Con el mejor amigo de mi novio

— ¡Te puedo ayudar? — Me dijo ansioso. — No, gracias le respondí, solo detenme estas latas que he sacado y me volví a inclinar, mis pechos colgaban divinamente tanto que a mi misma me excitaba esa posición, yo sabia que a el también porque de reojo vi como los observaba.

Me gusta que me observen, amo ser observada por la gente, sentirme de algún modo deseada, admirada, anhelada; recientemente también he comenzado a sentirme atraída a contar mis pocas pero divertidas aventuras, en especial con Samuel, mi amigo inseparable con quien también han ocurrido ciertas cosas, pero por el momento no sabrán mas de el, quien de algún modo me motivo a compartir con ustedes parte de mis casuales encuentros con el sexo

Como les decía, amo ser observada y a veces provoco yo misma eso pero sin querer, he descubierto que los hombres mantienen una especia de fijación con ciertas partes del cuerpo y de ahí me he valido para conseguirlo que mas se me ha antojado, con respecto al sexo obviamente; no soy una belleza, de hecho algunas chicas se burlan de mi cuerpo porque soy delgada, no tengo mucha pompa y mis pechos son muy grandes, demasiado grandes para el resto de mi cuerpo que es pequeño.

Pero les contaba sobre quienes observan esa peculiaridad de mi anatomía y saben, lo disfruto mucho, se que aunque mi trasero no es como el de Jenifer López, mis pechos roban las miradas de muchos. De entre ellos, se encuentra Beto, el amigo de quien fuera mi pareja, desde que lo conocí había notado que el me miraba de una manera distinta de cómo debería hacerlo siendo yo la mujer de su mejor amigo, muchas veces lo descubrí mirándome al escote o las piernas y al poco tiempo aprendí a disfrutar de eso, obvio no se lo demostré abiertamente, hasta aquella noche cuando mi novio cumplió años.

Esa noche como era día de celebración opte por arreglarme con esmero, le había prometido a mi novio una noche de sexo riquísima, pero no conté con que las cosas cambiarían un poco. Llevaba yo, puesta un mini muy corta color blanco, tacones bajos y una blusa negra con un escote de infarto, tenia un collar que se colocaba entre mis pechos, mi novio estaba fascinado conmigo y todo marchaba bien, hasta que la puerta sonó y entro después el famoso Alberto, es un tipo sencillo pero guapo, no le pide nada a nadie, su piel blanca me enloquece (Entre otras cosas). Desde que llego me sentí diferente, en verdad amaba la forma en como me desvestía con la mirada que al poco tiempo fui siendo muy amable con el, el trataba de disimular con su amigo, pero cada que el volteaba, su mirada se posaba sobre mi. Platicamos, hicimos bromas y decidimos que era la hora de cenar.

Era el momento de afrontar aquello que me excitaba tanto.

— Beto, me acompañas a traer la cerveza para yeyo — Le dije como ignorando que me miraba mucho.

El respondió que si y de inmediato fuimos hacia atrás en la cocina, el me aguardaba en el marco de la puerta mientras yo abrí el refrigerador para tomar la cerveza y todo lo demás, hice como que no podía para ver si se acercaba.

— ¡Te puedo ayudar? — Me dijo ansioso.

— No, gracias le respondí, solo detenme estas latas que he sacado y me volví a inclinar, mis pechos colgaban divinamente tanto que a mi misma me excitaba esa posición, yo sabia que a el también porque de reojo vi como los observaba.

— ¿Te gusta lo que ves?— Le dije al momento que me incorporaba.

— ¡¿Cómo?! — Respondió confundido y nervioso.

— ¿Que si te gusta lo que ves, tu crees que no me he dado cuenta de cómo me miras?

— Fátima lo siento, creo que me has confundido, perdona en serio si te he ofendido — Me dijo poniendo una cara de sufrimiento, se veía tan lindo

Era el momento de lanzar mi jugada, total no perdía nada, si se negaba no podría decirle a mi novio, no le creería, seria su palabra contra la mía.

