Con la fiebre en la piel
Echadito en la cama y con la polla tiesa en mi mano, pienso en lo ocurrido por la tarde. Al hacerlo me recorre el cuerpo una emoción.
CON LA FIEBRE EN LA PIEL (parte 1)
Dedico este relato (como forma de agradecimiento) a todos los que se han tomado la molestia de exponer su crítica a las historias que publiqué y también a aquellos que por e-mail me expresaron su opinión. Gracias.
Echadito en la cama y con la polla tiesa en mi mano, pienso en lo ocurrido por la tarde. Al hacerlo me recorre el cuerpo una emoción. Recuerdo su mirada como si me quisiera decir cosas que sus labios no podían. Me siento por una parte contento y por otra muy caliente. La imagen de Javier juega en mi cabeza, traviesa y sonriente. Suspiro de manera involuntaria al pensar en su cuerpo delgado, duro y peludo...
La primera vez que me percaté de su existencia fue en la casa de mis primos, hubo una pequeña fiesta a la que casualmente fui ya que mi má no es muy social que digamos, en fin me dejó ir con la condición de que a más tardar a las 10 de la noche volviera a casa. Llegué en punto de las 5, no había ni un alma, los primos había ido por las chicas, al parecer organizarían un baile según me dijo el Pepe. Al poco tiempo empezaron a llegar todos, comimos pastel y bocadillos y después pusieron música en el jardín para que empezáramos a bailar. Era muy aburrido todo eso y yo ya tenía ganas de irme a casa, no me gusta bailar, las niñas me aburrían y para colmo el Pepe estaba ocupado y el Negro no estaba. Había transcurrido tiempo desde que el Negro y yo habíamos estado en el baño1, pero cuando estaba en su casa aun me emocionaba un poco la idea de verlo.
Aburrido dirigía mi vista a todos lados hasta que vi a un compañero de la escuela. Él me agradaba, pero no nos hablábamos, su nombre es Javier. Yo estaba seguro que le caía un poco mal porque siempre me veía con indiferencia, como con cierto aire se superioridad. Estaba frente a mí y al notar que yo lo miraba se hacía el disimulado como siempre, aunque esta vez puede sorprenderlo unos instantes mirándome fijamente, incluso noté una leve sonrisa. Su mirada me confundió, por un momento había visto una mirada dulce, como esas que dirigimos a las personas que nos producen ternura, lo que hizo que yo empezara a fantasear. Yo lo veía ahora si ningún disimulo y encontraba nuevas cosas en él, cosas que no había advertido y que me gustaban como su porte masculino, su pelo rizado, la piel morena, su constitución fuerte, pero sobretodo su sonrisa ligera que realzaba la hilera de dientes blancos. Su imagen se iba clavando en mi mente.
Ahí estaba yo en la fiesta, solo y observándolo cuando de pronto alguien me clavó los dedos en el costado, me quedé paralizado porque me sobresaltó, pero una carcajada sonora me tranquilizó, era el Negro que había querido sorprenderme.
-Tranquilo- dijo y como puede sonreí, el Negro tenía la facultad de ponerme nervioso pero en ese momento él ya no era quien ocupaba mi cabeza. De cualquier modo su llegada me alegró, hacía apenas unas horas en que esperaba verlo porque albergaba la idea de que en cualquier momento podía pasar algo... Me saludó con un abrazo un poco prolongado, me estrechó disimuladamente contra su cuerpo de tal modo que nuestros sexos se rozaron, yo me sentí incomodo y apenado, como pude me despegué. Inexplicablemente no había sentido placer con el contacto, tal vez el Negro había dejado de tener interés para mí. La tensión del momento la alivió su novia que se acercó a nosotros y al poco tiempo se lo llevó a bailar con ella, después no volví a verlo. Quede un poco incómodo y confuso porque pensaba que Javier podía haber visto aquello, estaba junto al Pepe en la puerta de la casa y a juzgar por su mirada dura y fría, había observado toda la escena con el Negro.
