Con diez años de casado

Una de varias historias que me han ocurrido con mi esposa en estos años.

CON DIEZ AÑOS DE CASADO

La verdad es que con diez años de casados, no me puedo quejar. Escucho a otras parejas que añoran su pasado o buscan afuera de la pareja, lo que no encuentran dentro. No es que nunca me hubiera parecido aburrida nuestra vida sexual, una noche de sexo con ella, pero en promedio fueron muy pocas, además siempre que llegábamos a una de esas etapas pasaba algo extraño o maravillosos que cambiaba nuestro sexo de forma definitiva. No eran cosas para ir contando por allí, ya que a veces me avergonzaban, ni menos ir aconsejándoselas a mis amigos, pero en el anonimato que me da esta página de relatos, quiero contárselas, espero que le ayude a quienes le sea necesario.

Una cálida noche de primavera, con los primeros calores que nos hacen revivir, después de un frío invierno, nos aprestábamos a ver una película que habíamos alquilado. Estábamos en el sillón, Mi esposa, llevaba una remera mía, que siempre usaba y una bombacha común, de esa que usa todos los días.

Sheila, es hermosa, tiene un lomo bien formado, por sus años de natación, su espalda es casi como la mía, sus tetas no son muy grandes, ni muy chicas, son perfectas y se mantienen en su lugar, su cola es proporcionada y sus piernas torneadas y cortitas, sus pies son pequeños haciendo juego con sus tobillos. Quizás no te des vuelta por la calle, para mirarla, pero si entra en un salón o sentís su presencia, no podés dejar de admirarla.

Yo estaba en short una camisa que era la que me había quedado después de un día de trabajo. Preparé la película y nos acomodamos en el sillón

Como a los quince minutos de estar mirando el film, siento como un mareo, una mano, que al principio creí de ella tapó mi nariz y fue allí cuando lo vi.

Un hombre encapuchado estaba detrás de nosotros. Con una cinta adhesiva tapó mi boca, todo se movía, aunque nunca perdí la conciencia, no podía entender lo que pasaba. Nos llevó hasta nuestro cuarto Sheila y el intruso hablaban, ella se resistía, pero el tipo ni la tocaba, ni nada. Ellos me miraban, me señalaban y yo no entendía que pasaba. Estaba embotado por lo que había olido, las palabras que pronunciaban me resultaban incomprensibles y trascurría todo lento, me pesaban los músculos y mis movimientos eran torpes . Unos instantes después, mi esposa comenzó a desvestirme y cuando quedé totalmente desnudo ella hizo lo mismo. Nos acostó, ella sobre mí y no sé de donde sacó un rollo de envolver alimentos pero nos estaba envolviendo a nosotros. Empezó por los hombros, me hizo abrazarla y prosiguió con la tarea. Tenía varios rollos y quedamos muy pegados desde los hombros hasta la cintura. El maleante, apagó la luz, tiró algo sobre la cama, que no pude ver que sería y luego cerró la puerta. Nos quedamos paralizados unos minutos, solo se escuchaba los sonidos de la película, rodando en el living

Lentamente iba recuperando mi cuerpo y mi mente volvió a estar lucida.

Sheila no paraba de sollozar, bajito, como para que nadie la escuchara. Traté de calmarla pero era inútil ya que tenía una cinta en boca. Intenté zafarme de las ataduras, pero era imposible. Esos rollos parecen tan frágiles, pero son muy resistentes. Mi cuerpo y el de ella estaban más juntos que nunca, sus pechos explotaban sobre el mío.

Sheila se rehizo y reaccionó:

  • Voy a intentar sacarte la cinta de la boca. – Buscó con su lengua, el límite de la cinta y cuando lo encontró, sus dientes intentaron en vano, despegarla de mi piel. Me lamía para tratar de aflojarla, pero todo resultó inútil.

Su boca en mi cuello, el sudor que nuestros cuerpos expulsaban, su peso sobre mí, el temor, hicieron que una extraña sensación me invada. Mi pija perdió su descanso y comenzó a desperezarse. Mi esposa sintió ese sutil movimiento entre sus piernas. Sus brazos habían quedado a los costados de nuestros cuerpos y sus manos o por lo menos una, había quedado libre.

Tratamos de girar y yo quedé arriba, pero así ella no podía aguantar mucho ya que se le dificultaba el respirar y volvimos a la posición original. Toda esa movida hizo que mi pene ya estuviera pidiendo permiso entre sus piernas y se hacía molesto, para los dos. Luego de varias maniobras y con la ayuda de su mano libre, consiguió acomodar mi verga entre sus piernas y con una ligera abertura de sus piernas, mi pija se encontraba a las puertas de su rayita. Sentía como iba entrando, milímetro a milímetro por su cuerpo. Ella gemía y yo también. Pese a todos los esfuerzos, no pudo entrar mas que la cabeza y un poquito más. Los movimientos que podíamos hacer eran mínimos, pero nos llenaban de placer. Sentía como los labios de su vagina, besaban mi pija y le daban calor. Con cada jadeo, con cada ínfimo roce, con el aroma de nuestros cuerpos, nos estimulaban más y más. Sheila, acabó y como nunca sentí sus contracciones, sentí cono sus gemidos nacían en su vientre y brotaba en su boca, sentí como mi leche inundaban su concha, con un solo chorro inmenso y largo. Hice fuerzas para apretarla más a mí, pero no pude.

  • Te amo. – me dijo.

Así nos quedamos unos cuantos minutos, a mí me costaba recobrar las pulsaciones de mi corazón y tuve miedo de que ella se quedara dormida. La moví un poco e intenté darme vuelta, para poder respirar mejor y fue cuando sentí que había algo en la cama, seguro que era lo que el ladrón había tirado antes de irse… Nos fuimos corriendo hasta hacer que Sheila lo tome con su mano libre. Era una trincheta, que el tipo nos había dejado para que nos podamos soltar. Tardamos como veinte minutos en lograrlo. La película había terminado hacía un buen rato. Todo era silencio, salvo por los latidos de nuestros corazones.

Nunca entendí bien que era lo que había pasado, ya que el intruso, no se llevó nada. Sheila dice que se confundió de personas y por eso no nos robó nada. Pero eso nunca me cerró, porque cosas extrañas nos siguieron pasando con el correr del los años, cosas tan eróticas y sensuales tan fuertes como esa noche.

Pero ¿Cómo se le pudo ocurrir algo así? ¿Cómo lo pudo planear? ¿Quién fue el cómplicé? No, creo que es muy intrincado para que ella o alguien lo hubiera hecho, lo hubiera planeado con alevosía y premeditación.

Las veces que quise sacar el tema, ella se negaba a profundizar y hasta llegué a pensar que ella sabía mas de lo que yo creía… pero eso era mucho… ¿Nos les pareces?