Con dos hermanas
Entre hermanas se ayudan y cuidan la una de la otra.
— Martín, te llaman al teléfono, no se entiende nada— dice la mujer del bodeguero a gritos desde la puerta del salón comedor.
Dejo mi trabajo montando las mesas de la terraza de bar y voy hasta el teléfono. Después de los primeros instantes de confusión logro entender a mi interlocutora. Es la hermana mayor de la chica con la que salí ayer noche.
Quiere quedar conmigo sin falta para hablar sobre lo que sucedió ayer. Quedamos para encontrarnos durante mis horas de descanso a media tarde.
— Tienes que decirme lo que paso ayer noche... — me dice preocupada la chica instantes después de sentarse en la terraza donde la esperaba.
— Estefanía esta triste y llorosa desde ayer y no quiere decirme nada, estoy muy preocupada. ¿Qué paso ayer? ¡por favor, dímelo!. —
— Lo pasamos muy bien. En la disco bailamos mucho, y luego en la cabina del DJ nos besamos y acariciamos. Luego al volver hacia vuestro apartamento la cosa se puso al rojo vivo... todo iba perfecto—
— Cuando llegamos, tú te fuiste por detrás de la casa con Juan, y empezó a ir todo mal. Ella se puso nerviosa y no sabía que hacer... la dejaste sola, se sintió indefensa y perdida—
— Aunque trate de tranquilizarla y convencerla, la cosa se enfrió y nos quedamos los dos con la miel en los labios, esperando vuestro regreso. Eso fue todo—
— Menos mal, pensaba que era otra cosa— me confiesa aliviada.
— Eso lo podemos solucionar esta misma noche— dice sabiendo que ya tiene la solución para el problema de su hermana pequeña.
Sin esperar más explicaciones me cita para las 11:30 en esta misma terraza. Con puntualidad se presentan las dos vestidas muy elegantes como si fuesen a una fiesta. Estefanía se muestra muy tímida y reservada, apenas me mira.
Su hermana mayor está mucho más distendida y conduce la conversación sobre temas intrascendentes.
Después de tomarnos unos helados decidimos cambiar de aires. Me imagino que quieren ir a bailar a algún sitio de moda, pero me llevo una gran sorpresa cuando me dice que vayamos directamente al apartamento, que es allí donde les apetece bailar.
A Estefanía se ilumina la cara en cuanto nos ponemos en camino. Se coge a mi brazo y anda dando saltitos de alegría. Su hermana la contempla comprensiva. Nada más llegar al apartamento, ponen en marcha su equipo musical y suena una melodía dulzona. Estefanía me coge y nos ponemos a bailar bien pegados.
Esto lo sabe hacer de maravilla, siguiendo el ritmo de la música, se restriega sobre mi cuerpo y empiezan a saltar chispas.
Cuando ya ha conseguido provocarme una erección de campeonato, me coge de la mano y estira de mi hasta llevarme a la habitación contigua. Se desnuda completamente, me ayuda a quitarme la ropa como una hembra en celo, deseosa de comerme a juzgar por los gruñidos y gestos que hace.
Parece una leona hambrienta que se relame ante una gacela recién abatida, cuyo corazón todavía palpita a cien por hora por la carrera, pero que se contiene alargando el morbo antes del mordisco definitivo.
Se echa encima de mí y empieza a serpentear sobre mi cuerpo. Es una caricia total entre su cuerpo y el mío, nuestra piel se junta y se separa siguiendo las ondulaciones de su cuerpo.
Sus pechos se aplastan sobre mi cuerpo, sus piernas se enroscan sobre las mías, su vulva se adapta al duro músculo de mi pierna y su boca recorre mis tetillas dándoles unos mordisquitos muy especiales.
Luego se pone de rodillas a mi costado y engulle la polla rodeándola con su boca llena de saliva caliente que me hace estremecer. Obligo que se ponga encima en la típica postura del 69, para que yo pueda darle unos buenos lametazos en su rajita.
