Con el marido de mi amiga (II)
Por suerte mi amiga no sospecha de que nos estamos viendo a solas y muchas veces facilita las cosas.
Desde el día que tuvimos sexo a la apurada en el baño de la confitería a la que habíamos concurrido luego de que Mary nos dejara solos, luego de la reunión mantenida con la gente de la empresa que quería contratar nuestros servicios nació algo entre nosotros que nos mantiene unidos. El secreto de lo prohibido disfrutado tan intensamente de nuestra infidelidad nos excita cada día más. No se qué pasará el día que ella o mi marido se den cuenta o presientan algo.
Todo empezó la vez que fui a la casa de mi amiga y por esas circunstancias de la vida, que todavía no me explico bien del todo, comenzamos a acariciarnos y besarnos mutuamente, algo que ninguna de las dos había hecho antes con otra mujer y que no se si repetiré algún día.
Ese día nos descubrió Oscar cuando regresó antes de su trabajo y sin irritarse ni inmutarse por lo que estaba observando, se desnudó y se unió a nosotras en ese juego sexual que estábamos llevando a cabo.
Recuerdo que se sacó rápidamente su ropa dejando al descubierto un buen físico trabajado en el gimnasio y un enorme miembro al que no podía sacarle los ojos de encima. Por más que estaba pasando un buen momento con mi mejor amiga en esa experiencia única no habían dejado de gustarme los hombres y sobre todos sus miembros.
Percatado de la situación Oscar había acercado su verga a mi boca y fue entonces que miré a Mary como dudando y ante un gesto afirmativo de ésta me la puse a chupar golosamente.
Ella mientras tanto se dedicó a acariciarle los testículos y lo masturbó aceleradamente como si quisiera que acabara dentro de mi boca.
Y así ocurrió realmente dado que los lenguetazos y chupadas que recibía la pija iban acompañados por los movimientos de la mano de su mujer y él no se pudo contener y derramó su leche dentro de mi boca.
Fui sorprendida por el chorro y mi primera reacción fue sacármela de la boca pero inmediatamente me la volví a meter para succionarla hasta que saliera la última gotita de esperma.
Después recuerdo que cuando el semental se recuperó se dedicó a su mujer hasta que ésta dejó de cabalgarlo y me ofreció ocupar su lugar. No le importaba compartir al marido y hasta parecía que la excitaba y yo no desaproveché la oportunidad.
Esa fenomenal verga se introdujo en mi vagina y después fue alternando poniéndosela un poco a Mary y otro a mí. Cuando percibió que estaba por acabar se quedó dentro de su mujer y tuvieron un orgasmo fenomenal.
Desde ese día quedé prendada con ese hombre y recién lo pude tener para mí sola ese día en el baño de la confitería aunque tuvimos sexo muy a la apurada por temor a que nos descubrieran.
Por diversas circunstancias nunca más pudimos encontrarnos ya que Mary lo acompañaba a todas las reuniones y mi marido ya está queriendo sospechar algo, debido un poco a mi poca habilidad para manejar las cosas ya que cuando fue el cumpleaños de Oscar le mandé una postal vía mail en la que una rubia semidesnuda salía de una torta y le dije a mi esposo que no mandaba a la pelirroja para evitar suspicacias y malos entendidos ya que ese es el color de pelo que llevo ahora y él sorprendido me preguntó a qué se debían mis dudas ya que se trataba simplemente el marido de mi amiga y amigo común de los dos. ¡Me quería morir por haber sido tan tonta!
Pero por suerte, la mano cambió y tuvimos una nueva reunión con la gente de la empresa y Mary, que no sospecha nada, me pidió que combinara horario con su marido porque ella no tenía ganas de ir.
Así que, ni lerda ni perezosa me preparé para tener otro encuentro con ese hombre que me tiene tan deslumbrada.
Me vestí con una ropa muy sexy y ni les cuento cómo era la ropa interior. Todo encaje y transparencias. Un conjunto que me había regalado mi marido y que lo excitaba mucho cuando me lo ponía. Sabía que era nuestra oportunidad de vernos en privada y no quería dejarla pasar.
Tuvimos la reunión con esa gente, que fue bastante exitosa y luego nos retiramos en el automóvil de Oscar que tenía estacionado en una playa subterránea cercana al domicilio de la empresa.
Cuando nos ubicamos y antes de que arrancara me acerqué a él y le dí un apasionado beso que respondió con todo.
Entonces dirigí mi mano hacia la entrepierna de Oscar, le bajé el cierre del pantalón y le saqué el miembro afuera. Lo empecé a acariciar suavemente subiendo y bajando la mano con lo que provocaba que la piel se deslizara de arriba a abajo, dejando al descubierto la rojiza cabeza y excitaba sobremanera al hombre.
Casi sin que éste se diera cuenta del movimiento, me incliné y posé mis labios sobre esa brasa caliente y comenzó a succionarla como una aspiradora. Sin darme cuenta (o sí) me tragué toda la verga. La llevé suavemente hasta el fondo dejando visible únicamente el cuello de la misma. Lo pajeé con la boca, sin la ayuda de mis manos, las que estaban entretenidas en acariciar los velludos testículos.
Oscar no aguantaba más, quería apretar su miembro para evitar descargar su leche en mi boca. Parecía que nunca había gozado así con una mujer. Tal vez Mary no se la chupaba o no lo hacía como yo. Estaba enloquecido y metió una de sus manos por detrás de mí para poder llegar a mi vagina y comenzó a masturbarme delicadamente.
Comencé a mover mi trasero para sentirlo mejor. Me estaba excitando mucho no solo por lo que me hacía sino por verlo como se ponía él al mamársela.
Me dijo que me detuviera porque estaba por eyacular pero continué sin inmutarme. Solo emitía sonidos de placer cada vez que la hacía entrar y salir de mi boca.
Oscar me tiró de la cabeza para atrás para que dejara de chuparlo, pero me puse firme y no dejé escapar su miembro de mi boca. Se que a los hombres les gusta ello y por qué no decirlo, a mí también. Además si lo dejaba acabar afuera me podía manchar la ropa y ello hubiera sido tremendo para disimular cuando llegara a casa.
La descarga fue tremenda. Profusos chorros de semen fueron directos a mi garganta. Pensé que podía atragantarme pero supe cómo manejar la situación y me tragué toda la leche sin derramar ni una sola gota, por algo mi marido me decía siempre que era toda una experta en mamadas.
Luego pasé la lengua sobre las gotitas que quedaban adheridas todavía a la pija de Oscar y recibí un beso en la boca de agradecimiento.
Después de un ratito arrancó el automóvil y me preguntó si tenía tiempo porque me quería llevar a un hotel para estar más cómodos y retribuirme en parte lo que lo había hecho gozar.
Por supuesto que le dije que sí.
Esa historia la conocerán pronto.
Piru