Con la madre de mi enemigo

En este relato les narro como consigo humillar a mi peor enemigo. Follándome a su madre.

Corría el año 2003, yo entonces tenía diecisiete años, estudiaba en mi instituto de toda la vida. Era el último curso antes de la universidad, un año que se suponía especial, en el que cuando se acabara tal vez dejaría de ver a muchos de los compañeros con los que había pasado tantos años. Un curso de despedida. Debería haber sido así, pero no lo fue. Fue el peor curso de mi vida. Les contaré porqué…

Me desperté de un profundo sueño. Al principio no sabía dónde estaba, no era mi cama, no era mi habitación. Tenía algo metido por la nariz, sentía el zumbido de una maquina a mi lado. De pronto noté como alguien cogía mi mano. Era un tacto familiar.

-Hola mi niño, por fin te despiertas. ¿Cómo te encuentras?- Era la voz de mi madre, aunque apenas podía verla. La luz de la habitación me cegaba, era como si hubiese estado semanas durmiendo.

Cuando intenté articular palabra, me fue totalmente imposible, tenía la boca reseca y la garganta agarrotada. Comencé a toser e intenté salivar. Cuando lo hice noté un agudo dolor en el costado que me espabiló.

-¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?- Por fin pude hablar-

-Tranquilo cariño, ya ha pasado lo peor. Estás en el hospital, pero no te preocupes, no tienes nada grave-

-Pero… ¿por qué estoy aquí?, lo último que recuerdo es…-

Lo último que recordaba era lo que más había temido desde que se iniciara el curso. Y en ese momento lo recordé todo. Ya sabía porque estaba en el hospital y quien había sido el responsable.

-Ese mal nacido no te volverá a molestar más. Ya lo han detenido, y por supuesto lo han expulsado del colegio. Olvídate de él para siempre-

Era fácil decirlo. Olvidarse de alguien que te había hecho la vida imposible durante meses era un poco difícil. Pero por fin me había librado de él. Y eso era todo un consuelo.

El energúmeno había ido a saco a por mí desde el principio del curso. La verdad no sé porqué. Puede que fuera porque yo era uno de los alumnos más populares y destacados de la clase, y él era el alumno nuevo repetidor de veinte años que quería hacerse notar.

Al principio no le di mayor importancia. Había empezado a vacilar un poco en los recreos y en los cambios de clase. Pero cuando me quise dar cuenta ya me había convertido en uno de esos chicos que salen ahora en los telediarios siendo gravados con los móviles mientras les hacen las putadas más grandes jamás contadas. Gracias que por aquel entonces aún no había móviles con cámara.

Mis "amigos", si se les puede llamar así, habían empezado a darme de lado al ver que comenzaba a ser el marginado y el punto de mira del nuevo matón del instituto.

El muy cabrón había llegado al centro después de que lo hubiesen rechazado de tres antes que ese. El motivo era que cuando tenía dieciséis años lo habían internado en un centro de menores por atracar a una chica de su colegio a punta de navaja y abusar de ella con tocamientos. Incluso se jactaba diciendo que cuando lo pillaron tenía a la chica de rodillas delante de él a punto de hacerle una felación. Esa, entre otras muchas, era su principal carta de presentación para que supiéramos desde el principio con quien estábamos tratando.

La primera putada digna de mención que me hizo comenzó un día en un recreo en el cual él estaba contando una de sus batallitas particulares mientras los imbéciles de mis amigos le reían las gracias. Yo por aquél entonces ya procuraba no relacionarme mucho con él e intentaba evitarlo todo lo posible, así que me quedaba un poco rezagado del grupo sin llamar la atención.

Se había quedado sin tabaco y quería que alguien fuera a clase a por un paquete que tenía en su mochila. Por supuesto se dirigió a mí y me ordenó que fuera a por él.

-Si me pillan con un paquete de tabaco me la cargo tío, yo paso de ir- Le dije con toda la seguridad que pude.

-¿Me estás replicando hijo de puta?- Ese era mi nombre para él.

-Joder tío, vete tú ¿Qué te cuesta?- Intentaba tranquilizarlo un poco porque sabía que se estaba encendiendo.

-Como tenga que ir yo te vas a acabar arrepintiendo hijo de puta, ¿estás seguro de que no quieres ir tú?-

No me podía arriesgar a subir a las aulas a coger un paquete de tabaco. A la hora del recreo siempre había un profesor de guardia merodeando para evitar robos u otros incidentes. Sabía que si subía me pillarían seguro y a él también, no tenía elección.

