Con la amiga de mi esposa
Lidia era la mejor amiga de mi esposa. Ella pronto se dio cuenta de mi lado oculto, algo que ni tan siquiera mi esposa había sido capaz de descubrir.
Lidia era la mejor amiga de mi esposa. Ella pronto se dio cuenta de mi lado oculto, algo que ni tan siquiera mi esposa había sido capaz de descubrir.
Me case con Laura hace 8 años y éramos una pareja feliz. Nada ni nadie nunca jamás podría romper nuestro lazo. Pero lo que Laura no sabía era que yo tenía un pasado algo confuso.
Desde muy pequeño me gusto verme vestido a escondidas con la ropa de mis hermanas mayores, siempre que me encontraba a solas lo hacía. Pasaba el tiempo y mi mente empezaba a estar cada vez más confusa hasta que conocí a Laura y decidí olvidar mi pasado y volcarme completamente en nuestra relación, dejando atrás mi lado femenino. Mi rol varonil dentro de la pareja apagó mis anhelos por lo femenino. Todo iba de maravilla.
Lidia era la mejor amiga de Laura. Laura me decía que su amiga Lidia tenía un lado oculto que no se atrevía a manifestar. Nunca había tenido novio y me dijo Laura que una vez Lidia intentó tirarle los tejos pero mi esposa no se dejó, iban muy borrachas y nunca más volvieron a hablar del tema, Laura no se atrevía a sacárselo y Lidia jamás le comentó nada de aquel incidente.
Lidia venía muy a menudo por nuestra casa y pasaba largos ratos con nosotros, solíamos salir a cenar casi todos los fines de semana los tres juntos y después nos íbamos a tomar unas copas. Lidia no solía hablar con tíos y al que se le acercaba a decirle algo ella lo ahuyentaba rápidamente. Lidia es una mujer muy guapa y la verdad, que su comportamiento en relación con el sexo masculino, no dejaba lugar a dudas sobre su lesbianismo pese a que ella no se atrevía o no quería salir del closet.
Un sábado por la noche vino a casa como de costumbre para salir a cenar, pero mi esposa estaba en la cama con fiebre y le dije que esa noche no podríamos ir a cenar, ella insistió pero mi esposa estaba realmente enferma, pero me dijo que iría yo con Lidia, se fiaba de mi y además como los dos sabíamos que ella era lesbiana jamás iba a poder pasar nada entre Lidia y yo. Accedí a ir con Lidia ya que tenía tantas ganas de salir. Fuimos a cenar y bebimos más de lo normal, después nos fuimos de copas y la verdad que yo empezaba a sentirme bastante ebrio. A las 4 de la mañana ella me llevó a un bar en el que jamás habíamos estado. Era un local bastante tranquilo, con música muy baja y lleno de mesas y sillones. Con la embriaguez que llevábamos no era el mejor ambiente para nosotros pero Lidia me hizo sentar en un sofá y fue a pedir dos copas. Mientras ella pedía note algo extraño en ese lugar y es que todas las parejas eran del mismo sexo, mujer-mujer y hombre-hombre y los grupitos igual. Lidia llegó con las copas y dejó la cámara de fotos sobre la mesa, la llevaba para mostrarle a mi esposa como nos había ido la noche, nos pusimos a charlar, o por lo menos lo intentábamos porque los dos íbamos bastante ebrios. Yo miraba a toda esa gente y a Lidia y ya no tenía ninguna duda de su condición sexual pero necesitaba oírselo decir de su propia boca así que le propuse algo que cambiaría mi vida para siempre, le dije que le tenía que hacer una pregunta muy íntima y que si me respondía yo le contaría un secreto sobre mi vida antes de Laura. Ella aceptó el reto y le pregunté por qué no tenía novio con lo hermosa que era y por que rechazaba a todos los tíos, ella tardo un tiempo en responder y me hizo prometer que no se lo diría a nadie, ni tan siquiera a Laura, si lo hacía ella se iba a enterar y yo lo pagaría caro. Le di mi juramento y ella me dijo que le atraían las mujeres con locura, tenía mucho miedo y no se atrevía a mostrar su condición sexual, ella estaba completamente confundida y empezó a llorar, yo le di consuelo y la abracé muy fuerte. Al cabo de un rato me dijo que se sentía mejor porque por fin