Con la miel en los labios: Parte 1
Me convertí en prostituta por necesidad, pero los gemidos que salen de mi boca no tienen nada que ver con los gajes del oficio. Me gusta el dinero, pero me gusta más cuando chupan mis tetas mientras me hacen chupar un buen coño.
La vida es dura, siempre lo ha sido.
He intentado luchar para salir adelante toda mi vida y pensé que estaba mejorando, hasta que conocí al papá de Leon, mi bebé. Creí que éramos el uno para el otro, pero al parecer el maldito solo se había obsesionado con mis tetas. En el momento en que dejé que me chupara las tetas mientras me follaba con su diminuta polla, se esfumó como por arte de magia.
¿Quién diría que una polla pequeña incapaz de llenar tu coño podría embarazarte a la primera?
No voy a decir que no tuve la culpa, por favor el pendejo hizo todo para simular que tenía una de esas pollas que te hacen ver estrellas cuando lo meten hasta la empuñadura.
No.
Nada de eso.
Era del tamaño de mi puto dedo medio y no, no estoy exagerando. Mataría por poder tener el privilegio de exagerar.
Cuando se enteró de mi embarazo, salió corriendo de mi vida y no me quedó de otra que embaucar a un imbécil sentimental para que me metiera en su casa y aceptara al bebé en mi vientre. Sobra decir que tejí toda una telaraña alrededor del imbécil hasta que le permití chuparme las tetas. Al parecer, la leche hace milagros y al día siguiente puso la casa a mi nombre.
Por supuesto que lo eché. ¿Quién creen que soy? No podía permitir que se hiciera ilusiones sobre nosotros. Mi corazón se rompió cuando era pequeña, en el momento en que mamá decidió irse con el vecino y me dejó en casa de uno de sus amigos borrachos.
Como dije antes, la vida ha sido dura.
La cosa es que, cuando eres tan estúpida como para echar de la casa al único que aporta dinero, tienes que hacer cosas para salir adelante.
No me siento muy orgullosa de recibir hombres en mi casa mientras el bebé duerme. Como dije antes, mis tetas son descomunales y al parecer le encanta a la gente. Aunque claro, eso lo supe cuando mi profesora de literatura me invitó a su casa para ayudarme con una tarea y terminó restregando sus tetas contra las mías mientras metía sus dedos dentro de mi coño.
Tomo mis tetas con ambas manos y aprieto con suavidad. Hago una mueca ante el dolor de mis tetas hinchadas.
Miro la hora y suspiro con resignación. Al parecer no voy a poder amamantar al pequeño Leon antes de que mi cliente llegue.
Echo un último vistazo a mi tanga diminuta y atuso mi melena rizada por un momento antes de salir a mi habitación. El pequeño Leon es muy tranquilo para su edad, no llora como los demás, lo cual facilita mi trabajo en noches como esta.
Lo cojo entre brazos y me mira con sus grandes ojos azules mientras lo meto en su cuna y beso su frente con cariño.
-Será rápido, dulzura y, cuando termine, veremos Peppa.
Tomo el albornoz y salgo de la habitación cerrando con llave la puerta.
Entonces, escucho el timbre de la puerta y sonrío mientras camino a abrir. Pongo una mano en la perilla, pero antes de abrir me tomo un segundo.
-¿Señor Rogers? –pregunto.
-Sí, soy yo –suena la voz de un hombre a través de la puerta.
Tomo aire y luego abro la puerta con cuidado. Le hago una seña para que entre y luego intento cerrar la puerta, sin embargo una mano me detiene. Abro un poco para mirar y aparece una mujer esbozando una sonrisa tímida.
-¿Qué es esto? –pregunto confundida.
-Es mi esposa –dice el señor Rogers.
-Le dije claramente que… -empiezo.
-No, solo quiero ver. Lo juro –me interrumpe la señora Rogers.
Los miro a ambos por un segundo antes de suspirar y hacerles señas para que pasen mientras bloqueo la puerta. Hago señas para que se sienten y les ofrezco algo de beber. Mientras sirvo las bebidas, me tomo el tiempo para escrutarlos de pies a cabeza.
El hombre es alto por lo que pude ver antes, tiene una complexión ancha, pero no muy trabajada. Se nota que trabaja al aire libre o algo así por sus brazos hinchados, pero poco definidos. Tiene el cabello negro y unas facciones bastante agradables.
Su esposa, por otro lado, es bastante estilizada. Se nota que la perra suertuda gasta todo el dinero haciendo dietas y ejercicio. Tiene la cintura diminuta que se hace aún más exagerada ante el contraste de sus grandes tetas. Joder, me mojo nada más en verlas a través de pequeño escote. Es una lástima que solo haya venido a ver.
Decido espabilarme y abro mi albornoz dejando mis tetas al aire mientras llevo la bandeja con las bebidas.