-Pues yo no pienso ir- Dije tajante.

Sin más palabra se alejó rápidamente de nosotros y desapareció. Se había marchado con cara de pocos amigos. Sabía que tendría que pagar por aquello.

Cuando terminó el recreo subimos al aula y vimos como uno de nuestros profesores le gritaba a ese cabrón mientras sostenía un paquete de tabaco en la mano. Lo habían pillado con las manos en la masa.

Más tarde nos enteramos que esa bronca había sido su único castigo. ¿Qué más cabía esperar de un instituto en donde se aceptan a violadores y atracadores?

A la salida me estaba esperando mientras fumaba un cigarrillo del mismo paquete que le había confiscado el profesor.

Tuve la mala suerte de quedar rezagado y ser de los últimos en salir.

-Hombre hijo de puta, a ti te quería yo ver- dio una calada al cigarro. –Resulta que me he tragado una bronca del gilipollas de mates por tu puta culpa-

-Lo siento tío, pero yo no tengo la culpa de que te pillasen- Contesté.

-¿Qué no tienes la culpa?, te mandé que fueras tú, y te dije que te ibas a arrepentir de no haber ido, a vaya si te vas a arrepentir-

No lo vi venir. Cuando me di cuenta estaba en el suelo con la nariz ensangrentada. Se sentó sobre mi pecho y comenzó a escupirme a la cara mientras se reía y me abofeteaba.

-¿Me vas a hacer caso a partir de ahora hijo de puta? Di que vas a ser mi esclavo, venga dilo o te arreo otra ostia-

-Vale, vale, por favor no me peques más- Dije entre sollozos.

-Di que vas a ser mi esclavo ostia, quiero oírlo-

-Vale, seré tu esclavo, seré tu esclavo-

-Muy bien, pues lo primero que vas a hacer es no decir nada a tus papis de esto. Límpiate la nariz y ten la boquita cerrada o si no…-

Sacó su famosa navaja del bolsillo y me la puso en la garganta. No hizo falta decir nada más. Se levantó, me dedicó otro escupitajo y se largó.

Me quedé allí tendido por un momento sin saber qué hacer, estaba en estado de shock. Cuando me recobré y me incorporé era como si estuviese flotando, era algo extrañísimo. No sentía dolor alguno en mi cara, sino una opresión en el pecho bestial. Me sentía humillado y ultrajado. Comencé a llorar.

Las semanas fueron pasando y las canalladas que me hacia ese cabrón iban en aumento, desde hacerle todos los trabajos de clase que mandaban hasta hacerme comer las colillas de sus cigarros, y muchas otras cosas que es mejor no contar. En mi casa intentaba que no se me notase el tormento que pasaba a diario en la escuela, y más o menos lo fui consiguiendo. Pero el día llegó, el fatídico y liberador día.

Estábamos en las duchas después de una clase de gimnasia. Son las típicas duchas comunes con varios chorros en fila. Procuraba siempre ducharme lo más deprisa posible para que no me pudiese hacer ninguna perrada. Pero ese día sí me la hizo. Estaba yo enjabonándome el pelo cuando sentí como me agarraban por detrás e intentaban arrastrarme hacia fuera de las duchas. El muy cabrón quería echarme fuera de los vestuarios completamente desnudo para que me viese todo el mundo. Me resistí todo lo que pude, cuando estaba a punto de echarme fuera me agarré con fuerza a uno de los bancos del vestuario, pero el muy loco con la rodilla empezó a golpearme en el costado para que me soltase. En una de esas me golpeó con tanta fuerza que sentí un crack en una de mis costillas seguido de un inmenso dolor. Me solté del banco y él me cogió de la cintura y me lanzó con todas sus fuerzas hacia la puerta del vestuario, con tan mala suerte que me golpeé la cabeza con la pared alicatada del mismo quedando inconsciente en el acto.

Algún alma caritativa les había contado a mis padres por todo lo que me había hecho pasar ese cabrón. Así que pusieron una denuncia y debido a su exquisito expediente lo habían puesto a disposición judicial en el acto.

Las consecuencias habían sido una conmoción cerebral leve y una costilla rota. Pero habría firmado ese precio mil veces por librarme de una vez por todas de ese tío.

