Con el profesor, parte final

Mi mejor amiga se valió de mi amistad para que el profesor le diera una mano, y así le fue.

En mi primer relato les conté mi primer encuentro con un profesor de la facultad. Fue un hecho muy conmocionante para mí, por varios motivos. Me sentía algo culpable por haber sido infiel a mi novio quien a partir de entonces me pareció intrascendente, y avergonzada cuando estaba con mis amigas del curso, a quienes no le conté lo sucedido, ya que no me atreví a hacerlo. No imaginaba cómo podrían reaccionar si les hubiera contado la forma en que se desarrolló el encuentro, cómo el profe me desvirgó el trasero, algo que algunas chicas consideran –por lo menos por estos lados- como algo tabú.

De modo que me fui alejando de ellas, haciendo amistad con otra ingresante, dos años mayor que yo, que venía del interior, a quien admiraba porque era muy bonita, flaca, de ojos claros, y con ese tono provinciano tan encantador. Un día que estaba algo bajoneada porque la relación con mi novio iba de mal en peor, le conté mi encuentro con el profe, sin guardar detalles, y no sé porque empecé a ponerme mal y a lagrimear. Estábamos en el bar de la facultad, y ella trató de levantarme el ánimo, me dijo riendo "no jodas, no sabés cómo te envidio lo que te hizo. Además si me imagino como lo hicieron en su estudio, se me pone la carne de gallina¡¡".

No tuve más remedio que reirme por la salida, y aunque no lo crean, al rato el profe entró al bar, fue a pedir un café y se sentó en otra mesa, ya que no me había visto.

-¿viste quien entró? Pregunté.

-Si, lo ví, andá y llamalo a nuestra mesa, me dijo Lidia, que así se llamaba mi amiga.

Cruce el salón lleno de estudiantes, humo y ruido, le toqué el hombro y le dije, "hola, Doctor".

-Romina¡¡, cómo andas?

-Más o menos, estoy con una amiga en aquella mesa, quiere acompañarnos?

Vino con nosotros y le presenté a Lidia. El la miró, preguntándose seguramente si ella conocía nuestra relación, pero no hizo gesto alguno al respecto, lo cual me tranquilizó. Parecía estar de buen humor, y me dijo "tenés una compañera muy simpática". Me pareció que Lidia lo miraba con cierto interés, y cuando el profe se dio vuelta para pedir le traigan el café a nuestra mesa, ella me miró y me guió un ojo. En ese momento no entendí porqué me hacía la seña.

Pero acto seguido Lidia mostró sus intenciones: quería aprovechar mi amistad para ver si podía aprobar la materia rindiéndola libre con el profe, sin tener que hacer el curso regular, ahorrándose el año de cursado. Sin decir agua va le preguntó si podía ayudarla con la materia, orientarla con los textos que había que utilizar, el programa de estudios, y cosas de ese tipo. El mostró buena voluntad, le dio algunas explicaciones y le dijo que los alumnos libres rendían un exámen escrito, y si lo pasaban se les tomaba una evaluación oral.

Mirándome a mí, el profe me preguntó "Lidia es muy amiga tuya?, remarcando las palabras, como dando a entender que el apoyo dependía –en mucho- de tal amistad.

-Si, es gran amiga, y además me está ayudando con otras materias.

-Bueno, si es así creo que le podemos dar una mano, así que cuando te decidas hablame y vemos qué hacemos. Ahora me voy porque tengo clase. Nos vemos.

Cuando se fue el profe, Lidia me miró, y me preguntó si la ayuda que me ofreció sería desinteresada, o tendría que dar algo a cambio.

-En ese caso, sólo con tu aprobación¡, me dijo riéndose.

-Mirá, no sé con que te puede salir, pero por mí no te hagás problemas, nuestra relación vos sabés cómo es, no es mi novio ni nada parecido. En el fondo creo que no era tan así, porque el profe me gustaba de verdad.

-Cuando rendirías?, pregunté.

-en quince días, así que tengo que arreglar esta semana. Dudó un momento y me preguntó "seguro que no te molesta?"

-No¡ quedate tranquila, hacé lo que te convenga, si?

Nos despedimos, y no volví a verla hasta después del exámen, ya que ella no era alumna regular como yo. Pero ocurrió que un día después del turno libre, al salir de la clase el profe me llamó aparte.

-Querés que charlemos un rato? Tengo algo que contarte, me dijo.

