Con el técnico instalador de la fibra

Supongo que la combinación del calor insoportable, con las hormonas revolucionadas por el embarazo, me convertían en una bomba de excitación incontrolable.

“Más caliente que el cenicero de un bingo” o “más salida que el palo de un churrero” son las expresiones populares que más me podrían definir durante estas últimas semanas. Supongo que la combinación del calor insoportable, con las hormonas revolucionadas por el embarazo, me convertían en una bomba de excitación incontrolable. Cualquier mirada, roce, o escena subida de tono de cualquier película me acababan provocando el tener que deslizar mis dedos por mi entrepierna.

Aquella mañana tenía cita con un técnico para instalarme la fibra en la nueva casa. Vino puntual. Se empezó presentando, su nombre Raúl. Tendría alrededor de 25 años, ojos verdes, pelo rapado y una poblada barba un tanto descuidada. Era muy agradable. Habíamos tenido muchos problemas con otras compañías de servicio de internet y él se encargó de explicarme punto a punto todo el tema, para finalmente no poder tampoco poder completar la instalación por una serie de problemas. Pese a mi frustración por la situación, la conversación era tan amena que finalizamos nuestra breve relación con un café en el que hablamos de las cuatro tonterías típicas cuando charlas con alguien al que acabas de conocer.

Cuando se fue recogí un poco la ropa que se nos estaba acumulando, me hice algo para comer, me eché una breve siesta después de la masturbación sin motivo correspondiente y la tarde pasó sin más eventualidades. Era ya tarde cuando sonó el teléfono:

-          Hola Silvia, soy Raúl el técnico que ha estado esta mañana en tu casa.

-          Hola Raúl – contesté - ¿Ocurre algo?

-          No, perdona – Me respondió – Quería preguntarte, porque me he dejado una carpeta verde por algún sitio y sólo me falta ver si me la he dejado en tu casa.

-          Pues un segundo, que antes he limpiado y no he visto nada

Lo dejé al otro lado del teléfono mientras buscaba por encima de los muebles y estanterías del salón. Y efectivamente, sobre el asiento de una silla que había colocado debajo de la mesa estaba la carpeta.

-          Pues sí, aquí la tengo ¿cuándo vas a venir a por ella? – Pregunté

-          Uf, menos mal, tenía unos papeles que tenía que tramitar sin falta mañana. Pues si no te viene mal, mañana tengo una visita por tu zona, si quieres cuando acabe a medio día te llamo y me paso a recogerlas. ¿te parece bien?

-          Perfecto, mañana también estaré en casa. Nos vemos

En estas fechas las noches se hacen insoportables. Aunque me acuesto en camisón suele aparecer en el suelo de la habitación por la mañana. Me despierto con el cuerpo empapado por el sudor. Esta noche había tenido una noche movidita en cuanto a los sueños. Habían sido más húmedos que de costumbre. En una de las ocasiones me había despertado un tanto aturdida, apenas lo recordaba completo, pero había soñado con él, con Raúl. En el sueño estaba explicándome cómo funcionaba el decodificador de televisión. El salón sólo estaba iluminado por la luz del aparato. Yo estaba en el medio, totalmente desnuda, mirando hacia la pantalla, con el brazo extendido y cambiando canales en los que sólo se veían escenas eróticas. Oía su voz y sus manos me acariciaban los brazos, el cuello. Sentía su aliento sobre mi nuca. Sus manos abarcaban mis pechos y los acariciaban. Las sentí deslizarse por mi vientre buscando mi entrepierna, mientras el ritmo de mi respiración se aceleraba. Intenté darme la vuelta y ponerme frente a él, pero no pude. Intenté alcanzar con mis manos su cuerpo, pero no lo encontraba. Sus dedos ya penetraban en mi interior y cuando estaba notando el orgasmo, me desperté. Me desperté sofocada, muy agitada y terminé lo que había empezado en sueños. Me terminé muy despacio. Apenas en unos segundos. Un par de penetraciones de mis dedos en mi interior y descargué mi orgasmo. Me volví a dormir y recuerdo haber vuelto a soñar con él, con sus manos. Aquello me hizo amanecer el día con una sensación bastante extraña que me duró gran parte de la mañana.