Al incorporarme levemente, puedo ver como la hermana mayor nos contempla desde el quicio de la puerta, vigilante y embelesada por lo que ve. La hermana mayor quiere asegurarse que la pequeña cumple con todas sus fantasías.
Después de unos instantes intensos lamiéndonos mutuamente, se sienta sobre mi pubis y empieza a cabalgar dando unos brincos espectaculares. Mi polla se llega a salir de su coñito lo justo como para poder encontrar sin problema el camino de regreso hasta su más profundo rincón.
Estefanía mueve las caderas de forma endiablada y me proporciona mil sensaciones placenteras alrededor de mi tronco. Quién me iba a decir que sabría moverse tan bien. Su conchita antes prieta y seca, se ha convertido en un envoltorio caliente, húmedo y esponjoso que frota con intensidad y suavidad con mi polla a punto de explotar.
Después de varios minutos de intensos movimientos, veo como su piel empieza a brillar por la aparición de gotas de sudor, su respiración se hace entrecortada, mientras de su garganta salen auténticos gruñidos.
Siento como si algo se hubiese roto en su interior y una oleada de líquido ardiente se esparce sin control mojando todo mi pubis. Recorre el camino desde su vulva hasta mojar mis huevos y mis muslos., hasta mojar la cama.
Pone su mejilla sudorosa sobre la mía. Oigo sus jadeos y sus suspiros junto a mis oídos hasta que con cuidado se desclava de mi polla y descabalga dolorida. Una vez fuera de la cama, la veo alejarse hacia la puerta dando saltitos de alegría, igual que si hubiese recibido un premio o hubiese conseguido una gran gesta.
Me quedo con la polla totalmente inhiesta, mirando al techo y perfectamente lubrificada para hacer las delicias de una mujer. Espero que vuelva enseguida para que podamos continuar y yo pueda descargar este cúmulo de excitación con una buena corrida.
Estefanía ha salido botando de la cama, va cómo dolorida, su alegría es tan grande que va en busca de su hermana casi flotando en el aire.
Sale de la habitación y pronto regresan las dos cogidas de la mano. Previamente me he cubierto con la sabana en un gesto de pudor. Estefanía viene hablando con su hermana de forma atropellada, mientras que esta la mira entre complacida y envidiosa.
Luciana se resiste a entrar y acercarse a la cama, como si tuviese temor a contagiarse de algo. Su hermana pequeña la empuja hacia mi, como ofreciéndomela. Me hace un gesto para que le ayude a estirar de ella, me incorporo le cojo de la mano y la acerco.
Estefanía, me dice que quiere que continúe la sesión con su hermana. Esta me rehúye tímidamente y aparta la mirada, quizás este cohibida por compartirme con su hermana.
Directamente le pongo la mano por debajo de su faldilla y la llevo hasta tu pubis. Encuentro sus braguitas muy calientes y húmedas. Seguro que ha estado escuchando y disfrutando del polvo que ha echado su hermanita.
Una vez descubierto su secreto no tiene inconveniente en deshacer la cremallera de la falda y dejarla caer a sus pies. Estefanía aplaude su actitud y me lanza besos por el aire tratando de animarme. Luego, tira de la sabana y descubre mi pene todavía algo adormecido y blando como si fuese una cima conquistada o un tótem para la veneración.
Ambas quedan mirándome con expectación. Me siento deseado doblemente y creo que lo mejor es responder a tal interés mostrándoles mi herramienta nuevamente dispuesta.
Para ello, me la cojo con tres dedos dispuestos en forma de pinza, y me subo y bajo la piel varias veces, esperando que se ponga a tono.
Estefanía anima a su hermana para que tome parte en esa recuperación. Luciana se anima, se quita la blusa dejando su busto a la vista y se sienta de medio lado en el borde de la cama, esperando mi aprobación. Tiene unas tetillas gorditas en forma de pera coronadas por un pezón muy oscuro que se sale hacia fuera. Parecen decir "Chúpame…Chúpame".
