Con la cinturón negro.
Hice una pequeña apuesta con una niñita rica que decía ser cinturón negro. No lo aparentaba, así que decidimos hacer un combate y una cosa llevó a la otra...
Esto ocurrió a principios de verano. Hacía mucho calor, y yo estaba haciendo cola en pleno sol para comprar unas entradas para ir a un concierto de rock para ir con unos amigos. Justo detrás de mi tenía algo que me hacía la espera algo más soportable: había una chica morenita de unos 24 o 25 años con el pelo muy largo que llevaba un generoso escote. Se la veía pijilla, con unas gafas de sol de buena marca y un pintalabios rojo que hacía que más de uno de los que pasaba por la calle se girara para verla. Era muy delgadita y poco más de un palmo más bajita que yo (mido 1,80), que me aprovechaba de que estaba chateando con su blackberry para mirar esos dos preciosos pechos pálidos... Me encantan las chicas blanquitas de piel...
Después de un buen rato de espera, por fin me tocaba a mi. Le pedí al que vendía las entradas que me vendiera ocho para mi y mi pandilla, pero solo le quedaban 7, el resto estaban reservadas. Tras cagarme en todo lo cagable por no haber ido antes, decidí que lo mejor era comprarlas, y ya nos las arreglaríamos para decidir quien se quedaba sin ir al concierto, seguramente decidiéndolo a suertes.
Como es natural, se enfadaron aún más todos aquellos que habían hecho cola para nada. Al yo tener 7 entradas, como era probable que alguno me pidiera que se las vendiera, decidí irme rápida y discretamente, para evitar problemas. Ya me había alejado bastante para ir a la parada del bus, cuando oí una voz bastante chillona que decía "¡Perdona! ¡¡Perdona!!" y se me acercaba. Al girarme, vi a mi pequeña rockera viniendo hacia mi.
-Perdona -dijo parándose frente a mi, poniéndome la mano en el antebrazo- ... ¿Eres tú el que ha comprado las últimas entradas?
-Sí, soy yo, pero...
-¿Te sabría mal venderme una? Es que llevo mucho tiempo esperando para este concierto...
-Lo siento, es que no las compro solo para mi, compro para todo el grupo que vamos a ir, y ya no voy a tener para todos...
-¿Cuantos sois?
-Ocho... Y solo tengo siete.
-¿Y no puedes venderme una, por favor? Vengaaa, el dinero no es un problema...
-Lo siento, guapa, pero no es por dinero... Aunque decidiera pasar del concierto, tendría que darte una de los amigos que me han dado el dinero para comprarlas...
-Va, no me hagas esto... ¿No hay ninguna pareja en el grupo? Si son dos los que no pueden ir, nadie se quedará solo... Vengaaaa, hazme ese favor, si quieres nos vemos por allí luego en el concierto...
-Mira, estoy muerto de calor, no quiero discutir esto aquí en la calle... ¿Te parece bien si vamos a tomar algo y así tratas de convencerme?
No creía que aceptara, pero lo hizo. Nos fuimos a un bar cercano a tomar un refresco. Con el aire acondicionado se estaba mucho mejor, y yo estaba disfrutando bastante de la compañía. En vez de insistir en pedirme una entrada trató de convencerme de que era una buena chica para que así me apiadara de ella y aceptar vendérsela, pero se notaba que esa chica era más de a lo que yo podía aspirar. No me malinterpretéis, tengo buen cuerpo y no es que sea precisamente feo, pero la tía era un auténtico trofeo de caza mayor: inteligente, pícara, esos labios carnosos que no parava de mover al hablar, esos ojazos azules y felinos, esa carita de niña buena... Quizá por eso me gustaba tanto que me hiciera la pelota.
-Pues sí, ya veo que tienes buenos brazos... ¿Trabajas cargando algo?
-Ojalá trabajara, guapa... Esto es del gimnasio, y de hacer algo de natación... ¿Tú haces algún deporte?
-Sí, hago taekwondo cuando puedo.
-Ah, mira, yo tambien hice hace unos años, pero lo tuve que dejar por una lesión en el pie.
-¿Estás bien?
-Sí, sí, ya se curó, pero como estuve tanto tiempo sin ir, luego ya pasé de retomarlo.
-¿En qué cinturón te quedaste?
-En verde-naranja. ¿Y tú, cual tienes?
-¡Yo soy cinturon negro, jajajaja!