Pensé en irme ya que no tenía objeto estar ahí pero el Pepe se opuso y me llevó con Javier, nos saludamos y a los pocos momentos mi idea de el estaba dando totalmente la vuelta. Era muy simpático y divertido y no parecía tener ninguna aversión a mí, inclusive era amistoso, (tiempo después nos confesaríamos mutuamente que hubo antipatía mutua pero al conocernos un poco esta se transformó en promesa de una particular amistad) así que esa tarde, empezó a simpatizarme y a gustarme de manera mas conciente.
Pensando en él, mi duro miembro tiembla en mis manos, el morbo resurge al recrearme en su sonrisa, en el brillo de su mirada pícara y en el fugaz recuerdo del desparpajo con el con frecuencia se agarra el paquete haciendo alarde de su virilidad.
El recuerdo no es tan fiel, no sé como empezó la intimidad, la complicidad entre nosotros, solo sé que después de esa tarde me producía mucha alegría verlo cada día y que nuestras conversaciones fueron cálidas y amistosas, inclusive diría que de algún modo buscábamos acercarnos mas, conocernos mas e intimar y que pronto surgió una confianza que a paso agigantado se fortaleció y afianzó. Esta amistad, como casi todas entre hombres tenía demostraciones plenas de afecto, continuos roces y palmadas en los hombros. Así que cuando me dí cuenta Javier ya había entrado a mi vida y en medio de nuevos amigos y chicas por montón, entre estudio y diversión la íbamos pasando de maravilla.
Además en casa empecé a tener mas libertades, podía salir por las tardes, a veces a jugar baloncesto y con frecuencia iba a estudiar con el Pepe con quien también empecé a llevarme mejor. En fin, empezó una nueva etapa y el centro de ella Javier, con quien me identifiqué y empecé a apreciar mucho. Pronto se nos unió a jugar basket, el era un buen jugador, el mejor de nosotros.
Físicamente Javi es distinto a mí, un poco alto, cuerpo firme y ágil por el deporte, el es muy moreno y yo soy blanco. Ninguno es de guapura extraordinaria pero cada cual resulta atractivo, o al menos eso dicen por ahí. En resumen, es muy agradable y mi gusto por él creció desde que me di cuenta de sus piernas tan velludas y sobretodo el montón de pelos que tiene en el pecho. Me produce nerviosismo y fascinación verle el torso, siempre a hurtadillas, siempre de reojo. Su cuerpo lo descubrí gracias al juego. Cuando terminamos de jugar basket por lo general acudimos al vestidor para cambiarnos la ropa. Invariablemente, se quita la camiseta mojada, su rostro hace una mueca de placer, que supongo es por estar semidesnudo o por sentir en su piel el aire freso o por la sensación de libertad.
El vestidor ha sido testigo de mi turbación, que se produce cuando se despoja la camiseta y veo su torso moreno oscurecido aun más por miles de pelos rizados, muy negros y brillantes, húmedo y con pequeñas gotas de sudor..., es entonces cuando siento un temblor interno, una sudoración extraña, es cuando me turbo y trato de ocultar esas emociones para que el no sé de cuenta.
En este ámbito no se tiene pudor y es normal que los compañeros o jugadores se vean en pelotas en los vestidores, pero la cuestión es que a mí me parece que cuando estamos solos o aislados se tarda demasiado en vestir, me mira más tiempo, no sé, tal vez es que imagino cosas.
Volviendo al presente, justo el día de hoy cuando salimos de clases, fuimos a jugar y al terminar el juego fuimos a tomar un refresco, platicamos un rato hasta que me di cuenta que debía volver a casa, apresurados nos dirigimos a cambiarnos la ropa, el vestidor estaba vacío. Se para junto a mí y se quita la camiseta arrojándomela a la cara, su olor a sudor me inunda el olfato, quisiera quedarme con la prenda en mi nariz, sorber su olor, mi polla empieza a alborotarse, me apresuro a ponerme el pantalón para que no sea notorio, el va lento, se quita el short, lleva una truza blanca sudada, el bulto no es enorme pero si se nota, juega con el elástico, mete su mano, se acomoda la polla, su postura parece estudiada, como si me presumiera sus piernas largas resaltadas de músculos y velludas por completo, como si pretendiera exhibirme su sexo. Su cuerpo entero me electriza.