Sin mediar palabra me echo hacia un lado, le pongo la mano por detrás del hombro y la dirijo para abocarla sobre mi polla que sigue ganando volumen.
Luciana se deja conducir dócilmente hasta que sus labios llegan hasta mi vientre. A partir de ese momento, ella toma la iniciativa. Levanta mi polla que todavía yacía sobre mi piel y antes de que vuelva a caer, la engulle dentro de su boca.
Allí siento como si un molinillo diera vueltas y vueltas a mi capullo, y una ventosa enormemente potente lo succionase. Esto me produce un torbellino de sensaciones difícil de explicar, pues aunque me produce placer, también siento como si me estirasen de la punta con riesgo de arrancármela.
Luciana levanta la cabeza para así poder evaluar el resultado de su obra y tomar un pequeño respiro. Yo también levanto la cabeza y veo sorprendido como mi polla vuelve a estar gorda y dura como antes de follar con Estefanía. Me lleno de orgullo y le agradezco la excelente faena pasando la mano por su muslo y buscando tras la nalga su coñito.
Mientras tanto, mi joven pareja me ha buscado unos cojines que coloca detrás de mi espalda para que pueda estar semi tumbado con la máxima comodidad.
Luciana se quita las bragas y viene a sentarse a horcajadas sobre mí. Se pone en cuclillas justo encima de mi pubis, con una mano dirige la punta de mi pene hacia la entrada de su coño, unta la punta con sus flujos haciéndola desplazar a lo largo de la raja, y luego va descendiendo para que se vaya clavando en sus entrañas. Soy espectador de excepción, me maravilla ver como mi polla se va perdiendo poco a poco dentro de ese cuerpo tan menudo sin aparente molestia.
Una vez que la tiene toda dentro, sube y baja varias veces haciendo que se deslice suavemente en su interior desde los labios de la vulva hasta lo más profundo del útero.
Finalmente se acomoda sentándose sobre mi vientre y poniendo sus piernas a lo largo de mi cuerpo hasta poner sus tobillos a ambos lados de mi cabeza. Para mantener el equilibrio coloca sus brazos extendidos apoyando sus manos a ambos lados del cuerpo más atrás de donde quedan sus caderas.
Siento mi polla perfectamente acoplada en su interior, pero me veo imposibilitado para moverme y tampoco creo que ella pueda cabalgar sobre mí.
Estefanía nos observa con cierta curiosidad, y no puede evitar llevarse la mano a la entrepierna de vez en cuando y pellizcase los pezones después de amasar un poco los pechitos.
Luciana se levanta ligeramente apoyándose sobre sus manos y para mi sorpresa empieza a mover muy lentamente sus caderas describiendo círculos. Simultáneamente siento como los músculos de su vagina, y creo que todo su bajo vientre, se contraen y relajan de forma controlada para proporcionarme un masaje intenso y maravilloso sobre mi pito.
Sus flujos se van produciendo, resbalan a lo largo de toda mi polla y van saliendo de su conchita para caer encima de mi vello púbico, para resbalar sobre mis testículos e ir camino descendente por mis muslos.
Estefanía se pone a nuestro lado y me indica que los pechos de su hermana están a mi disposición, y cuando ya lo tengo en la mano, ella se dirige hacia el chochito de su hermana mayor para abrirlo de par en par y mostrarse su clítoris.
Este es del tamaño de un garbanzo, rojo intenso y muy brillante consecuencia de los abundantes flujos.Me toma el dedo gordo de la mano y se pone a chuparlo como si estuviese hecho de gloria bendita. Lo deja suave y bien ensalivado. Luego me lo dirige hasta ponerlo a un lado del botoncito de su hermana. Me conduce durante unos minutos para mostrarme como deben ser mis caricias para tan delicado punto.
