Con dos de la Policía Federal de Caminos

Tanta pasión que me hicieron vivir estos dos hombres, trato de expresarla en este relato.

El año pasado tuve una relación con un policía federal de caminos, dependiente de la PFP, en México, este cuerpo policiaco es el que más prestigio tiene, si es que alguno goza de algo de prestigio, ya que para ingresar les piden mayor grado de estudios además que deben ser bastante altos para el promedio del mexicano, también son los que mejor estado físico guardan. Ya habían transcurrido algunos meses de citas regulares cuando Trejo, así llamaré a mi amigo, me invitó a cenar y tomar algunos tragos a un sitio "especial" puesto que a éste sólo asistían uniformados de todas las corporaciones. Esto por aquello de que el conocía de mi preferencia por los hombres de estas características. Debo decir que en verdad se cena muy rico, la especialidad es comida mexicana. El sitio es un poco clandestino ya que es dentro de una casa antigua que pareciera particular sin mayor anuncio o razón social de ningún tipo, para quien le gusten los uniformados, aquello es el paraíso, ya que uno los ve ir y venir con sus grandes paquetes marcándoseles bajo sus pantalones, sus poses de perdonavidas y hasta, si tienes suerte o sabes cómo hacerle, sacar uno que otro prospecto de amante. Otro rasgo particular es que todos andan armados y en verdad son cínicos, entre las copas, y ya entrada la noche, empiezan a perder el menor recato y uno se entera de sus "negocios".

Al pasar de los años, ahora tengo treinta y cinco, me he vuelto más directo en mis ligues y ya no me importa ser yo quien acose cuando alguien me interesa, es más, en coacciones me resulta divertido observar como los hombres no saben reaccionar al ser ellos los hostigados y debo aceptar que en verdad me da bastante resultado. El policía con el que andaba tenía alrededor treinta y ocho años, un cuerpo envidiable, con piernas como troncos, culo paradito, veintitrés centímetros de carne maciza, en su pecho los vellos son por demás abundantes, nacen desde donde termina la barba bajando a las tetillas para remolinearse alrededor de éstas y descender hasta la tremenda verga que tiene. Sus bolas son pesadas y grandes como no he visto otras, parece que siempre están a punto de reventar de tanta leche que contienen. Sus brazos son fuertes y velludos, el tono de su piel es apiñonado y su bigote es muy espeso, aunque siempre anda rasurado, para el atardecer ya se le marca la sombra del mismo. Algo que me gusta en verdad es el tono aceituna de sus ojos. En verdad, uno corre el peligro de enamorarse de tanta belleza en un hombre tan varonil.

Afortunadamente nuestra relación siempre fue entre iguales, que aunque para nada soy uniformado, soy bastante varonil y eso me da siempre cierto confort cuando tengo que relacionarme con ese tipo específico de personas. Nosotros nos tratamos como amigos y cómplices cada que nos vemos, nunca tengo que ocultar con él nada de lo que me interesa porque hasta en gustos coincidimos. Cuando alguien nos gusta, desde ese día, hacemos lo necesario para poderlo gozar en trío si es posible.

Aquella tarde pasé por él a su destacamento en la carretera que sale de la ciudad de México hacia el estado de Querétaro. Al llegar, me estacioné afuera del mismo y mientras esperaba a que saliera pude observar que entraban otros dos policías igualmente muy, pero muy buenos. Cuando salió para nuestro encuentro, después de subirse al carro, le pregunté específicamente por uno de los dos y me comentó que lo había tenido de pareja el servicio anterior, que era amigo suyo y que si yo quería, lo podría invitar a que se nos uniera, pero que tenía que advertirme que estaba medio loco. Obviamente le pedí que lo invitara, no tardó en regresar con aquél portento de hombre, al presentarse dijo apellidarse Valverde, obviamente la identidad de este otro también está cambiada, y nos retiramos del lugar.

