Con la miel en los labios: Parte final
Me convertí en prostituta por necesidad, pero los gemidos que salen de mi boca no tienen nada que ver con los gajes del oficio. Me gusta el dinero, pero me gusta más cuando chupan mis tetas mientras me hacen chupar un buen coño.
Nota: Como autor y lectora, les rescomiendo que lean las partes anteriores antes de esta. La idea es que lleven la continuidad de la historia. Es una historia continua, una sesión de sexo muy larga dividida en tres partes.
Dicho esto, gracias por leer.
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-Muy bien –la voz de la señora Rogers me hace volver a la realidad y la miro con el ceño fruncido.
Trepa sobre la cama hasta que llega al lado de su esposo. Le hace una seña y él se echa boca arriba al otro lado. Entonces, la señora Rogers se sienta frente a mí con las piernas flexionadas contra su pecho. Luego las abre lo más que puede y me enseña un dildo negro de la pared de juguetes.
-Si me desatas, puedo enseñarte a usarlo –le digo con descaro.
Ella se ríe con fuerza y luego me mira con un brillo misterioso en sus ojos.
-Cariño, yo no necesito que me enseñen a meterme cosas en mi coño –dice y luego lo mete en su boca.
Cierra los ojos mientras pasa su lengua de arriba abajo del pedazo de plástico. Entonces lo saca y empieza a llevarlo a su coño. Me mira por un segundo antes de meterlo lentamente hasta que está todo adentro.
Miro fijamente su coño esperando a que haga su próximo movimiento. Poco a poco se reincorpora sobre la cama, se da media vuelta y se coloca a horcajadas sobre mi pecho. Una sensación de orgullo aparece en mi pecho por el nivel de destreza de la mujer.
Me quedo confundida por un momento cuando solo puedo ver sus nalgas bien formadas frente a mí, pero entonces, se inclina hacia adelante y retrocede lentamente hasta que deja su coño a pocos centímetros de mi rostro. Abro las piernas cuando siento su aliento caliente sobre mi pubis.
-Amor, ayúdame –dice a su esposo. Entonces él se reincorpora de su posición sobre la cama y toma el dildo con una de sus manos, no antes de levantar un poco las caderas de su mujer.
La señora Rogers lanza un gemido que me hace estremecer cuando él entierra los pocos centímetros que se habían salido. Siento sus manos abrir mis piernas y luego su lengua empieza a lamer casi perezosamente mi hendidura.
Mi clítoris está hinchado por mi último orgasmo así que no falta mucho para volver a ponerme cachonda.
-Mm –digo cuando su lengua empieza a hacer pequeños toques en mi clítoris.
-Más rápido –dice la señora Rogers con un gemido ahogado.
Entonces, su esposo empieza a acelerar los embates del dildo. Poco a poco la lengua de la señora Rogers empieza a acelerar en mi coño hasta que no puedo hacer otra cosa que gemir debajo de ella.
Su esposo va al mismo ritmo que su lengua y, de pronto, la señora Rogers lanza un grito gutural mientras se corre. En un movimiento rápido, el señor Rogers saca el dildo de su coño y algunos fluidos caen sobre mi rostro; aprovecho y abro la boca para saborearlo en mi lengua. La señora Rogers se sienta encima de mi pecho y suspiro algo decepcionada cuando me quedo sin mi orgasmo, pero me digo que se lo merecía así que contraigo mi coño para suprimir mi necesidad.
Pasan varios segundos hasta que la señora Rogers y yo empezamos a respirar con normalidad. Entonces, ella se retira de encima de mí y me da un beso rápido en los labios antes de levantarse completamente de la cama. Camina directo a la pequeña mesa donde dejó su trago antes y toma un gran sorbo. Su esposo y yo la vemos desde la cama.
Luego va y se sienta en la silla de la esquina antes de hacer una señal para que sigamos. Miro a su esposo de soslayo y lo encuentro mirando a su esposa con una ceja alzada. Ella sonríe antes de mirarme y guiñarme un ojo. Trago saliva antes de devolverle la sonrisa.
Su mirada se clava en mi boca y luego va bajando por mi pecho.
-¿Sientes las tetas hinchadas? –pregunta con curiosidad el señor Rogers.
-Ya no tanto, creo que estoy a punto de quedarme sin nada –digo sintiéndome tímida de pronto.
-Avísanos cuando se acabe para no lastimarte –dice mirándome directo a los ojos y asiento.
Eso es todo lo que se necesita para que se ponga a horcajadas sobre mí con un movimiento rápido. Me trago un jadeo de sorpresa cuando lleva el dildo a su boca y empieza a pasar su lengua por todos lados mientras cierra los ojos con placer morboso.
