Con el amigo de mis padres
Relacion con un amigo de mis padres
Es la primera vez que escribo, pero necesito contarlo, no sé cómo decirlo pero siento que una vez lo haya hecho me voy a quedar más tranquila y creo que por aquí es un buen sitio.
Me llamo Ainhoa, soy delgada y mido 1.68, mi pelo es liso y negro, los ojos verdes, utilizo una talla 80 de sujetador y mi culo es pequeño pero firme, tengo 31 años y por circunstancias llevo casi tres años viviendo en casa de mis padres.
Mis padres se reúnen casi todos los fines de semana con otras cuatro parejas para pasar el día, comen y cenan cada vez en casa de una de ellas, y cuando vienen a casa de mis padres yo también suelo quedarme con ellos.
Hace siete meses me enrollé con Antonio, que es el marido de María, una de las parejas amigas de mis padres, fue en una de dichas cenas, y desde entonces han venido a nuestra casa otras cuatro veces y en todas ellas nos hemos liado.
Solo tenemos relación cuando vienen a nuestra casa, no tengo ni su número de teléfono, ni mail, nada, solo coincidimos en estas celebraciones y desde esa fecha siempre hemos sacado un rato para nosotros sólos.
Antonio es, no sé cómo decirlo, a él le excita mirar y expiar a las mujeres, no pierde ocasión, siempre anda mirando escotes, piernas, culos o todo lo que pueda ver de una mujer, de hecho en las cenas le he llegado a pillar haciendo fotos con el móvil por debajo de las faldas de las mujeres de sus amigos, incluso de mi madre.
Antonio es un señor casado con María, tiene dos hijas, supera los cincuenta y cinco años, es delgado, tiene el pelo rizado y con canas, buena presencia y charlatán.
Para esta cena en casa de mis padres me puse un top blanco encima de mi sujetador del mismo color y una minifalda de volantes negra, sin ropa interior, y unas sandalias planas.
Por fin todos estaban en casa, nos sentamos en la mesa de la bodega, yo un asiento a la izquierda frente a Antonio, la comida discurría entre risas y comentarios, yo le hice un gesto a Antonio para que mirara por debajo de la mesa y el dejando caer su tenedor al suelo, lo hizo.
Yo tenía las piernas abiertas, con mis manos me subí un poco más la mini y dejé al descubierto mi secreto, yo no podía verle la cara, pero cuando se incorporó puedo asegurar que por el rostro tan rojo que tenía, lo había descubierto.
Fueron varias veces más durante la comida, las que Antonio tuvo que agacharse a por la servilleta que casualmente se le caía al suelo, yo no dudaba en enseñarle mi coño una y otra vez, incluso una de esas veces metí mi dedo para ponerle más cachondo.
Ya habíamos recogido la mesa después de comer, las mujeres se pusieron a jugar al parchís, y los hombres se juntaron con sus gin-tonic en los sofás.
Aunque no jugaba, me senté al lado de María, sabiendo que tarde o temprano, Antonio se iba a acercar a mí.
Al cabo de un rato, así sucedió, Antonio se sentó justo a mi lado, y sin mediar palabra, noté como su mano se colocaba en mi rodilla izquierda, para tras unos segundos ir metiéndola por debajo de mi falda.
Yo ni le miraba, sentía una sensación de miedo por si nos pillaban y una de placer por el morbo de estar justo al lado de su mujer, de hecho, nuestros brazos se tocaban.
Sentí como con su dedo ya rozaba los pelos de mi vagina, me coloqué lo más al borde de la silla que pude y así le puse más fácil que me metiera sus dedos dentro de mí.
Su dedo rozaba mi clítoris con suavidad, yo seguía como si nada, mirando la partida y comentando con ellas, de repente noté como un dedo me perforaba, lentamente lo movía dentro de mí.
Mi mente estaba invadida por el miedo y mi coño por los jugos del placer, con mi cuerpo pegado al borde de la mesa para evitar que nos viese, abrí más las piernas para facilitarle el trabajo, lo cual Antonio aprovechó para introducir otro dedo más.
Poco a poco, sentía como mi respiración se agitaba más y más, así que con disimulo aparté su mano de mi cuerpo.
Estaba caliente, quería seguir disfrutando, pero no podía ser allí, así que me levanté y comenté en alto que me iba a hablar por teléfono a mi habitación.
Era un mensaje claro para Antonio, pero al que nadie más le iba a dar importancia.
Entré en mi habitación, me senté en la silla del escritorio y comencé a masturbarme suavemente.
No pasó casi tiempo cuando Antonio entró sigilosamente, me miró y vino hacia donde yo estaba, se colocó de rodillas delante de mí, abrí las piernas y me levanté la minifalda del todo, acto seguido acercó su cara a mi coño y comenzó a chupármelo con la lengua.
Yo le presionaba la cabeza contra mi cuerpo mientras el introducía su lengua dentro de mi cueva, mis jugos se mezclaban con su saliva, su lengua jugaba con mi clítoris, produciéndome un gran placer.
Notaba como el orgasmo se acercaba, intentaba aguantar mis gemidos, hasta que mi cuerpo empezó a convulsionar y por fin me corrí.
Antonio sonreía, se puso de pie, se bajó el pantalón y el calzoncillo, dejando ver su gruesa polla toda tiesa.
Acepté la invitación, cogí un preservativo del cajón de mi mesilla, me arrodillé para ponérselo, pero antes recorrí con mi lengua todo su miembro de arriba a bajo varias veces.
Me cogió de los brazos y me puso en pie, me apoyo en el borde del escritorio, yo doblé mi cuerpo y abrí las piernas, sentí como su pene entró sin ningún tipo de dificultad, y sin perder ni un segundo comenzó a follarme bruscamente.
Estábamos los dos a escasos metros, no solo de María, su mujer, sino de mis padres y de todos los demás amigos, es una sensación excitante.
Sus embestidas hacían que todo mi cuerpo se balancease, su polla entraba y salía con rapidez de mi coño, mientras yo con mi mano acariciaba mi clítoris.
El ritmo era cada vez más rápido, sus manos me sujetaban por la cintura cada vez más fuerte, yo apoyé mis dos manos para no caerme, sentía que su polla estaba dura como una piedra, su cadera golpeaba mi culo, hasta que por fin se corrió.
Nos volvimos a colocar la ropa, nos besamos y él bajó primero, fue un polvo rápido pero intenso, sobre todo por la excitación que produce el miedo a ser pillados.
El resto de la tarde trascurrió con normalidad, yo me insinuaba con gestos he intentado mostrarle mis atributos para que se pusiera cachondo, porque le encanta y ver como su polla crece debajo del pantalón me excita muchísimo, y de vez en cuando nos buscábamos rozándonos con cuidado de que nadie nos viera.
Sinceramente, me siento enganchada, incluso me veo que soy capaz de hacer cosas que nunca antes me había imaginado ser capaz de hacer, él tiene mucha más experiencia que yo y se aprovecha de ello, pero yo estoy dispuesta.