Durante el camino, ellos estuvieron hablando de algún pendiente que tenían hasta que llegamos a nuestro destino. El restaurante, por llamarlo así, estaba en una parte de lo que algún día pudiera haber sido una hacienda, la construcción era de gruesos muros y altos techos en forma de dos aguas, para entrar, pasabas por un jardín con senderos empedrados, en los lados había hermosas jacarandas que floreaban con intensidad por la época del año. Colgaban de las paredes, jaulas con varios gorriones y canarios que cantaban según la tarde caía. Había una señora con atuendos típicos mexicanos ya descolgando aquéllas jaulas para cubrirlas con vestiduras hechas para cada una de ellas a fin de que los animales descansaran. Al entrar al salón principal, Trejo fue recibido con gran emotividad por un señor que lo abrazó. Después supe que era el dueño y que había heredado el inmueble tras la muerte de sus padres. Por un momento pude descifrar añoranza en la forma como éste miraba a Trejo, se denotaba que estaba imposibilitado para hacer lo que sus deseos le ordenaban a gritos. Aunque era muy evidente esta situación, Trejo simulaba que no la percibía. Yo experimenté un dejo de tristeza, pues deducía que estos habían sido amantes y ahora sólo eran buenas relaciones sociales.

Mientras cenábamos, y entre copas, estuvimos platicando de todo un poco. Noté por parte de Valverde demasiado interés por vigilar hacia donde yo veía para saber que era lo que me llamaba la atención como para adivinar de mi relación con su compañero. Supongo que pensaría que de esa manera me amedrentaría y acabaría por cohibirme, en realidad no le presté atención ya que si lo había invitado Trejo, pues algo habrían platicado con anterioridad. Lo que tanto llamaba mi atención eran los otros uniformados que se encontraban en el lugar, especialmente uno, lucía uniforme de gala de oficial de la milicia, se encontraba departiendo con un grupo de sus colegas, ya que todos eran militares. De este hombre lo que me impresionaba era lo estrecho de cintura con relación a lo desarrollado de su cuerpo, dejaba ver su espalda en forma de V, sus poderosos brazos y sus desarrolladas piernas, además de sus nalgas de campeonato. Al terminar la cena, durante la sobremesa, él se levantó de su mesa para dirigirse a una salida que estaba en el fondo, al hacerlo, me dirigió una mirada para que lo siguiera, según yo. Pude deducir desde hacía rato que por aquella puerta habría algún servicio de sanitarios para clientes más especiales o de mayor familiaridad con la casa. Pasados unos minutos me animé a seguirlo. Para llegar a los servicios, se tenía que cruzar un patio trasero en donde había un jardín y un pequeño kiosco en el centro de éste. El sitio era por demás oscuro, apenas iluminado por un foco de bajo voltaje que pedía de la entrada de los baños. Al dirigirme al fondo, casi por llegar a la entrada, salió el militar acomodándose el cuello de su uniforme, al verlo se reflejó en mi rostro una mueca de desilusión combinada con excitación, al cruzar nuestras miradas no hubo más que decir: ya estaban por demás claras nuestras coincidentes intenciones. El me tomó por el brazo y me dirigió con fuerza hacia una puerta que estaba en un costado. Se trataba de una bodega, según alcance a vislumbrar con la escasa luz que procedía del foco de los baños. Ya teniéndome dentro, colocó sus labios sobre los míos como para acallar nuestros deseos, era brutal la forma en que aquél hombre me estrujaba, desabrochó mi camisa y buscó en seguida mis tetillas. Hacía alarde de rudeza y seguridad en sí mismo. Parecía que mis deseos no importaban, sólo le interesaba hacer de mí lo que sus instintos le dictaran. Sus manos intentaban penetrar en mis nalgas sobre los pantalones. Me amasaba el culo de manera por demás obscena y morbosa. Yo sentía sus desarrollados pectorales como se contraían bajo su uniforme. Mientras hacía esto, sacó su verga, que ya lubricaba para entonces. Dirigió mi mano para tomar aquélla estaca y procedí a acariciarla. El me tomó por el cuello para postrarme ante aquélla maravilla. Sabía yo que le urgía que se la mamara y por eso me hice del rogar unos momentos. Le dije que eso no debería de pasar en ese lugar, que estábamos en lugar público y que alguien podría encontrarnos. La verdad es que aquello me valía un comino, se lo decía sólo para exacerbar más sus sentidos. Para callarme, me jaló con sus manos por la nuca e hizo que me tragara toda su virilidad de un golpe. A mí me excitaba por demás que me tratara de esa manera, estaba logrando mi cometido. Se recargó sobre unas cajas de refresco que se encontraban apiladas y acabo por bajarse los pantalones por completo. Yo deslicé mi lengua hacia sus huevos, los lamí hasta dejarlos bien empapados. Me regresé para volverme a tragar su pene, duro como la roca. En el fondo sí me preocupaba un poco el lugar en el que estábamos, aunque me hubiera gustado gozar más de aquel hombre, tenía que hacerlo terminar lo antes posible. Mientras el bufaba como toro, yo le daba una de las mejores mamadas que podía en ese momento. Cuando sentí que estaba a punto de venirse, para evitar que me salpicara, me separé y terminé de hacerle el favor con la mano.