Fuimos a un bar, y lo primero que me dijo fue "ustedes sí que son un peligro..."

-Quienes?

-Vos, tu amiga Lidia y esta manga de turros que hay en esta facultad...

-Que pasó?, pregunté con curiosidad, ya que ni imaginaba lo que me iría a contar.

-Bueno, Lidia me habló por el exámen hace un par de semanas. Fue por teléfono. Te la hago corta: arreglamos una salida, y quedamos que se presente en el exámen libre. Imaginate qué me dio a cambio. Llegó el día, se presentó a rendir el escrito, entregue los temas y después de un rato ví que no escribía una línea. Te imaginás que los otros alumnos podían darse cuenta de eso, de modo que iba a ser muy sospechoso si después la veían en el exámen oral posterior.

-¿Y que hicieron?, pregunté.

-La llamé fuera del curso, con una excusa, y le dije "escribí un par de páginas, porque sino pueden darse cuenta tus compañeros¡¡"

-Pero si no sé nada de nada, profe¡, me contestó.

-Yo no sabía que hacer, hasta que se me ocurrió una idea: "Mirá, andá y contá todo lo que pasó la otra noche en el motel, si?. Escribí un cuentito con los detalles del caso, llenando un par de páginas, así los otros alumnos creen que estás haciendo el exámen, si? Bueno, así lo hizo, escribió varias páginas relatando nuestro encuentro. Mirá lo que me dio.

Sacó unas cuantas hojas de carpeta, donde con letra pareja y redonda (Lidia era maestra jardinera), contó su salida con el profe.

Las fui leyendo, y la verdad me dio un poco de celos.. Pero bueno, este relato es para que conozcan lo que contó Lidia de su experiencia con mi profesor. Espero les interese. El relato termina de improviso, porque seguramente no tuvo tiempo de terminar. Yo lo modifiqué apenas, quité alguna cosa y agregué otra, pero solo detalles. El texto decía lo que sigue:

"Hola, Romi. Aunque no lo creas, estoy "rindiendo". Si, el profe me dio como "tema único" te cuente que pasó el día que salimos. No te vas a enojar¡¡. Sos mi mejor amiga, supongo que no. Aquí va".

El día que acordamos encontrarnos fue en su horario de clase. Dejó a cargo del curso a su ayudante de cátedra, y me pasó a buscar con su auto. Me dijo que a pocos minutos de la facu hay un lugar que debería conocer, que es algo así como histórico. Yo no entendí bien, porque en definitiva me llevó a un motel, pero resultó que en ese lugar, hace muchos años (a principios del siglo 20), los rufianes judíos y polacos llevaban a las mujeres que traían engañadas de Europa, y las vendían en remate. "Veinte pesos por la rubia, cincuenta por la morocha".

Cuando entramos, imaginar ese ambiente me dio como escalofrios. Dejó el auto en un gran patio, que debimos cruzar antes que nos saliera al cruce un empleado, que nos preguntó qué tipo de habitación queríamos. "Una especial", pidió el profe.

Subimos dos escaleras por ese edificio tan antiguo, y llegamos a una habitación extraña: tenía una gran cama, y alrededor cuatro columnas cubiertas de espejos, como también había espejos en las paredes laterales y el techo, todo con una iluminación muy tenue que se prendía y apagaba por sector, dando al lugar un clima raro, como de fantasía.

Yo imaginé que el profe se me echaría encima apenas llegábamos, como hacen los chicos calentones con los que una a veces ha salido. Pero no fue así. Se tiró en la cama, cruzó los brazos detrás de la cabeza, y me pidió un cigarrillo, aunque –me dijo- no es de fumar habitualmente. Cerró los ojos, tirando el humo despacito, parecía que iba a dormirse.

-Se aburre, Doctor? Le pregunté.

-Para nada¡ cómo me voy a aburrir con una preciosura como vos al lado¡.

Me tomó la cabeza, y la apoyó sobre su pecho. Yo empecé a desprenderle los botones de la camisa, y cuando terminé le pedí que se la saqué. Me dijo que por favor le sacara los zapatos y las medias, quedándose solo con el pantalón.

-¿Me desvisto?, le pregunté.

-mmm, a medias, quedate con la blusa, y los zoquetes, sí, me gusta de esa forma.

Hice como me pidió, dejándome una remera verde de mangas cortas, y las medias deportivas blancas. Me incliné para lamerle el pecho, y mi trasero se reflejaba en los distintos espejos del lugar.