A los pocos días me dieron el alta y regresé a la escuela. Todos me recibieron con cariño y entusiasmo. Jodida pandilla de hipócritas, pensaba. Ahora no necesitaba su apoyo ni sus simpatías. Solo quería que aquel maldito curso se terminase de una vez y poder olvidarme del instituto para siempre.

Más o menos mi vida volvió poco a poco a la normalidad. Ya no pensaba tanto en lo sucedido, no me daba pavor ir a clase, me centraba en mis estudios y en mis hobbies de toda la vida. Y lo más importante, comenzaba a tener mayor autoestima.

Pero si de algo me había servido todo aquello, era que había desarrollado una increíble capacidad de no mostrar sentimiento alguno hacia nada ni nadie. A mis compañeros de clase y a mis profesores les mostraba mi más absoluto desprecio. A todos les tenia odio, odio por haber permitido que durante tanto tiempo se me hubiese humillado impunemente.

Llegó el ansiado fin de curso, y los exámenes finales me fueron de lujo, aprobé la selectividad y conseguí plaza en la carrera que quería. La vida me volvía a sonreír.

El día que fui al instituto a saber la nota de selectividad, se me presentó una mujer de mediana edad. No la había visto nunca por allí. Era alta y delgada, cabello castaño claro, largo. Llevaba unas gafas de sol que intentaban ocultar un rostro triste y serio.

-Hola, tu no me conoces, soy la madre de G***-

Me quedé sorprendido, no esperaba encontrarme con nadie relacionado con ese cabrón nunca más. La verdad me quedé sin palabras, no sabía cómo reaccionar. Ella siguió hablando.

-¿Cómo te encuentras? ¿Ya estás recuperado?, siento mucho todo lo que has pasado, de verdad que lo siento-

-¿Qué quiere de mi?- Le dije sin ningún tipo de expresividad.

-Me gustaría poder charlar contigo, en un lugar más tranquilo. Si quieres podemos ir a tomar algo-

-No quiero tener ningún tipo de relación con usted ni con nadie de su familia- Le dije de la forma más tajante posible.

-Por favor, te lo suplico, no será mucho tiempo. Por favor escucha lo que tengo que decirte y te dejaré en paz, te lo juro- Me suplicó.

La verdad es que se podría decir que aquella mujer inspiraba lástima, pero en ese momento yo no sentía ni el más mínimo sentimiento hacia ella.

-Lo que tenga que decir dígalo aquí y ahora-

-Vale, como quieras. Mira, mi hijo ha tenido una infancia muy difícil, no ha tenido nunca un padre, me abandonó cuando se entero que estaba preñada. Yo intenté criarlo lo mejor que pude, lo juro, en el fondo no es una mala persona, de verdad-

Sabía perfectamente a donde quería ir a parar con todo aquello.

-Así que su hijo es buena persona. Quien lo diría-

-Ya sé que se ha portado muy mal contigo, y lo siento muchísimo. Pero por favor, solo es un crio. Si sigues con la denuncia contra él le pueden caer cinco años de cárcel con todos los antecedentes que tiene-

-Cinco años me parecen pocos, después de lo que hizo, no solo a mí, sino quien sabe a cuanta gente. Que se pudra en la cárcel-

-No…, no digas eso por favor, es solo un crio. Te juro que se lo haré pagar, nos iremos de la ciudad, no volverás a verlo nunca más, pero por favor no hagas que me lo metan en la cárcel-

La mujer desconsolada empezó a llorar mientras me suplicaba de rodillas. Se abrazó a mis piernas pidiendo clemencia mientras las lágrimas le corrían por sus mejillas.

-Haré lo que tú me pidas, te lo juro, te daré dinero, te daré lo que quieras, pero por favor no hagas que mi niño vaya a la cárcel, te lo suplico…-

En ese momento se me ocurrió la idea más descabellada que había tenido nunca. Una sonrisa se dibujó en mi cara. Aquella mujer no solo no me inspiraba lástima, si no que me infundía odio. Ella pagaría por todo lo que me había hecho pasar su hijito.

-Está bien señora, levántese y tranquilícese. Mire yo no puedo quitar la denuncia que han puesto mis padres contra su hijo, pero si puedo cambiar mi testimonio y decir que todo fue un incidente y que nadie tuvo culpa de nada-

Se le cambió la cara como de la noche al día, y una expresión de alegría apareció en su rostro.