-Eres un puto bien caliente, sólo alcanzó a decir, mientras se reponía.

-Y tú estás que te caes de bueno, pero me imagino que estás de acuerdo que no es el lugar adecuado, ¿nos vemos después para terminarlo como se debe?, le pregunté y le di una de mis tarjetas de presentación.

Al salir yo, ya venía Valverde con dirección a los sanitarios. Se me quedó mirando como para adivinar que es lo que había pasado cuando vio que después de mí salía el militar. Al pasar entre nosotros sólo atinó a decir buenas noches. Me dirigí a Valverde para decirle que lo veía en la mesa y me retiré. Al alcanzarnos en la mesa tuve oportunidad de quedarme con él a solas cuando mi amigo se levantó para ir a traer algo al carro y directamente me preguntó:

-¿qué clase de relación tienes con Trejo?

-¿por qué?

-¿Te anda cogiendo?

-¿Tú qué crees?

-¿Y allá atrás?, ¿qué pasó con ese buey?

-Nada, pero por qué tantas preguntas, ¿te gusto?

-Y Trejo, ¿no se enoja?

-¿de qué se iba a enojar?

-De que andes por ahí de nalgasprontas.

-El y yo sólo somos amigos.

En eso llegó Trejo con su sonrisa tan despreocupada y nos pregunta que de qué hablamos.

Le digo: "pues aquí, le decía a Valverde que si nos quería acompañar al departamento para continuar tomando otros tragos"

-Qué dices Valverde, ¿nos acompañas?

-Pero mañana acuérdate que hay que presentarnos temprano.

-No se preocupen, se quedan a dormir conmigo y los traigo a primera hora. Ellos habían dejado sus carros en el estacionamiento del destacamento y andábamos en el mío.

Para esto, ya se había hecho de noche y la carretera estaba más despejada.

Aunque ellos sabían uno del otro muchas de sus cosas, había ciertos tópicos que no tocaban abiertamente, y menos en presencia mía.

-Y dime Trejo, ¿cómo se conocieron?, le preguntó Valverde.

-Pues ya ves, intervine yo, en el mundo andamos, le contesté sin decirle nada.

-No, repuse en ese mismo instante, -la verdad es que nos conocimos cuando Trejo estaba destacado en Oaxaca, me paró (la verga, le dije entre risas) y de ahí pa´el real.

La verdad es que a Trejo sí lo conocí en Oaxaca y en verdad me detuvo para infraccionarme, pero eso es otra historia.

Ya estando en el departamento, serví unos tragos, les pedí que se pusieran cómodos, fue ahí cuando pude observar por primera vez que bajo los pantalones de Valverde se empezaba a dibujar un buen bulto.

Tengo como costumbre, dejar el televisor con la señal satelital en el canal porno, así cuando lo enciendo siempre es lo primero que aparece. Esto me ha dado resultado con varios repartidores u hombres que llegan de improviso.

Al hacer la farsa de que lo voy a quitar dejo al otro que interfiera para impedírmelo, esta vez no fue la excepción. Total que nos sentamos en la sala a tomar, platicar y mirar la película que pasaban.

Pasado un rato, le quite el sonido al televisor y puse algo de música, invité a Trejo a que me acompañara a bailar para empezar a meterle mano, a lo cual aceptó.

-¡Ahora sí, Valverde!, dijo Trejo, ¡que esto se ponga bueno!

