Con la fiebre en la piel (2 - fin)
...desprovisto de pudor y sin mas voluntad que obedecer la voz de mi propio deseo, me quito la camiseta,
Con la fiebre en la piel (2ª. y última parte)
Todo transcurría sin novedades, es decir en la normalidad de mi paja diaria en la que vivía mis fantasías y con la que sacaba el fuego que a veces me quemaba.
Javier y estábamos mas cerca que nunca pero por alguna extraña razón no hablamos directamente del tema que nos interesaba, tal vez era nuestra inexperiencia o la excesiva confianza que se tiene cuando se es demasiado joven, no manifestábamos apresuramiento pero la urgencia se hacía patente.
Un día la abuela se enfermó y se hizo necesario que fuera trasladada a la capital a un hospital especializado, solamente sería un día o dos por mucho pero la intranquilidad de mi má radicaba en dejarme solo puesto que no podía llevarme ya que yo estaba en exámenes finales. La situación se resolvió con la tía que le ofreció quedarme en su casa, lo que servía para que estudiara con el Pepe. No demasiado convencida mi ma accedió y esa tarde después de comer me dejó en casa de la tía. Estuvimos el Pepe y yo el jueves desde las 5 de la tarde estudiando, la sorpresa fue saber que Pepe había invitado a Javier a estudiar con nosotros.
Ya eran casi las 8 de la noche cuando la tía nos llamó a cenar, nos sentíamos cansados del estudio, entonces llegó Javi, sonriente como siempre. Se veía muy fresco, recién bañado, yo nadamás verlo sentí que desaparecía el cansancio y aburrimiento, me producía una alegría que me costaba trabajo ocultar. Cenamos todos platicando sobre el examen de matemáticas que nos esperaba. Nos fuimos a la recámara para seguir estudiando mientras la tía nos preparaba el café. Las horas pasaron y en medio del café y los libros nos dieron las doce. El Pepe dijo que ya se iba a dormir y se subió a la litera. Javi y yo continuamos un rato despiertos, ya no estudiábamos, solo platicábamos.
El momento está cargado de electricidad, Javi me toca el hombro haciéndome una caricia, sus dedos largos se deslizan sin prisa en mi nuca, repite la caricia del mismo modo que lo había hecho en los mingitorios,... la emoción ya conocida me invade. No me atrevo a verlo detenidamente a los ojos, el rubor me lo impide, no obstante alcanzo a ver un intenso brillo en su mirada. Debemos tener cuidado, nos puede escuchar el Pepe, no podemos hablar y tampoco quiero enturbiar el momento con palabras. Que siente él no lo sé, solo creo que su deliberado silencio es porque tiene un poco de miedo y tal vez hace tiempo para que el Pepe se duerma profundamente.
Ambos sabemos que existe el deseo y eso me mantiene excitado aunque no lo hablemos y aunque no se reconozca esta atracción, es innegable que aun en secreto me representa un gran placer. Por otra parte, tal vez ni siquiera necesitamos hablar de esto, de este sentimiento intenso que no requiere palabras.
Rompo el silencio, le propongo dar un repaso final antes de dormir, nos metemos en la cama con los libros, es una excusa el repaso lo sé, pero no se que va a pasar, no se como iniciar el juego, no se como hacerle saber que he estado esperando este momento, que estoy a la espera desde la vez de los vestidores, que aguardo el acercamiento decisivo, que necesito alcanzar el placer que ambiciono. No sé tampoco cuanto tiempo transcurre, los minutos no tenían la misma medición. Es el momento esperado, lo sabemos aunque no sepamos que hacer ni como comenzar, por momentos nos rozamos disimuladamente, sin que se haga evidente intención alguna. En algún instante aventamos los libros y sin darnos cuenta hablamos en voz queda y con las mínimas palabras, aunque el Pepe estaba ya profundamente dormido. Soy conciente que me estoy obsesionando con Javi. Me levanto al baño, necesito orinar y calmarme pero el chorro caliente del líquido recorriendo las cavidades internas de mi verga me produce escalofrío y placer en vez de calma, apago la luz y cuando llego a la cama, él esta de pie, sin camisa, esperándome. Le veo a contraluz, su silueta pintada de negro atrapada en aquella habitación, viva y ardiente, pienso en detenerme pero el toma mi barbilla con sus dedos. Es el detonante, la locura, el desbordamiento de aquella fuerza contenida, un cosquilleo en el estómago y en el sexo me inunda y mi espada empieza a crecer, él sabe perfectamente que me excita, que basta un roce, una mirada, una mínima caricia para tener la polla tiesa. Nos acostamos empalmados y sofocados. Desprovisto de pudor y sin mas voluntad que obedecer la voz de mi propio deseo, me quito la camiseta. Javi me jala hacia él y se encima en mi cuerpo, inmovilizando mis manos con las suyas, sus labios se prenden de mi boca.
