Con el hijo de mi marido
Después de una crisis matrimonial con mi marido, me siento sola y su hijo se ofrece a ayudarme
Siempre dije que si mi marido me era infiel le dejaría, me divorciaría sin ninguna dilación, pero cuando se convirtió en realidad, lo cierto, es que mi mundo se vino abajo, y sólo quería volver con él.
Me presentaré. Me llamo Mila y tengo 42 años. Hace 10 me casé con quien hasta hoy es mi marido, Justo, quien tenía entonces un hijo de 9 años. Alex, fruto de su anterior matrimonio.
Me enteré por casualidad. Vi los mensajes del móvil y había varios muy elocuentes, pero sobre todo uno de ellos. “Todavía me estremezco cuando recuerdo lo que me hiciste ayer”. Por la fecha, recordé que aquella noche estaba de viaje de trabajo, o eso fue lo que me contó.
Tuvimos una fuerte discusión, en la que lo acorralé y no tuvo más remedio que reconocer su infidelidad. Me enfadé, pero sobre todo me disgusté muchísimo y en ese momento le pedí que se marchara de casa. Me contó que era una chica joven, de 23 años, y por lo que pude saber, bastante guapa, pero que no significó nada para él. Sólo fue una aventura.
Pensaba que me suplicaría quedarse, que le diese una nueva oportunidad, pero al día siguiente ya había alquilado un estudio y cuando volví a cas del trabajo ya se había llevado una maleta con sus cosas. Estaba desesperada y arrepentida por haber forzado la situación hasta aquel límite.
Intenté hablar con él varias veces, pero apenas lo conseguía ya que al pensar que había estado con otra mujer, me ponía de los nervios, y terminaba gritándole y él, por su parte, colgándome el teléfono. No soportaba que me hubiese engañado, pero tampoco que no estuviera conmigo. Le quería con locura y deseaba recuperarle a toda costa. Decidí llamarle, pero no me cogió el teléfono, así que decidí ponerle un correo, con un plan para el fin de semana.
Alex estaba estudiando fuera, y aunque había terminado el curso, le ofrecieron un trabajo en la universidad en los meses de verano y por ello se quedó allí. A menudo íbamos a verle, o venía él a nuestra casa. Se me ocurrió la excusa de pasar el fin de semana con su hijo. Como hacíamos habitualmente, pasábamos el día con él, y por la noche mientras él se iba con sus amigos, nosotros cenábamos y disfrutábamos del fin de semana solos.
Por fin conseguí que hablásemos y aceptó que fuésemos juntos a ver a Alex. Justo regresaría de viaje el viernes y más o menos le cogía de camino, por lo que decidimos quedar allí.
Me puse guapa. Me depilé, fui a la peluquería y me llevé una ropa interior sexy, lencería muy fina. Como sabía que saldríamos, busqué una ropa adecuada, un conjunto de camisa y falda corta, muy elegante, que sentase bien a una mujer de mi edad.
A primera hora de la tarde estaba en la habitación del hotel. Justo llegó una hora después. Le esperé en la cafetería y cuando llegó le besé efusivamente, y subimos a la habitación.
No le ti tiempo a relajarse. Comencé a desabrocharle la camisa, y mis labios se dirigieron hacia su torso desnudo. Me quité yo también el vestido y el sujetador, quedando mis pechos al aire.
Siempre he presumido de unos pechos abundantes y sobre todo muy firmes, pudiendo presumir a mi edad que desoyen las leyes de la gravedad.
Empecé a rozar mis pezones con su pecho hasta que se pusieron rígidos. Notaba que le gustaba. Mi boca se dirigió a la suya y le introduje mi lengua hasta la yugular.
Justo reaccionó de inmediato, llevó su mano a mi pecho y lo apretó firmemente. En ese momento no pude evitar pensar cuando se lo hizo a aquella joven y le pregunté.
- Seguro que las de tu amiguita son más duras que las mía pero..... ¿A que no te hace estas cosas?
Paró en seco y me apartó de su lado. Su semblante serio y su rostro desencajado me dio miedo. De nuevo había traspasado la línea.
- Jamás pararás con esto, ¿verdad? Siempre vas a recordarlo. Me voy......... Ha sido un error venir aquí.
