Con el casero

Poco sabía sobre el arreglo al que habían llegado mi novio y el casero, pero pronto me iba a enterar.

Mi novio y yo llevábamos unos meses muy achuchados económicamente hablando. Me habían echado del trabajo de mierda que tenía en un supermercado, y con su sueldo apenas llegábamos a fin de mes. Para imaginarnos, somos los dos osos. Aunque yo soy más joven que él, y muchas veces cariñosamente me llama ‘cachorro’, no le va el rollo daddy-son. Aún así, sabe que a mí no me importaría probarlo alguna vez. Los dos somos de altura 1’80, rellenos, con bastante pelo, aunque a él le llega a cubrir la espalda, calvetes y barbudos. Muchas veces nos confunden con hermanos por la calle y eso nos hace mucha gracia.

El sexo con él siempre ha sido bestial, es una de las cosas por las que me animé a tenerle como pareja. Aunque acababa de salir de otra relación en la que follaba muy mal, él consiguió que tuviera 7 orgasmos en menos de 24 horas, y nadie había conseguido eso. Aún así, yo tengo 24 años, y hay muchas cosas que quiero probar. Los tríos de momento estaban fuera de alcance, aunque yo había fantaseado varias veces con eso. Él, Marcos, tiene una polla de 15 centímetros. Sí que es cierto que no es de las pollas más grandes que me he metido, pero sí que es el que mejor me ha demostrado que sabe usarla, haciendo que no sea capaz de parar de gritar mientras embiste una y otra vez.

En fin, ese mes no habíamos podido pagar el alquiler. Ni los dos anteriores. El casero en un principio se mostró comprensivo, pero después de tres meses, ya no lo estaba tanto, y esa tarde, apareció en nuestra casa de sorpresa. En ese momento, Marcos y yo estábamos follando, y él entró con la llave, así que nos pilló en mitad de la faena.

Marcos, sentado en el sillón del salón, desnudo, fumándose un cigarro, mientras yo estaba de rodillas enfrente suyo dándole una mamada espectacular. Siempre me ha puesto muy cachondo los hombres machos, y el hecho de que él llegara a fumar mientras se la comía me encendía a extremos que jamás había pensado. Sin usar las manos, me metía su rabo entero, hasta rozar con la campanilla. Su mano en mi nuca marcaba el ritmo, a veces lento, a veces frenético. Le encanta que me atragante con su rabo, y cuando pasa, me lo saca de la boca y me da una pequeña bofetada en la cara. Entonces levanta su polla y me acerca la cara hasta sus huevos, que yo devoro en ese instante, pasando de uno a otro, lamiendo de arriba abajo. Y subo de nuevo despacio hasta su capullo, que me espera enrojecido de nuevo a que vuelva a tragarlo. Paso la lengua por el capullo, notándole como murmura, y suspira, y cuando me lo vuelvo a meter en la boca, lo hago lento, notando como la piel de su polla va entrando en mi boca. Aprieto bien los labios para que él lo note, hasta que se cansa, y con un movimiento de cadera me la clava hasta la garganta. En ese momento sujeta mi cabeza y empieza a follarme la boca con el cigarro entre sus labios. Yo en esos momentos tengo la polla a reventar, pero sin tocarme. No me deja.

-Vaya puta golosa que has encontrado –escuchamos de repente a la espalda del sillón. Nos giramos, y nos encontramos con Victor, nuestro casero. Casi 50 años bien llevados. Con canas, barba de candado, y la camisa abierta dejando ver su pecho peludo. Marcos ya vivía aquí y me dijo que alguna vez se le había insinuado, pero que no habían hecho nunca nada. No terminé nunca de creérmelo, y siempre me pareció morboso imaginarlos a los dos en la cama

La cara de Marcos se quedó blanca.

-¿Has usado la llave para entrar? –dijo mientras yo me incorporaba.

Él rió:

-Claro, tío, nunca contestáis cuando llamo, y esta vez sabía que estabais en casa porque se escuchan los gemidos desde el portal.

Yo enrojecí. Marcos había perdido la erección. La situación era un tanto extraña:

-Mirad, lleváis tres meses de retraso en el alquiler. Y aunque he sido comprensivo, ya me estáis tocando los huevos. Pero seguro que podemos llegar a un acuerdo –dijo mientras se pasaba la mano por el paquete.

Yo me encendí enseguida. Aunque sabía que a Marcos la idea no le iba a hacer demasiada gracia. Pasé una mano por su espalda. Le miré, me miró, y suspiró:

-¿Qué quieres que hagamos?

El casero sonrió mientras apartaba a Marcos del sillón y se sentaba él.

-Traéme un puro, tú –me dijo sin decir mi nombre. Eso hizo que me excitara más. Él debía saber que a Marcos le gustaba fumarse un puro de cuando en cuando, lo que no tenía por qué saber es que yo me podía estar las dos horas que le duraba el puro comiéndole la polla sin descanso.

Se lo traje lo más rápido que pude, aún desnudo con la polla morcillona. La verdad es que toda la situación me estaba dando mucho morbo, y el casero se dio cuenta. Me sonrió mientras ponía el puro entre sus labios y lo encendía:

-Seguid, seguid con lo que estabais antes.