-¿Lo dices en serio?, muchísimas gracias, te juro que no te arrepentirás, te prometo que tendrá su escarmiento. Muchas gracias-

Se levantó del suelo y me abrazó. El contacto de su cuerpo contra el mío me producía aún más odio si cabe. Despreciaba a aquella mujer.

-Lo haré…pero con una condición-

Dejó de abrazarme y me miró a trabes de sus oscuras gafas de sol.

-Sí, dime, conseguiré todo el dinero que quieras, cualquier cosa…-

-No es dinero lo que me interesa-

-¿Entonces que es? Cualquier cosa te la conseguiré.

-Tampoco es nada que pueda conseguir.

Su semblante cambió, era el de alguien intrigado e inseguro. No entendía a que me podía estar refiriendo.

-¿Vive usted sola señora?-

Mi pregunta la extrañó un poco, comenzó a ponerse algo nerviosa.

-Pues vivo con G***-

-Pero ahora él ya no está, entonces estos días está usted viviendo sola ¿no es así?-

-Pues sí, así es ¿por qué lo preguntas?-

-Verá señora, a mi no me interesa ni el dinero ni las cosas materiales ni nada por el estilo, solo me interesa que su hijo tenga un escarmiento, quiero humillarlo tanto como él me ha humillado a mí-

-No entiendo, ¿eso que tiene que ver con si vivo sola o no?-

-Quiero saber si vive usted sola porque la condición que le pongo para no testificar contra su hijo es que pase una noche entera conmigo-

Su expresión de asombro fue instantánea. Se quitó las gafas de sol y pude ver sus azules ojos mirándome inquieta.

-¿Cómo? Una noche conmigo, pero… ¿para qué? ¿Qué quieres hacer?-

-Estoy empezando a darme cuenta de donde le viene la estupidez a su hijo señora. No se me ocurre mejor manera de humillar a su hijo que fallándome a su madre durante toda una noche-

Instantáneamente recibí un bofetón que no me molestó en absoluto, es más, me gustó saber que la proposición no le había gustado nada.

-Estás loco niñato, si piensas que me voy a prestar a eso estás muy equivocado. Pídeme cualquier otra cosa menos eso-

-No quiero ninguna otra cosa. O acepta o su hijo se pasará cinco largos añitos en la cárcel-

-¿Pero tú te piensas que yo soy tonta chaval? ¿Cómo sé yo que no te vas a echar atrás?

-Mire, ha sido usted la que me ha suplicado y llorado para que su hijo no vaya a la cárcel, yo le propongo la manera de conseguirlo, ahora usted lo tiene en su mano. Hágalo y yo le doy mi palabra de que no testificaré contra él-

-Así que mi única garantía es la palabra de un niñato salido-

-Es lo que le ofrezco señora, tendrá que confiar o no.

-Eres un hijo de puta, no te follaría ni en sueños cabrón-

Se puso de nuevo sus gafas de sol y comenzó a alejarse.

-Si cambia de idea estaré esperándola aquí mañana a esta misma hora-

No se giró ni dijo nada, simplemente siguió caminando. Me quedé contemplándola mientras se alejaba. Pensar en la proposición que acababa de hacerle me había excitado un poco. La verdad es que la mujer no estaba nada mal, sería un placer follarme aquél culito.

Esa noche me recreé pensando en las vejaciones que podría hacerle a esa puta. Me excité tanto que tuve que masturbarme pensando que me la follaba salvajemente mientras ella gritaba de dolor.

Al día siguiente volví como le había dicho al punto de encuentro para ver si aparecía arrepentida. Cuando llegué ella ya estaba allí.

-Buenos días- Le dije con una sonrisa en mi cara. -¿Ha cambiado de opinión?-

Ese día ya no llevaba las gafas de sol. Se me quedó mirando muy seria.

-Sí, acepto lo de pasar una noche contigo, pero nada de follar, como mucho te hago una mamada y una paja y ya está. Esa es la condición-

Se me escapó una sonora carcajada.

-¿Me va a poner usted las condiciones a mí? Me parece que no lo ha entendido bien. Quiero humillar a su hijo, y lo quiero humillar metiendo mi polla en la boca de su madre, en el coño de su madre y en el culo de su puta madre tantas veces como me dé la gana. Me correré en su cara y en su boca y usted lo tragará todo. ¿Lo ha entendido ahora?-

Vi como una lágrima caía por su mejilla. Aquel intento de cambiar las condiciones había sido a la desesperada, pero no tenía otra opción y lo sabía. Era aceptar pasar las peores doce horas de su vida o ver a su hijo entre rejas durante cinco años. Cualquier madre habría hecho lo mismo.

