Con Carlos 4
Resumen de la cogida que me puso Carlos después de lo que pasó en el relato anterior
Un pensamiento ilumino la embrollada mente de Susana, que se volvía nula cada que Carlos la hacía suya.
“¿Qué será lo que tanto le excita de mí?”
Después, su mente se volvió a dejar caer en el mar de placer
Susana: AAAAAAAAAAHHHHHH AMORRR!! MMHHJJJ SIIII SIIII ASIII METEMELAAAA-AAH! OISHH OISH SISIIIIIEEEIIIIII AAY AYYYY!!!
Cuando gritaba aún me escuchaba como una niña.
Carlos me tenía sujetada boca abajo en la cama, con una pierna flexionada hacia arriba pataleando al aire y la otra aferrándose al suelo con la puntita del pulgar para no perder el suelo. Mi pelo bailaba entre el aire y mi espalda… mi espalda flexionada bajo el yugo de su mano izquierda y con su otra mano me abría el trasero fuertemente, como asfixiando a su presa: pequeñita e impotente ante su inminente destino de ser poseída por una hombre dominante, dejándome expuesta, vencida. Carlos me penetraba y Carlos me la sacaba. Yo exhausta en pleno vaivén entre el aire y las sábanas; gimiendo, gritando y él cogiéndome con el temple de un Dios en medio de la tempestad, con la serenidad de un cirujano… ¿Cómo no iba yo a quedar rendida ante algo así?
Habíamos aprendido lo que nos gusta del otro en la cama, ahora él solía sujetarme de esa manera para mover mi cuerpo a su antojo hacia delante y hacia atrás, deslizando mi cuerpecito de nena a lo largo del mástil de mi chico, como si yo fuera una funda para él. Combinando esto con sus movimientos de cadera hacía que me pusiera toda flojita y le dedicara un recital de gemidos a mi novio, acompañada de los sonidos de su pelvis chocando contra el trasero de su mujercita. Hombres tomen nota, así era como Carlos me sacaba mis más dulces, femeninos y sinceros gemidos de mujer.
Sólo me quedaba mi falda puesta, aunque eso es un decir ya que la tenía por la cintura, mis tacones azules habían salido volando hacía rato, sólo me quedaba mi pelo enmarañado, un par de tetas que ya eran 32B y mi suave maquillaje de colegiala recién cogida.
Con esa carita de niña me voltee para verlo a los ojos. Él entendió la indirecta y bajó un poco las revoluciones para dejarme decirle con voz tierna, gustosamente dominada, deliciosamente vencida:
Susana: Me coges como un toro mi amor.. mhhjjjmm!!.. ay!.. pero siempre
Carlos: …
Susana: AAAaaaaaaaiiiiiii mmhhjjj – gemía mientras Carlos me la seguía metiendo
Susana: y te gusta bebé?
Carlos: Te sientes deliciosa por dentro princesa
Susana: mmjjhjjmm..
Carlos: Me gusta cómo aprietas.. –
Acto seguido me empujó hacia abajo con una sola mano, como diciendo “esto es mío” sometiéndome de esa manera acelerando sus embestidas a su (ya totalmente suya) putita. Y de hecho así me sentía, como su puta y su novia al mismo tiempo, ya eran chillidos de vieja los míos.
Eso me excitó en demasía, apreté las sábanas y yo solita me empecé a tratar de impulsar hacia atrás:
Susana: Ay a ver.. toma chiquito ayy ayyaaa toma chiquito toma toma aahhjjmm toma toma aaayy ajhmm– con la voz más femenina y excitada que una nena de 21 años podría poner
Carlos: AAH pinche vieja que rica estás
Teníamos así como 20 minutos, sentía gotas de su sudor en mi espalda. En eso Carlos me tomó de la cintura, me volteó y me centró en la cama boca arriba. Me quitó la almohada y la puso debajo de mi espalda baja, yo ya sabía que se venía el broche de oro.
Puso mis piernas sobre sus hombros, me regaló la imagen de mis piernitas desnudas, blancas con mis uñas pintaditas sobre su torso moreno, fuerte, rasposo.
Mis piernas en V enmarcando su pecho velludo y su rostro barbón. Carlos me observaba con una mirada de triunfo en sus ojos y una sonrisa terrible en sus labios, que besaban mis tobillos cínicamente mientras me sostenía la mirada y lentamente movía su cadera hacia delante penetrándome firmemente, conquistándome, declarándose victorioso por tenerme así, rendidita en la antesala del cielo y gimiendo a sus pies.
En esos momentos de ver como mi novio, un señor, 25 años mayor que yo, separado, con una hija, me embestía el culo como un toro, partiéndome, con su cara de triunfo por estar haciendo gritar a su putita como una loca, recordé que sólo hace unos meses ese hombre me hizo sentir una basura, recordé que lo odié cuando descubrí lo de su esposa.
Carlos me había quebrado emocionalmente hace unos meses cuando me rehusé a consumir hormonas y ser su novia, lo abofeteé ese día, pero no se desesperó.
Su respuesta había sido voltearme, bajarme los calzones, metérmela completita y así poseerme frente al espejo, diciéndome que iba a hacer una mujercita de mí y haciéndome ver de cerca cómo en mi ser iba aumentando su dominio a cada embestida suya, haciéndome sentir más dócil, más entregada, más femenina, más protegida, más Susie…
Entonces caí en cuenta que mi inconsciente había luchado, que hubo un tiempo en que trate de huir de él, pero él me leyó muy bien y me supo hacer regresar siempre. Que egoísta había sido Carlos, pero ay que rico me lo hizo.
Lo odiaba por eso, en el fondo lo odiaba.
Aun así, ahí estaba yo. Acostadita en un motel con las piernas abiertas sobre los hombros de mi novio, acomodada como reina entre las almohadas vibrando al ritmo de sus embestidas, jadeando y disfrutando como perra y siendo revolcada cual princesa adolescente en manos del más cruel y salvaje conquistador. No me podía quejar.
Una sonrisa pícara se dibujó en mi rostro y acariciando su pecho de forma muy femenina lo atraje hacia mí y lo bese en los labios, en mi mente se impuso la vieja que Carlos había hecho de mí y me terminé de entregar a él, a mi nueva vida.
Susie: Por lo menos estoy buena
Carlos: Que dijiste?
Sonreí, le eché mis brazos por detrás de su cuello y le dije:
Susie: Nada mi amor, tu síguete cogiendo a tu princesita
Después de coger, Carlos me llevó de nuevo a mi casa.
Susie: No te quieres quedar a pasar la noche?
Carlos: Nena mañana entro temprano
Susie: Ok
Carlos dio media vuelta, dio 3 pasos y volvió
Carlos: Lo de hoy estuvo bueno, estuviste genial princesa
Susie: Entonces cada que humille a la pendeja de tu ex me vas a querer así?
Carlos: Eres una cabrona chamaca
Susie: Una cabrona bien cogidita – le dije quiñándole un ojo