Al abrazar a aquél hombre lo estuve besando apasionadamente. Con mi lengua me gustaba hurgar en su boca, me encanta cuando tienen un ligero aroma a alcohol, sentir su respiración cerca de la mía, pasar mi mano por sus enormes nalgas para después dirigirme a su verga, dentro de todo lo que me arrebataba su físico, también despertaba en mí dejos de ternura.

Al poco rato invité a Valverde a ocupar el sitio de Trejo y a éste a que se fuera a sentar para observar. Valverde era distinto, aunque también tenía un formidable cuerpo, su verga no parecía tan grande como la del otro, era güerito, de ojos claros, a esa hora ya se le marcaba la barba crecida y raspaba cada vez que la restregaba contra mi rostro, parecía que quería marcarme con su aroma, él en sí, era una bestia. Emanaba sensualidad, pero a la vez había algo sádico en su mirar.

Comenzó por desabotonarme la camisa, me la jaló hacia abajo para desprendérmela. Mis tetillas fueron a dar entre sus dientes, primero pasaba su lengua sobre y alrededor de éstas suavemente para después culminar con ligeros mordiscos que me arrancaban gemidos de placer.

-Eres mi puta, decía a mi oído a modo de que el otro no lo oyera.

No parábamos de movernos al centro de la sala siguiendo los acordes de la música, aquél hombre cada vez dejaba salir más al animal que traía dentro. Siguió a quitarme el cinturón para bajarme los pantalones y quedar solo en trusa con los zapatos puestos aún. Me empezaba a sentir dominado por él. Debo decir que es muy difícil que alguien pudiera dominarme, ya que he practicado por años defensa, en diferentes tipos, y considero ser lo suficientemente fuerte para enfrentarme a quien sea, además de que me gusta mantenerme más que en línea mediante el ejercicio en gimnasio. Aunque, como lo dije antes, me gusta sentir el jueguito de que me dominan, en el fondo como que eso los hace sentir no tan maricones.

Uno de los placeres más grandes para mí son los besos, además del sexo oral, dado o recibido. Ya estando yo encuerado seguía con el cuerpo de Valverde pegado al mío, pero ahora era distinto, ya que su pistola (la de cargo) rozaba con mi cadera. Me empezó a despertar curiosidad aquella arma al tenerla tan cerca. Era como si me recordara de lo peligroso de la situación. Nos besamos sin cesar de manera por demás ardiente, muy distinto a como lo hacía con su compañero. Su lengua bajaba por mi cuello hasta mis tetillas una y otra vez, me embarraba de saliva y yo percibía su aroma. Aunque lo intenté, no podía separarme de esa manera tan primitiva que me hacía sentir. La lascivia de ambos era evidente. Ya lo mencioné, pero una de las cosas que más me atrapa de ellos es el uniforme, serán acaso mis desviaciones mentales, el hecho es que me parecen hermosos; tan cachondos y tan varoniles, por eso es que yo no hacía nada por desnudarlo. Al voltear a ver a Trejo, se encontraba sentado en el sillón con las piernas abiertas y la verga de fuera, observándonos con una mirada de hombre caliente que quiere ser atendido. Me acerqué a él arrodillándome para depositar mis labios en aquélla verga que tanta felicidad me había dado ya en ocasiones anteriores, su aroma era algo conocido para mí, sus huevos eran suaves como duraznos, pero grandes como de toro, su pene erecto es el más precioso que he visto, ya que además de ser por demás enorme, tiene una forma perfecta: es recto sin ningún tipo de curvatura, posee una enorme "cabeza de bombero", le llama él y algo que me parece extraordinario es la cantidad de lubricante que produce, me ha metido la verga únicamente haciendo uso de ese lubricante y es algo fenomenal. Soy capas de meterme sus veinticuatro centímetros en la boca aunque vayan más allá de mi garganta, obviamente lo hago con lentitud y paciencia. Cuando llego a su base con todo adentro aprovecho para al mismo tiempo pasarle la legua por los huevos. El dice que nunca nadie le había hecho sexo oral con todo el trozo adentro.