-Está bien, acepto. Pero te juro que como no cumplas tú palabra te mataré, y no me refiero a que te haré daño ni nada de eso, no, te mataré. ¿Queda claro?-

-Por eso no se preocupe, yo siempre cumplo mi palabra-

-Por tú bien espero que así sea. Entonces… ¿Cuándo quieres hacerlo?-

-Quiero hacerlo este sábado, a partir de las diez de la noche, en su casa-

-Está bien, a las diez de la noche entras y a las diez de la mañana te largas-

  • Me parece bien, por cierto, hágame una cena rica-

Su cara de odio hacia mí me excitó, pensar en que tendría toda una noche para saciar mis más oscuros deseos en aquella madura mujer me hacía estremecer.

Me dio su dirección y se fue sin decir ni una sola palabra más.

Mi plan iba viento en popa. Esperé con entusiasmo a la noche del sábado. Les dije a mis padres que salía de marcha y que esa noche dormiría en casa de un amigo. A las nueve y media me puse en camino. Ella vivía en uno de los barrios más pobres de la ciudad, de aquel lugar solo salían delincuentes y drogadictos, no era de extrañar que su hijo fuese un crápula.

A las diez en punto llamé al timbre, alguien descolgó el telefonillo y me abrió el portal sin preguntar quién era. Subí las escaleras hasta el tercer piso, ella ya me esperaba en la puerta de su casa con expresión de odio y nerviosismo, no sabría decir cuál de las dos era mayor.

Llevaba puesto un vestido floreado de paño fino con tirantes que dejaba ver un hermoso escote y unas bonitas piernas. En los pies tenía unas sandalias y el pelo recogido en una coleta.

La saludé y le di dos besos. Ella me los devolvió con poco entusiasmo. Pasamos a dentro de su casa, la seguí hasta el salón en el cual ya tenía preparada una mesa con la cena servida. La verdad me sorprendió que ya estuviese todo preparado, algo que me hizo sospechar.

-Espero que la cena no tenga nada raro que me haga quedar dormido pronto o algo por el estilo. Como sea así el acuerdo queda anulado-

-Tranquilo, no soy tan descabellada ni mezquina como tú como para echarte algo en la comida-

-Aún no sabe lo descabellado ni mezquino que puedo llegar a ser señora. Pero esta noche lo sabrá-

Me atravesó con su mirada de odio. Me encantaba verla así, quería que temblase y que sufriese.

Nos sentamos a la mesa y nos pusimos a cenar. Yo me comí todo lo que tenía en el plato, la verdad es que lo que había preparado estaba delicioso. Ella apenas probó bocado.

-¿Qué pasa? ¿No tiene hambre? se estará reservando para luego ¿no?-

-No como porque se me revuelven las tripas solo con tenerte cerca cacho cabrón-

Apenas nos dirigimos más palabras en toda la cena. Cuando hube comido otra ración y quedado lleno me levanté de la mesa y me dirigí al sofá.

-¿Tiene algo de beber a parte de agua o refrescos?-

-Solo tengo un cartón de vino blanco que he usado para preparar la cena-

-Me vale, tráigalo y traiga también dos copas-

En cuanto salió del salón rumbo a la cocina aproveché la ocasión y saqué una mini cámara que llevaba en unos de mis bolsillos, la coloqué estratégicamente en un mueble delante del sofá y camuflada entre unos libros. Pulsé rec.

Cuando volvió con el vino y las copas yo ya estaba cómodamente sentado en el sofá. Se sentó a escasos centímetros de mí y sirvió el vino para los dos. Cogí una de las copas.

-Brindemos por esta magnífica velada-

Ella cogió su copa y se bebió todo el vino de un sorbo.

-Brindaré cuando mi hijo esté libre- Me dijo.

El que me recordara a su hijo en ese momento me enfureció, pero supe contenerme. Tenía toda la noche para hacérselas pagar.

-Muy bien, como quiera. Anda, tómese otra-

Le volví a llenar la copa y se la volvió a beber de un solo trago.

-Vale, ya está bien de beber, no vaya a ser que se emborrache y luego no se acuerde de nada-

-No me será difícil olvidarme de ti aunque no esté borracha-

Me estaba empezando a cansar de sus descortesías, debía empezar a enseñarla un poco de educación.

