Con Carol y su sobrina Marcela en su casa. Parte 2

-¿Que quereís para beber?- Nos preguntó Marcelita. -Yo quiero...- Dijo Carol mirandome con cara de puta, mientras sin perder el tiempo se ponia de rodillas sobre el suelo y gateando se acercaba a mí, diciendo. -Yo quiero que me utilices precioso. ¡Uffffffffff! Me tienes puta perdida.

Hola amigos y amigas de Todorelatos, como creo que ya sabeís perfectamente quien soy voy directamente al relato.

Como prometí, el relato con el que vengo es la continuación del anterior, "Con Carol y su sobrina Marcela en un pub". Espero que hos guste. Empieza así...

-Entra, entra guapísimo, no te quedes ahí.- Me dijo Carol haciendo eses por el pasillo hasta que llegamos al salón.

-¿Que quereís para beber?- Nos preguntó Marcelita.

-Yo quiero...- Dijo Carol mirandome con cara de puta, mientras sin perder el tiempo se ponia de rodillas sobre el suelo y gateando se acercaba a mí, diciendo.

-Yo quiero que me utilices precioso. ¡Uffffffffff! Me tienes puta perdida.-

-En el pub me has vuelto loca mí vida. No solo me has follado de impresión haciendo que me corriera como una cerda, sino que ademas viendo tú polla dentro del coño de mi excitadisima Marcelita, follandotela a pelo, matandola de gusto, haciendo que se corriera como una perrita en celo y al poco, haciendo que de nuevo enloqueciera corriendose de puro morbo al notar como te corrias dentro de ella, sintiendo así por primera vez en su vida el calor de los chorros de semen que un hombre le estaba lanzando en lo mas profundo de su desprotegida vagina, dejandola loquita, satisfecha, con el coño lleno de lefa y perdidamente enamorada de tí, me has puesto lo más burra que nunca antes habia estado en toda mí vida.-

-He pasado una hora deseando llegar a casa para que directamente me hicieras tuya y me reventaras sin piedad salvajemente. Por eso ahora y sin mas te digo, que tienes mí permiso para que me uses a tú antojo, para que desde ya me trates simplemente como a una puta, como a una zorra sumisa.-

-Luismi, desde ahora mismo te digo que me entrego a tí libremente como tú esclava y puta sumisa, consciente de mis actos, para que me sometas, maltrates, humilles y uses cuanto, cuando, donde y como tú quieras. Prometo que seré tuya durante el tiempo que solo tú desees, sin exigencias por mi parte, hasta que te canses de mí.-

-Por eso esta perra te pregunta humildemente. ¿Deseas ser mí Amo Luismi? ¿Me aceptas como tú esclava sometida? Por favor Luismi. Por favor. Aceptame, yo te prometo consentir en todo y obedecerte fielmente entregada sin esperar nada a cambio.- Terminó de decirme Carol con los ojos implorantes y llenitos de deseo.

Aquella petición me dejó estupefacto, pero manteniendo la apariencia de duro inmutable, mirandola a los ojos simplemente, asentí.

Marcelita, con los ojos abiertos de par en par, vio a su tia exultante y como con la sonrisa mas bella de toda la Creación me separaba las rodillas y se instalaba entre mis piernas. Por el brillo en la mirada de la pequeña ví que estaba muy envidiosa y a la vez muy excitada y entonces comprendí que ella tambien anhelaba ser mia, entregarse sin condiciones a mí, que deseaba con toda su alma someterse a mí y convertirse en mi juguete sexual, en mí esclava y más aún cuando observó como Carol se introducia mi verga en su calida y húmeda boca, deseando estar ella en su lugar.

Marcelita tal vez esperó una mamada algo mas violenta por parte de su tia y por eso se sorprendió excitandose más, por la dulzura y ternura con la que Carol estaba comiendome la verga, lo hacia con una sensualidad extraordinaria, absorbiendo mi extensión mientras sus manos me acariciaban los testículos e instintivamente, la niña, se llevó una mano hacia sus pechos.

Al ver a la pequeña acariciandose los pechos, pellizcandose los pezones y tirando con fuerza de ellos, la miré directamente a los ojos y probé a darle una orden.

-Mastúrbate Marcela.-

La niña, sonriendo, me obedeció feliz levantandose la falda y con auténtica pasión se empezó a torturar el clítoris, mientras Carol seguía enfrascada en la felación.