-Mmmm... O sea, que podrías darme una paliza -dije en tono condescendiente, bromeando-... Me gusta...
-Pues a lo mejor sí, y así te quitaría las entradas...
-Bueno, pero ya que tú tendrías ventaja, yo jugaría sucio, no haría movimientos sólo de taekwondo, así que no te las dejaría coger...
-¿Ah no? ¿Te apuestas una entrada a que te puedo ganar?
-Yo no apuesto con lo que no es mio. Además, no quiero hacerte daño.
-No me vengas con esas... ¿No tienes huevos?
-Y a ver, ¿dónde quieres que nos peleémos? ¿Aquí, en pleno bar?
-Que va... En casa tengo un tatami que uso para practicar. Ven y peleamos allí, si te atreves...
-Pues mira, chulita, me parece bien. Voy a pagar y vamos.
Después de pagar yo la cuenta, fui con ella hasta su coche. La verdad, yo no tengo ni puta idea de coches, pero se notaba que ése era bueno. No sabía si el dinero salía de ella o de sus padres, caí en la cuenta de que no sabía ni el nombre de esa chica, pero me lo estaba pasando realmente bien lanzándonos puyas y coqueteando con ella. Su nombre no me importaba, solo quería saber, por pura curiosidad, a ver qué podía pasar.
Al llegar a su casa, como esperaba, todo era lujo. No es que fuera una mansión, pero para una chica sola era bastante grande. Garaje, jardín, un buen salón, pantalla de plasma... Al pasar por delante de su cuarto, mientras me decía que si seguía por ese pasillo me iba a encontrar la habitación del tatami justo de frente, pude ver mientras se metía dentro que tenía en su habitación varias guitarras eléctricas colgadas en su pared, un enorme equipo de música... Vamos, que el que la pillara daría un buen braguetazo.
Al llegar a la sala en la que tenía el tatami, que era también de un tamaño bastante decente, vi que la chica iba en serio en lo de pelearnos para conseguir la entrada. Saqué la cartera con las entradas y el resto del dinero, y lo coloqué todo en un rincón para que no se pudiera romper en la pelea. También me descalcé y puse las llaves y el móvil junto a los zapatos y la cartera. Hecho esto, me limité a esperar a que la chica apareciera. En cuanto lo hizo, iba con un kimono que le quedaba un poco grande, con su correspondiente cinturón negro. Se hacía una coleta mientras venía hacia mi, pareciéndome una de las cosas más sexys que he visto en toda mi vida. En cuanto se hubo arreglado bien ese pelazo moreno, se puso frente a mi, terminando de arreglarse el kimono, pues le quedaba bastante escotado.
-¿Qué? ¿Listo?
-Sí, ¿y tú?
-Claro. Recuerda que si te gano o te rindes, me das una entrada.
-Sí, sí, te lo he prometido. Cuando quieras.
Apenas terminé de hablar, me sorprendió dándome una patada a la altura de la cara que casi no pude parar poniendo el brazo. Tenía mucha más fuerza de la que aparentaba, la pequeñaja esa. Apenas había tenido tiempo de recuperar el equilibrio y ella ya me daba patadas apuntando a las costillas, que aunque me cubriera con los brazos, os aseguro que dolían. Como la cosa iba mal, no me quedó otra que dar un paso adelante y empezar a levantar la pierna, para que creyera que yo iba a contraatacar. No lo hice, sonará machista, pero mis principios me impiden golpear a una mujer. Empecé a dar alguna patadas al aire, sin intención de darle, solo para que se acobardara y frenara un poco. Craso error. A las tres o cuatro veces me caló, me hizo una finta, y me dió de lleno en la espalda. No pude evitar soltar un quejido.
-¿Qué? ¿Te rindes?
-Si solo estoy calentando...
-Yo te estoy calentando a ti, jajaja.
-¿Sabes? Me está provocando un poco el que seas tan vacilona, provocando en el buen sentido.
-¿Ah sí?
-Bueno, también ayuda que ese kimono no cierre bien y que vayas sin sujetador, jajaja..
La chica sonreía mientras trataba de darme la siguiente patada. Yo veía que en su terreno ella tenía ventaja y que si seguia defendiéndome como sus oponentes solían defenderse, me iba a destrozar. Opté por una guardia más parecida a la del boxeo, sin hacer tantos movimientos inútiles, y asi en vez de parar sus golpes me podía permitir esquivar bastantes. Hay que decir que la chica daba un pequeño grito cada vez que daba una patada, y eso me estaba poniendo a cien. Viendo el el combate estaba más a mi favor, las veces que no la esquivaba hacía fuerza con mi brazo para desequilibrarla, cargaba un poco contra ella para obligarla a echarse atrás... Al hacer eso me llevé un par de veces alguna patada de lleno en las costillas, pero estaba tan excitado con la situación de estar jugando con esa ninfa que no me dolía demasiado, y el dolor que me causaba, me encendía aún más.