Luciana sigue con sus extraordinarios movimientos, fruto del más refinado entrenamiento en el control de los músculos vaginales y pubianos, aunque ahora su respiración se hace entrecortada, en ocasiones se detiene para humedecerse los labios, o se mordisquea el labio inferior para luego resoplar o inspirar de forma sonora.
Estefanía, ve como su hermana se aproxima al orgasmo de forma inapelable, y por ello me premia con besitos cariñosos en la cara y en el brazo. Vigila atenta mis caricias sobre el pecho y el clítoris de su hermana, supervisando la intensidad y la cadencia. Lo debo estar haciendo bien pues, ella no interviene y además me premia continuamente.
Luciana empieza a gemir y a suspirar, cada vez más fuerte igual que una bola de nieve que a cada vuelta crece y crece. Empieza a temblar y a estremecerse, sus brazos apenas la sujetan, se deja caer de golpe sobre mi con lo que mi polla se clava hasta el fondo. Le agarro por sus caderas y la ayudo a mantener el equilibrio.
Se incorpora un poco, y ahora de forma controlada, se deja caer y sube varias veces de forma casi violenta. El flujo sale a raudales de su sexo y nos moja a ambos.
Igual que una sirena de bomberos que se acerca, su gemido va creciendo en intensidad y creo que los vecinos se apercibirán sin dificultad de su venida.
Su cara de satisfacción es tan expresiva que siento ganas de explotar en su interior... pero no lo consigo. En cambio, percibo con nitidez sus contracciones y sus pálpitos alrededor de mi polla. Después de unos instantes de dulce placer, se separa y se echar a rodar a un lado de la cama.
Estefanía aprovecha la ocasión para cogérmela por el troncho y darme un suave masaje gracias a la abundancia de flujos. Comprueba que está en óptimas condiciones para seguir con ella.
Veo acercarse a Estefanía, y creo que por fin va a llegar mi clímax. Me sujeta la polla por su base, le da varios lametazos en la punta y la engulle en su boca lentamente. Me siento desfallecer, cierro los ojos y dejo que me haga lo que quiera.
Me vendan los ojos con un pañuelo suave. Estoy en sus manos y espero impaciente que me den el remate final. El olor de una planta aromática se extiende por la habitación. Algo caliente se acerca mi piel a la altura del hombro. Parece como si fuese un cigarrillo, se acerca, siento que la quemazón aumenta, y solo cuando el dolor aparece me lo retiran.
A continuación, sobre la misma zona, me presionan con una especie de cepillo de púas afiladas hasta que el dolor empieza a aparecer. Luego me besan y lamen la zona. Esto se repite en varios puntos del cuerpo, con lo que consiguen mantener mi estado de excitación al máximo, pero mis ganas de correrme se han reducido.
Simultáneamente, me toman la polla, y con dos dedos me dan golpecitos cada vez más fuertes a lo largo de todo el tronco. Luego me toman el capullo en su mano, y lo aprietan cerrando el puño, lo repiten un poco más abajo y luego cogiendo parcialmente los huevos.
Siento como me toman la bolsa de los testículos que se halla pegada a la base del pene, y estiran de ella hacia abajo, y luego los huevos son separados entre si.
Siento una punzada enorme en la base del pene, que si continuase sería muy dolorosa, pero que solo ha sido una sacudida.
El olor de la planta aromática, se mezcla con el del sudor y los flujos de las dos chicas que siguen evolucionando a mi alrededor. Después de unos diez minutos de "torturas", me destapan los ojos, para que pueda contemplar el espectáculo siguiente.
Ambas se han colocado enfrente, y me muestran como manipulan hábilmente sus rajitas con sus dedos, preparándolas para un nuevo episodio.
Luego, primero una y después la otra se ponen a cuatro patas, mostrándome su culito mientras siguen manipulando su conchita. Siento ganas de follarlas a las dos, y miro desconfiado hacia mi herramienta para ver su estado.