Nunca imaginé poder sentir tanto placer, el sabor de su saliva, los labios tan jugosos, su lengua hambrienta y voraz y el sabor inolvidable de sus besos, el roce de su cara que me raspa como lija, el peso de su cuerpo sobre el mío, el calor de su pecho en el mío, el movimiento descontrolado de su sexo contra mí, su olor, mi cuerpo a voluntad de sus ganas. Todo me hace navegar, me calienta hasta límites insospechados. Quiero comérmelo y ser comido, ser devorado por su boca y chuparlo, lamerlo hasta agotar su sabor, cobijarme en sus caricias, aprisionarlo en los brazos, recorrer su cuerpo con interminables caricias hasta que cada dedo de mis manos y cada parte de mi cuerpo quedara saciado o insensible. Su verga estruja la mía, la provoca y ésta responde a la provocación, intentando inútilmente salir de su prisión, brinca, palpita y empuja con ardiente dureza y goteo permanente. Sin soltarme las manos se monta sobre mi pecho, dejando su paquete frente a mi cara, aun con el pantalón se nota su bulto crecido, con audacia lo empuja con firmeza a mi rostro febril. Con suavidad se restrega en mis mejillas, nariz, barbilla. Parece empeñado en mostrarme lo caliente que esta y lo potente que es, hace alarde de vigor y fuerza que no esta exento de ternura pues en pequeños movimientos circulares se detiene en mis labios.
Demente y sin voluntad abro la boca, apreso entre los dientes el bulto, lo muerdo sin hacerle daño, a través de la tela gruesa puedo sentir su dureza cálida. Todo se transforma, el juego cambia, deja de haber dominación, ya no es necesario forzar los acontecimientos, estoy listo al fin.
Bastan unos minutos para acostumbrarnos a la penumbra, nos podemos apreciar mejor gracias a la luz naranja que se filtraba por la delgada cortina de la ventana. Me suelta un brazo y baja su pantalón conjuntamente con el bóxer. La polla, enorme ya, aparece ante mi cara, quedo sorprendido al verla en pleno estado de erección. Su piel es tersa, suave como seda, el capullo todavía esta recubierto con la delgada piel. No resisto más, vuelvo a abrir los labios para engullir el trozo caliente, levemente ácido y salado de su amenazante miembro. Él se arquea y en susurros, con la voz afectada por la emoción dice Al fin..., tenía tantas ganas de esto, sigue, no pares por favor- Su voz baja es apenas audible, suena como una urgente súplica. Engullo su polla y comienzo a acariciarla con mis labios, me libera el otro brazo y también comienza a acariciar mi cuerpo, yo sigo chupando con dedicación, saboreando el duro cilindro ayudándome a dirigirlo con mis manos en el intento de acostumbrar mi cavidad bucal a aquel objeto extraño, tan extraño como delicioso.
-Me muero- dice, mientras mi lengua recorre su capullo, mi mano comienza a recorrer el vello de su abdomen.
-Detente un poco, por favor, me voy a correr-. No se que contestar, pero me detengo indeciso. Los espasmos de su pubis me indican que se va a venir, me cuesta detenerme, intento parar y al mismo tiempo quiero continuar. Aprieto fuertemente su tronco para que no se vacíe en ese momento, él sentado sobre mí se detiene también, inmoviliza su cuerpo, respira hondo mientras se inclina a mis labios, robando de ellos el sabor salado que aun conservaban. En ese breve momento de reposo se gira y alcanza con sus manos mi sexo, sin apresurarse lo libera del encierro y con su boca saborea mi verga tragándola hasta la base. Mis manos acarician el inicio de su espalda y sus nalgas en tanto mi pecho siente el resbaloso contacto de su herramienta ardiente. Su mano esta dentro de mi trusa, su nariz pegada al pubis y su lengua lame mi ardiente y enloquecido cipote mientras yo siento que muero de placer.
-Para Javi, que me voy a correr, ahora susurro yo pero el continua chupando el capullo con su lengua y con la honda cavidad húmeda de su boca aprieta mi polla que esta a punto de estallar, es cuestión de segundos, los que le bastan para soltarla. Tiembla, se sacude fuera de control hasta disparar un fuerte chorro de leche que cae no se donde, siento sus manos apretándola mientras chorrea en sus manos, entre sus dedos escurriendo hasta mi cuerpo alborotado. Su pija está también descontrolada, apenas la toco empieza a soltar chorros de semen espeso, caliente, oloroso y abundante. Es primer impacto lo recibe mi abdomen y los siguientes son atrapados por mi mano para confundirse con los míos al embadurnarlos en mi caliente cuerpo. Javier esta en éxtasis, yo también. La habitación huele a hombre, a sexo, al aroma que solo dejan los orgasmo logrados con sudor y consumación del deseo.
Nos hemos corrido casi simultáneamente y en silenciosos jadeos. Javier se derrumba sobre mi cuerpo. Su pecho se junta al mío, en un abrazo de pasión y, por qué no, también de ternura. Estamos unidos así, hablando con el cuerpo, en silencio absoluto, totalmente refugiados en la complicidad. Su cuerpo encima del mío me da un calor escalofriante, una compañía completa, estoy curiosamente cansado y renovado. Después nos separamos, el va al baño y regresa vestido, yo me pongo el pijama y dormimos en la misma cama pero no juntos.
No llegamos a más tal vez porque entonces no necesitábamos mas, no deseábamos mas, el deseo apenas despertaba y al menos, en lo que a mí respecta lo que obtuve era demasiado y aun me costaba mucho poder entenderlo, el deseo se había hecho presente y el placer se había obtenido.
Las vacaciones nos distanciaron, después el cambio de escuela, todo se enfrió y sin remedio aquella experiencia se fue hundiendo en el cajón del recuerdo.
Hoy lejos de ese tiempo, aun me acuerdo de esta historia de amor y mas de una vez en la soledad de mi habitación intento con su recuerdo darme calor, recrearme en ella y entonces suelo dormir con la sonrisa en los labios, con la tranquilidad del deseo satisfecho.
H. Rojo