Sobre el sofá, Carol, en un ritmo creciente me mamaba el falo, para acto seguido sacarlo y colmarlo de besos antes de volver a tragarselo, mientras tanto, Marcelita me miraba eufórica masturbandose feliz, viendo ahora como su tia me devoraba la verga con un ansia y un deseo brutalmente salvaje, un deseo simplemente, animal.

Esperé tranquilamente a que la excitación de la niña se desbordara y al darme cuenta de que estaba a punto de llegar al clímax, alzando la voz le ordené.

-¡Marcela! ¡Córrete para mí!-

Mi orden provocó como un terremoto en su pequeño y precioso cuerpo y sentada con su culo desnudo sobre en el suelo, y como si mi orden la hubiera intensificado aún más su enorme deseo, la pequeña se vino sintiendose morir con un desgarrador berrido de puro extasis mientras se corria brutalmente lanzando chorros, chorros y chorros de sus jugos de placer en todas direcciones, gritando, aullando, jadeando y gimoteando entre salvajes temblores, mientras me miraba con los ojitos llenos de lujuria.

-¡Arggggggggggggg! ¡Ahhhhh! ¡Aaaaahhhhhhhhh! ¡Aaaaaarrrrrrrggggggggggggggggg! ¡Mmmmmmmmmm! ¡Mmmmmmmmmmññññññññ! ¡Diossssssssss!- Terminó Marcelita.

El cuerpo de la pequeña fue sacudido por este gran orgasmo mientras su tia Carol volvia a eternizar sus caricias orales entre mis piernas, me la mamaba con una parsimonia que me estaba volviendo loco, la madurita disfrutaba ralentizando mi placer, hasta que sin poder resistir más le ordené que se apremiara.

Fue entonces cuando Carol, apretando con su lengua sobre el diminuto orificio de donde iba a brotar mi simiente, me hizo llegar al éxtasis haciendo que me corriera dentro de su boca en uno de los mas potentes orgasmos de toda mi vida, mientras ella, como emputecida, no paró y paró de ordeñarme hasta dejarme bien seco, así, hasta que una vez satisfecha y recolectada toda mí simiente dentro de su boca se levantó y llegando hasta su sobrinita la besó traspasandole todo mi semen dentro de su boquita.

-Saborealo Marcelita, degustalo como un manjar y luego tragatelo todo gustosa. ¡A que esta delicioso mí niña!- Le dijo Carol a la pequeña mientras la golpeaba en la cara con la mano abierta en un sonoro cachete.

La niña, enloquecida por el deseo e incapaz de desobedecer, no sintió la bofetada de su tia porque estaba tan concentrada, ensimismada y extasiada disfrutando del maravilloso sabor de mí leche, que estubo degustandola golosa durante un buen rato, así, hasta que de repente y con unos cuantos sonoros, graciosos y morbosos ¡Glup! ¡Glup! Se la trago toda todita mientras se estiraba salvajemente de una teta tirando de ella con fuerza por el pezón, con una cara de intenso dolor y vicio brutal, para terminar relamiendose los labios en busca de las últimas gotas, que mirandome, tragó sonriente.

Pero Marcelita queria más. Entonces me preguntó.

-Luismi... ¿Puedo?- Mientras hacía ademán de introducirse mi verga en la boca. Pero su tia, interponiéndose entre los dos la paró diciendo.

-¡No Marcela! ¡Todavía no! Ahora Luismi, el Amo, me tiene que usar... ¿Entiendes mi niña?-

El gesto de desamparo y tremendo disgusto de la niña, junto a las lagrimas que comenzaron a brotar de sus ojos, fue muestra clara del enorme deseo que sentia la pequeña por entregarse a mí, muestra del enorme deseo que la niña anhelaba por ser mía, pero bajando su mirada, obediente, aceptó la orden de su tia y se apartó.

-Ahora vas a irte a dormir Marcela. Y mañana, cuando amanezca, Luismi, el Amo, será todo tuyo. Te lo prometo.- Le dijo Carol a su sobrina con una caracia y a continuación, abrazandola, la acompañó hasta su dormitorio, donde la dejó recordandole.

-Ya has oido lo que he dicho cariño. Ni se te ocurra salir hasta que no haya amanecido.- Y salió cerrando la puerta tras de sí.