Entonces, me dió una patada en el pecho que me echó atrás. Casi tropecé, y al parecer quiso aprovechar para rematarme. Instintivamente, la agarré del pie con el que me iba a golpear, por el tobillo. Tiré de ella muy bruscamente hacia mi, haciéndole perder el equilibrio y cayendo de espaldas sobre el tatami. No pesaría más de 50 kilos, no me hubiera costado tumbarla otra vez, pero no podía permitirle a esa fierecilla levantarse de nuevo. Me puse encima de ella, impidiéndole que se pudiera levantar. Trató de empujarme con los brazos, pero se los sujeté por las muñecas y los llevé por encima de su cabeza, apoyándolos sobre el tatami.
-Eso ha sido trampa.
-Te dije que iba a jugar sucio.
-Ya -dijo, moviendo un poco su pierna, tocando mi pene endurecido-... Ya veo cómo te gusta jugar...
-¿Y qué he ganado?
-No sé...
Por el tono de voz, supe que me daba permiso para hacer lo que quisiera. Yo le di un gran beso en esos labios carnonos, mordiéndolos suavecito, sin soltarle las muñecas. Al poco, empecé a besarla en el cuello. Lo inclinó hacia un lado para que lo tuviera más fácil. Entre suaves mordiscos, suspiraba en su oreja para provocarla más. Luego, empecé a bajar por su garganta, cubriéndola de besos, hasta llegar a su pecho. Le solté las manos para poder aflojar su cinturon y así abrir su kimono, para lograr tener acceso a esas preciosas tetitas. Eran tiernas, turgentes, con unos delicados pezones rozados que empecé a lamer, haciendo círculos a su alrededor con la punta de la lengua... La miraba a los ojos mientras lo hacía, y pude ver como tenía la boca entreabierta, suspirando, dejando ver sus dientecilllos... Empecé a apretar su pezón delicadamente entre mis dientes, haciéndole solo en suficiente daño para que soltara algún gemidito, y consolándola después chupándolos, metiéndomelos en la boca, no dejando un solo centímetro de su piel sin lamer...
Me incorporé un poco para poder quitarle el kimono y poder seguir de forma más cómoda. Vi que ella misma se quitaba la parte de arriba, así que me quité la camiseta. Decidí no perder tiempo luego y le quité también, de forma algo brusca debido a la excitación, la parte de abajo del pantalón. Vi que llevaba un tanguita negro y un tatuaje con la huella de un gato al lado de la cadera. Rápidamente, me quité los pantalones y me lancé vorazmente a comerme sus tetas. Ella me acariciaba toda la espalda y me empujaba la cabeza hacia ella. Mientras le tocaba el culo, la espalda, las costillas y todo lo que podía, notaba cómo arqueaba su espalda. Empecé a bajar suavemente, pasando mis labios por su vientre, dándole un beso suave de vez en cuando... Disfrutaba lamiendo ese vientre firme, plano, perfecto, y quería disfrutar proporcionándole placer oral. Sin embargo, ella tenía otros planes.
-Fóllame.
-Tengo unos condones en la cartera. Enseguida los cojo.
-No te preocupes. Tomo la píldora.
-¿Estás segura?
-¡Sí! Hazme lo que quieras...
Igual me arriesgué con el tema de las enfermedades, pero os aseguro que al tener a esa diosa reclamando sexo nadie piensa con claridad. La ayudé a levantarse y tras un largo beso, la giré, dándome la espalda, y la empotré contra la pared. Me pegué rápidamente a ella, poniendo mi polla entre sus nalgas y agarrándole las tetas con ambas manos, mientras le comía la orejita. No sé si le bajé el tanga o si solamente se lo aparté, sólo que empecé a pasar la punta de la polla por su dulce coñito, frotándola, haciéndoselo desear... En el momento en el que me volvió a pedir que me la follara, le dí un mordisco en el hombro y se la metí de golpe. No hubo resistencia, estaba mojadísima. La dejé unos segundos dentro, y luego empecé a moverme lentamente, sacándola entera, disfrutándolo... Recuerdo sus gemidos, y sus manos buscando mi cadera, para empujarme y así lo hiciera más rápido. Lógicamente, aceleré. Era uno de los coños más sabrosos en los que había estado nunca, y no sé por qué, el morbo de que fuera una cinturón negro lo hacía aún mejor. Mis embestidas hacían que su cara y todo su cuerpo se aplastaran contra la pared, así que la agarré de la cintura y la eché un poco atrás. Aún tenía sus manos contra a pared, sujetándose, y me pedía más y más.