No espero a que empiecen a conversar, simplemente entrego los vasos y les hago señas para que me sigan hasta el final del pasillo donde está mi lugar de trabajo. Los veo por un momento y veo a la mujer tragar saliva mientras ve la pared con todos los juguetes sexuales.
Disimulo una sonrisa mientras cojo una silla y la llevo a un rincón. Le hago señas para que se siente y luego dejo caer el albornoz. Ambos me miran con sorpresa y hago todo lo posible para no poner los ojos en blanco. ¿Qué esperaban? ¿Palabras de cariño? Si ya me pagaron por adelantado.
-¿Sucede algo? –pregunto con voz plana.
-Eres muy directa –dice el hombre tímidamente.
Lo miro fijamente por un momento antes de lanzar una carcajada.
-Cariño, ya pagaste. ¿De verdad necesitas una charla para follarme?
El señor Rogers desvía la mirada hacia su mujer. Ambos se miran por un momento y luego la mujer se levanta de la silla. Camina en mi dirección y lleva su boca a mi oreja. Sus grandes tetas rozan con mis pezones desnudos y no puedo evitar estremecerme. Me tomo el atrevimiento de llevar mis manos a sus ojos y me presiono un poco más contra su pecho. No me ayuda a aliviar mis tetas hinchadas, pero me hace sentir un cosquilleo en mi coño.
-Está algo cohibido con todo esto. ¿Podríamos vendarte? Tal vez eso lo ayude un poco –dice la mujer antes de mordisquear mi lóbulo.
Contengo un jadeo antes de separarme de ella unos pasos. La miro con los ojos entrecerrados antes de mirar a su esposo. Nos mira con un brillo lascivo en sus ojos. Algo me dice que quiere ver a su esposa gritando, sin embargo, no es por lo que pagaron así que simplemente me encojo de hombros.
-No me siento cómoda con las vendas, tendremos que pensar en otra cosa –digo con gesto serio.
La señora Rogers suspira con resignación antes de empezar a caminar hacia mí. Por alguna razón, me quedo callada cuando me rodea y se detiene justo a mis espaldas. Abro la boca para preguntar qué está haciendo, pero luego, sin previo aviso, sus manos cogen mis tetas desde atrás y presiona con fuerza. Lanzo un gemido cuando unas gotas de leche escapan de mis pezones. Luego su aliento choca contra mi oído.
-Sabía que estabas lactando, cariño. Que ganas de chuparte las tetas, pero es la noche de mi marido así que solo lo vamos a provocar un poco para que se anime. ¿Te parece?
Abro la boca para protestar, sin embargo, solo salen gemidos cuando la señora Rogers empieza a amasar mis tetas con ganas. Cierro los ojos y lanzo un pequeño grito cuando usa la leche para lubricarse los dedos, luego empieza a hacer círculo alrededor de la aureola.
-Mierda –gimo sin poder evitarlo.
Mi coño se vuelve un charco resbaladizo y mi tanga se cubre completamente de mis fluidos mientras la mujer empieza a presionar con más fuerza mis tetas. Siento un líquido resbaladizo correr por mi vientre y entonces me doy cuenta. La perra me está ordeñando.
Se siente tan rico que decido dejarme hacer y echo mi cabeza hacia atrás.
Abro los ojos por un momento y la encuentro llevando una de sus manos empapadas de leche a su boca. Giro mi cabeza lo suficiente como para verla meterse los dedos a la boca mientras gime con deleite.
-Joder, cariño. Tienes que probar esto –dice con un gemido-. Tú también tienes que probarlo –susurra en mi oído y sin esperar, inclina su cabeza y une nuestros labios. Abro la boca y su lengua hace contacto con la mía. Nuestras lenguas se entrelazan perezosamente y percibo el sabor de mi leche. Gimo en su boca y llevo una mano a su cabeza para acercarla lo más que puedo. Nuestro beso empieza a tomar intensidad y mordisqueo su labio cuando sus manos retoman su trabajo en mis tetas, pero esta vez, con más fuerza.
Soy masilla entre sus brazos y mi coño empieza a latir con necesidad mientras siento un orgasmo construirse dentro de mí. Cuando creo que no puedo más, unas manos ásperas llegan a mi cadera y mi tanga empieza a bajar lentamente por mis piernas. Rompo el beso y miro al señor Rogers arrodillado frente a mí con una mirada lasciva en su rostro. Sus ojos brillan con lujuria mientras baja mi tanga. Lo ayudo a deshacerse de ellas y luego abre mis piernas lentamente. Frunzo el ceño, pero me dejo hacer.
-¡Maldición! –grito sin poder contenerme cuando el señor Rogers entierra su cabeza con mi coño.
Empiezo a gemir con ganas cuando se ensaña con mi clítoris. El apretón en las tetas y la succión en mi clítoris son demasiado para mí y termino gritando con fuerza mi orgasmo.
Mis piernas se vuelven gelatina, pero ambos me mantienen de pie hasta que logro calmarme.