le había contado a alguien su secreto. Me relató el episodio que tuvo con mi esposa cuando se la intentó ligar y me confesó que lo hizo sabiendo que a mi esposa le gustaban los hombres pero quería que fuese ella la que después le hablara del tema porque ella no se atrevía a contárselo pero que Laura jamás le dijo nada. Le dije que podía confiar en mí, yo no le contaría nada a Laura y me ofrecí para ser el apoyo que ella tanto necesitaba para empezar a afrontar su realidad. Pero ella no había olvidado el trato y después de un rato me dijo que ahora me tocaba a mi sincerarme con ella, yo estaba tan sensible y afectado por los acontecimientos recientemente vividos, y por el alcohol, que no dudé en contarle con todo detalle mi remoto gusto por la ropa femenina y que fue Laura la que había conseguido sin saberlo hacerme olvidar aquello, fui más allá y le confesé que todavía tenía momentos de flaqueza pero que conseguía dominar aunque cada vez eran mayores mis deseos y no sabía hasta cuando iba a poder aguantar. Ella sonrió y me dijo que no era nada, que quizás yo estaba viviendo la vida equivocada y que debía plantearme mi realidad al igual que ella. Me quedé estupefacto con su respuesta, no lo podía creer, intentaba confundirme. Hizo que toda mi turbación floreciese, por mi mente volvieron a aparecer todos mis temores. La miré con odio y le solté unas cuantas injurias, me encare con ella por lo que me había dicho y le dije que se olvidase de mi ofrecimiento a ayudarle. Que nuestra relación moría en aquella mesa. Ella sonrió y me dijo que nuestra relación iba a ser más profunda de lo que yo me imaginaba, recogió sus cosas y se largó. Yo salí de aquel maldito bar y deambulé por las calles pensando en todo lo que Lidia me había dicho, mi mente estaba más confundida que nunca y el alcohol agravaba mi situación. Llegué a casa y me dormí.
El lunes recibí un correo electrónico de Lidia invitándome a pasar por su casa después del trabajo, debía ir solo y me amenazaba diciendo que si no aparecía iban a ocurrir cosas muy desagradables. No conseguía quitarme sus palabras de la cabeza y apenas había podido dormir la noche anterior. Le contesté negándome a su invitación, no quería saber nada de ella. Lidia volvió a mandarme un correo con un video y decía que ese video era la causa por la que yo debía acudir a la cita, sino ese video llegaría a manos de alguien que a mí no me gustaría que llegase. Abrí el video y era del sábado por la noche, solo se veía mi pecho y se me oía contarle a Lidia mi secreto. El video solo duraba 15 segundos pero en el correo me puso que el video es más largo. La muy zorra grabó con su cámara nuestra conversación y me sentí hundido. Me puse muy nervioso y no sabía qué hacer, ella era capaz de enseñárselo a Laura y sería mi final. Yo estaba a punto de explotar, me sentía impotente, los acontecimientos me superaban, no podía hacer otra cosa que ceder e ir a visitarla. Sentí unas ganas infinitas de matarla. Estaba jugando sucio. Le contesté aceptando su invitación.
Lidia estaba esperándome con un camisón muy cortito transparente y me quedé de piedra cuando la vi. Yo empecé a gritarle y a pedirle que destruyera el video. Ella se abalanzó sobre mí y me dijo que debía hacer algo para que ese video desapareciera, yo me calmé. Le pregunté cual era su propuesta. Ella me dijo que debía hacer durante una semana de su esclavo en la cama. Me pareció raro sabiendo que ella era lesbiana pero accedí pidiéndole por favor que no se enterase Laura, ella me dio su palabra y fuimos a su dormitorio. Había sobre la cama un conjunto de braguitas y sostén de encaje negros, un liguero a juego, unas medias negras de rejilla y un camisón negro igualito al que ella llevaba puesto. Me dijo que me pusiera esa ropa o Laura vería el video. Yo accedí sin reparos. Aquello serviría para que Laura no viese el video y para terminar de convencerme de que había superado mis fantasías.