Perdí el control. La sujetaba con fuerza con las caderas, y me la follaba salvajemente, como un animal. Recuerdo que las gotas de mi sudor (llevo el pelo largo, y eso no ayuda) causado por el combate y el polvazo que estábamos echando, caían sobre su espalda. Ella ya no gemía, gritaba, y entre gritos creí oír "¡¡así, así, hazme daño!!". Se la estaba clavando sin piedad, con todas mis fuerzas, clavando mis dedos en sus caderas mientras me impulsaba y pellizcándole el culo. Le tiré del pelo deshaciéndole esa coleta, y le dí unos cuantos azotes en el culo que ella recibió con gritos de entusiasmo poco antes de correrse.
Noté que se estaba corriendo, pero yo no paré. Yo quería más. Debía aprovechar esa oportunidad, no sabía cuando iba a volver a tener entre mis manos a un ejemplar parecido. En cuanto terminó de correrse, la tiré de mala manera sobre el tatami, quedando boca arriba. Sin dejarle un segundo, me puse sobre ella y subí sus piernas, de modo que sus talones quedaran a ambos lados de mi cuellos, sobre mi hombro. Se estaba mordiendo el labio inferior cuando se la volví a clavar. Ella lo recibió con un intenso gemido y clavándome las uñas en la espalda. Como antes, disfruté del daño. Veía sus tetas saltar con mis embestidas, su pelo negrísimo por el suelo del tatami... Me faltaba poco para correrme, cuando vi que ella ponía sus ojos en blanco. Se estaba volviendo a correr, retorciéndose entre mis brazos, y yo estaba a punto de correrme dentro de ella.
Esperaba que tras dos orgasmos se quedara relajadita, pero en vez de eso, no sé como lo hizo pero me empujó hacia un lado.. Me puso una mano en el pecho y me dijo "quiero mamártela". Obviamente, no puse objeciones. Me quedé tumbado sobre el tatami mientras ella se ponía sobre mis piernas y se metía mi polla en la boca de golpe. Me incorporé para poder ver cómo lo hacía, y vi como me estaba mirando con una carita de viciosa indescriptible. Me exprimía los testículos con una mano, mientras sostenía y besaba mi glande con esos labios carnosos... No hacía falta dirigirla, sabía bien lo que hacía. La siguiente vez que empezó a tragársela entera no aguanté más y me corrí en su garganta. Ella no se apartó ni la sacó de su boca, al contrario: siguó chupándola hasta que la última gota salió. Se lo tragó todo, y durante un buen rato siguió chupándomela, como si quisiera que a ese polvo no le faltara ni un detalle para lograr la perfección.
Al terminar, yo no sabía qué decirle. Se me había hecho tarde, tenía que irme a hacer un recado, pero no quería darle una despedida tan fría después de todo lo ocurrido. No se la merecía.
-Bueno... ¿Te he hecho cambiar de opinión?
-¿De qué?
-De la entrada...
-¡Ah, claro!... Espera, ¿lo has hecho por eso?
-No. Pero aunque haya perdido, espero que esto haya hecho que te lo pienses...
-Mmm... ¿Sigue en pie lo de vernos en el concierto?
-Sí. Tienes mi palabra.
-Está bien, toma... Aquí tienes. ¿Tenemos un trato, eh?
Después de vestirnos y tomar un refresco en su casa, yo me fui con un taxi. Honestamente, no esperaba verla en el concierto, ni por casualidad... Pero ella me vino a buscar. Desde entonces, hemos quedado un par de veces. Aunque hemos tonteado mucho, excepto el día del conciero, no ha vuelto a pasar nada más. Pero somos amigos, conocemos los gustos el uno del otro, y yo sé que dentro de poco hay un concierto de otro grupo que le gusta. Ya no hay entradas a la venta, pero yo me aseguré hace tiempo de comprar dos, y justo al terminar este relato, se lo voy a decir...