Con Hada en una boda

El protagonista de"Fiesta de nabos" se encuentra con Hada en una boda a la que le han invitado. Con dos protagonistas tan morbosos enseguida saltan chispas entre ambos.

Un par de semanas después de la orgia de chicos en la piscina del relato "Fiesta de nabos" me invitaron a una boda. Fui solo porque mi mujer y los niños tenían otro compromiso. No nos apetecía arreglarlos tanto para un rato y que luego se portaran, bueno no mal, solo como niños.

Aunque me quedé con las ganas de ver a la parienta lucir el vestido de fiesta que se había comprado para la ocasión. Tuve que conformarme con un pase privado y así poder quitárselo yo, antes de lamerla entera.

Así que me tocó a mí representar a la familia. La verdad es que todo fue bastante aburrido hasta que me fijé en una chica. Mirando con un poco más de atención descubrí que era una joven transexual.

Toda una belleza, muy femenina con pechos pequeños y piernas larguísimas. Enfundada en un vestido de gasa estampada en colores claros y en algunas zonas muy fino y con aberturas. Se trasparentaba en el vientre descubriendolo plano con un pírcing en el ombligo.

También descubría sus largas y torneadas piernas y marcaba su culito respingón, con unos altos tacones era algo digno de verse. Una gargantilla en el cuello intentaba disimular la nuez. El cabello peinado en un recogido alto desnudaba el fino cuello dejando ver ese adorno.

Además de ella estuve disfrutando del espectáculo de unas cuantas chicas más con vestidos sexis y grandes escotes y algunos chicos con camisas finas. Durante toda la noche y el banquete era lo único que me mantenía entretenido. Apenas conocía a nadie y no podía charlar mucho, apenas comentarios casuales con desconocidos que no me importaban.

Volviendo a la joven transexual, tuvo detrás de ella algunos admiradores, moscones, uno de ellos más insistente que los demás. Contemplar el rito de cortejo fue divertido durante un rato. Además del resto de los participantes bailando y desmelenandose. Escotes de algunas de las mujeres, sus caderas y sus piernas.

Algunos chicos y hombres cuando se quitaron las americanas con camisas finas también tenían unos cuerpos definidos e interesantes. Lógicamente también había cosas horrorosas, pero claro no era cuestión mirarlas.

La chica joven que me había llamado la atención, la había perdido de vista un momento fijándome en las tetas enormes de una madurita en un escote enorme.  En cierto momento desapareció de mi vista. Pensé que había salido al jardín a tomar el aire y se había llevado a su estela a su admirador.

Al rato vi al chico volver a entrar al chico solo,  con cara de enfado y directo a la barra. Supongo que a enjuagarse la boca con alcohol. Temiendo que algo malo hubiera pasado salí al jardín. Al verla sola, sentada en un escalón, me tranquilice al darme cuenta que no había habido violencia. Pero no era difícil deducir lo que había ocurrido por la situación.

Me acerqué despacio para no asustarla. Le ofrecí un pañuelo. Se secó los ojos llenando la tela con su maquillaje e intentó devolvérmelo.

  • Quédatelo. No lo necesito.

  • ¿Sabes que todos los tíos son imbéciles?

  • Todos no, pero una gran cantidad si.

  • Pero ¿qué les pasa?

  • Pues que no saben valorar a una belleza como tú. En algunos casos además de tontos del culo, cegatos.

Eso por fin le arrancó una bonita sonrisa.

  • No puedo ver llorar a una chica guapa, eso está mucho mejor.

Soltó un bufido, herida todavía por lo que le acababa de pasar.

  • Si, ¡chica! si lo fuera de verdad no me pasarían estas cosas.

-Bueno, eres una chica de verdad y a las que han nacido así también les pasan cosas. Nadie es perfecto cielo. Cada uno tenemos que pelear con las armas que nos dan.

  • Pero en mi caso, tengo la pistola equivocada.

Sonrió. Viendo que empezaba a bromear me tranquilice.

-¿Y eso que importancia tiene? Hay muchas más cosas aparte de la pistola. Inteligencia, simpatía, personalidad, dulzura, belleza, creo que no te faltan cualidades para conseguir lo que te propongas.

  • Ahora me estás adulando.

  • Descaradamente.

Tuve que admitir, con lo que volvió a sonreír.

-¿Qué querrás de mí?

-Solo lo que quiere un caballero de una bella dama. Una sonrisa, compañía, un baile, que te tomes una copa conmigo. ¿A qué más podría aspirar un vejete como yo de una jovencita como tú?

  • Compañía, ya me estás haciendo, sonrisas ya las has conseguido. Una copa y un baile podemos hacerlo si no te importa que te vean conmigo. Y lo demás... habría que verlo, no pareces tan viejo como para estar con una jovencita. Aunque si pareces casado.

Tonta no era, se había fijado en mi alianza.

  • Me importa un pimiento con quien me vean y lo que piensen. Aquí nadie le va a ir con cuento a mi mujer. Al fin y al cabo solo es un baile y una copa.  ¿no?.

