Con el guardia de seguridad
Caliente y sin mi novio cerca.
Al terminar la licenciatura en administración comencé a trabajar como asistente en una agencia de publicidad. El trabajo era de lo más relajado,a excepción de algunas ocasiones en las que había que quedarse hasta la noche empacando material promocional. Por esa época, aunque seguíamos con nuestra relación, Cheko y yo estábamos un poco distanciados, el trabajo cada vez nos permitía vernos menos.
Un viernes por la tarde, después de dos semanas sin sexo me sentía cachondísima, pero aún faltaban varios días para poder ver a mi novio. Eran las siete de la noche y por todo el material que había que empaquetar aún estaría en la oficina por lo menos tres horas más.
El edificio estaba cada vez más vacío, al menos en mi área solo quedaba yo; me sentía muy cansada, el estrés de la semana ya se había acumulado. Tanto era mi fastidio que hubo un momento en que tiré todo el material que había sobre mi escritorio.
Estaba por levantar todo mi reguero, cuando vi al guardia del edificio, quien atraído por el ruido se asomó para ver lo que pasaba.
-¿Todo bien? Me preguntó.
-Sí, disculpe mi desastre. Sonreí avergonzada por mi ridículo arrebato.
-No se preocupe, a todos nos pasa. Le ayudo, para que se pueda ir a descansar.
-Muchas gracias. Sonreí con verdadera gratitud.
Terminamos de levantar el material del piso y comenzamos a armar los paquetes. Él se sentó a lado de mí, aunque no había ninguna necesidad, prácticamente pegado a mi cuerpo, no le di importancia. Él era un hombre no menor a 40 años, con panza pero no tan gordo, apenas unos centímetros más alto que yo, piel morena y manos grandes.
Intentó hacerme conversación, me preguntó por mi novio, cómo es que una chica como yo estaba trabajando en viernes y a esas horas. Yo procuré no dar muchas explicaciones, pocas ganas tenía de hablar; sin embargo, no pude evitar notar que aquel guardia no perdía ocasión de rozar mis pechos, poniendo como pretexto que tenía que atravesar su mano para tomar los materiales. Era difícil que con sus tocamientos constantes no se diera cuenta de los duros que se me estaban poniendo los pezones, puesto que yo no traía sosté y la tela de mi blusa era muy delgada.
Con su ayuda pude terminar mi trabajo en menos de la mitad del tiempo, pero no me pareció correcto salir corriendo sin agradecer su ayuda, aunque sea con una plática. Continuamos sentados, platicando sobre las ventajas y desventajas de trabajar para la agencia. Él era muy gracioso y algunos de sus comentarios me hacían reír demasiado.
Era obvio que su confianza para conmigo iba en crecimiento, tan es así que aprovechaba la más pequeña oportunidad para poner su mano sobre mi pierna.
-Bueno, me tengo que ir; dije después de un rato que consideré considerable.
- ¿Tan pronto? ¿vas a salir vestida así y con este frío? Dijo mientras descaradamente frotaba mi pierna, para hacer énfasis en lo corta que estaba mi falda.
-Entre más tarde salga más frío me dará, además traigo abrigo. Sonreí.
Me puse de pie y tomé el abrigo que estaba colgado en el respaldo de mi silla.
-Permíteme, yo te lo pongo.
Me quitó el abrigo de las manos y se puso detrás de mí; pude sentir como se pegaba a mi cuerpo, y en lugar de cubrirme con la prenda me rodeó con sus brazos, posando sus manos en mis pechos. Yo me puse un poco tensa, pero automáticamente erguí mi cuerpo levantando más el trasero para sentir su ya muy notoria erección. Sujeté sus manos, presionándolas más hacia mis senos.
-¿Y si mejor yo te quito el frío mamita?
En lugar de responderle di media vuelta y acerqué mis labios a los suyos, y mientras con su lengua invadía mi boca con sus manos estrujaba mis nalgas, nos besamos con verdadero deseo.
Después de un rato de rico magreo, sin dejar de besarnos, me acercó a la que hasta hace unos minutos fuese nuestra área de trabajo y levantándome de las nalgas me sentó sobre ella. Se colocó entre mis piernas y comenzó a besarme los pechos, ya no pude más, bajé el zipper de su pantalón y saqué su delicioso miembro: no era largo, su longitud era más bien normalita, pero si era muy grueso y lleno de venas, parecía a punto de estallar.
Me abrí más de piernas, mientras empujándome hacia él me daba la primera estocada, sentí su falo entrando en mi cuerpo y un gemido escapó de mi boca.
-Qué rica estás mami, y qué caliente ¿te gusta?
-Sí, sí me gusta.
El placer era tanto que apenas pude decir aquella escueta frasecilla, pues no solo me gustaba, me hacia sentir realmente completa el sentir una verga entrar y salir de mi cuerpo.
-Estás buenísima, desde que vi que estabas sola quise cogerte, pero no pensé que fueras tan puta y luego luego aflojaras. Mamita me encantas
Él entraba y salía sin soltar mis nalgas, besaba y mordía mi cuello mientras yo arañaba su espalda.
-Ya no aguando putita, me quiero correr, quieres que lo saque.
Como respuesta lo presioné más hacía mí clavando mis uñas en su espalda, su respiración se aceleraba cada vez más y pude sentir como los espasmos de su miembro aumentaban mientras llenaba mi interior de semen, perdí la noción del tiempo y el espacio, ya no era dueña de mí, tuve un rico e intenso orgasmo.
Nos besamos todavía un buen rato más. Después nos despedimos con la promesa de repetir esa experiencia.
Me fui a casa pensando que no importaba cuan lejos estuviera mi novio, siempre habría una rica verga cerca.