— Si tanto te gusta lo que ves, por que no intentas tenerlo — le dije soberbiamente con las manos a la cintura. La parte de mis senos que no cubría la blusa subía y bajaba rítmicamente, a causa de mi respiración, esa noche los traía muy apretados, era obvio que a cualquiera se le podrían apetecer.

Miro a todos lados al momento que poco a poco sus manos se acercaba a mis pechos que ya lo esperaban ansiosos. Al poco tiempo sentía sus manos masajear mi tetas suavemente sin poder darse abasto con semejantes melones, con sus dedos pulgares tallaban mis pezones que se endurecían al contacto. Me perdí entre tales sensaciones que sin darme cuenta, mi Beto ya estaba dándome una deliciosa mamada de tetas, riquísima, deliciosa; tenia las lolas fuera de mi blusa, estaban en sus manos y en su boca, la misma cavidad que trataba de beber de ellas como sediento, su aliento era muy caliente y no paraban de chupar y de chupar al punto de que me calenté demasiado.

Note su respiración jadeante, fue entonces cuando su brazo derecho me rodeo por y la cintura y su otra mano intento entrar por debajo de mi ropa interior

— ¡¡Ya no!! — Le suplique con esfuerzo.

Yo ansiaba que sus manos me hurgaran, pero no era el momento, ya nos habíamos demorado mucho y Yeyo, mi novio, se daría cuenta, el comprendió y "agarro la onda" entonces se fue al baño y yo continúe sacando las demás cosas no sin antes, acomodarme la ropa como estaba al principio. Justo estaba acomodándome el sostén cuando entro Yeyo y me pregunto que por que demoraba, le dije que Alberto había ido al baño y que lo estaba esperando para que me ayudara a cargar las cosas.

El no sospecho nada, así que me dijo "yo te ayudo déjalo, no lo presiones "y sonrío; tomamos la cerveza, el pastel y el recipiente con la botana y nos fuimos al comedor.

Mientras comía, no podía dejar de pensar en beto y sus manos inquietas, me picaban los pezones de solo recordarlo, necesitaba que culminara lo que había comenzado, pero no era el momento aun, no era el lugar.

Beto y Yeyo bebieron demasiado en aquella noche en comparación mía, tanto así que mi novio le pidió a su amigo que se quedara a dormir, no quería que manejara en ese estado… Mala idea.

La recamar que seria de Alberto estaba justo frente a la nuestra, Yeyo le dio la que tenia puerta para que según el, nosotros no lo molestáramos, y precisamente lo vi entrar tambaleándose de borracho, yo hice lo mismo con mi novio, al cual le había prometido una noche fabulosa.

Desde que entramos el no dejaba de tocarme, pero note que estaba siendo muy brusco, nada que ver con la sutileza de mi Alberto y sin mas remedio comencé a acceder a sus ordenes, de un movimiento me despojo de la blusa para hurgar entre mis pechos que horas antes habían sido morbosamente probados, pero sus labios no se detuvieron ahí mucho tiempo y rápido bajaron a mi pubis.

Con la falda levantada y la cabeza de Yeyo entre mis delgadas piernas tuve tiempo de voltear hacia la puerta para ver con agrado que ahí estaba Alberto, mirando escondido detrás de su puerta, eso me excito mucho mas, por lo que de inmediato tome a Yeyo de la cabeza y la moví frenéticamente, claro sin dejar de mirar hacia donde se ocultaba mi hombre, el que de verdad me calentaba.

Mi novio comprendió lo fogosa que estaba que se levanto y me pidió al oído aquello que tanto había deseado.

— Quiero darte por el culo Fátima — Me dijo con una voz entrecortada.