Bebí el vino de mi copa y me levanté del sofá. Comencé a desabrocharme la camisa. Ella me miraba nerviosa, sabía que había llegado la hora. Comencé también a quitarme los pantalones y el calzado. Me quedé delante de ella solo con los calzoncillos puestos.

-Hágame una mamada- Le ordené.

Ella se quedó un momento inmóvil, sin saber qué hacer. Pasados unos segundos reaccionó y con sus manos comenzó a bajarme el calzoncillo. Mi pene quedó al aire, ya estaba semierecto por el morbo que aquella situación me estaba ocasionando. Con dos de sus dedos cogió mi falo y con vacilación se llevó la punta hacia sus labios. Fue abriendo la boca poco a poco hasta que mi glande estuvo por completo dentro de ella. Su lentitud me desesperó un poco, así que le di un empujoncito. Agarré su cabeza e hice que mi pene entrase casi por completo en su boca.

-Venga puta, ahora saboréela bien. Quiero que mi polla quede reluciente por su saliva-

Ella agarró mis piernas y empezó a salivar alrededor de mi pene mientras yo guiaba su cabeza hacia adelante y hacia atrás. Al poco rato ya no hizo falta que la guiase con mis manos. Comenzó por si sola a hacerme una mamada impresionante. Mientras esto pasaba, cogí de nuevo la copa y la llené. Me puse a saborear aquel vino mientras la mujer me comía la polla. Miré hacia el mueble donde estaba la cámara y saludé, copa en mano, al hijo de aquella puta.

No tardé mucho en sentir las ganas de eyacular, no era un experto amante, mis experiencias sexuales se contaban con los dedos de una mano. Así que mi aguante no era del todo bueno. Pero a mi favor tenía la virilidad de un joven al que tampoco le hace falta mucho tiempo para recobrar fuerzas.

Sin avisarla la cogí del pelo y le paré la cabeza cuando mi pene estaba casi por completo en el interior de su boca. Un chorro de lefa inundó su garganta. Cuando la última gota salió saqué mi pene de su boca y ella comenzó a escupir todo lo que podía. Casi la había ahogado.

Sin prestarle atención me senté en el sofá mientras ella se reponía. Fue al baño y permaneció allí un largo rato. Yo continué bebiendo vino. Cuando estuve preparado para otro asalto la llamé. Apareció por la puerta con los ojos llorosos y con expresión triste. Ya no se la veía tan desafiante como hacía un rato.

-Señora ¿ha llorado? ¿A caso no le ha gustado el postre que le he preparado?- Me empecé a reír.

Ella me miró de nuevo con su cara de odio que tanto me gustaba ver.

-Deberías ser tú el que estuviera en la cárcel maldito cabrón, y no mi hijo-

Aquello me encolerizó. Me levanté y la agarré con fuerza de los brazos. La tiré en el sofá y caí sobre ella.

-No soy yo el que está en la cárcel puta, es el cabrón de tú hijo quien lo está. Él es el único responsable de todo esto, solo él-

Subí su vestido hasta la cintura quedando sus piernas completamente al desnudo y mostrándome sus bragas negras. Las agarré y tiré de ellas hasta que se las saqué por completo al igual que las sandalias. Ante mi quedaban aquellas hermosas piernas torneadas y un coño velludo a mi entera disposición. Me coloqué entre sus piernas, mi pene ya estaba erecto de nuevo. Coloqué torpemente la punta en la entrada de su coño.

-Esto es por culpa de tu hijito zorra, dale a él las gracias- Le susurré al oído.

De un empujón la penetré por completo. Entró con cierta dificultad debido a que no tenía el coño muy lubricado, pero eso no supuso un impedimento para que empezase un frenético mete saca en el cual cada vez envestía más y más fuerte.

Miré su rostro, las lágrimas caían por él. Me alegré al ver aquello, tanto que acerqué mi cara a la suya y la besé. Intenté meter mi lengua en su boca, ella se resistió en un principio, pero no por mucho tiempo. Al final sucumbió y me entregó la suya. Sus lágrimas seguían brotando cada vez más.

Seguía penetrándola salvajemente. Con mis manos bajé los tirantes de su vestido y dejé al descubierto sus grandes pechos. Comencé a masajearlos y a chuparlos, era delicioso. Tenía los pezones duros como piedras. Seguí comiéndole los pechos mientras mis manos manoseaban sus muslos.