Nada más regresó al salón, Carol vino a mi lado y sin que yo le tuviera que decir nada se arrodilló dejando caer su cuerpo hacia adelante, extendiendo sus brazos sobre el suelo y cruzando sus muñecas, adoptando la posición de castigo.

-Amo, su esclava merece un castigo.- Me dijo ofreciendome una fusta que traia en una mano.

Mirándola de reojo, vi que levantaba sus nalgas como muestra de sumisión. Mientras me acercaba a ella y le cogía la fusta le pregunté qué pecado había cometido.

-Le he hecho creer a mí Amo que si venia a casa podria volver a poseer a mi niña.- Entonces, soltándole un sonoro fustazo en el culo, le pedí que se explicara mejor.

-Amo, despues de follarse y correrse dentro del coño de mí niña, le he visto mirándola con deseo en el Pub y he sentido celos, entonces he creído que usted me haria suya se le dejaba creer que en casa podria volver a usar a Marcelita con mas "tranquilidad", por eso he permitido la presencia de la niña antes. Pero... ¡Ay mí Amo! Los celos entre hembras son terribles, aunque le prometo, que si usted la desea, la tendrá. Pero antes, por favor le pido Amo, por favor le ruego humildemente que, que me use, que me utilice, que me someta a mí primero. Por favor.-

Usando el látigo recorrí la raja entre las nalgas de Carol y dandole con él un suave golpe en los labios de su sexo le dije que estaba de acuerdo, preguntandole seguidamente qué prefería como castigo. La madurita, que hasta entonces se había mantenido ligeramente serena, pegó un gemido al notar que le estaba introduciendo en el coño el palo de la fusta, mientras feliz, lloraba por haber sido aceptada.

-Lo que usted decida estará bien Amo.- Me dijo sonriendo mientras vaciaba en el suelo el contenido de una mochila negra.

Tomando una cuerda gruesa del suelo decidí inmovilizarla. Se la pasé por el cuello y dejándola caer hice un nudo a la altura de sus pechos, para desde allí cruzarla hasta su espalda. Carol comprendió mi intención y con grandes lágrimas en los ojos me dio las gracias sabiéndose afortunada.

Despues se tumbó en el sofá y echó sus brazos para atrás para que se los atara a los tobillos. Una vez totalmente maniatada le di un sonoro azote en el culo, tras el cual le incrusté los consoladores que cojí de la mochila, uno gigantesco en su vagina y otro gordísimo en su culo. Y tras esto me senté en el sofá y me puse a ver la tele con toda tranquilidad durante un buen rato, dejandola así, dolorida, excitada, humillada y sufriendo como una loca, pero eso sí, sin rechistar ni lo mas mínimo.

A la media hora, por fín me dio pena y la tomé, usandola a mi antojo, penetrandola con dureza por la boca hasta que vomitó, por el culo hasta que se lo reventé hacendoselo sangrar mientras ella, incomprensiblemente, se corria como una loca y por el coño, por donde primero le metí el brazo hasta el codo haciendola aullar, dandole tan duro que durante unos segundos llegó a desmayarse perdiendo el conocimiento y por donde despues, la penetré con la verga follandomela tan salvajemente que se volvió a correr dos veces más de puro dolor y máximo placer, la última, en el mismo instante en que sintió como me venia en su interior llenandola con mi leche, mientras ella, jadeando como una perra con la lengua fuera, no paraba de darme las gracias, riendo, llorando y gimiendo desconsolada y extasiada por la mas pura felicidad.

-Que placer Amo. ¡Ufffffffffffff!- Gimió radiante de felicidad.

-Ahora, si mí Amo me da permiso, deme usted 15 minutos para asearme, para que así, bien limpita, pueda usted volver a someter a su puta a todo su antojo.- Y yo, simplemente asintiendo, le dí permiso.

Pero lo que luego pasó, amigos y amigas, eso será otra historia. Historia que por supuesto hos contaré, pero ya, en un tercer relato.

Y ya está amigos y amigas de todorelatos. Muchas gracias por vuetro tiempo y espero que hallaís disfrutado del relato.

Y como en todos los anteriores, si ha sido así o no, hos pido que me lo hagaís saber con vuestros comentarios, indicandome los errores que halla cometido para poder mejorar así en las proximas narraciones. Saludos.