- Por favor........ Perdona........... No pude evitarlo. Quédate. Disfrutemos de este fin de semana. Vamos a ver a Alex y después tú y yo solos a dónde quieras. Haremos el amor toda la noche.
Sólo obtuve la callada por respuesta, mientras que Justo volvía a vestirse, sólo que ahora lo hacía d sport, en lugar del traje que había traído. Cuando iba a salir por la puerta le pregunté.
- ¿A dónde te vas?
- Lejos de ti. Donde sea, pero lejos de ti.
- A ver a tu amiguita. ¿A que si?
- Vete a la mierda..................... – Dijo sus últimas palabras mientras abría la puerta de la habitación y salía por ella
Me quedé llorando, tumabada sobre la cama.. Esperaba su llamada, que volviera, un sms. Durante las siguientes dos horas sólo me movía para mirar el teléfono, buscando un sms de Justo, pero permanecía inerte. De repente sonó, me levanté sobresaltada pensando en que sería mi marido, pero no, era Alex.
- Mila. ¿Estás bien? Acabo de hablar con mi padre y dice que se ha marchado solo. ¿Habéis discutido? ¿Tú donde estás? ¿Sigues aquí o también te has ido?
Contesté a sus preguntas sin dar demasiadas explicaciones. Se notaba en mi voz que había llorado y estaba a punto de volver a hacerlo. Alex me dijo que saliésemos a cenar y a tomar algo. Que me vendría bien salir de la habitación. Que mañana vería las cosas de diferente forma.
No tenía ganas de moverme, y mucho menos de salir. Si las hubiera tenido habría cogido el coche y me habría marchado, pero ante la insistencia de Alex, decidí quedar con él. Iríamos a tomar algo en plan informal y tal vez llevara razón. Al día siguiente lo vería todo de manera distinta.
Salimos a picar algo. Mientras su bebida eran refrescos, yo comencé a tomar copas de vino. Poco a poco me fui desinhibiendo. Alex, en todo momento se comportó como un caballero, sin preguntarme nada de la discusión entre su padre y yo.
Cuando prácticamente habíamos cenado decidí sacar la conversación y explicarle el motivo de nuestro distanciamiento. Su padre tenía una amante, de casi su misma edad. En ese momento comencé a llorar.
Alex me consoló, intentando animarme. Me dijo de dar un paseo y lo hicimos. Estuvimos dando vueltas por la ciudad y le pedí que me llevase a tomar una copa a algún lugar donde soliese ir con sus amigos y no volver a los lugares que frecuentaba con mi marido, ya que me traerían malos recuerdos.
Estuvimos en un local de gente joven, donde seguro que yo era la persona con más años, doblando prácticamente la edad de la media. Allí Alex se encontró con un par de amigos y me los presentó. A los veinte minutos se marcharon. Me sentí mal por él y le dije que si lo deseaba, que se fuese con ellos, ya que no tenía que cargar conmigo toda la noche.
- Esta noche es para ti. No quiero verte triste. Ya iré con ellos otro día. Solemos salir casi todos los días. El trabajo en la universidad es muy relajado y sólo es por la mañana.
No insistí. No quería quedarme sola. Le agradecí lo bueno y comprensivo que estaba siendo conmigo. Al rato, decidimos marcharnos a otro lugar. La salida estaba abarrotada y vi momo me empujaba agarrándome por la cintura y por primera vez, tocó mi trasero.
Fuímos a otro local menos concurrido y con gente más mayor. La situación ahora era la contraria, el más joven de la sala era Alex. Pedimos unas bebidas y nos pusimos a bailar. Me daba cuenta como me miraba las piernas y el escote. Me había visto en casa, y tal vez también lo hiciera, pero fue en ese momento cuando percibí en él una mirada de deseo hacia mi.
Al principio me sorprendió, pero poco a poco comenzó a adularme la idea de atraer a un muchacho 23 años más joven que yo.
La música cambió de repente y se volvió lenta. Me sujetó por la cintura y me situó junto a él, agarrada a mi. Notaba que se había excitado. La falda era fina, de verano y el tanga también, por lo que percibía su calentón.
Me tenía agarrada por la cintura con una mano y otra por la espalda. A veces, ésta bajaba e introducía un dedo hasta tocar la goma del tanga. De un sentimiento de satisfacción por provocar a un joven, estaba pasando a otro de pasión en el que disfrutaba del momento. Nos miramos a la cara. Si hubiera sido otro hombre le habría besado, pero era mi hijastro, el hijo de mi marido.