Le saqué los pantalones y la ropa interior, y se cubrió el miembro son la sábana. Yo me fui acercando con mi boca, quise lamerle el ombligo pero me pidió que no, que eso le molesta. Así que seguí hacia abajo, aparté la sabana, y recién allí pude apreciar eso de lo que tanto me hablaste ese día.

Ya estaba duro, y te juro que me impresionó el tamaño de esa verga¡ Recordé lo que me dijiste que te había desvirgado el culito, y pensé que me habías mentido, que no podía ser que "eso" te entrara por atrás. Me espantó la idea que pudiera pedirmelo a mí¡¡ Te juro que empecé a arrepentirme de haber venido, sentí temor de verdad, aunque luego –te aclaro- se me pasó totalmente.

Tomé su pija y me la puse en la boca, y empecé a lamerla de arriba abajo. El profe me pidió que pusiera la cola hacia su cara, como haciendo un sesenta y nueve, aunque no encima de él, sino al costado. Le obedecí, y apenas lo hice sentí sus dedos rozando mi vagina. No me metió los dedos como un bruto calentón, de esos que vos sabés, sino que fue rozando los labios hasta encontrar el botoncito rosado, al que acariciaba en circulos muy suaves, que me gustó tanto que le pedí que no pare, profe, que divino, siga, si, si, si, y acabé, y me dí cuenta lo caliente que me había puesto.

En un momento levanté la vista, y me ví en el espejo de atrás de la cama con esa tremenda verga entre mis labios, y me encantó la imagen, que aparecía y se desvanecía según el juego de luces.

Pensé que ya me iba a montar, pero no fue así. No sé cómo se contiene tanto¡¡ Se sentó en la cama, y tomo un trago de la ginebra que había pedido. Me convidó de su vaso, y me dijo lo hermosa que yo era. Te imaginás cómo me puse¡¡. Terminamos de beber, y empezó a besarme, en la boca, en el cuello, en las tetas, me fue recorriendo hasta llegar a la conchita, y ahí se detuvo, y me enloqueció, te lo juro, acabé dos o tres veces, agarrándolo de los cabellos y apretándolo contra mi vientre.

Se acostó al lado mío, y me habló.

-Vos sabes lo de Romina y yo, me dijo.

-No sé de que me habla, le juro, mentí sin mucha convicción.

-Yo sé que vos sabés cómo, cuándo y de qué forma la cogí, vamos, son amigas, ví como se miraban y qué decían esos ojos, ese día en el bar. Es una piba genial, como vos, no andemos con rodeos.

-Bueno, sí, algo me contó.

-Algo nada más?

Era muy astuto, no venía a cuento hacerme la tonta con él.

-Sé lo que le hizo, pobrecita¡¡ que hombre tan cruel¡¡, dijo medio en broma.

-Pero qué te contó? Quiso saber, curioso y excitado al mismo tiempo.

-mmm, ud. sabe, lo que le hizo, sí, le gustó un montón, y le dolió todavía mas¡¡ O acaso no le destrozó el culito, exageré para calentarlo.

Creo que eso lo excitó muchísimo, no sé porqué. Me cubrió con su cuerpo, y me habló quedamente al oído "te contó de verdad cómo le rompí el culito?". Síii, respondí, viendo que la cosa venía por ese lado. Me puse un poquitín nerviosa.

-Mostrame el tuyo, quiero lamerlo, dale, ponete en cuatro patas, sí?

Me di vuelta con el trasero para arriba, me miré por el espejo lateral. El profe se inclinó sobre él, y me metió la lengua, mordiéndome los bordes de los cachetes, y apretándolos y clavando sus uñas, pasando su lengua desde el culo a la conchita, provocándome un escalofrío que ni te das idea... Luego se subió encima mío, acercó su boca a mi oído y me habló con voz suave "ya sabés lo que me gusta, y sabés cómo lo hago, me lo das ya?

Mientras me hablaba su verga descansaba sobre la raya de mi culo, era como un animal viviente que palpitaba a la puerta del trasero, sentía su peso y su calor. Tenía miedo de decir que sí, y una calentura atroz que no imaginaba qué hacer si no acababa, y pronto.

-¿Y si me lo rompe, y si me desgarra y me sangra, que hacemos? Pregunté asustada.

-No seas sonsa, cómo va a pasar eso¡¡ Solo tenés que ponerle mucha saliva, afljarte, y aguantar un poquito al principio, si?