Después de un rato me volví para ver a Valverde y cuál fue mi sorpresa que éste ya estaba desnudo besándose con Trejo por encima del sillón.

–Comprade, le decía Valverde a Trejo, ¡cómo se me antoja!

Me incorporé jalando a Valverde para que ocupara mi lugar, aquél ni tardo se dejó ir sobre el mástil de mi amigo. Yo procedí a desabotonar la camisa de su uniforme y me deleité con sus tetillas en mi boca, me encanta jalarle los vellos con mis labios.

-¿Te gusta mi pareja?, me preguntó Trejo, a lo que respondí en ton de broma: ¿creí que tu pareja era yo.

-Ya en serio, le contesté, claro que me gusta, pero creo que le gustas más tú.

-El muy puto, mira que guardadito se lo tenía, dijo Trejo.

Le pedí a Trejo que se pusiera de pié para irlo desvistiendo por la espalda y no interrumpir al otro con su faena. El se quitó la pistola y las esposas y las colocó sobre una de las mesas, justo donde se encontraban las de su compañero. Le bajé sus pantalones junto con su ropa interior y le quite las botas. El culo de Trejo también es impresionante, es como si trajera dos sandias por lo grande de sus nalgas.

Mientras aquél seguía pegado a su verga como si de eso dependiera su vida, yo me incliné para besarle las nalgas, acerqué lubricante y procedí a untarle en todo su culito. Le comencé a introducir un dedo para irlo dilatando, le metí dos y luego tres hasta que lo sentí distendido. Procedí a colocarme un condón para hacerlo mío, él arrojó su cabeza hacia atrás para apoyarla en mi hombro mientras comenzaba a penetrarlo. Me gustaba resoplarle en el oído por la sensación que le producía. Primero coloqué mi glande en su entrada para empezar a introducirme en ese espacio tan íntimo de todo macho, lo dejé que se acostumbrara al tamaño del intruso para luego proseguir con mi arremetida hasta clavarle todo lo que dios me dio. Aún así, sin hacer nada, era tremendamente sensual ese hombre.

Pasados unos minutos, Valverde se puso de pie frente a Trejo y atrajo a éste con sus brazos para besarlo, cuando uno tiene la oportunidad de presenciar la pasión entre dos machos resulta increíble la experiencia, debo decir que también soy en parte voyeurista. Después lo dirigió hacia su entrepierna. Trejo tragó el mástil de su compañero con singular alegría. Este hombre se encontraba lleno por ambos lados. Como el comedor es de madera maciza y se encuentra anexo a la sala, los dirigí hacía la mesa del mismo, le pedí a Trejo que se subiera en la mesa boca arriba, le tomé sus poderosas piernas y las coloqué en mis hombros para penetrarlo ahora en esa posición, Valverde también se subió a la mesa y quedo encima de Trejo para realizar un 69, la cabeza de Valverde quedaba entre la verga de Trejo y ni abdomen, al vista yo tenía el culo de Valverde y lo alcancé para introducirle un par de dedos, después le he acomodado un par de nalgadas que se notó fueron de su agrado.

Valverde, me dice: ¿dame chance un rato, no?

Me retiro para dejar para que mi lugar sea ocupado por Valverde. Este le deja ir a su compañero su verga en un sólo envión como para demostrarle quien es el hombre en ese momento, pero ya Trejo se encuentra completamente distendido y lo que recibe sólo es placer que le arranca cierto quejido que ahogo entre mis besos. Juego con sus labios carnosos que se entregan a mí sin el mayor reparo, hurgo en sus adentros, me rozo con su rostro para mezclar nuestros aromas, me arrebata su respiración agitada, quería penetrar en su ser de tanta pasión que me despertaba.