Para mi sorpresa esta en inmejorables condiciones, dura, gorda y ligeramente insensibilizada. Me bajo de la cama y las pongo a ambas dándome la espalda en el borde de la cama, con lo que sus coñitos quedan bien expuestos y a mi alcance.
Para empezar, elijo el de Estefanía, prieto y jugoso a la vez. Bombeo lento, pero con gran amplitud de movimientos, desde rozar con mi capullo sus labios exteriores hasta sentir sus nalgas clavadas sobre mi pubis.
A cada acometida le corresponde un gemido, pero eso no me hace variar el ritmo. Después de varios minutos, siento como su vagina esta dilatada y muy mojada, necesitando un movimiento más enérgico. Es el momento de cambiar e ir a visitar el otro coño que me espera.
Este es amplio y carnoso, y se acomoda rápidamente a mi polla, abrazándola amorosamente. La tomo por las caderas y la muevo adelante y atrás rápidamente, haciendo golpear una y otra vez sus nalgas con mi pubis, y mis huevos entre sus muslos.
El ritmo es frenético, sin embargo, todavía no tengo ganas de correrme. Solo pienso en follar y follar con las dos hermanas durante toda la noche. Creo que las manipulaciones que ante me hicieron están consiguiendo su objetivo de retrasar mi eyaculación durante largo rato.
Estefanía se coloca a mi espalda, me abraza y se asocia al balanceo que mantenemos su hermana y yo. Me aprieta con las uñas sobre el pecho, me mordisquea el cuello y me acompaña con el movimiento de sus caderas en los apretones que damos sobre las nalgas de su hermana mayor.
Ella siente como las ganas de correrme van aumentando, Se separa un poco, pasa sus largas uñas desde el cuello hasta mi trasero deteniéndose en varios puntos de la espalda, hasta llegar a mi entrepierna. Allí hace un anillo con su dedo pulgar e índice haciendo separar la bolsa de mis testículos del pene.
Luego estira hacia abajo y me provoca una sensación incomoda que vuelve a retrasar mi clímax. Vuelvo a bombear con confianza y decisión, produciendo un chasquido a cada empujón, pues tanto sus nalgas como mi pubis están completamente mojados y el encuentro de ambos cuerpos es bastante violento.
Luciana empieza a mover sus caderas describiendo círculos en el aire. También se inclina hacia delante hasta apoyarse sobre los antebrazos o sobre el propio pecho, para luego volver a la típica postura del perrito con el culito más adelantado.
Con ello, consigue que mi polla se meta y salga frotando con las paredes de su conchita en todas las variantes de inclinación. Esto le gusta a ella y me encanta a mi. Mis caderas entran en una extraña situación de vibración rápida, intensa y de escasa amplitud, pero que le da unos frotes deliciosos en su coñito.
Al mismo tiempo, con una mano le acaricio un pecho, le aprisiono el pezón y lo restriego de abajo a arriba.
La otra mano, se va por delante de su muslo, se cuela en su entrepierna, presiona sobre su monte de Venus, hasta que resbala hasta alcanzar su clítoris nuevamente hinchado.
Entre mis dedos lo acaricio como si hiciese una bolita de pan; lo aprieto suavemente y luego simulo lo golpeo con el índice, aunque solo lo rozo. Luciana empieza a gemir fuerte, Estefanía me abraza por detrás y me empuja para que vuelva a bombear fuerte y continuo.
Así lo hago hasta que noto como se corre en medio de unos grandes espasmos. Cuando me detengo para sentir mejor las contracciones de su coñito, escucho como Estefanía jadea incontenible sobre mi hombro y como una de sus manos me rodea por la cintura y la otra está jugando con su chochito hasta que lanza unos gritos que denotan que se ha corrido nuevamente.
Las dos quedan tumbadas boca arriba sobre la cama. Con sus ojos semi cerrados pueden ver cómo me doy unos estupendos meneos disfrutando de la vista de sus cuerpos e imaginando que ahora si que vendrán a por mí hasta que reviente y las llene de mi leche acumulada durante toda la noche.
Deverano.