Yo anhelaba que mi Alberto viera aquello, pensaba dedicarle esa escena pornográfica y desde luego accedí, movida por el deseo de ser observada. Le ordene que no apagara la luz y este obedeció.

Poco a poco fue humedeciendo mi ano con su saliva olorosa a alcohol, mientras yo estaba de rodillas con la cabeza a la cama, y mis ojos sin dejar de ver entre la oscuridad a mi hombre.

Con una prisa que me incomodaba pero que a la ves poco me importo, comenzó a introducir su miembro dentro de mi ano, me estuvo metiendo varios de sus dedos para poder acostumbrarlo, pero esa cavidad estaba muy estrecha. Me dolía mucho al principio hasta que su pito entro casi por completo dentro de mi y lo hice que se detuviera un rato para acostumbrarme a ese dolor que comenzaba a ser insoportable.

Yeyo no tiene la verga muy larga pero si gruesa, me lastimaba mucho, hasta que pensé desistir, pero no, del otro lado del pasillo estaba Alberto y no podría quedar mal, yo anhelaba demostrarle que tipo de mujer era, quería que me deseara aun más.

De rodillas, levante mi trasero lo más que pude, ofreciendo mi culito a mi novio.

— ¡Cojelo ya que esperas! — Le dije como una puta, empujando mi ano contra su pene que estaba en la entrada, lo empuje y su verga gruesa entro de golpe dentro de mí, arrancándome un grito que lo excitaría mucho, pues comenzó a darme con fuerza, pero ya no me importaba, me cojio como quiso, supe que se daba gusto fornicando mi culito que se movía frenéticamente, al poco rato le fui tomando gusto a ese sexo, comenzaba a disfrutar como una puta, como una verdadera golfa que pide mas.

Mi novio estaba tan entretenido dándome por el culo que no se percato que yo miraba extasiada a Alberto, me di cuenta de que se masturbaba, con su mano sostenía su pene, y vi que era distinto al de Yeyo, no era tan grueso, pero si mucho mas largo.

En ese momento lo desee como nunca, quería tener entre mis labios aquella cosa hermosa mientras me cogian, ansiaba su larga verga entre mis tetas, pero aun no era posible, solo me conformaría con verla de lejos. Lo miraba y le sonreía, y cada que lo hacia arremetía contra el pene de Yeyo, el no sabia de si, solo oía como se quejaba de placer.

— ¡¡Qué rico culito tienes Fátima!!! ¡¡Como me gusta darte por aquí putita!!! — Me gritaba aumentando lo excitante del momento.

De ves en cuando miraba hacia abajo para ver como sus huevos chocaban contra mi vagina, la entrada y salida de su miembro ya era deliciosa, me sentía llena, puta, culeada. Mis piernitas me temblaban y Yeyo se aferraba con las manos como loco sobre mi trasero, quería meterme hasta los huevos, el muy cabron me dio la mejor de sus cogidas, y por el culo como siempre quiso.

Al poco tiempo terminaba dentro de mí, arrojándome su leche caliente en el interior de mi ano dilatado, Alberto vio esto y cerro su puerta inmediatamente, el show había culminado. Yo se que el también lo disfruto tanto como yo lo hice; el único que ni por enterado fue Yeyo que solo se limitaba a mamarme de mi culo su propio semen.

— ¡Me encanta tu culo Fátima, lo tienes hermoso! — Obvio, lo que me decía era el efecto de un buen sexo anal, después de eso, y si fue excelente, cualquier hombre amara el trasero de su mujer por muy pequeño que este sea.

Pero mi novio ya no me interesaba, yo me quería fornicar a Alberto, el si me había hecho vibrar sin siquiera penetrarme, anhelaba ese pene largo, lo ansiaba posado entre mis tetas que hervían, también quería comérmelo con el ano. Pero así me dormí esa noche, con las ganas de Alberto, ganas que complací por completo despues, pero esa ya es otra historia que en otra ocasión les contare.