Con dos hermanas

Dos hermanas deliciosas.

Las había conocido en un pequeño bar de Guadalajara y sin muchas palabras de por medio nos habíamos ido a mi departamento.

Una de ellas, Sara, parecía ser la más interesada en mí, sin embargo las dos habían aceptado tomar unas copas en mi casa.

Cuando llegamos preparé los tragos y comenzamos a hablar. Yo me excitaba con solo el hecho de estar con dos deliciosas mujeres en mi casa y no veía el momento de hacer mi movimiento sobre Sara, pues Carla parecía seguir sin interesarse.

Cuando Sara se levantó por hielo no dude en seguirla a la cocina, y estando de espaldas a mi, sacando el hielo, me acerqué por detrás, la tomé de la cintura y comencé a besare el cuello.

Ella respondió de inmediato y comenzó a mover su delicioso trasero contra mi erecto pene, y aunque la ropa nos separaba, podía sentir como palpitaba mi glande contra sus nalgas.

Mis manos se metieron debajo de su enagua y comenzaron a acariciar su vagina sobre las pantys, húmedas hasta la transparencia, mientras seguía chupando su cuello.

La puse de frente a mi y comencé a meter mi lengua en su boca, chupándole la boca mas que besándola, mientras con mis manos me agarraba a ese delicioso culo.

Sus manos abrieron mi cremallera dejando expuesto mi pene, y sin necesidad de palabras se arrodilló delante mió a chupármela. Su lengua jugaba con mi glande y luego abría a boca para comerme entero. Yo estaba en trance y no noté cuando Carla entró a la cocina.

Estaba parada en la puerta, mirando a su hermana mamarme la verga, mientras con una mano se acariciaba uno de sus senos. Cuando nuestros ojos se encontraron ella sonrió de manera un poco fría. Con una de mis manos le pedí que se acercara y lo hizo sin mucha gana. Cuando estaba a mi lado comencé a acariciar sus pechos, levanté su blusa y su brasier y se los acaricié.

Sara seguía mamando como si nada hubiera pasado, aunque yo sabía que tenía que haber notado el cuerpo de su hermana tan cerca de nosotros. Mi caricias no parecían surtir efecto en Carla hasta que le pellizqué un pezón. Fue un pellizco leve, pero firme, y de su boca salió el primer gemido de placer de la noche.

Al buen entendedor pocas palabras. La tome con mi mano de su nuca, y con firmeza, aunque sin violencia la atraje hacia mí y comencé a besarla con furia. Mi lengua se internaba en su boca, mis dientes mordían sus labios y mi mano movía su rostro contra el mío.

Los tres nos desnudamos. Tomé a Carla de los hombros y la hice agacharse frente a mí, llevándole mi pene a su boca, que aunque abierta esperaba la intromisión, no la deje acercarse, sino que con mi pene le di golpecitos en las mejillas para luego metérsela yo en la boca.

A Sara la senté sobre el desayunador y comencé a meterle dos dedos en su empapada vagina, mientras la besaba con furor.

Pronto la cocina se hizo incómoda y regresamos a la sala. Me senté en el sillón y ambas hermanas me comenzaron a mamar de una manera maravillosa. Ver dos bocas sobre tu pene es suficiente para pensar que has alcanzado el cielo y más cuando ambas son deliciosas y apetecibles.

Cuando ví que con aquella onírica visión no iba a aguantar mucho le pedí a Sara que se pusiera a horcajadas sobre mi cara. Mi lengua no dudó en meterse en esa húmeda cueva y sus líquidos empapaban mi rostro. Carla seguía chupando mi pene y yo con mi mano ayudaba a que su cabeza se moviera con fuerza sobre mi miembro.

Cambiamos de posición y senté a Sara sobre mi pene erecto, se fue metiendo poco a poco en su vagina, hasta la base misma. Y sus caderas iniciaron un movimiento circular delicioso. Carla ocupó el lugar de su hermana y me topé con otra deliciosa vagina, la cual chupé a placer. Con mis manos la tomé de sus nalgas y la levanté un poco más para poder meter mi lengua en su culito. La caricia pareció gustarle pues sus caderas se movían a buen ritmo sobre mi cara. La fui bajando sobre mi cuerpo hasta que topó con el de su hermana que seguía cabalgándome. La empujé más fuerte obligando a que su espalda desplazara el cuerpo de su hermana de mi, y en el mismo movimiento le fui metiendo mi pene en su vagina. Entre su humedad y la que había dejado su hermana en mi pene fue una penetración sumamente fácil.

Me abracé a su cuerpo, pasé las manos por debajo de sus piernas, me tomé de sus nalgas y la levanté del sillón. Sus piernas en alto, sus manos agarrándose a mi cuello, y mis manos en sus nalgas. Estaba colgada a mi y con facilidad comencé a balancearla sobre mi pene con furia. Sus nalgas sonaban contra mi ingle y mi pene llegaba a lo más hondo que podía. Su boca abierta en un solo gemido me indicaba que le gustaba que le diera así de duro. A nuestro lado en el sillón Sara se masturbaba. Seguí dándole durante un rato hasta que vi a Sara en cuatro patas sobre el sillón.

La visión era de lujo y bajé a Carla de mi, me acerqué a Sara y la penetré. Me tomé de sus caderas y le di con fuerza. Carla sep puso a mis espaldas y comenzó a chuparme la espalda, bajando hasta mis nalgas y metió su cabeza entre mis piernas para chuparme los huevos mientras se balanceaban penetrando a su hermana.

Puse a Carla acostada sobre la espalda de su hermana y comencé a darle a ambas por la vagina, unas cuatro embestidas a cada una, cambiando entre esas deliciosas vaginas. Cuando Sara se comenzó a cansar del peso de su hermana la bajé y me dediqué a darle un rato más a ella.

Mis manos acariciaban las nalgas de Sara y muy pronto uno de mis dedos comenzó a jugar con su chiquito. Lo metí y lo saqué varias veces hasta que Sara con sus dos manos se abrió las nalgas en un claro ofrecimiento. Saqué mi pene de su vagina y con la misma humedad empecé a empujar para penetrar su culo.

Yo iba despacio, penetrando con cuidado, cuando Carla de golpe, como si fuera una travesura entre hermanas, me empujó de las caderas haciendo que mi pene se enterrara entero en el culo de Sara. A pesar del gemido que dio Sara el asunto me gustó y comencé a darle con fuerza, mientras con una de mis manos acariciaba sus pechos, que se balanceaban por la penetración y la otra acariciaba la vagina de Carla.

Cuando Sara alcanzó su orgasmo puse a Carla en el sillón, levante sus piernas y me las puse en los hombros y comencé a darle como un poseso. Era mi manera de castigarla por haberme empujado mientras penetraba a su hermana. Le daba con fuerza y escuchaba sus gemidos de placer mientras la penetraba. Mis manos estrujaban sus pechos y a veces me agachaba para morder su deliciosa boquita.

Sara, recuperada se puso a mi lado y me comenzó a besar deliciosamente, mi orgasmo se acercaba con furia y cuando sentí el torrente de semen subir por mi pene, lo saqué de la vagina de Carla y me vine sobre su cuerpo.

Un poco en su cara, otro en sus pechos y la mayoría en su abdomen, mientras su boquita jadeaba recuperando el aire.