Mostré toda mi destreza vistiéndome. Empecé con el sostén que me abroché yo solito y Lidia me aplaudió entre risitas en plan amistoso, empezando a crear buen ambiente entre los dos para que no me sintiese incomodo. Me puso unos pechos de silicona muy reales que apenas se notaba que fuesen postizos, seguí con las braguitas y me coloque mi pene hacia atrás para que no se notase, sin darme cuenta me estaba excitando mientras yo empezaba a perder los papeles, cuando me puse el liguero y empecé a deslizar las medias por mis piernas comprendí que no había superado mi fascinación por la ropa femenina paro ya no pude, o no quise dar marcha atrás. Enganché el liguero a las medias y empecé a caminar con movimientos muy femeninos por la habitación, Lidia se reía y me aplaudía vino hacia mí y me dio un beso en la boca, yo le correspondí pero ella me apartó y me dijo que debía terminar. Me puse el camisón y me sentó en su tocador y me hizo maquillarme a lo que yo accedí gustosamente, estaba volviendo a revivir mi pasado y comprendí que no era algo pasajero que viví, era algo más. Terminé de maquillarme y Lidia me sujetó una peluca rubia muy larga con horquillas, me acercó unos zapatos negros de charol con unos tacones altísimos y me los puse. Fuimos las dos a mirarnos delante de un espejo enorme que tenía en el baño y yo caminaba contorneando todo mi cuerpo. Lidia me dijo que me movía como una autentica mujer y me llamó Verónica, yo la miré agradecido por demostrarme que mis deseos seguían vivos y le di un beso en la mejilla. Lo que vi en el espejo fue increíble. Me había transformado en una autentica belleza, Lidia también estaba guapísima y me puse muy cachondo viéndome así vestido. Lidia se dio cuenta y me llevo a su dormitorio. Nos tumbamos en la cama y nos fundimos en un intenso beso. Nos dejamos llevar por la pasión pero Lidia puso la condición de que éramos dos tías lesbianas así que yo no podía penetrarla con mi pene pero sacó dos arneses que nos colocamos. Primero la penetré yo a ella con mi polla de plástico y ella no paraba de gemir de placer hasta que le vino el orgasmo. Empezamos a tocarnos los pechos mutuamente y me daba placer que ella me los tocase. Se acercó a mi oído lamiendo todo mi cuello y me dijo que iba a mostrarme mi verdadera realidad. Untó mi ano con vaselina y me puso boca abajo, cogió su enorme pene de plástico y lo acercó a la entrada de mi ano. Poco a poco aquel enorme falo empezó a hundirse en mi culito virgen y yo sentía un dolor descomunal, noté como entró hasta adentro y Lidia se quedó parada pese a mis súplicas para que me sacara ese trozo de plástico que me abrasaba por dentro, su frialdad le hizo no tener compasión de mi y siguió parada con todo el consolador dentro de mí, poco a poco mi ano fue aceptando a aquel intruso y el dolor se fue transformando en placer, entonces Lidia empezó a sacarlo y yo le grité que no lo hiciera, estaba ido o debo decir ida, aquello empezaba a gustarme sobremanera, nunca jamás había sentido un placer igual, lo que sentía cuando follaba con Laura no tenía nada que ver con esto. Empecé a gemir de placer y Lidia volvió a hundírmelo hasta dentro, ya no era como antes, el dolor había desaparecido y ahora sentía un gozo indescriptible, empecé a chillar de placer y a pedirle más y Lidia cumplió mis deseos. Empecé a gritar como una zorra posesa con ganas de polla y Lidia no paraba de decirme que yo era una autentica mujercita zorra… yo le decía que si, que quería ser mujer que siempre lo había sido pero que intenté ocultar mi verdadera identidad engañándome a mí mismo. Mi pene estaba a punto de estallar y Lidia me lo sujetó fuerte para que no me corriese, yo no sabía qué hacer, empecé a mover mis caderas para sentir más placer si cabía y Lidia me gritaba que me movía como una autentica zorra, que me tratase en femenino ya no me afectaba, al contrario me sentía identificada, aquello era mi despertar al lado femenino, yo ya solo quería sentir eso, tener enormes pollas en mi culo el resto de mi vida. Me derrumbe sobre la cama, perdí el conocimiento. No sé cuánto tiempo pasé inconsciente pero al despertarme Lidia me dijo que había llamado mi esposa preocupada porque eran las 11 de la noche y no había aparecido por casa. Yo todavía estaba en las nubes pero de repente me vino a la cabeza Laura y me despejé. Eran más de las 11 y yo estaba en casa de Lidia convertida en toda una mujercita y en ningún momento había pasado Laura por mi cabeza. Le confesé a Lidia que ya no quería a Laura y le di las gracias por mostrarme mi verdadera identidad, ella sonrió y me dijo que no me preocupase por Laura, le había contado todo y mi esposa le dijo que no me quería volver a ver nunca más. Yo en vez de sentirme triste por sus palabras y por haber perdido a mi esposa le dije a Lidia que me sentía libre, que quería ser mujer y tener que contárselo a mi mujer hubiera sido muy incomodo. Ella me abrazó, me dio un beso y me dijo que me podía quedar a vivir allí aunque ninguno de los dos podíamos ir a mi casa a recoger mis cosas. Tranquila le dije seguramente que ya no me va a hacer falta nada de todo aquello