Vi su carpeta sobre la mesa del salón. Sabiendo que nos íbamos a ver al final de la mañana me ruborizaba al pensar que, sin conocerlo, me había excitado tanto encontrármelo en unos sueños tan intensos. De nuevo tenía un calentón recorriendo mi entre pierna. Era extraño, puesto que, en condiciones normales  y simplemente por edad, quizás no me fijaría en un chico como Raúl. Y lo más probable, ni siquiera él en una mujer como yo. Está claro que era atractivo, era agradable y físicamente estaba bien, pero éramos, por así decirlo, de etapas diferentes.

Desayunaba mirando por la ventana de la cocina. Veía la piscina que habíamos comprado para el pequeño jardín que tenía la casa y pensé que sería buena idea refrescar un poco cuerpo y mente con un pequeño baño antes de comenzar con las cosas que tenía previsto hacer esa mañana. Fui a buscar una toalla, recogí el camisón del suelo y me dio pereza cambiar mis braguitas por la parte inferior del bikini. Total estaba sola en casa y no iba a molestarme nadie. Salí al jardín, apuré el último trago de café y dejé la taza y la toalla sobre la mesa. El agua estaba ideal, no es que fuera una piscina muy grande, pero para lo que necesitaba me sobraba.

Poco tiempo me duró la tranquilidad, sonó el timbre de la puerta al mismo tiempo que el teléfono también avisaba con insistencia. Lo deje sonar. Sonó una segunda vez.

-          ¿Hola? – Preguntaron desde fuera – Silvia, soy Raúl, perdona que venga sin avisar…

En unos segundos pasé del tierra trágame a levantarme de un salto cuando el teléfono sonó una tercera vez. El agua provocó una pequeña ola que salpicó por fuera de la piscina.

-          Sí, perdona Raúl, dame un segundo, me has pillado a remojo – Le respondí

Mi respuesta sonó bastante tonta. Salí del agua y me enrollé la toalla sobre el cuerpo.

-          Buenos días…- Salude abriendo la puerta - …no te esperaba tan pronto

-          Si, perdona, es que he pensado pasarme antes de ir a instalar a la otra casa. Lo he pensado de casualidad cuando pasaba por tu puerta. Ni siquiera he pensado en qué hora era.

-          Está bien, no te preocupes. Adelante

Le invité a pasar al jardín. Todavía estaba el agua de la piscina un poco agitada después del salto que había dado para salir. Justifiqué mi atuendo con lo mal que lo había pasado con el calor por la noche y que había preferido el agua de la piscina a la habitual ducha. Simplemente me sonrió.

-          Pasa, tengo la carpeta dentro, quieres un café – Le pregunté por cortesía mientras me disponía a abrir la puerta

No le dio tiempo a contestarme. La toalla me jugó una mala pasada y se escurrió hacia abajo. En un acto reflejo al quedarme casi desnuda me agaché  para cogerla y volver a taparme. Al hacerlo acabé  pegándole con todo el culo sobre su cuerpo haciéndole caer de espaldas sobre el suelo.

-          Ostras – Exclame girándome al oír el golpe sobre el suelo. Al verlo en el suelo solté la toalla y bajé hasta su posición sin hacer otra cosa que disculparme continuamente - ¿Estás bien? Lo siento, lo siento, lo siento…

Cuando quise darme cuenta, estaba con una rodilla sobre el césped, cogiéndole de una mano y con mis pechos a escasos centímetros de su cara.

Os he comentado que estoy embarazada: de casi cuatro meses ya. La verdad que apenas se me nota la barriga. Eso sí, el pecho me duele y los pezones los tengo muy sensibles, y han cambiado su color marrón por un tono bastante más oscuro.