Sin poder evitarlo, me mojo entre mis piernas de nuevo. Echo un vistazo a su esposa en el rincón y la encuentro con las piernas abiertas mientras pasa sus dedos lentamente por sus pliegues mientras nos mira. Doy un respingo cuando siento el dildo frío sobre una de mis tetas. Empieza a hacer círculos lentos y luego pasa al otro haciendo lo mismo. Poco a poco empieza a bajarlo por mi vientre y se detiene justo encima de mi clítoris. Me mira por un momento y empieza a hacer círculos lentos alrededor de mi clítoris sensible.
-Por favor –ruego.
Se detiene por un momento y entrecierra los ojos en mi dirección. De pronto, toma mis piernas con fuerza y las coloca sobre sus hombros. Mi cuerpo queda suspendido en el aire.
-Entrelaza tus piernas en mi cuello –ordena con voz ronca.
Le hago caso y lo hago rápidamente. Lleva sus manos a mis nalgas y baja su cabeza hasta posarse sobre mi pubis. Empieza a pasar sus labios de un lado a otro hasta que finalmente baja. Da una succión rápida a mi clítoris y luego sigue bajando hasta que mete su lengua dentro de mí. Sus manos me aprietas con fuerza mientras su lengua entra y sale como si estuviera follándome.
-Oh, joder –gimo cuando la deja dentro y empieza a girarla- ¡Mierda!
Sus manos son lo único que me mantienen en mi lugar. Mi estómago se tensa y sé que un orgasmo se está construyendo, pero grito cuando le da un fuerte mordisco a uno de mis pliegues. Empiezo a maldecirlo, sin embargo, él solo se ríe y sigue bajando hasta llegar a mi culo. Contengo el aliento cuando siento su lengua dar una lamida alrededor de mi ano. Flexiono mis rodillas para subir un poco más y él me recompensa metiendo su lengua. Empieza a hacer círculos lentos y luego se retira.
-Mantén tus piernas sobre mi cuello –dice y luego suelta mis nalgas.
Mis ojos se abren con sorpresa cuando siento plástico frío presionar contra mi culo.
-¿No vendrás a decir ahora que eres virgen?
Sacudo la cabeza en negación y eso le da lo que necesita para empezar a presionar. Presiono con fuerza mis piernas sobre su cuello y él frunce el ceño cuando el dildo no entra.
-Está tensa, cariño. No puede mantener sus piernas en su cuello y dejar que se lo metas a la vez –la voz de la señora Rogers llega desde su lugar en la esquina.
Su marido asiente con comprensión y se inclina sobre mi cuerpo para coger las llaves de las esposas y empieza a abrir los grilletes.
-Lo siento –me dice-. Usualmente, es mi esposa la que mete los dildos. Esta es una nueva experiencia.
Lo miro con sorpresa antes de asentir. Toma mis caderas y me gira hasta colocarme en cuatro sobre la cama. Entonces el dildo empieza de nuevo a presionar mi entrada. Cierro los ojos y respiro hondo antes de presionar hacia atrás. Se entierra unos centímetros y luego vuelve a sacarlo. Doy un respingo cuando empieza a restregarlo en mi coño e incluso lo mete rápidamente, pero no se distrae mucho. Vuelve a presionar contra mi culo y empieza a deslizarse más fácilmente. Poco a poco empieza a presionar un poco más antes de sacarlo unos milímetros y luego volver a presionar hacia dentro. Lanzo un suspiro entrecortado cuando finalmente lo mete todo dentro de mí. Me da unos segundos para acostumbrarme al tamaño y luego empieza a sacarlo más rápido esta vez. Empieza a meterlo y sacarlo lenta, pero constantemente. Es demasiado para mí así que me apoyo sobre mis codos y presiono mi mejilla contra el colchón para ahogar mis jadeos.
Mis jugos se derraman fuera de mi coño. Es demasiado, pero aprieto los dientes, decidida a aguantar. Entonces, la dura polla del señor Rogers se entierra en mi coño de una sola embestida. Grito llena de placer. De pronto, unas manos me cogen del cabello y tiran mi cabeza hacia atrás con fuerza. Abro los ojos, sorprendida, y encuentro a la señora Rogers mirándome.
-Llévala al borde la cama –dice a su esposo mientras me mira fijamente.
Su esposo se detiene y, dejando el dildo en mi culo, toma mis caderas y me arrastra con él hacia atrás. La señora Rogers se acuesta boca arriba dejando su coño a la altura de mi boca, luego vuelve a cogerme del cabello y entierra mi cabeza entre sus piernas. No espero a que me dé órdenes. Empiezo a pasar mi lengua de arriba abajo con ganas y gimo cuando siento su sabor en mi lengua. El pene de su esposo empieza a moverse de nuevo junto con el dildo en mi culo y sollozo de placer mientras doy fuertes chupadas a su clítoris.