Se lo pensó un momento, no sé si por no querer líos con un casado o por considerarme muy maduro para ella,  o solo me lo pareció por mi propia inseguridad. Haciendo una absurda reverencia que casi le hizo reír le tendí la mano para ayudarla a levantar el precioso culito de la dura piedra donde lo tenía apoyado.

Ella sujetó mi mano y se levantó con gracia apoyada en sus inverosímiles tacones. Se colgó de mi brazo para volver a entrar al salón en busca de esa copa que le había prometido y de al menos un baile. Fue al baño a retocarse el maquillaje dañado y volvió aún más bonita.

Con las copas en la mano seguimos conversando de naderias. Me gustaba que me vieran con esa belleza. A esas alturas ya coqueteaba conmigo descarada. Parecía agradarle mi compañía.

-¿Bailamos?

  • Desde luego.

Nos deslizamos por la pista como si estuviera recubierta de hielo o aceite. Bailaba de maravilla. Al principio la tenía cogida de la fina cintura y ella se agarraba a mi hombro y mi mano,  típico. Pero poco a poco mis manos fueron bajando al pétreo culo y las suyas pasaron a colgarse de mi cuello. Empezamos a apretarnos el uno contra la otra, entre nuestros cuerpos no cabía ni una hoja de papel de fumar.

Me acariciaba la nuca y yo le sonreía como un bobo. Pero también aprovechaba la oscuridad de la pista para amasar sus nalgas. En nuestros pubis juntos se empezaba a notar cierta dureza, en los dos.  No sólo no se quejaba sino que me devolvía la sonrisa.

  • Me lo estoy pasando de miedo contigo. ¿Por qué no viniste al principio de la ceremonia?.

  • Por qué no me hubieras hecho caso. Un maduro como yo con una preciosidad como tú.

  • Ni eres tan maduro ni yo tan bonita. Y desde luego tengo mis propios problemas.

  • No hablemos de eso, ya está olvidado.

La besé, después de todo, eso ya era inevitable. Me devolvió el beso. Su lengua buscó la mía y empezaron a jugar, cruzándose dentro y fuera de nuestras bocas. Juraría que el gallito que la había acosado antes ahora nos miraba con envidia. Pero me centré en ella. Mirándola a los ojos, oliendo el aroma de su piel y cabello, besando su fino cuello.

Devolvía mis caricias amplificàndolas lo que podía considerando que estábamos en público. Juguetona pellizcaba uno de mis pezones sobre la fina tela de la camisa.

-¿Y si cojo una habitación en el hotel?

  • Pues no sé. ¿A qué estamos esperando?

La cogí de la mano para ir a la recepción. Creo que nuestras sonrisas tontas le hicieron saber al recepcionista lo que necesitábamos sin abrir la boca. Solo cogió mi tarjeta y me alargó la llave. Ya en el ascensor nos comíamos la boca con ansia de saborearnos, con sed de saliva.

Casi no podía esperar a llegar a la habitación para arrancarle el vestido que tanto me había impresionado. Una cosa era ver su suave piel a través de la gasa y otra el deseo que tenía de acariciarla y besarla.

Cuando por fin estuvimos a salvo de miradas indiscretas tras una puerta solo tuve que tirar de la prenda hacia arriba y sacarla por encima de su cabeza. Ella misma había soldado un trozo de tela que lo ceñía a su cinturita. Verla allí ante mí, solo con sus tacones y un tanguita que apenas cubría una polla a esas alturas ya bien dura me excitó con pocas veces había estado antes.

Unos cabellos habían escapado del recogido esu melena en nuestros escarceos anteriores dándole un aspecto de felino salvaje. El tatuaje de un hada muy cerca de su pene sobre el pubis depilado adornaba lo que no necesitaba de ningún complemento para ser precioso.

Tuve que dedicar un momento a contemplarla. No quería perder ningún detalle.

-¿Quieres hacerme una foto para recordarme?

  • Te haría un montón, pero por ahora te guardaré en mi memoria. Prefiero disfrutarte. ¿Me ayudas a librarme de algo de mi ropa?.

  • Por supuesto.

Contestó sonriendo. Y empezó a desabrochar mi camisa. Lo hacia lento, sensual y juguetona, acariciando mi piel e incluso dándome besitos y mordisquitos. Le dejaba hacer con gusto, la chica sabia lo que hacía. Cuando el fino algodón resbaló por mis brazos, acarició mis bíceps, besó la cara interna de mis codos y hasta la palma de mis manos. Incluso levantó mis brazos para lamer mis axilas.

Ya estaba muy caliente pero ella me estaba haciendo arder. Abrió la hebilla de mi cinturón y en cuanto soltó el botón y la cremallera estos cayeron a mis pies. El reducido slip que llevaba, poco más grande que su tanga pareció gustarle. Pero no supuso un gran inconveniente, terminó en mis tobillos de un tirón. Mi rabo saltó ante su bonita cara y se quedó mirándolo unos segundos.

-¿Quieres hacerle una foto?

Eso le arrancó una carcajada.

