Con el casero II

Sigue la historia con nuestro casero y las cosas se complican.

El casero cumplió su palabra, y empezó a pasarse por casa. La cosa empezó al día siguiente. Llamó a la puerta, Marcos abrió y se quedó petrificado. El casero le empujó, pasó hasta el salón donde estaba yo y me miró. Me hizo una señal con la cabeza, y se dirigió sin esperarme a nuestro cuarto. Me iba a follar en nuestra cama, y la idea hizo que mi polla se hinchara.

Miré a mi novio. Estaba dolido, con la cabeza gacha. No iba a pelear por mí. Perfecto, iba a ser yo mismo el que luchara por mí, e iba a hacer lo que quisiera. Aún tenía el culo dolorido por la follada que me había dado el día anterior, pero eso no me había detenido nunca, ni iba a hacerlo ahora. Fui hacia el cuarto, Marcos me siguió, pero al entrar, cerré la puerta detrás de él.

El casero se rió. Estaba mirando cosas de nuestro cuarto hasta que entré yo. Noté el aura de macho de ese hombre. No se había duchado, olía a sudor y a hombre.

-¿No quieres que ese mariquita vea cómo se hace?

Negué con la cabeza. Estaba cabreado en parte, y el morbo de lo que pasaba me había impulsado a hacer cosas que no pensaba que podría hacer.

-De rodillas- gruñó mientras sacaba su rabo, ya morcillón.

No tuvo que decirlo dos veces para que me lanzara hacia ese manjar. Era grande, rosado, posiblemente unos 18 centímetros de carne gorda. Ya asomaba una gota de precum entre los pliegues del prepucio. Golosamente lo lamí.

Me vino una bofetada. No me la esperaba y me descolocó bastante.

-No te he dado permiso para eso –me agarró del pelo. Esperó diez segundos-. Ahora. Más te vale hacer la mejor mamada de tu vida.

Y desde luego que lo intenté. Me lancé a por su rabo. Le descapullé, pasé la lengua por su glande. Una y otra vez, haciendo círculos . Le oí suspirar, y apoyarse en la pared. Mi bulto creció hasta hacerse doloroso en mis pantalones. Empecé a meterme más de su rabo en la boca. Poco a poco iba descendiendo más.

-Dios, sí que sabes comer polla.

Poco a poco me iba metiendo el rabo. Ya me llegaba hasta la entrada de la garganta. Fui forzándome hasta llegar a tener todo su rabo metido. Aguanté la respiración. Él gruñía, y cuando fui a retirarme puso su mano en mi cuello, impidiendo que me moviera. Empezó a faltarme el aire. Al final soltó cuando estaba entrándome la arcada y las lágrimas. Me soltó otra bofetada.

-De cuatro patas en la cama.

Abrió la puerta del cuarto mientras me bajaba los pantalones y me colocaba a cuatro patas. Ese día llevaba puesto un jockstrap, y decidí no quitármelo. Al menos hasta que él me lo mandara. Marcos estaba en la puerta, con los ojos llorosos.

-A partir de ahora, tu único cometido es lubricarle el culo para que yo me lo folle. Date prisa.

Le miró sin terminar de comprender. Yo no me giré hasta que noté su lengua en mis glúteos. Intenté no disfrutar con eso. El cabrón me había vendido y ahora yo iba a disfrutar sólo lo que un macho era capaz de hacerme. Él no lo era. Pero la verdad es que lo hacía francamente bien, y escapó un gemido entre mis labios. El casero me volvió a bofetear:

-Tú no disfrutas. Nadie aquí disfruta menos yo.

Y agarrando a Marcos del pelo le clavó la polla hasta la garganta. Él se asustó, pero intentó relajar lo más posible para tragar ese pedazo de carne.

-Te vas a quedar aquí sentadito para darme lubricación cada vez que quiera.

Le apartó de mi culo, y la metió. De una embestida entró hasta la mitad, y yo vi las estrellas. La sacó y escuché cómo Marcos se ahogaba. Se la había vuelto a meter en la boca. Después, noté la lengua de Marcos otra vez en mi culo. Y ya no volví a disfrutar en un buen rato. Porque el casero la metió hasta el fondo, y bufó. Se volvió a convertir en el toro del día anterior.

Puso sus manos en mis caderas, y apretó. Noté cómo dejaba caer su peso sobre mí, y apoyar su mano en mi cabeza para simplemente ofrecerle mi culo. Empezó a meterla y a sacarla bruscamente. Yo gritaba, y cuánto más parecía quejarme yo, más fuerte parecía él querer meterla, más hasta dentro. Notaba sus huevos chocar contra mi culo.

-¿Qué, mariquita? ¿Ya ves cómo hay que follarse a una buena puta?

Me giré, y me sorprendió encontrarme a Marcos con el rabo sacado, masturbándose furiosamente. Ya no había dolor en su mirada, sólo deseo.

Pasó un rato en el que el casero simplemente me violaba. Me giró en distintas posiciones, siempre sometiéndome y sin dejar que me tocara. Marcos hizo intento de satisfacerme, pero le apartó de un empujón.

-Yo soy lo único que necesita esta zorra para correrse.

Y siguió dándome duro. Sometiéndome. Empecé a disfrutar y a mover mi culo para que entrara más dentro. Él lo notó y subió la velocidad. Los sonidos de sus huevos chocando contra mi culo me llevaban al éxtasis. Empezó a golpear en el punto exacto dentro, y vi las estrellas. Las últimas embestidas fueron las más fuertes que me han dado nunca, y llegué a notar los trallazos de su leche saliendo de su polla. En ese momento se me borró la visión, se me contrajo el culo y empecé a correrme sin haberme llegado a tocar. Se dejó caer encima de mí mientras seguía llenándome de leche.

-¿Te gusta cómo te folla tu macho? –me dijo al oído.

En ese momento escuchamos cómo Marcos tenía un orgasmo tan intenso como el nuestro. El casero empezó a reírse:

-Puto maricón que se corre cuando se follan a su novio.

Le dio un golpe en el capullo con la mano.

-No te vuelvas a correr sin que yo te deje hacerlo, ¿me has entendido?

El casero salió de mí en ese momento. Se subió los pantalones, y miró a Marcos.

-Puedes comerte mi leche de su culo si quieres –él se lanzó a hacerlo-. Escuchad, no puedo teneros aquí simplemente por poder follarme ese culito. Necesito dinero. Mañana va a venir alguien a mi casa –me dio un azote-. Te quiero allí  a las 6 de la tarde. Te van a follar, y me van a pagar a mí.

Me quedé congelado. Pero mi polla respondió volviéndose a quedar morcillona. Él se rió.

-Qué bien nos lo vamos a pasar tú y yo.

Continuará