-Mierda, sí que sabes chupar, puta –gime la señora Rogers-. Méteme los dedos –ordena.
Rápidamente, introduzco tres dedos dentro de ella y sincronizo mis movimientos con los de su esposo. Los tres empezamos a jadear con fuerza, pero aún así, no pierdo mi misión. Mete un dedo más y acelero las penetraciones.
Siento como el cuerpo de la señora Rogers se estremece mientras lanza un grito silencioso. No me detengo hasta que su orgasmo termina. Entonces me reincorporo poco a poco hasta que estoy de rodillas. Llevo mis manos hacia atrás y entrelazo mis dedos detrás del cuello del señor Rogers. Sus jadeos chocan contra mi cuello. De pronto, deja de mover el dildo, toma mis nalgas con fuerza y las presiona juntas para mantenerlo dentro de mí. Entonces, acelera sus embestidas. Las lágrimas caen por mis mejillas y cierro los ojos cuando el mejor orgasmo de mi vida estalla. Lanzo un grito silencioso y mi cuerpo se tensa. Pasan varios segundos antes de que puedan recuperarme. Aprieto los dientes cuando el señor Rogers clava sus dientes en mi hombro y se deja ir dentro de mí. Ambos caemos sobre la señora Rogers y restriego mi mejilla contra su pubis.
Siento sus manos acariciar mi cabeza y su esposo empieza a lamer perezosamente la mordida en mi hombro. Permanecemos así por largos minutos hasta que recuerdo que mi hijo está en la otra habitación.
Lanzo un suspiro antes de liberarme de los brazos del señor Rogers y me siento con las piernas entrelazadas. Ambos me miran y yo sonrío. Le hago una seña a los dos y se acercan lentamente hasta colocarse frente a mí. Me miran expectantes así que tomo mis tetas entre mis manos y les ofrezco una a cada uno. Se miran con sorpresa por un segundo antes de inclinarse lo suficiente como para meter los pezones en sus bocas. Cerro los ojos ante el placer morboso.
La señora Rogers intercala pequeñas mordidas entre succiones mientras que su esposo enrosca su lengua alrededor de la aureola. Acaricio ambas cabezas con ternura mientras la humedad vuelve a aparecer en mi coño. Mientras pasa el tiempo mi respiración va acelerándose, pero no hago nada por aliviar mi creciente excitación. Solo los dejo chupar mientras disfruto de las sensaciones. De pronto, una mano se posa en mi mejilla y abro los ojos perezosamente. La señora Rogers me mira mientras succiona mi pezón, sin embargo, se detiene y lleva sus labios hasta los míos. Nuestras lenguas se entrelazan perezosamente y aprovecho para llevar mi mano libre hasta una de sus tetas. Masajeo lentamente. Suspiro cuando el señor Rogers toma mis tetas con sus manos y empieza a intercalar su boca entre las dos. Los tres estamos cansados así que nos quedamos así por largos minutos, la señora Rogers y yo besándonos como viejas enamoradas y el señor Rogers masajeando y succionando mis tetas perezosamente.
Entonces, la señora Rogers empieza a empujarme lentamente hasta que termino de espaldas sobre la cama, su lengua aun moviéndose alrededor de la mía. La boca del señor Rogers deja de chupar mis tetas y empieza a bajar lentamente hasta llegar a mi coño. Suspiro cuando siento su aliento antes de que empiece a lamer con delicadeza. Se toma su tiempo con cada pliegue y luego se enfrasca en tragar todos mis fluidos. Su lengua lame con tal destreza que me olvido del beso y gimo con necesidad.
La señora Rogers se da cuenta de ello y baja su cabeza hasta que está volviendo a chupar mis tetas mientras las acaricia con ternura. Es casi como un masaje y acaricio su cabeza con agradecimiento, pero entonces, atrapa uno de mis pezones entre sus dientes y grito cuando un orgasmo me golpea de sorpresa.
-Lo siento –le digo con la respiración acelerada, ella solo asiente antes de darme un beso rápido en la boca.
Su esposo sigue lamiendo mi coño hasta que finalmente se da por satisfecho. Entonces se levanta y coge a su esposa bruscamente por las caderas. Los miro perezosamente mientras la pone en cuatro a mi lado y le clava su polla de una sola embestida. Los gritos desenfrenados de la señora Rogers se escuchan por toda la habitación alentando a su esposo a acelerar las embestidas. La cama empieza a golpear contra la pared y pasan largos segundos antes de que ambos griten al unísono. Caen en la cama en una maraña de brazos y piernas, ambos sonriendo como tontos.