Raúl no había dicho nada. Estaba inmóvil mirando mis pechos. Mientras le volvía a insistir sobre si se había hecho daño, intenté cambiar de posición para evitar su mirada, pero ahora era su mano quien agarraba la mía. La verdad que hiciese lo que hiciese era imposible ocultarle nada. Sentía el agua mojada de mis bragas escurrir por la piel interna de mis muslos y chorrear al suelo. Raúl comenzó a reírse

-          Que suerte, esto sí que es empezar bien la mañana – Dijo mientras acercaba su cara a uno de mi piel – Menudo desayuno

Su mano tiró hacia él de la mía y mi cuerpo se pegó un poco más. Uno de mis pechos descansó sobre su boca. Sentí sus labios abrirse y su lengua húmeda endurecer mi pezón. En mi cabeza no se mezcló ningún sentimiento, simplemente me dejé hacer. Su lengua se encargaba de que no hubiera dudas. Dejé que su mano llevara la mía sobre su pantalón, sobre el que se marcaba una importante erección. Entre las dos manos y torpemente, conseguimos desabrochar el pantalón y bajar la cremallera. Noté su piel sobre la palma de mi mano. Las caricias de su boca sobre mi pecho ya me habían excitado completamente. Mi respiración se había acelerado. Mis dedos abrazaban su glande y en mi cabeza sólo estaba el deseo de meterme ese pene sobre mi boca.

Intenté moverme y su boca quedó pegando a la mía. Lanzó un lametazo de su lengua sobre mis labios. No hizo falta un segundo para que las dos lenguas terminaran por juntarse. Con sus manos libres terminó por bajarse un poco más los pantalones para después alcanzar mi entrepierna. Mis gemidos quedaban ahogados en su boca. Sus dedos acariciaban mi sexo. Estaba fuera de mí. Mi mano le masturbaba despacio mientras sus dedos entraban y salían de mi vagina.

-          Si sigues así me corro – dije entre gemidos con mis labios aún pegado a los suyos

Sus manos aceleraron y mi cuerpo comprendió el mensaje. Me retorcí mientras mi mano apretaba de su muñeca para impedir que sus dedos salieran de mi interior. El orgasmo recorrió mi cuerpo con pequeñas convulsiones que acabaron con mi boca sobre la piel de su hombro y mi pecho descansando sobre el suyo

-          ¿Me devuelves la mano? – Me susurró al oído mientras con la otra acariciaba mi espalda

Aún con las convulsiones del orgasmo dejé de hacer presión sobre su muñeca y sentí salir los dedos de mí. Intenté reincorporarme. Al subir sus dedos comenzaron a esparcir mis flujos sobre la piel de mis pechos. Mis manos comenzaron a masturbarle mientras observaba sus dedos en mi piel. Se recostó sobre el césped dejándose hacer. Llevé mi boca a su polla que me esperaba desafiante y abrí mis labios para besarla. La chupé, la lamí, la recorrí con mi lengua, recorrí su tronco, mojé de saliva sus testículos, los acaricié con mis dedos. Lo sentía excitarse y me excitaba. Sentía cómo me acariciaba torpemente el pelo mientras hundía su pene en mi boca. Como apretaba mi cabeza hacia abajo cuanto intentaba sacarla de mis labios. Tenía que estar a punto de correrse también, pero ahora lo necesitaba tener dentro de mí. Mis manos ya estaban acariciando de nuevo mi clítoris.

Sus manos dejaron de acariciarme y aproveché el momento para incorporarme. Me puse de pie dejando sus piernas entre mis pies y deslicé mis bragas mojadas hasta quitármelas por completo. Al agacharme deslicé mi cuerpo hacia adelante volviendo a buscar su boca. Nuestras lenguas se volvieron a encontrar al tiempo que lentamente su polla me penetraba: una vez, dos veces, tres veces, muy despacio, muy profundo. La sentía muy dura. Sentía su respiración agitada. Apoyé la palma de mis manos sobre su pecho y con ella totalmente dentro comencé a mover mis caderas, frotando mi clítoris con su pubis. Llegó su orgasmo, que estalló dentro de mí con fuerza, sin avisar. Con sus dedos apretando mis caderas. Sentía el calor de su semen. Seguí con mis movimientos mientras su pene iba perdiendo su fuerza. La yema de mis dedos recogió el semen que salía de mí y comencé a restregarlo por mi clítoris. No tardé mucho en volver a correrme. Y me tumbé a su lado. Estuvimos un par de minutos callados. Acompasando nuestra respiración. Se incorporó:

-          ¿Puedo volver otro día? – Me dijo acariciándome el vientre

-          Puedes venir cuando quieras – respondí cerrando los ojos

Un sonido estridente me hizo volver a la realidad. Abrí los ojos y allí estaba, empapada sobre la cama y con unas ganas locas de masturbarme.