Poco a poco el local se fue vaciando. Estábamos solos y bebiendo sin demasiadas ganas de separarnos. En esos momentos de la noche, la verdad es que seguía sin buscar nada, no deseaba tener sexo, sólo estar acompañada. Por eso le propuse que nos marchásemos.
Fuimos caminando hacia mi hotel. Me angustiaba la idea de quedarme sola, por eso le pedí que me acompañara. Cuando llegamos me preguntó como me sentía y sólo bajé la cabeza.
- Te llevaría a mi piso, pero están todos mis compañeros y no hay habitaciones libres.
- Sube y quédate – Le dije. – Sólo hay una cama, pero es grande. Tomaremos una última copa arriba.
No se hizo de rogar y subimos ambos a la habitación. Allí abrí el mueble bar y saqué unas bebidas. Me senté desolada, le agarré la mano y le dije con tono serio........
- ¿Crees que soy demasiado vieja? Sé que tu padre me dejará.
- Eres una mujer estupenda, guapa, inteligente.
Me levanté y deambulé por la habitación, soltando alguna lágrima. Él me abrazó, frotándome la espalda, por encima de la camiseta, desde el broche del sujetador hasta llegar a mi falda y tocar por fuera la goma del tanga. Dado que mi ropa era muy ligera, era seguro que notaba todo mi cuerpo. Le miré a la cara y me besó. Le miré sorprendida y se quedó parado temiendo haber cometido una locura.
Era cierto, la había cometido, pero yo me lancé suavemente hacia sus labios, besándole suavemente, una, dos, tres, cuatro veces............. hasta que sujetando mi cara introdujo su lengua en mi boca.
Nos dirigimos a la cama como dos posesos. Antes de llegar a ella saqué mi camiseta, dejando a la vista mis pechos cubiertos por el sujetador semitransparente que llevaba.
Estiré mis manos hacia atrás, intentando mostrarme lo más erótica posible. Flexioné las piernas y mi falda, ya corta, casi subió a la altura de mis bragas.
Saqué su camiseta, dejando su delgado torso desnudo al descubierto y enseguida, me dirigí hacia sus jeans, para desabrochar su cinturón. Con una pequeña ayuda suya, quedó tan sólo con su calzón.
Volvimos a besarnos, le tocaba sus pechos y él comenzó a hacer lo mismo con los míos. Sus manos bajaban por mi cintura, hasta que llegó a mi falda. Tan sólo tuvo que empujarla, ya que no llevaba ningún cierre, y esta comenzó a deslizarse hacia mis tobillos. Alex se encargó de sacarla y tirarla al suelo.
Estaba en ropa interior ante el hijo de Justo. A veces, hacía ya años, me había visto así, yo a él, a menudo desnudo, pero la situación que vivíamos en la habitación, era totalmente distinta a otra que pudiéramos haber vivido nunca.
No quería pensar en lo que estaba haciendo. Era una locura, una grata locura que me estaba poniendo a mil. Jamás había sido infiel a mi marido, pero en aquel momento era algo que necesitaba. Alex se sentía atraído por mi. Le gustaba a un chico de 19 años.
Se colocó entre mis piernas. Nuestros sexos se rozaban cubiertos únicamente por nuestras prendas más íntimas. Le sujetaba con mis rodillas, impidiendo prácticamente que se escapara de allí.
Continuamos tocándonos como locos. Sus manos ya no se apartaban de mis pechos y sus labios lo besaban, corriendo poco a poco el sujetador hasta alcanzar uno de mis pezones.
Hizo que me diese la vuelta. Imagino que contemplaría mi trasero, tan sólo cubierto por la fina tira del tanga, pero de inmediato fue al broche del sujetador y lo abrió. Estiré y contraje los brazos para que pudiera sacarlo por los hombros. Quedó prensado entre mi cuerpo y la cama. Tan sólo tuve que volver a darme la vuelta para quedarme totalmente desnuda de cintura para arriba ante mi hijastro.
Volvió a dirigirse a mis pechos, a estrujarlos y a morderlos. Los lamía suavemente, moviendo su lengua en círculo sobre mis pezones. Estaba muy excitada, me estaba volviendo loca con su boca.