Miré a Marcos, me miró, y despacio me puse de rodillas. Su polla había bajado, pero me la volví a meter en la boca, y no tardó mucho en recuperar lo que antes era. Paseaba la lengua de arriba debajo de su tronco, haciendo que de cuando en cuando suspirara. El ambiente se marcó con el olor del puro del casero, y eso hacía que yo chupara con auténtica devoción. El sabor del presemen de mi novio hacía que me esforzara más y más. Con la mano empecé a pajearle mientras mantenía mis labios pegados a su rabo, subiendo y bajando aumentando el ritmo. Miré hacia el casero. Se había sacado el rabo, y lo masajeaba suavemente, subía y bajaba su prepucio despacio. Tenía un rabo bastante más grande que el de Marcos, al menos de 19 centímetros, y yo empecé a babear por metérmelo en la boca. Él lo noto, porque me hizo un gesto para que me acercara. Me separé de Marcos, le miré, y él vio lo que el casero hacía.

-Tú, ahí quietecito, que voy a disfrutar ahora de tu novio

Me acerqué gateando hasta él. Me miraba con una sonrisa traviesa. Con la mano en su polla, me dio golpes en la cara, antes de dejar que lo probara. Antes de darme cuenta, agarró mi nuca y clavo su rabo hasta que tocó mi garganta. Puse cara de susto y se me salieron las lágrimas, y al apartarme, me lanzó un gapo a la boca.

-Muy bien, puta. Otra vez.

Y la escena se repitió tres o cuatro veces. Ya dejé de contar mientras violaba mi garganta. Él gruñía y me forzaba con una mano mientras sujetaba el puro con la otra. Al final se tiró en el sillón, y me dejó hacer a mí. Y ahí me apliqué yo a fondo. Mientras, mi novio seguía sentado, mirando, sin tocarse pero con la polla dura.

-Cómele el culo, prepáralo

Y de repente noté a Marcos con la lengua pegada a mi ojete. Penetrándolo con la lengua suavemente al principio, soplando un poco, y metiendo la boca de nuevo. Empecé a gemir de puro gozo.

-Vas a ver ahora lo que es un macho de verdad.

Me levantó, apartó de un empujón a Marcos y me obligó a ponerme de cuatro patas en el sofá, ofreciendo mi culo.

-¿Condón?

-No, puta, este macho va a reclamarte.

Y rugiendo me la clavó hasta los huevos. Un ardor me invadió el culo, y grité. Mi novio gritó también reclamando que se pusiera el preservativo, pero el casero ya no escuchaba a nadie. Bramando como un toro, me agarró de las caderas y sin dejarme lubricar, empezó a violarme. La sacaba entera y la volvía a meter. El dolor me tenía paralizado y sin dejar moverme, y aunque mi novio intentó moverle, sólo recibió un empujón y una amenaza de desahuciarnos. Después de eso, él me miró con cara triste. Me estaba prostituyendo, con el casero. Le había ofrecido mi culo, y ahora él se lo estaba cobrando. Leí la verdad en sus ojos, eso había sido pactado de antemano. Y en vez de molestarme, hizo que me pusiera cachondo.

El toro bramaba mientras embestía. Con las manos en mis caderas empezó a moverse sin importarle si me hacía daño o no. Él era el macho, él importaba y yo sólo era el desahogo. Y a mí me dolía, pero a la vez estaba muy excitado. Fui a tocarme  para intentar combatir el dolor con placer, pero eso me desequilibró, haciendo que su polla saliera.

-Puta, tú no te tocas –gritó mientras me daba una bofetada. Yo gemí, y al ver que me gustaba, al volver a clavármela empezó a darme en el culo, gritando. Me llamaba puta, me preguntaba si me gustaba su polla, si la prefería a la de mi novio. Y aunque el sexo con Marcos era mejor, no iba a negar que estaba disfrutando de ese polvo, sobre todo desde el momento en el que su rabo empezó a darme sólo placer.

Se giró hacia mi novio, y gritando le dijo:

-Mira cómo hace disfrutar un buen macho, mira.

Empecé a notar la violencia de sus embestidas, pasé mi mano por mi entrepierna y rocé sus huevos cuando chocaban contra mi culo. Empezó una cabalgada frenética, y pude comprender por dónde iba:

-¿Quieres que me corra en tu culo, puta? ¿Quieres qué te marque?

Yo ya no estaba presente. Mi cabeza se había ido, ya sólo quedaba sexo en mi cabeza, el poder de su polla, los huevos gordos, la leche que iba a inundar. El placer de mi próstata siendo golpeada con fiereza.

-Síiiii –gemí

Marcos gimió de dolor también, pero ya era tarde. Con un gran empujón noté cómo la polla del casero se hinchaba dentro de mi culo, y él gritaba de placer. Las siguientes embestidas metieron su semilla más hacia mi interior si cabe.

Cuando salió de mi cuerpo sentí un gran vacío, y noté la lefa recorriendo mis piernas, saliendo desde mi culo.

-Tú, límpiaselo con la lengua, y tú, limpiame la polla con la boca.

Aunque acababa de follarme sin goma, me lancé golosamente sobre los restos de lefa. Mi chico se agachó sobre mi culo, y los dos comimos la lefa del macho que acababa de marcarme.

-A partir de ahora es mío, y lo cogeré cuando quiera, o estaréis de patitas en la calle.