Nos quedamos en silencio hasta que la señora Rogers hace un gesto para que su marido se levante y luego lo hace ella. Se miran por un momento antes de besarse e intercambiar palabras de amor. No puedo evitar que un peso se instale en mi pecho y me reprendo por mi estupidez. Entonces me levanto y busco mi albornoz.
Los tres caminamos hacia la entrada y, cuando estoy a punto de abrir la puerta, el señor Rogers me detiene. Se acerca hasta que estamos pecho con pecho e inclina su cabeza hasta que nuestros labios se tocan, la señora Rogers se acerca por detrás y coloca su boca en mi cuello. Empieza a dar pequeños besos mientras amasa mis tetas desde atrás. Su esposo finalmente une nuestros labios. Su beso es duro, casi violento. Toma mi cabeza entre sus manos y profundiza aún más nuestros besos. Los tres nos mantenemos así hasta que estamos gimiendo en los brazos del otro.
Entonces, el señor Rogers se separa y la señora Rogers me lleva contra su espalda. Dejo que todo mi peso caiga sobre ella y mi cabeza sobre su hombro. Sé lo que quiere, así que giro la cabeza y unimos nuestros labios en una danza perezosa. Una boca se prende de mis tetas y succionan rápidamente antes de que, entre ambos, me den media vuelta y sea la señora Rogers la que succione por última vez la leche en mis tetas. Cuando se detiene, alza su cabeza y me sonríe.
-Nunca había conocido a una mujer que produjera tanta leche –juguetea con mis pezones antes de bajar sobre ellos y dejar un beso sobre cada uno-. Me encanta; avísanos cuando estés tan cargada como hoy y con gusto te comemos las tetas un rato.
Escucho las risas de su esposo detrás de mí y no puedo evitar sonreír mientras abro la puerta para que se vayan. Quedamos en vernos al día siguiente y luego voy a recoger a Leon a su cuna.
-Cariño, no quedó leche para ti así que tendré que hacerte un biberón –digo mientras llevo a Leon a la cocina entre mis brazos.
Lo coloco con cuidado sobre su sillita y luego enciendo la pequeña televisión. Cambio de canales hasta que encuentro un capítulo de Peppa, entonces me pongo a preparar el biberón. Empiezo a alimentar a Leon mientras vemos el programa. Cuando termina coloco el biberón en el fregadero y lo tomo en brazos para ir a la sala. Entonces la puerta suena. Suspiro con irritación y dejo a Leon sobre el sofá antes de atarme el albornoz y caminar hacia la puerta. Abro con una sonrisa falsa y encuentro a mi vecina Ivy sonriendo como una tonta mientras sostiene un cupcake en su mano.
Cuento hasta tres antes de empezar a hablar.
-Hola, vecina –digo tensa-. ¿Qué te trae por aquí?
Un brillo misterioso aparece en sus ojos y alzo una ceja con sorpresa. Hay algo raro en esta chica, aún no descubro que es, pero tiene una especie de energía extraña. Además, claro, de que se hace pasar por mojigata y su coño ha visto más pollas que playa nudista.
-Bueno, su perro Skippy apareció en mi entrada hace rato y quería avisarle, pero no iba a venir con las manos vacías así que aproveché para traerle uno de mis cupcakes para la venta de la iglesia el domingo.
Ahogo una carcajada y le hago un gesto para que pase. Ese perro me sacará canas. Siempre anda desapareciendo como un maldito gato.
Camino detrás de ella viendo sus caderas moverse con gesto de provocación. Nos invade un silencio tenso hasta que llegamos a la sala.
-Mira al adorable Leon –dice con un chillido antes de dejar el cupcake sobre la mesa e inclinarse hacia el pequeño para apretar sus mejillas.
Pongo los ojos en blanco, pero aprovecho la oportunidad para coger el cupcake y sentarme con las piernas entrecruzadas en el sofá. Miro a Ivy hacerle carroñas al pequeño haciéndolo reír.
Observo la escena con ternura mientras doy el primer mordisco. No puedo evitar gemir al sentir el chocolate en mi lengua. Ivy me mira con una ceja alzada y me encojo de hombros para restarle importancia.
-Gracias, tenía hambre –digo con la boca llena.
Ivy me sonríe antes de volver su atención al bebé. Luego de unos segundos, mi visión se empieza a volver borrosa y mis parpados empiezan a cerrarse. Parpadeo varias veces par a intentar enfocarme, sin embargo, no lo logro. Intento moverme en mi asiento, pero mis brazos empiezan a hormiguear y luego caen inertes sobre el sofá.
-¿Qué…? –empiezo, pero no puedo continuar, mi lengua se siente pesada y mis párpados se cierran completamente.
-Todo sea por el amor al arte, ¿no, pequeño Leon? –escucho la voz de Ivy en alguna parte antes de que todo finalmente se vuelva negro.