  • Un montón, pero ahora vamos a disfrutarla.

Y dejándome como un pato, sin poder moverme,  la levantó con la mano y empezó a lamer mis huevos. Golosa incluso se los metió en la boca. Ver esa linda carita con la lengua fuera, rodeando mi polla y esa expresión de lujuria me excitaba aún más.

Tuve que apartarme o corría el riesgo de correrme. Por fin tuve un segundo para librarme de toda la ropa que me quedaba. E inclinándome volví a besar sus dulces labios. La lengua juguetona buscó la saliva dentro de mi boca. No me daba un momento de respiro, ni yo lo quería.

Suavemente sin dejar de besarla la empujé hacia la cama. Colocándome sobre ella sin dejar de acariciarla. Su piel era suave y cuando la lamía dulce. Empecé a bajar besando y chupando su cuello, sus hombros, levantando sus brazos para probar el sudor de sus axilas.

Deseaba mordisquear sólo con mis labios esos pechitos que aunque apenas despuntaban eran terriblemente sexis. Lo hice, como con sus pezones, duros como para arañar un cristal. Sus gemidos llenaban mis oídos. Lamí su vientre plano y el pequeño pírcing que adornaba su ombligo. El tatuaje me llamaba y pasé la sin hueso por toda la piel del pubis antes de recorrer su escroto.

Me dediqué un buen rato a sus genitales, que se habían salido solos de la pequeña prenda que debía ocultarlos.  Chupando sus huevos, y subiendo por el duro tronco de su polla.  Se me dan muy bien las mamadas y sé que le estaba gustando. Pajeándola con ternura mientras babeaba todo lo que mi boca alcanzaba. Me la metí en la boca, apretándola contra mi paladar mientras la acariciaba con la boca.

Tampoco quería que se corriera pronto y eso que deseaba saborear su lefa. La giré para mordisquear esas durísimas nalgas. Separarlas, lo que hizo ella misma para dejarme lamer toda su raja. Aún tuve que apartar la goma del tanga para clavar la sin hueso en el ano y lubricarlo con mi saliva. Cuando llegué al agujerito el gemido que soltó debieron oírlo en la habitación de al lado.

Así que continué por la parte posterior de sus bien torneados muslos y pantorrillas hasta sus pies. Aunque grandes eran muy bonitos y cuidados. Me puse a chupar sus dedos, uno por uno. Haciéndole cosquillas y pasando la lengua por la planta. Su risa cristalina iluminó la habitación de hotel.

  • Vamos, déjate de ponerme más cachonda aún y fóllame. Me tienes como un horno.

  • Súbete encima y clávatela. Quiero que me cabalgues, ver esa carita de vicio mientras te mueves.

Me tumbé en la cama y ella subió su cadera encima de la mía. Dejó caer saliva en mi glande y lo extendió con un dedo como jugando. Por fin acercó el culito y fue sentándose encima. mi glande abriendo despacio su ano. Estaba claro que no era virgen, su expresión era de puro placer, de puro vicio.

Se movía de maravilla, como antes en la pista de baile, su cadera parecía que sabía sola lo que tenía que hacer. No se limitaba sólo a subir y bajar, hacía círculos y me exprimía el rabo. Yo no tenía manos suficientes para acariciar todo lo que quería. Así que me dediqué a sus tetitas y a su preciosa polla. La sujetaba con ternura mientras ella misma se movía sobre mí.

Ya poco más tarde en llenarle el culito de semen. Y cuando terminó de sacarlo apretando el ano tiré de ella para subirla sobre mi pecho. Hasta poder meter su nabo en la boca. Justo a tiempo para apretar los labios en torno a su glande y recibir su orgasmo en la lengua. Hasta la última gota como ella con la mía.

No me dejó tragarlo, se inclinó sobre mí para besarme y compartirlo. Estirada a mi lado, los dos de costado, mirándonos a los ojos,  con mi brazo por sus hombros no dejamos de besarnos y acariciarnos compartiendo su semen en las lenguas. Charlábamos mientras nos relajábamos.

-Pues para tenerte por un maduro me has dado el polvo del año. Pocas veces he disfrutado así.

  • Esta claro que has colaborado. Cariño. Ya no pareces muy preocupada por tu pistola.

  • Con el tratamiento que le has dado preocuparme sería lo último. Ojalá todos los chicos fueran como tú y me trataran así.

  • Todos, es mucho generalizar, pero seguro que encuentras los suficientes como para cumplir tus expectativas. Eres espectacular cielo. ¿Sabes? A mi mujer le encantarías, ya que decías que te gustan las chicas también.

  • Si es tan morbosa y dulce como tú deberías presentarnos.

  • Buscaremos el momento. ¿Te quedas a dormir?

-¿A dormir?

Preguntó con una carcajada.

-O a lo que surja y mañana desayunamos juntos.

Dormir, no dormimos mucho esa noche. El desayuno fue pantagruélico para reponer fuerzas. Y si, ahora mí mujer y ella se conocen. También nos hemos hecho muchas fotos. Pero eso lo dejo para otro día.