- ¿Te gustan mis tetas? No tengo 20 años, pero creo que se conservan bien
- Por supuesto........... Me encantan. Son enormes, las tienes duras. Sólo tu cara refleja que eres mayor que yo. Tu cuerpo es el de una chica de mi edad.
Sus aduladoras palabras me hicieron besarle con fuerza. Fue el momento en que extendió su mano y la llevó a mi braga. Instintivamente abrí las piernas todo lo que pude, lo que permitía que palpase a su antojo.
Seguía besándole y dirigí la mano hacia su boxer. Tiré con fuerza de él hasta desnudarlo por completo. Mientras, su mano seguía imparable acariciando mi tanga.
Me parecía eterno. Alex no se decidía a desnudarme por lo que fuí yo quien le aparté, cerré las piernas y flexionando las rodillas, deslicé mi tanga hasta los tobillos, sacándolo y tirándolo al suelo.
Ahora estábamos los dos desnudos. Completamente desnudos. Mi sexo, que me había depilado completamente, para que mi cuerpo pareciera aún más joven, e inicialmente destinado a que lo disfrutase mi marido, ahora iba a ser su hijo quien lo tuviera a su disposición.
Alex dirigió su boca a mi sexo. No lo dudó. Volví a abrir las piernas para que pudiera gozar lo máximo de él, y de paso disfrutarlo yo también.
Manejaba su lengua a la perfección. Me volvía loca, tanto que comenzaba a dar gritos que temía, se oyeran fuera de la habitación. Sentía que estaba muy mojada.
- Déjame hacértelo yo a ti- – Le pedí
- No. Esta es tu noche. Voy a hacerte perder los papeles.
Sin duda ya lo estaba consiguiendo. Clavada en el colchón, con mis piernas abiertas y mi sexo expuesto a su lengua, que no paraba quieta, y que ya con sus dedos, había abierto aún más mi vagina y titileaba mi clítolis.
Jadeaba, me movía mientras mis manos se agarraban firmemente a la almohada y mi espalda se clavaba aún más en la cama. Estaba a punto de tener un formidable orgasmo.
Me toqué los pechos, los pezones, aún húmedos de la saliva de Alex. Fue el sumum, lo máximo. Iba a llegar tan sólo con la lengua de Alex.
Me corrí. Pensé que su padre también era muy bueno en la cama, y que de casta le venía al galgo. Quedé relajada, tumbada, pero de inmediato me dirigí a él y lo abracé.
- Gracias. Eres muy bueno conmigo.
- Tú habrías hecho lo mismo por mi. Te conozco desde hace muchos años y siempre te has portado como una madre.
- Si, pero esto............, no es precisamente una relación de madre e hijo – Respondí riendo.
Volví a besarle. Ahora le tocaba disfrutar a él. Le hice colocarse sobre la cama, con su miembro firme, y apuntando al techo.
Bajé mi cabeza y cayendo mi pelo sobre él, lo metí en mi boca. Comencé a lamerlo, sobre todo la punta y a veces, cambiando el ritmo, apretaba mis labios y le acariciaba los testículos para que disfrutara aún más. No gemía, pero le notaba respirar más fuerte.
Tardé dos minutos en llenar mi boca de su semen. Casi de inmediato, su enorme miembro se redujo a la mitad. Con mi marido no solía hacerlo, pero en aquel momento me tragué todo su esperma.
Los dos quedamos tumbados en la cama. Pero enseguida nos abrazamos de nuevo, haciéndonos arrumacos, pero sobre todo pegándonos, juntando nuestra piel.
Bromeaba con él. Le decía cosas picantes como excusa para llevar mi mano a su miembro. Después de dos o tres intentos, vi que reaccionaba y de nuevo volvía a estar en forma.
Me besó. Al principio con reparo, supongo que por haber estado mi boca en su miembro y haber tragado su leche, pero después volvió a lanzarse de forma apasionada.
- ¿Qué te gustaría hacer ahora? ¿Quieres seguir jugando o prefieres dormir?
- Si estás a mi lado no podré dormir. – Me dijo
- Qué rico¡¡¡ Eres un cielo¡¡¡ – Le piropeé – ¿Quieres penetrarme?
No contestó. Iba a adoptar la postura del misionero pero decidí colocarme de rodillas, para que lo hiciera por detrás.