-Eh compa, no quieres ir a mear? acompáñame, -un mexicano nunca mea solo- me dice.
-Ehrrr, no tengo muchas ganas, mejor apúrate que ya tengo que irme, le digo, mientras termino de cambiarme.
El se enfunda su pantalón de mezclilla y se cubre el torso con la camiseta blanca que deja por fuera, camina sin prisa, voltea a verme, sonríe por mi sonrojo, me siento descubierto pero mi polla no entiende razones, está incontenible, durísima y mojada, sin poder evitarlo sigo sus pasos.
Hay mingitorios continuos, no tienen muro, me sonríe cuando llego, me pongo a su lado, el me echa un brazo al hombro, con la otra mano detiene su miembro crecido y semierecto que expulsa el potente chorro amarillo. El mío está muy duro, no puedo orinar, nos vemos a los ojos, bajamos la mirada, nos contemplamos con pudor. Sus dedos se mueven en mi cuello rozando mi pelo y transmitiéndome su calor, cierro los ojos, mi polla está dura como el acero, se mueve, se eleva, brinca alborotada, me dejo llevar...,
-Te gusta eh- No puedo contestar, solo asiento con la cabeza. Siento su mano bajando, recorre mi brazo, el pecho, el abdomen. Sus dedos hacen círculos alrededor de mi ombligo, lo hurgan suavemente, se enredan en los vellos del pubis... Con timidez sus dedos se detienen en mi tronco, con mi mano sobre la suya trato de guiarlo y transmitirle confianza, creo que lo he logrado pues con mas libertad su mano y dedos lo palpan y aprietan, juegan con su cabeza de hongo mojado, lo enervan hasta hacerlo emitir gotas de jugo transparente y cálido, su roce se transforma en suave caricia que resbala por la dureza rotunda y temblorosa. Mi excitación es muy grande, tiemblo convulsivamente hasta arrojar entre espasmos, chorros calientes y viscosos que se escurren confundiéndose en la pared blanca del mingitorio, su mano limpia los restos de mi tronco palpitante, mientras la mía aprieta su nuca, estoy por impulsarlo a llevar su boca a mi sexo, creo que lo hará, me lo dice la mirada febril que veo reflejada en sus ojos, escuchamos voces que se van aproximando, deseo también tocarlo yo pero no hay tiempo, solo alcanzo a acomodarme la ropa, quisiera por lo menos haber tocado su cuerpo.
Apenas tenemos tiempo de simular que terminamos de orinar cuando entran tres o cuatro jóvenes que no nos prestan la menor atención.
Salimos al exterior, yo cohibido y avergonzado pero interiormente feliz por lo que había pasado, caminamos un trecho en silencio como dando tiempo para que nuestra respiración retome su normalidad, nos despedimos sin palabras, pero con la mirada aun ardiente. Camino, intento hacerlo con firmeza, pero siento que voy flotando, trato de no pensar, es todo confuso....
Todo esto es para mí algo nuevo, ha sido la primera vez que tengo un contacto directo, me recorre una extraña emoción, una felicidad inexplicable y un permanente cosquilleo en el estómago como me sucedió hace unas horas en el vestidor, estoy en mi habitación, es de noche y sigo echado en mi cama sin poder dejar de recordar lo sucedido, es como si volviera a vivir el momento. Intenté concentrarme en los deberes, traté de adormecerme con el televisor pero no pude, lo apago y en mi cama, solo, mientras mi cuerpo se relaja para el descanso, siento de nuevo el placer recorrer mi cuerpo, otra vez el placer de sus caricias, la febrilidad me consume, solo que ahora es mi propia mano la que inflama el miembro hasta que vuelve a endurecerse casi hasta estallar, me pajeo con ímpetu renovado, con desesperación hasta que la velocidad de la caricia me lleva a la expulsión, hasta el éxtasis excesivo alcanzado por segunda vez en ese día.
...... continuará H. Rojo