Resignada y caliente a la vez, tomé la verga y la llené de saliva, dejándola chorreando y caliente. Me puso dos almohadas bajo el vientre, y me llevó hasta el borde de la cama, y él se paró sobre el piso, me abrió las piernas y se metió en medio de ellas, pidiéndome que levantara el culo todo lo que pudiera.

Por el espejo lateral ví esa verga grande y gruesa, moviéndose sola hacia arriba y hacia abajo, hasta que la tomó con su mano, y me la refregó por toda la raya del trasero, se agachó hacia mí, me salivó nuevamente la puertita del culo, y apoyó la pija.

Me tensé totalmente, no imaginaba cómo podría ser. Si ni un dedo me había entrado por ahí, nunca. (después me dijo que él no acostumbra a usar los dedos, porque le gusta que sientan toda la pija tal como es). Sentía la cabeza del miembro presionando en la puerta, dos, tres veces, parecìa que no encontraba un lugar para colarse. Me fui tranquilizando, me aflojé más y supongo que por eso en un momento finalmente la gruesa cabeza de la pija forzó la entrada.

Si te digo que me dolió, exagero. Sentì una gran presión interna de ese cuerpo grande y duro, pero no era dolor. Cro que la calentura, la bebida, el lugar, influyeron para ello.

-¿Duele?, preguntó.

-No mucho, respondí

-¿Puedo moverme un poquito, seguro?

-Si, pruebe, de a poco.

Me levantó un poco más con sus dos brazos, y empezó a moverse, atrás, adelante, atrás, adelante. Yo sentía que ese enorme pedazo entraba y entraba, pero no me hacía daño, por el contrario, me inundaba de una sensación extraña, no sé como explicarte, y sentía que me calentaba más y más. No tenés idea como estaba, hervía de calentura¡¡

Cuando se aseguró que ya podía seguir sin problemas, el ritmo se aceleró (bueno, vos sabes cómo te lo hizo, para qué te voy a explicar¡¡). Sentí que me la enterró toda, porque tiré la mano hacia atrás y sus huevos estaban pegados a mi culo, no había ni medio centímetro entre ambos.

-¿Te gusta, va todo bien?

Yo estaba que reventaba. No sé porqué dejé el Ud., me parecía algo ridículo en la ocasión, y me desboqué un poco.

-Si¡¡, dame, dame más, que puto que sos, me estas matando, siento esa verga hasta los pelos, cogeme por dios, no pares.

Ocurría que sentía una sensación extraña que se me venía encima, no podía creer que pudiera acabar con una pija en el culo, no dicen que no se puede, por favor, es mentira, es distinto, es una calentura atroz, parece que no hay pija que te pueda llenar en ese momento¡¡

-Enterrala toda hijo de puta, rompeme toda, dale, dale, seguí¡¡¡ No podía dejar de pedirle cosas, y eso lo enloquecía aún más.

La metió hasta el fondo, me clavó las uñás en las nalgas, abriéndolas lo más que pudo, y cuando la sentí hasta el fondo, bien adentro, exploté, parecía que me iba a desmayar, fue como si me reventara algo por dentro.

-ahhhhhh, me acabo, papito, yaaaa.......

Me aflojé toda, él no acabó, me soltó y sacó la pija, dura y enrojecida, se fue al baño porque se había ensuciado un poquitín, me dijo..."

Bueno, hasta aquí llegó el relato de Lidia. Después me comentó que siguió un rato más, pero lo esencial está. Cuando terminé de leer el relato, me sentí incómoda, el profe creo que también, me pidió disculpas, le dije que todo estaba bien, que son cosas que pasan, y así fue que sacó del bolsillo del saco una cajita, adentró había una medalla de otro, hermosa, y decía "vos sos la única". Un hijo de puta, pero me encantó de verdad.

Final:

Desde entonces –hace tres años- somos muy amigas con Lidia, estamos ya en quinto año, nos falta poco para recibirnos. Guardamos el secreto celosamente, y yo le pedí autorización para enviar el relato que me dio el profe. Me dijo que sí, a condición que no diera ningún dato que pudiera identificarnos.

La semana que viene regresa de su casa paterna, traerá unos fiambres caseros y tomaremos unos vinos en su departamento. Me gustaría sorprenderla llevándole algun mail que me envíe alguna chica que haya vivido situaciones parecidas.

A los chicos les agradezco los mensajes recibidos, pero no soy de entablar relaciones de esta forma.

Es mi último relato, no habrá más, y espero les haya gustado.