marilú se fue, ellos tuvieron una sesión de besos y caricias, hasta que Carlitos recordó su partido y la dejó para irse a jugar. El boludo la dejó caliente. Y yo era capaz de cualquier cosa con tal de no ver a una chica hermosa tan triste; traté de secarle las lágrimas que le rodaban hasta la boca, y allí me rozó los dedos con su lengua, puse mis manos a los costados de su cara, sobre las orejas y la obligué a mirame a los ojos; me miró fijo un ratito y sin decir nada se recostó contra mí, la besé en la frente y ella buscó mi boca. Me besó en la boca, primero tímidamente, como con miedo, luego abrimos ambos nuestras bocas y empezamos a explorar nuestras lenguas, ya estábamos abrazados, de a poco le iba sobando una teta y luego la otra, por sobre la ropa. Levanté un poco su blusa y le acaricié la piel de la cintura, la pija se me puso dura como una estaca, entonces llevé su mano derecha hasta allí para que la sintiera bajo el pantalón, me la recorría de arriba a abajo suavemente, aclaro que mi verga es algo más que grande.
Desprendí su blusa y su corpiño, ante mi vista quedaron sus tetas, de mediano volumen pero bellísimas, con los pezones bien duros y erguidos, me lancé a lamerlos y chuparlos, ella me desprendía la bragueta y metía su mano sobre mi slip, la dejé hacer mientras trataba de quitarle el vaquero, por suerte no llevaba cinturón por lo que pude abrirlo todo lo que me permitía su posición sentada. Ya había encontrado la parte superior de mi slip y metido su mano por allí, tenía mi pija agarrada sin nada entre medio que le dificultara el tacto.
Y ya era tiempo de hacer las cosas bien y francamente, me paré y la hice parar, me quité la camisa, el pantalón, zapatos y medias. A ella le dejé sólo la tanguita y la acosté en la cama, me acosté a su lado y volvimos a besarnos, mientras nuestras manos recorrían lo que querían, le quité también la tanga y bajé hasta su concha, no la llevaba depilada, y eso me agradó. Besaba los alrededores, las ingles, los soberbios muslos, hasta que sin decir nada empecé a explorar su concha con la lengua; encontré un clítoris inflamado y duro que chupé con placer; ella se arqueaba y gemía, estiré mis brazos y pellizqué sus pezones, sentí su primer orgasmo, llenó mi boca con sus jugos mientras yo seguía trabajando con mi lengua y ella se relajaba.
A poco volví a tenderme a su lado y me saqué el slip, me agarró la pija y me la acarició suavemente y luego cada vez con más brío hasta que bajó su cabeza y me la comenzó a lamer, se introdujo lo que pudo y me lamía y chupaba la cabeza de abajo, sentí que estaba por acabar y la quité de allí, le abrí las piernas y se la apoyé en la puerta de la concha.
-No me hagas doler y cuidame- me dijo entre suspiros.
De a poco fui entrando en esa concha estrecha, sentí la resistencia de las paredes, aunque estaba bien mojada con sus jugos y mi saliva, con prudencia se la metí entera, ella acababa a repetición y yo me contenía; cuando ya no podía aguantar más se la saqué y me paré.
-No te vayas- me dijo.
-Ya vuelvo- le contesté.
Me fui hasta el cuarto de Marta y volví con un pomo de gel íntimo oculto en mi mano. La abracé y mientras la besaba le toqué el culo, era uno de los culos más hermosos que he visto, redondo, alto y duro. Le separé las nalgas y deslicé un dedo por la rayita. La coloqué boca abajo y empecé a acariciarle la rayita con la lengua, la levanté un poco y pasaba mi lengua desde el agujerito hasta la concha, mientras con ambas manos me dedicaba a sus tetas que se volvieron a parar. Yo volaba de la calentura, pero no quería apresurar las cosas; después de un rato de esos ejercicios lingüísticos probé con un dedo, ¡ese culo estaba muy apretado!.
-¿Qué hacés?- preguntó.
-Vos acabaste muchas veces, y yo todavía ninguna. No quiero riesgos de embarazo, dejame que te la ponga por el culo.-
-Si es por tu placer, ponémela por donde quieras.-
Le unté gel en el culo y comencé a dilatarlo con un dedo, luego con dos y más tarde con tres. Ese gel era una maravilla, ya lo había probado para ponérsela en el culo a Marta, a quien también le estrené la entrada posterior. Cuando consideré que ya estaba bien me puse gel en la punta de mi verga enorme, erecta y caliente, y se la apoyé en la puerta del culo. Cuando empecé a empujar se quejó, dijo que le dolía, pero que siguiera. Siguió quejándose hasta que le entró la cabeza, luego no se quejó más y me dejó que la siguiera penetrando, lo hice muy lentamente hasta que le entró toda. Se la dejé un momento bien adentro, quieta, para que se amoldara al tamaño de lo que se había comido por su culo. Yo andaba por el cielo con toda esa carne dura apretando fuerte mi pija. Le puse una almohada bajo el vientre y empecé a bombear despacio, mientras con ambas manos le estimulaba el clítoris. El bombeo lento duró muy poco, yo estaba muy caliente y aceleré el ritmo; ya ese culito se había dilatado y mi poronga entraba y salía con facilidad. Los dos aullábamos de gozo, a poco sentí que me venía, se lo anuncié y me pidió que le llenara el culo con mi leche, lo que no tardé en complacer entre espasmos y gemidos de placer. Después de vaciarme se la dejé un rato adentro mientras me movía suavemente y ella seguía repitiendo orgasmos. Era más caliente que Marta y con treinta y pico de años menos.
Se la saqué y nos quedamos un tiempo abrazados, yo recorriéndole los muslos que me excitaban mucho, y ella agarrada de mi pija que aún conservaba algo de su primitiva dureza.
Así fue como gocé de los encantos de la novia de Carlitos.
Cuando miramos la hora y advertimos que pronto volvería alguien nos fuimos vistiendo, no sin antes prometernos que repetiríamos la experiencia pronto, y lo hicimos. Esa es otra historia.
SERGIO