Cuando volteo a ver a Valverde entiendo que quiere que me acerque a él. Me coloco sobre Trejo quedando mi trasero a la altura de sus labios y mis rodillas al costado suyo, me inclino levemente para alcanzar a besar a Valverde. Lo abrazo por la nuca para atraerlo más a mí. Lo beso con pasión, deslizo mis manos para encontrarme con sus tetillas que están en su máximo esplendor. La luz que entra por una de las ventanas se deposita sobre el pecho velludo de él produciendo destellos dorados. Sus pectorales se resaltan aún más por la fuerza que realiza al tomar a su compañero por los gemelos y mantenerlos para mantenerlos en lo alto. Trejo empieza a explorar con su lengua los alrededores de mi ano sin llegar a éste. Arrastra su lengua por todo el perineo hasta mis huevos, los humedece y juega con ellos, los succiona y los vuelve a lamer, regresa a mi ano y por fin intenta penetrarlo con su lengua. Al sentir que su lengua empieza abrirse camino hacia mis adentros me trasporta a otro mundo, sólo atino abrazarme de su compañero con para perderme momentáneamente en el mar de emociones que me provoca.

Pasaron unos minutos y Trejo me pidió que fuéramos a "nuestra" cama, para ese entonces, después de tantas visitas, él ya era parte del inventario.

Nos dirigimos hacia allá, cada uno a mi lado, yo abrazándolos por la cintura y masajeándoles las nalgas y hurgando en sus hoyitos. Todavía nos encontrábamos un poco mareados por el alcohol ingerido y, por lo tanto, nos mecíamos de un lado para otro mientras caminábamos. Todo era risas y manoseos, besos y caricias.

Al estar en la habitación, Valverde me abrazó por la espalda y llevó su pene a mis nalgas, empezó a frotarlo como buscando mi recto, sin decir nada, me aparté. Yo quería que el primero que me penetrara fuera Trejo. Tomé a éste de frente y lo llevé con besos al borde de la cama, me senté sobre ella y lo arrastré conmigo para que quedara sobre mí. Ya estando recostados lo rodeé con mis piernas por su cintura, él entendió el mensaje y comenzó a dirigir su verga a mi entrada. Valverde le aventó el gel lubricante y este comenzó a untármelo después de pasar mis piernas a sus hombros. Se colocó a modo de ensartarme de un golpe su verga enhiesta. Yo gemí de placer, era tanta la dicha que me daban esos hombres que no cabía en mí. Sus bíceps, parecían más grandes por el esfuerzo que aplicaba al apoyarse en el colchón. Acompañando los movimientos de su pelvis, me besaba sin cesar, yo lo abrazaba por su tórax. Sus pectorales lucían imponentes, en el bosque negro de vellos empezaba a nacer un rió de sudor, las puntas de estos parecían árboles bañados de rocío. Una naturaleza salvaje y exuberante enmarcaba la belleza indómita de mi macho. Valverde se subió a la cama para irse a colocar sobre Trejo, me imagino que el espectáculo que éste le daba con su culo en cada arremetida que me propinaba lo condujo a no aguantar más, en cuclillas se colocó sobre Trejo y comenzó a penetrarlo. Cada que llegaba Trejo al fondo mío, me proporcionaba oleadas de placer al masajear mi próstata. Después de un rato Valverde se quejo que ya no podría contener más su venida, se salió de su compañero, se quito el condón y derramó sobre la espalda de éste su leche ardiente. Después se colocó desfallecido al lado nuestro para recurarse de la faena que acaba de vivir. Trejo incrementó sus arremetidas en mi culo, yo estaba en la gloria. Al rato sentí como su lanza aumentaba en grosor, indicio inequívoco de su próxima descarga. Se salió de mí, se quitó el condón y derramó en mi pecho y en mi cara su néctar de hombre. Al ver que yo no había acabado, me ayudó con su mano para terminar también en ese momento yendo a terminar mi semen en el vello de su pecho. Se recostó sobre de mí y colocamos nuestros labios unidos sólo para sentir nuestras respiraciones. Lo abracé con toda la ternura que era capaz de despertarme.

Durante la noche gozamos dos veces más de nuestros cuerpos siendo todos penetrados por todos, viviendo al tope de nuestros deseos, satisfaciéndonos en todos los sentidos.

A la mañana siguiente, que era sábado, los fui a dejar a su destacamento y me regresé a mi departamento a recuperar el sueño que esos hombres me habían robado.

Este es el primer relato que escribo. Uno de las tantas vivencias que he tenido y que antes no había encontrado forma de expresar. Espero les haya gustado. Me agradaría recibir sus comentarios y sus calificaciones para el mismo.

Gracias.

Francisco.