Esta segunda vez duré mucho más que la primera. Era todo un placer tener aquella mujer a mi merced. Mi pene perforaba su coño una y otra vez. Noté una sensación de triunfo que me hizo sentir enormemente bien.

Otra vez sentí que el clímax se acercaba. Aceleré el ritmo e inundé su vagina con mi esperma. Ella al notarlo me aparto de un empujón. Se levantó del sofá y corrió hacia el baño. Sentí como se metía en la ducha.

Me levanté y apagué la cámara, luego me volví a tumbar en el sofá, estaba realmente agotado, cerré los ojos y me dormí.

Cuando desperté seguía en la misma posición, estaba solo. La luz del salón estaba apagada. Me levanté y advertí que eran las cuatro de la madrugada. Fui al baño y oriné. Me asomé a una de las habitaciones y la encontré durmiendo en su cama. Me acerqué a ella, bajé la sábana con la que se tapaba. Llevaba un pantalón corto de pijama y una camiseta. Dormía plácidamente boca abajo.

Me dirigí de nuevo al salón y cogí la mini cámara. La coloqué encima de la cómoda que había delante de su cama. Volví a pulsar rec.

Yo seguía completamente desnudo y nuevamente listo para otra experiencia sexual. Solo quedaba un sitio por dónde meterla. Fui al baño y cogí un bote de gel. Nuevamente en la habitación, me acerqué a la cama y me senté junto a ella. Comencé a masturbarme para tener mi pene preparado, quería que fuese una sorpresa. Cuando ya lo tuve bien duro, agarré los mini pantalones de la mujer y se los bajé bruscamente. Ella se despertó al instante. En un movimiento rápido me coloqué sobre ella, pero esta vez me ofrecía su culo.

-¿La he despertado señora? Lo siento, es que tengo ganas de probar su culito y no me podía aguantar más-

-No por favor, no lo hagas por ahí te lo suplico, hazlo por el coño otra vez si quieres, pero por el culo no por favor- Comenzó a llorar de nuevo.

Sin moverme de mi posición, vertí un poco de gel en mis dedos y los llevé a la entrada de su ano. Lubriqué bien la zona y luego introduje dos de mis dedos en el interior de su culo. Una vez consideré que estaba listo saqué mis dedos y coloqué la punta de mi polla en la entrada.

Se la fui metiendo poco a poco. Disfrutando de aquel estrecho culo. Ella empezó a sollozar más fuerte.

-¡Noooo! Por favor por ahí no te lo suplico, para por favor-

-¿Qué le pasa zorra? ¿No le gusta que la den por el culo? Ya verá como a partir de ahora le gusta-

Comencé a follarme el culo de aquella mujer con un ritmo lento pero con fuertes envestidas haciendo que mi polla se incrustase por completo en sus entrañas.

La hice ponerse a cuatro patas para tener la entrada más fácil. Veía como temblaban sus nalgas a cada envestida. Le quité la camiseta y comencé a magrearle los pechos.

Le di un poco más de rapidez al asunto, eso hizo que sus sollozos aumentasen siendo casi gritos de dolor. Ya no me pedía que parase, se había resignado. Solo esperaba a que terminase de una vez.

Sentí como un líquido caliente recorría mi pene, y este fue resbalando por mi escroto. Con una de mis manos toqué aquel líquido. Cuando observé mi mano vi que aquello no era otra cosa sino sangre. Eso me excitó e hizo que mi pene se hinchase aún más dentro de su culo.

Al rato tenía el falo completamente cubierto de sangre, era una hermosa visión. Sentí que el tercer orgasmo de la noche se acercaba. Agarré con fuerza el cabelló de la mujer y tiré de él haciendo que las últimas sacudidas fuesen las más bestiales. Sus gritos eran espantosos, pero a mí me excitaban. Culminé dentro de su culo, de mi pene apenas salió ya esperma, era normal después de tres eyaculaciones en menos de siete horas.

Me desplomé sobre la cama. Ella se apresuraba de nuevo hacia el baño, pero esta vez no se lo permití.

-Espere, aún no ha terminado, quiero que me haga otra mamada y que me deje la polla bien limpia. No quiero ver si una gota de su sangre en ella-

Desconsolada, pero ya resignada a todo lo que le pedía, accedió. Se inclinó entre mis piernas y comenzó a succionar mi maltrecho pene que ya ni se inmutó ente sus lametones. Cuando hubo quedado bien limpio se levantó y esta vez sí la permití que se fuera al baño.