- Tienes mi coño a tu disposición. Nada de sexo anal, No me gusta...............
Me agarró por detrás. Dirigió su pene a la entrada de mi vagina y me empitonó. Me agarraba fuerte y firme, disfrutando de mi.
Notaba como su pene entraba y salía de mi sexo. Volvía a estar excitada. Su miembro, ligeramente más grande que el de su padre me estaba volviendo loca de nuevo.
Siguió con la penetración. Cambiaba de ritmo frecuentemente, hasta que poco a poco, este se volvió rápido, continuo y su respiración más agitada.
Notaba como estaba a punto de volver a tener otro orgasmo. Se lanzó sobre mi, empujándome mientras me agarraba.
- Me voy a correr. No puedo aguantar más.
- Hazlo, cariño. Córrete, pero no lo hagas dentro, no tomo protección.
Me hizo caso y aguantando hasta el final para sacarla rápidamente y depositando su semen en mi trasero.
Caí exhausta. Estaba realmente cansada, aunque más contenta. Nos abrazamos y nos quedamos dormidos enseguida.
Unas horas después la luz entró en la habitación. Abrí los ojos, era temprano. Al ver a Alex durmiendo a mi lado, recordé de repente todo lo que había sucedido la noche anterior. No sabía si me arrepentía o no. Era casi una mujer divorciada, pero lo había hecho con quien era el hijo de mi, hasta ese momento, marido.
Me produjo una sensación muy tierna verle a mi lado. Me puse un camisón que había comprado para la noche romántica que pensaba disfrutar con Justo y me levanté al baño.
Al volver, vi que Alex estaba despierto. Acaricié su cara y le sonreí. De inmediato, me besó en los labios.
- Eres estupenda. Mi padre debe estar loco si piensa dejarte.
- Los años no perdonan, cielo. Sé que no puedo competir con esa mujer.
- Pero si estás buenísima. Te diré, que anoche mis dos amigos me lo dijeron. Que tenía una madrastra que estaba como un tren.
Volvimos a besarnos. Alex seguía totalmente desnudo. Yo sólo con un camisón corto y con un generoso escote.
Me sacó las hombreras y de nuevo mis pechos quedaron ante él. Ahora no se anduvo con muchos miramientos. Me besó los pechos y se colocó entre mis piernas.
Su pene volvía a estar duro. Directamente me penetró sin demasiados preliminares. Me volvía loca, le arañaba y besaba por todos los lugares a donde llegaba mi boca. Él hacía lo propio con mis pechos. Le sentía fuerte, dentro de mi.
Siguió con la penetración. Se levantaba para contemplarme, desnuda, tan sólo con un camisón que por arriba y por abajo, se había concentrado en mi cintura.
Estaba a punto de tener otro orgasmo. Él también. Siguió penetrándome. Yo llegué primero. Me relajé, pero mis piernas y mi sexo seguía abierto para que lo continuase trabajando. Momentos después, mi estómago se llenó de su semen.
Volvimos a hacernos arrumacos. Tonteábamos, hasta que en esos momentos llamaron a la puerta de la habitación.
Nos miramos extrañados. No habíamos pedido nada al servicio de habitaciones, y era demasiado pronto para arreglarla.
- ¿ Quien es?
- Mila cariño. Abre........... Soy Justo.
Alex y yo nos miramos sorprendidos y aterrados. Me coloqué el camisón, y el muchacho se colocó el boxer . Abrí la puerta................
Mi marido quedó desconcertado al ver allí a su hijo. Antes que sacara ninguna conclusión decidí hablar yo primero.
- Anoche estaba muy mal y Alex se ofreció a acompañarme y se ha quedado a dormir conmigo. Espero que no te importe.
No contestó. Él jamás habría pensado en una relación entre su hijo y yo. En realidad, yo tampoco. Eso me dio un cierto respiro.
Me giré hacia la cama para buscar mir ropa. No había caído en ello. Las sábanas estaban totalmente revueltas, notándose que no habíamos dormido cada uno en un lado y había tenido demasiado movimiento.Además mi tanga, sujetador, mi pequeña falda y camiseta se encontraban mezclados con los pantalones y camisa de Alex. Sólo me quedó bajar la cabeza y rezar para que no se diese cuenta.