Me levanté y fui a guardar la mini cámara al bolsillo de mi pantalón. Aún eran las cinco de la madrugada, pero ya no tenía ni fuerzas ni ganas de seguir ultrajando a aquella mujer. Me tumbé de nuevo en la cama y me volví a quedar dormido.

Mi despertar fue brusco, a las diez en punto de la mañana la mujer me despertó a gritos y empujones y me echó de su casa.

-Ya he cumplido tus condiciones, ahora cumple tu promesa, o si no ya sabes lo que te espera. Y ahora largo de mi casa cabrón-

Me quedé en el descansillo de las escaleras completamente desnudo, me había echado a empujones y tirado mi ropa por las escaleras. La fui recogiendo y vistiéndome, por suerte no me vio nadie. Comprobé que la cámara seguía en el bolsillo de mi pantalón. Había conseguido mi objetivo.

Una vez en mi casa me puse a ver lo que había grabado, era espectacular, se veía realmente bien. Durante los siguientes días me masturbaba constantemente con aquella grabación.

No supe nada de la mujer hasta que llegó el día del juicio. Cuando llegamos mis padres y yo al juzgado ella ya se encontraba allí. Se acercó a mí.

-Espero que te traigas la lección aprendida chico- me dijo

-No se preocupe señora, cumpliré mi palabra, pero no se haga ilusiones, puede que esta vez su hijo se libre de la cárcel, pero no por mucho tiempo, tarde o temprano tendrá otra víctima que hará que lo vuelvan a encerrar. Pero quién sabe, a lo mejor usted puede volver a ser su salvadora-

-Mi hijo aprenderá de sus errores, tú en cambio siempre serás un jodido enfermo-

-Pero señora ¿Acaso no le gustó nuestra noche especial?- me burlé.

-¿Si me gustó? A parte de ser un desgraciado eres un picha corta-

Sin decir una palabra más se alejó de mí.

Comenzó la vista, todo fue tal como acordamos, cuando me tocó declarar dije que no me acordaba de nada de lo sucedido, y que exculpaba al denunciado de toda responsabilidad. Todo el mundo se quedó sorprendido por mis palabras, nuestro abogado no entendía nada, intentó solucionarlo aludiendo que me sentía amenazado por la presencia del acusado, pero yo lo contradije y volví a declarar en favor de aquel cabrón.

Miré a la señora, estaba sentada justo detrás de su hijo, sonreía. Pero no por mucho tiempo, pensaba.

Debido a mi declaración la denuncia quedó sin fundamento y el acusado quedó libre.

En cuanto tuve la oportunidad me acerqué a aquel cabrón.

-Hombre, a ti te quería yo ver- Le dije.

-Oye tío, muchas gracias por lo que has hecho, me has librado de una buena- Me contestó.

-De nada hombre, para eso están los amigos. De todas formas, no me tienes que dar a mí las gracias, se las deberías dar a tu madre, ella fue quién me convenció para que cambiase mi declaración-

-¿Mi madre? ¿Y qué ha hecho para convencerte?-

-¿De verdad quieres saberlo?, vale, te lo mostraré-

Cogí la mini cámara que llevaba en el bolsillo y le mostré la grabación que llevaba preparada con los momentos más fuertes de mi velada con su madre.

Su expresión me llenó de júbilo, su cara expresaba humillación y vergüenza.

-Al final parece que no soy yo el hijo de puta- Le dije con mi más sarcástica sonrisa.

Cogió la cámara y la estrelló contra la pared del juzgado. Estaba fuera de sí. Me empujó con tanta fuerza que caí al suelo. Se puso encima de mí y comenzó a darme puñetazos en la cara. Rápidamente, unos guardias acudieron y me lo quitaron de encima, pero él seguía encolerizado. Empujó a uno de los guardias y golpeó a otro pero estos se repusieron y lo inmovilizaron.

Al final se lo llevaron al cuartel de la policía donde lo acusaron de violencia contra la autoridad y agresión. Con todos los antecedentes que tenía le cayeron cuatro años de cárcel. No volví a saber nada más de su madre. Comencé a estudiar en otra ciudad y empecé una nueva vida.

De todo esto hace ya ocho años, el hijo de puta cumplió solo dos en prisión y le dieron la libertad condicional. Seis meses después lo volvieron a encarcelar por haber violado y apaleado a una indigente de su barrio. Actualmente está en la cárcel cumpliendo una condena de veinte años.